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Camelot sigue ahí

Camelot sigue ahí
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29 de julio de 2025

Todos hemos escuchado sobre “Camelot”, la legendaria fortaleza y reino medieval del mítico Rey Arturo, en Gran Bretaña; mencionado por primera vez en el poema Lancelot, el Caballero de la Carreta, de Chrétien de Troyes, en el siglo XII. Pero también se nombra así al gobierno del joven presidente estadounidense asesinado por el estado profundo y las mafias anticubanas y gánster John Fitzgerald Kennedy (JFK), el que invadió Cuba en 1961 en Playa Girón, siendo derrotado y humillado por la Revolución Cubana en menos de 72 horas. Coincidentemente, el “Proyecto Camelot” fue impulsado por Kennedy, como un “proyecto de investigación en ciencias sociales”, pero desarrollado por el ejército de los Estados Unidos y sus agencias de inteligencia, iniciado -se dice-, entre 1963​ y 1964, para “evaluar, conocer y comprender las causas de las revueltas sociales e identificar medidas…”. ¿Cuáles?: “Saberlo todo, para controlarlo todo”.

La recientemente republicada novela Camelot -de Dauno Totoro Taulis-, de editorial Ceibo, nos remonta a esos convulsionados años 60, plena Guerra Fría. Por sus intensas páginas transitan personajes históricos como el entonces senador socialista y luego presidente Salvador Allende Gossens; la diputada comunista María Maluenda; el presidente estadounidense John Fitzgerald Kennedy; el secretario de defensa norteamericano Robert McNamara; el jefe del Departamento Latinoamérica de la Casa Blanca y luego embajador en Chile Ralph Dungan; el sociólogo y analista político Rex Hopper; y muchos otros.

El Camelot de Dauno Totoro es una investigación periodística novelada, una novela de espías y conspiraciones basada plenamente en la realidad que nos oprime y nos controla: la guerra cognitiva en su máxima expresión, cómo surge, de dónde viene, y qué podemos esperar.

El “Plan Camelot” se inició en Chile y se señaló en su momento que Camelot” duraría tres o cuatro años, con un costo aproximado de un millón y medio de dólares anuales,​ participando cientos de sociólogos y otros cientistas sociales; y aunque periodistas y políticos lograron paralizarlo con sus denuncias, fue luego cancelado oficialmente en 1965 por el gobierno estadounidense.​ Pero, ¿será cierto?

El proyecto fue una herramienta encubierta de intervención, que se disfrazó como un estudio académico. Se trató de un instrumento de contrainsurgencia en tiempos de revolución y poderosos movimientos sociales en Latinoamérica y el mundo. Una época de cambios, especialmente después de la Revolución Cubana (1959).

Washington quería saber las “probabilidades de revolución”, cómo identificarla, controlarla y combatirla para perpetuar la hegemonía del imperialismo capitalista y su dominio mundial. En 1964, el “Proyecto Camelot” iniciaba en Chile, el mismo año en que la CIA ideó la “campaña del terror” contra Salvador Allende y que llevó al triunfo electoral en las presidenciales de Eduardo Frei Montalva y la Democracia Cristiana, gracias a multimillonarios apoyos en dólares y propaganda.

Camelot debía “predecir e influenciar” los procesos de cambio y signos incipientes de revolución, prever el uso potencial del ejército estadounidense en “cualquier número de casos en los que la situación pudiera estallar”, así señalado exprofeso por el propio generalato norteamericano.

La naturaleza contrainsurgente del proyecto fue descubierta en gran parte gracias a Johan Galtung, académico noruego, quien avisó a sus colegas chilenos sobre los verdaderos objetivos del plan. Galtung rechazó aceptar el rol del ejército norteamericano y lo señaló como “colonialismo científico”. Varios académicos rechazaron cualquier participación en él, y tras las denuncias en la prensa, un comité especial de la Cámara de Diputados chilena inició una investigación.

Aunque las sesiones parlamentarias dilucidaron muchos de sus aspectos y la indignación creció, no se llegó a nada más que palabras contra el injerencismo, y el “proyecto” fue “cerrado” en 1965, al mismo tiempo que en el Congreso estadounidense se iniciaba otra “investigación”.

Fue en el contexto de la estrategia contrainsurgente que la Oficina de Investigación y Desarrollo del Ejército de los Estados Unidos patrocinó el Proyecto Camelot. Concebido, originalmente, para tener una vasta cobertura, abarcando a países en desarrollo, se dijo que “solo se implementó en Chile” y no por mucho tiempo.

Aunque se presentó como un proyecto universitario de ciencias del comportamiento, situado en la Oficina de Investigación de Operaciones Especiales de la American University, fue financiado por el ejército estadounidense, y, en realidad, era un plan encubierto de inteligencia.

En Chile, fue señalado como una “encuesta académica”, escondiéndose su relación con el Pentágono. Hoy se sabe que planes similares se implementaron en Brasil, Colombia (Proyecto Simpático), y Perú (Operación Task), patrocinados por SORO (Special Operations Research Office), la Oficina de Investigación de Operaciones Especiales, financiada por el Departamento de Defensa de Estados Unidos.

El defensor de derechos humanos y sobreviviente del Plan Cóndor en Paraguay, el doctor Martín Almada, señaló en 2014 que

“el Proyecto Camelot fracasó en Chile pero fue un éxito en Paraguay en el año 1970. (…) Lo denuncié en mi libro de tesis ‘Paraguay. Educación y Dependencia’, de la Universidad Nacional de La Plata, el año 1974”. “Fueron encuestados -agrega- paraguayos de todos los sectores de la sociedad para establecer sus opiniones políticas, sus creencias religiosas, su compromiso con la democracia, etcétera. Eso fue durante la dictadura de Alfredo Stroessner”.

Según el autor argentino Juan José Navarro, “Guatemala, Bolivia, México y Cuba fueron incluidos originalmente en el Proyecto Camelot”. Otros investigadores como Semboloni y Toledo, denunciaron que “proyectos semejantes fueron programados para Corea, Grecia, Egipto, Irán, Turquía, Indonesia, Malasia, Tailandia, Francia, India, Nigeria y Quebec -en Canadá-”.

En Chile, esta “encuesta académica” ocultó su relación con el ejército y el Pentágono estadounidense, pesquisando a chilenos de todos los sectores sociales para determinar “creencias políticas, compromiso con la democracia e información personal”, las que fueron utilizadas para la guerra psicológica e influir en las actitudes políticas y así manipular elecciones populares.

La CIA analizó datos recopilados por Camelot utilizándolos para producir anuncios anticomunistas durante la campaña electoral de 1964 contra Salvador Allende. A las mujeres se les dijo que, “si Allende era elegido, sus hijos serían enviados a Cuba y sus maridos a campos de concentración”. Y aunque pudieran parecer algo lejanos en el tiempo, las operaciones psicológicas y de propaganda, las fake news e informaciones tergiversadas para influir en la opinión pública, continúan e incluso se han agudizado desde ese lejano 1964.

El poder del imperialismo anglosajón y del estado profundo estadounidense, de las grandes corporaciones tecnológicas y armamentísticas, y de los medios de comunicación globales, para vigilar y abiertamente manipular a las sociedades en todo el planeta es hoy mucho más vasto que a mediados de los 60.

Las redes sociales, los algoritmos que hoy nos gobiernan y moldean sutil o abiertamente, sin que las víctimas cuestionen lo que les aparece “casualmente” en sus teléfonos o en sus redes, el control y la forma de moldear opiniones y prejuicios, pareciera total… Algoritmos e inteligencia artificial que nos gobiernan y manipulan en una guerra cognitiva total por el control de nuestras mentes parecieran ser el “Camelot” que sigue ahí, que muta y crece como un monstruo surgido de las páginas de Un mundo feliz, de Fahrenheit 451, o del propio Camelot.

Fue después de la humillación en Cuba, que el ejército estadounidense quiso “predecir las revoluciones”. La American University, en Washington DC, recibió una subvención de cuatro millones de dólares para desarrollar un “modelo predictivo” que revelara la probabilidad de un estallido social-revolucionario. Su director era Rex Hopper. Supuestamente, el ejército estadounidense lo inició sin consultar al Departamento de Estado. El propio Ralph Dungan -embajador de Estados Unidos en Chile-, dijo haberse “enterado a través de la prensa”, tras el artículo publicado el 12 de junio de 1965 en El Siglo, el periódico del Partido Comunista.

Hugo Nutini, antropólogo de la Universidad de Pittsburgh -uno de los académicos estadounidenses involucrados-, había nacido en Chile y educado en la Escuela Naval. Convertido en ciudadano estadounidense sirvió en el ejército durante la guerra de Corea, y se interesó en investigaciones sobre comunidades indígenas en México y Chile.

En marzo de 1965, Nutini viajó a Chile y se reunió con cientistas sociales de la Universidad de Chile y la Universidad Católica. Les ofreció generoso financiamiento para “investigaciones” y “trabajos en terreno”. Según los involucrados, Nutini nunca reveló el rol del ejército norteamericano, ni que los objetivos eran prever revoluciones y desentrañar el cómo derrotarlas. Les aseguró a sus colegas -los sociólogos Raúl Urzúa y Eduardo Hamuy- que el financiamiento provenía de la prestigiosa National Science Foundation.

Camelot, la novela de no ficción de Dauno Totoro relata con lujo de detalles toda esta trama. Las autoridades universitarias chilenas sospecharon, después de que el sociólogo noruego Johan Galtung publicara una versión en español de la carta de invitación enviada por el ejército norteamericano a varios académicos. El 23 de abril de 1965, Álvaro Bunster -número dos de la Universidad de Chile- confrontó a Nutini. Le mostró copia de esa carta y le pidió explicaciones. El “agente” y antropólogo se desentendió y dijo estar tan sorprendido como sus colegas.

En los meses siguientes, periódicos en Chile y Estados Unidos publicaron sendos reportajes y artículos sobre Camelot, “el fallido proyecto”. La Cámara de Diputados chilena llamó a declarar a decenas de testigos, entre éstos a Ricardo Lagos Escobar -futuro presidente el país- y Andrés Bianchi.

No cabe duda que el Proyecto Camelot fue una herramienta encubierta del gobierno estadounidense para garantizar a nivel mundial la hegemonía norteamericana.

¿Por qué se escogió a Chile como un laboratorio? Por su supuesta estabilidad, aislamiento, insularidad… Todo nos recuerda La doctrina del shock, de Naomi Klein, implementada en Chile por los Chicago boys y el gobierno de Richard Nixon.

Prácticamente todo lo que ocurre en Camelot, fechas, personajes, situaciones y documentos, son verdaderos. La novela nos relata lo sucedido con el proyecto, y lo novelado presenta una verosimilitud tal que es muy probable que todo haya sucedido como ahí magistral y terroríficamente se describe.

Se nos presentan dos líneas narrativas, la historia misma y el periodista que investiga los alcances del proyecto gracias a los documentos confidenciados por la diputada María Maluenda, quien fue parte del comité especial investigador de la Cámara. Sabemos que en la realidad, el autor de la novela fue el custodio de esos documentos durante décadas. En Camelot, el periodista es Federico Hellström, y quien celosamente guarda los secretos es César Avendaño -CGSP, Nimbus, Cegé o José Antinao-, protegido de Salvador Allende y de María Maluenda.

Camelot sigue ahí… de la mano del Pentágono y sus agencias, sentados todos en la mesa redonda del Rey Arturo: la Agencia de Inteligencia de la Defensa, la CIA, la NSA, el Departamento de Estado, la Agencia de Inteligencia del Cuerpo de Marines, y otras… Evidentemente el plan se transformó, mutó, cambió de nombre y de equipo, pero el objetivo es el mismo: hegemonía y dominación.

“‘¿Cómo garantizar nuestra hegemonía mundial?’, preguntó J. F. Kennedy a comienzos de los años ‘60, ‘¿cómo saberlo todo para predecirlo todo y así controlarlo todo? ¿Cómo prever, manipular, provocar o alterar los procesos de transformación social en cualquier sitio del mundo en el momento y del modo que nos convenga?’. Aquella fue la tarea que el joven presidente de los Estados Unidos encomendó a sus 12 hombres más cercanos, sus Arturianos. Entonces nació la Agencia de Inteligencia de la Defensa y, junto a ella, el Plan Camelot, antecesor y punto de partida de los algoritmos que hoy nos controlan y manipulan día a día, segundo a segundo, instante a instante”.

“Para poner a prueba y echar a andar a Camelot se requería de una nación apartada, controlable, estable, aislada, medible. Chile fue el país elegido para lanzar la carnada oculta bajo los pliegues y los legajos de supuestas encuestas sociológicas y antropológicas. Esa delgada franja de tierra y su escasa población se convirtieron en el laboratorio perfecto, en la placa Petri del control total”.

“Más de medio siglo después, el periodista Federico Hellström y el misterioso Cegé develarán los entresijos y los alcances mundiales de un plan que ha convertido a la privacidad, a nuestros deseos, acciones y certezas en una ilusión de masas. (…) Hoy, el único enemigo del sistema es el anónimo, el que no deja huella. Y, aun así, basta con un error minúsculo, una única señal captada por la red para que la Inteligencia Artificial nos delate y entregue a un Camelot que radica en lo inmaterial y en la nube de lo inasible”.

Los primeros experimentos Estados Unidos los llevó a cabo durante la Primera Guerra Mundial, profundizándolos en la segunda posguerra. Durante la Segunda Guerra Mundial impulsó sus fuerzas armadas convirtiéndolas en las más poderosas del mundo. Organizó misiones y estrategias para controlar países, derrocar gobiernos, actuar en invasiones abiertas y ocultas, instalar bases militares y tropas por doquier, financiar el terrorismo internacional, cercar países considerados enemigos, y asesinar incluso presidentes. Muchos de los planes de la RAND Corporation son públicos, y ahí están las intenciones declaradas del “estado profundo”: destruir regiones completas del planeta y apoderarse de sus recursos naturales como el petróleo, gas, agua, litio, o tierras raras… El complejo militar estadounidense está estrechamente ligado a las tecnocracias y avances en la mayor parte de los campos de la ciencia, promoviendo investigaciones para desarrollar estrategias político-militares y continuar controlando todo. Camelot sigue ahí… en el espionaje e intervención a la soberanía, en utilizar a la sociología, psicología y antropología como instrumentos para la expansión sistémica del imperialismo capitalista.

Según Irving Louis Horowitz, las intenciones de Camelot eran “medir y pronosticar las causas de las revoluciones y la insurgencia en las regiones atrasadas del mundo. (…) Buscar los medios para eliminar las causas o para bregar con revoluciones y actos de rebeldía”. Una de las primeras investigaciones donde se involucraron cientistas sociales y las fuerzas armadas fue el Proyecto Troya, aplicado entre 1950 y 1951 en Canadá y Estados Unidos por decisión del Departamento de Estado y apoyado por el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT). Su objetivo: “obtener un estudio psicológico sobre las personas y el comportamiento de los grupos sociales en condiciones de guerra”.

Con la Guerra Fría en todo el mundo se intensificaron las investigaciones y la Oficina de Información de Estados Unidos (OIEU) tuvo un presupuesto millonario para “recolectar información” a través de organismos de las fuerzas armadas que realizaron encuestas y otros estudios para recoger datos e información psicológica en los lugares en que se habían impuesto bases militares, y donde consideraban que se encontraban sus “enemigos”.

En la posguerra, los interesados en costear proyectos con el propósito de ejercer “control social y político”, no solo fueron el Departamento de Defensa, el Departamento de Estado y la RAND Corporation, sino también fundaciones privadas como la Ford, la Rockefeller, la Carnegie, y la Duke Endowment, entre otras, las que tuvieron un rol fundamental en la planeación y aplicación de la política en la Guerra Fría. En Latinoamérica la Fundación Ford y la Rockefeller, principalmente, destinaron ingentes presupuestos. Camelot en Chile (1964), Simpático en Colombia (1965), Estudio de Conflicto y Consenso en Venezuela y otros países (1965-1967), Colonia en Perú (1965) y Marginalidad en Argentina (1969).

“Denunciar el Proyecto Camelot como un instrumento de intervención del Departamento de Defensa de los Estados Unidos, como una violación a la dignidad, la soberanía e independencia de las naciones y los pueblos y contra él su derecho a la autodeterminación, garantizado por el Derecho Interamericano”, fue una de las conclusiones del Comité de Investigación Especial del Congreso chileno, presidido por el diputado demócrata cristiano Andrés Aylwin.

La primera nota periodística se publicó el 12 de junio de 1965 en El Siglo; con el título: “Yanquis estudian invasión a Chile”. Denunciaba así el proyecto cuyo financiamiento -según reseñó-, “provenía del Departamento de Defensa de Estados Unidos”, e intentaba ser “ejecutado y organizado por la Oficina de Investigación de Operaciones Especiales de la Universidad Americana ubicada en Washington”. Refería que el proyecto “atentaba contra la soberanía nacional”. El 14 de junio titulaba: “Toda una red de espionaje mantienen yanquis en Chile”, publicando un facsímil en el que especificaba la intención y participación de funcionarios estadounidenses y colaboradores chilenos. Espionaje, cabe decir, muy bien conocido en la época pues una red de agentes coordinados y dirigidos por la CIA se infiltró en Guatemala para derrocar al presidente Jacobo Arbenz. Se sabía en Chile que, desde tiempo atrás, se habían infiltrado agentes estadounidenses en instituciones del gobierno chileno, lo que demostró en sus investigaciones el historiador Luis Corvalán (2012).

Hoy se sabe que el gobierno de Estados Unidos financió a un grupo de antropólogos para estudiar a la insurgencia en Irak y Afganistán, con el fin de contrarrestarla. Camelot sigue ahí…

La novela es un thriller de espías y conspiraciones que envuelve porque la verdad está ahí y todo, incluso lo novelado, posee verosimilitud, pues contiene una investigación periodística cien por ciento verídica.

“Está efectivamente muy respaldada en una investigación que perfectamente podría haber llevado a un libro de investigación periodística o a un ensayo. Pero, lo importante de esto no es tanto lo que sucedió en la década de los sesenta, sino cómo fue la piedra inaugural de un proyecto mucho más grande, que se ha desarrollado hasta nuestros días y que tiene consecuencias enormes. El gobierno de Estados Unidos rediseña el proyecto, le entrega su conducción a una corporación privada llamada RAND, y a un departamento anexo, la Agencia de Investigación Avanzada para la Defensa (ARPA), un instituto de desarrollo de alta tecnología. Ambos empiezan a incorporar un montón de sociólogos y sicólogos de masa, politólogos en el análisis y, al mismo tiempo, científicos duros, que desarrollan tecnología para acelerar la investigación. (…) El plan Camelot era global. Tenía desarrollo simultáneo y paralelo en Uruguay, Brasil, Argentina, México, en otros países africanos, asiáticos e incluso en Québec”, señala Dauno Totoro.

La novela es un homenaje al periodismo de investigación y vale la pena leerla con detenimiento.

“María Maluenda, me hizo entrega de miles de documentos que ella había atesorado desde entonces. Me pasó una mochila pesadísima antes de morir. En ese momento no entendí. Revisé todos estos papeles y al principio me costó muchísimo saber de qué se trataba. Muchos periodistas de investigación se quedan hasta ahí. Pero años después, investigo sobre todo este asunto de las fake news, la nube y el robo de la información personal, Google, Cambridge Analytica. Me hace click y regreso a esa caja, empiezo a escarbar, ordeno esa información y surge la trama”, agrega.

Hoy vivimos inmersos en esa “burbuja de contexto”. Convencidos de que el universo de la información que manejamos o los vínculos sociales son los que están contenidos en ella y que se nutre a través de la información que exportamos de nosotros a través de búsquedas en internet, compras con tarjetas de crédito, todo lo que deja huella en la nube de datos que se venden al mejor postor y, finalmente, al hegemón. Así ganó las elecciones el empresario y delincuente Donald Trump, y antes los señores de la guerra Barack Obama o George W. Bush, y por acá los sátrapas del imperialismo y nazisionismo Nayib Bukele, Jair Bolsonaro o Javier Milei… o corrupto y drogadicto nazi Volodimir Zelenski, o el psicópata genocida e infanticida Benjamín Netanyahu, y cuántos más…

Una burbuja fabricada que nos controla y manipula sin que nos demos cuenta. Es Camelot que sigue ahí.

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