La génesis de una tarea
por Manuel Acuña Asenjo (Chile)
3 semanas atrás 19 min lectura
14 de junio de 2025
UNA RARA CONTINGENCIA
Louis Althusser no solamente fue un buen teórico sino, además, un duro crítico. Cáustico, sería, tal vez, la palabra más adecuada para describirlo. O, quizás, inclemente. O, también, implacable. Un consultor frecuente de sus trabajos difícilmente podría evitar una sonrisa al descubrir en ellos el sarcasmo que emplea para burlarse de algunos investigadores que buscan dentro de la alcoba de los monarcas la explicación a los conflictos sociales[1].
La mención que hacemos no es casual. Ilustra de manera brillante lo que sucede en la escena política nacional, inmersa en medio de un proceso eleccionario desatado en donde, como lo señala un comentarista,
“[…] podemos distraernos con nuestro circo local y comentar si la fulanita es más pinochetista que el fulanito, o cual es más neo liberal, la que era presidente de su partido cuando SOQUIMICH era su principal “ayudista” o la que siendo ministra hizo una reforma previsional a favor de las AFP”[2].
Autocomplacida y, consecuencialmente, realizada en el desmesurado comportamiento de sus actores, esa escena política es la reproducción ampliada del retrato que esbozara Althusser en sus comentarios. No lo hace mejor la Fiscalía Nacional, que busca —con el regocijo de la prensa oficial—, afanosamente, en la ropa interior de Manuel Monsalve, las explicaciones al comportamiento de los agentes políticos.
“¿Qué allá en el norte estén a punto de tirarse los megatones por la cabeza? ¡Qué importa! Nuestros noticieros son mucho más entretenidos, con asaltos, portonazos, chanchullos y fundaciones. ¿Nosotros? Bien, gracias”[3].
Por eso,
no podríamos elegir mejor momento para abandonar toda esa parafernalia de calificaciones y descalificaciones, de liviandades y debates superfluos, y comenzar a analizar otros fenómenos que consideramos verdaderamente importantes. Especialmente, el legado que, a través de la historia, hemos recibido de algunos grandes personajes. Tal vez, en ese intento, logremos abrir, aunque sea unos escasos milímetros, las puertas de ingreso a la escurridiza ruta que podría llevarnos, de alguna manera, a la construcción de una nueva sociedad.
EN BUSCA DE UN INSTRUMENTAL TEÓRICO
La tarea propuesta no es fácil. En modo alguno. Puesto que se trata de realizar un trabajo, exige proveerse de las herramientas correspondientes a emplear en ese cometido, herramientas que nos parecen imprescindibles. Nos encontramos, sin embargo, con una dificultad. Y es que el trabajo a realizar es un trabajo, sin lugar a dudas, pero es un trabajo, en gran medida, intelectual. Requiere, en consecuencia, de un instrumental teórico. Y no de un elemento específico sino de un conjunto de los mismos. En lo posible, una estructura teórica que pueda ayudarnos a realizar nuestro cometido. Y la primera pregunta que surge, a tal efecto, es determinar si acaso existe o no dicho instrumental en los aportes realizados por algunos autores; y, de no existir, si acaso deberíamos o no crearlo.
Pero, surge otra pregunta: ¿cómo debe ser ese instrumental? ¿Hay otras disciplinas que nos puedan ayudar en ese empeño? ¿Debe ser parecido al que usan las ciencias exactas? ¿O debe ser otro? ¿Cuál, entonces? Pudieran resultar un tanto extrañas estas preguntas, pero el caso es que las ciencias exactas también se enfrentan a problemas teóricos similares. Y han debido construir esas herramientas constantemente. Porque lo que, en una época determinada, aparece establecido como verdad puede hoy no ser considerado como tal.
Por lo mismo, nos ha parecido que un buen método para empezar podría ser recordar aquellos principios que han permanecido inalterables en el tiempo y, por lo mismo, han ayudado a elaborar otras tesis igualmente importantes. Necesitamos, para ello, volver a recorrer las páginas de la historia. Pero, por razones de espacio, remontarnos solamente a algunos de sus momentos.
VOLVIENDO LA MIRADA HACIA EL PASADO
Podemos comenzar en la Grecia de Aristóteles; más exactamente, a los aportes que este gigante hizo al campo de la filosofía y que hoy resultan innegables. No significa ello que hemos de aceptar todo lo que nos legó el estagirita pues bien sabemos que algunos de sus postulados han quedado anclados en el tiempo. Sin embargo, hay un instrumental teórico que jamás ha dejado de perdurar a través de los siglos y, al parecer, tampoco dejará de hacerlo en el futuro. Nos referimos, entre otras cosas, a la notable estructura que construyó para levantar, sobre ella, uno de los pilares de su filosofía: el silogismo, y el enunciado de las reglas necesarias para evitar su equivocado uso. Es probable que ese constructo no solamente permanezca vigente únicamente durante este periodo sino se prolongue en el tiempo y persevere como uno de los tantos logros perennes de la creatividad humana.
Tampoco han sido desechadas las enseñanzas de Pitágoras, en especial aquella —considerada su ‘teorema’—, según la cual la suma de los cuadrados construidos sobre los catetos de un triángulo rectángulo es igual al cuadrado levantado sobre su hipotenusa.
Recordemos algo más. Cuando la Edad Media se hizo presente, y Europa se sumió en el oscurantismo, desaparecieron innumerables conocimientos. Europa olvidó, incluso, el lenguaje escrito que los griegos habían creado para la música, basado en el empleo de algunos signos del alfabeto. Pero, a principios del año 1000, un monje benedictino llamado Guido D’Arezzo —que solamente alcanzó a vivir 58 años—, inventó una novedosa forma de escribir la música que hasta hoy perdura. Es la escala musical construida sobre cinco líneas paralelas ―el pentagrama―, en las cuales es posible situar siete notas musicales, conjunto que invita a recordar el número de apóstoles (12). A la vez, reproduce esa figura, los cinco dioses sumerios que desearon permanecer en el cielo y dejaron que los otros siete viajaran a la tierra (los ‘annunaki’) para fundar las siete primeras ciudades de esa civilización[4]. La escala musical es un constructo que perdura a través de los siglos. Y existen otros, tan memorables como los indicados anteriormente.
LEGADOS EN EL PLANO SOCIAL
Si, en las ciencias exactas, es notable encontrar ese tipo de estructuras que desafían el tiempo y las circunstancias, no sucede lo mismo en las disciplinas sociales donde raras veces se encuentran construcciones teóricas que desafían el tiempo y la historia. No es extraño que así suceda. Las disciplinas sociales no son ciencias exactas; por ende, la posibilidad de errar en las afirmaciones propuestas es inmensamente mayor a aquellas. Y no ocurre de manera diferente, tratándose de intentos de predicción.
No obstante lo señalado, hay afirmaciones que han traspasado los tiempos y mantienen su validez hasta el día de hoy, como, por ejemplo, aquella formulada por Hegel —‘La verdad es el todo’— que nos permite arribar a otra afirmación, tanto o más importante que la enunciada: el todo es mayor que la parte; y, además, la determina. De lo cual se infiere otro principio que también perdura: es el todo el que hace a la parte y no lo contrario, reflexión crucial para el análisis de la política: la implicancia que esta sentencia tiene se manifiesta en toda su extensión en el plano internacional. En todo caso, se trata de un campo movedizo que, por lo mismo, se hace propicio para las analogías, para las suposiciones y, lo que es peor, para las conclusiones apresuradas.
Si bien en las ciencias exactas —y en otras disciplinas—, grandes personajes nos legaron instrumentos de extraordinario valor, también otros pensadores nos los han dejado en el plano de las llamadas ‘ciencias sociales’. Personalmente, me inclino por estimar que el más grande de todos ha sido Karl Marx. Y lo afirmo cuando, en muchas revistas e instituciones, se recuerdan los cien años transcurridos desde su fallecimiento. Comparto, por tanto, en toda su extensión, el juicio que formulara Herbert Wendt en una de sus obras, en el sentido que los tres hombres más importantes del siglo 19 fueron Charles Darwin, Sigmund Freud y Karl Marx[5].
No obstante lo señalado, la generalidad de quienes se declaran admiradores de Marx —y con mayor razón sus detractores— desconocen sus tesis centrales y, en general, basan sus conocimientos en los escritos de otras personas. Gran parte de ellos suponen que la tesis central de Marx es la imposición del ‘comunismo’, la hora de ‘la lucha de clases’, la ‘revolución’ y la destrucción del capitalismo, en fin. Muchas de esas aseveraciones ni siquiera vale la pena comentarlas. La remembranza hecha al comienzo de este artículo, a propósito del libro de Althusser, bien vale la pena tenerla presente para esos efectos. Las afirmaciones infundadas constituyen, pues, el campo propicio para la farandulización de la política.
Hay, no obstante, algo más grave: la desvergüenza con la que actúan ciertos personajes que han alcanzado mayor notoriedad en el mundo occidental. Especialmente aquellos que se han atrevido a contradecir las tesis de Marx sin haber leído jamás sus escritos; con mayor razón su obra principal que es ‘Das Kapital’. En un mundo dominado por el individualismo no debe causar asombro. Uno de esos notables desvergonzados es el economista Thomas Piketty quien, en una entrevista que le hiciera el periodista Isaac Chotiner para la revista ‘New Republic’ (Nota Red. piensaChile: ver esta entrevista a Picketty, traducida) en 2014, así manifestaba:
“IC: ¿Puedes hablar un poco sobre el efecto de Marx en su pensamiento y cómo llegó a empezar a leerlo?
TP: ¿Marx?
IC: Si.
TP: Yo nunca conseguí realmente leerlo. Quiero decir que yo no sé si usted ha tratado de leerlo. ¿Has probado?
IC: Algunos de sus ensayos, pero no el trabajo de la economía.
TP: El Manifiesto Comunista de 1848 es una pieza corta y fuerte. Das Kapital, creo, es muy difícil de leer y para mí no era muy influyente.
IC: Debido a que su libro, obviamente con el título, parecía que estabas inclinando su sombrero hacia él en algunos aspectos.
TP: ¡No, en absoluto, en absoluto! La gran diferencia es que mi libro es un libro sobre la historia del capital. En los libros de Marx no hay datos”[6].
No puede decirse que esas palabras constituyen una novedad. Anteriormente, también en una entrevista que le hiciera otro medio de comunicación ―y que yo alcanzase a tener en mis manos y leer―, ese mismo economista confesó que no haber leído jamás ‘Das Kapital’ porque le pareció tremendamente ‘aburrido’. ¡Como si la crítica al sistema capitalista debiese ser un ‘thriller’ o una teleserie, para alejar el tedio!…
EL LEGADO DE MARX A LA INVESTIGACIÓN TEÓRICA
A nuestro juicio, el gran aporte de Karl Marx al desarrollo de las ciencias sociales no está, como ya lo señalamos, en aquellas materias donde usualmente se le ha creído encontrar, sino en el constructo teórico que le sirvió de base para la elaboración de su gran crítica a la economía política ―que es la gran contribución de este gran pensador alemán― denominado ’modo de producción’[7], como expresión particularizada de lo que denomina ‘modos de dominación’.
La única definición que entrega acerca de esta figura teórica se encuentra en una parte de los llamados Grundrisse (‘Fundamentos’) donde indica que ‘el modo de producción no es solamente una forma de producir sino, también, una forma de vida’.
La cita textual de la obra es la siguiente:
“El modo de producción de la vida material no aparece solo como producción, sino también como una determinada forma de actividad de estos individuos, como una determinada forma de vida. Como producen su vida, así son estos individuos. Lo que ellos son coincide, pues, con su producción, tanto con lo que producen como con el modo como lo producen”[8].
El modo de producción, tal cual aparece enunciado en la cita que hemos transcrito, no revela su estructura interna que se encuentra descrita más detalladamente en otro de los pasajes de la obra del filósofo alemán. Es en ese constructo donde se encuentra descrita la estructura misma del modo de producción capitalista, sus elementos y sus regiones; consecuentemente, también allí es posible encontrar la estructura de la sociedad actual.
Marx, sin embargo, no incluyó en esa cita más que el basamento sobre el cual decidió construir toda su obra. Pero esa visión fue admirablemente condensada por su gran amigo y mentor, Federico Engels quien, en el discurso que leyera ante la tumba de quien fuera su mejor amigo, en el cementerio de Highgate, señaló, al respecto, lo siguiente:
“Así como Darwin descubrió la ley del desarrollo de la problemas, mientras que todas las investigaciones anteriores, tanto las de los economistas burgueses como las de los críticos socialistas, habían vagado en las tinieblas naturaleza orgánica, Marx descubrió la ley del desarrollo de la historia humana: el hecho, tan sencillo, pero oculto bajo la maleza ideológica, de que el hombre necesita, en primer lugar, comer, beber, tener un techo y vestirse antes de poder hacer política, ciencia, arte, religión, etc.; que, por tanto, la producción de los medios de vida inmediatos, materiales, y por consiguiente, la correspondiente fase económica de desarrollo de un pueblo o una época es la base a partir de la cual se han desarrollado las instituciones políticas, las concepciones jurídicas, las ideas artísticas e incluso las ideas religiosas de los hombres y con arreglo a la cual deben, por tanto, explicarse, y no al revés, como hasta entonces se había venido haciendo. Pero no es esto sólo. Marx descubrió también la ley específica que mueve el actual modo de producción capitalista y la sociedad burguesa creada por él. El descubrimiento de la plusvalía iluminó de pronto estos problemas, mientras que todas las investigaciones anteriores, tanto las de los economistas burgueses como las de los críticos socialistas, habían vagado en las tinieblas”[9].
CONCLUSION
Pero, ¿es esto todo lo que se puede decir sobre el modo de producción? No, no lo es. En modo alguno. Ya lo señalamos antes: es sólo el comienzo. La génesis de una tarea. Apenas, los fundamentos naturales sobre los cuales se construye la manera de producir. Eso es lo que ha sido expuesto; no su estructura interna ni, tampoco, las regiones que se organizan dentro del mismo, tarea que dejaremos pendiente. Esos elementos constituyen un todo indispensable para determinar tanto la dimensión como la localización de los cambios que podrían introducirse a una formación social.
Aún cuando en las proclamas programáticas de los actores políticos se emplea la palabra de ‘realizar cambios estructurales’, la lógica nos enseña que es imposible cumplir con tal promesa cuando se desconoce la estructura de aquello que se va a modificar. Conocer la estructura del fenómeno en comento resulta primordial para determinar cuáles van a ser esas modificaciones, a cuál (o cuáles) de sus elementos se van a aplicar, cómo van a ser tales cambios, los alcances que van a tener en la vida de todos los miembros de la comunidad, en fin. La génesis es sólo el comienzo, repetimos.
Santiago, junio de 2025
Notas:
[1] Recomendamos, al respecto, leer una de sus obras más conocidas: ‘Para leer <El Capital>’.
[2] Alvarado Vidal, Renato: “¿Nosotros? Bien, gracias”, ‘El Clarin’, 05 de junio de 2025.
[3] Alvarado Vidal, Renato: “¿Nosotros? Bien, gracias”, ‘El Clarin’, 05 de junio de 2025.
[4] Esas ciudades fueron Eridu, Uruk, Ur, Larsa, Isin, Adab y Kullah.
[5] Véase de Herbert Wendt su fantástica obra ‘La vida sexual de los animales’.
[6] Redacción: Entrevista “Thomas Piketty: No me importa Marx”, ‘Vanguardia del Pueblo, 12 de mayo de 2014. Sobre las afirmaciones del economista podemos decir de antemano: es falso que ‘en los libros de Marx no hay datos’; por el contrario, sus obras están llenas de referencias. Y, a propósito de lo mismo, existe una historia amarga, a la vez que tremendamente meritoria, de Eleanor, una de las hijas del filósofo, quien se vio constreñida a probar la veracidad de los asertos de su padre ante los arteros ataques de sus enemigos que, como hoy lo hace Piketty, solo buscaban encontrar inexactitudes o errores en su obra.
[7] El ‘modo de producción’, a nuestro entender, se enmarca en lo que Marx denomina, genéricamente, ‘modos de dominación’. Nos parece que, entre éstos últimos, ha de incluirse al llamado ‘modo de saqueo’.
[8] Marx, Karl: “Formaciones sociales precapitalistas” en los Grundrisse. Editorial Siglo XXI, traducción de Wenceslao Roces. Material disponible en INTERNET.
[9] Engels, Friedrich: “Discurso ante la Tumba de Marx”, Discurso pronunciado en inglés por F. Engels en el cementerio de Highgate en Londres, el 17 de marzo de 1883. Disponible en INTERNET.
*** ***
Thomas Piketty: No me interesa Marx
Entrevista con el economista estrella de la izquierda
Justin Sullivan/Getty Images
Cuando uno se dispone a entrevistar al autor de un libro de 700 páginas sobre economía (publicado por una editorial universitaria), lo normal es que todo vaya sobre ruedas. Las editoriales y los escritores ansían la publicidad; los ejemplares del libro se envían por mensajería urgente al entrevistador; los correos electrónicos de los publicistas preguntando «¿qué más puedo hacer por usted?» comienzan a acumularse.
En el caso de Thomas Piketty, cuyo libro Capital in the Twenty-First Century es actualmente uno de los más vendidos del país, las cosas son un poco más difíciles. Programar una simple conversación telefónica con Piketty parecía más difícil que concertar una reunión con el Papa. Piketty ha estado viajando de un continente a otro promocionando el libro y, la semana pasada, necesitaba un descanso de toda la publicidad antes de que pudiéramos seguir adelante con la entrevista. Mientras tanto, el libro se ha agotado, por lo que este entrevistador se vio obligado a leer una versión electrónica. (Harvard University Press está trabajando para garantizar que se impriman más ejemplares).
Cuando finalmente conseguí contactar con Piketty en su oficina de París, hablamos durante casi una hora. Hablaba con un marcado acento francés y se mostró cordial y simpático, incluso me preguntó mi opinión sobre su trabajo. Hablamos de otros economistas que le frustran, de las mejores críticas a su libro y de por qué no tiene tiempo para Karl Marx.
Isaac Chotiner: ¿Por qué cree que su libro ha tenido tanto éxito?
Thomas Piketty: Parte del éxito del libro se debe a la preocupación por el aumento de la desigualdad.
IC: Un economista dijo que su libro estaba teniendo éxito porque la gente ya no creía que los problemas económicos fueran cíclicos, sino estructurales.
TP: Lo entiendo. Existe la sensación de que la desigualdad y la riqueza en Estados Unidos se han acentuado. La gente se pregunta si esto continuará así para siempre. Cuando el crecimiento es relativamente bajo, del 1 % o el 2 %, la gente se preocupa por el futuro. La gente piensa en la desigualdad.
IC: Quiero preguntarle un poco sobre su propio pasado. ¿Quiénes fueron sus héroes económicos?
TP: En cierto modo, he estado haciendo esta investigación para seguir el trabajo de Kuznets y ampliarlo a muchos más países y a períodos de tiempo más largos. Cuando me adentré en la tradición económica, me sorprendió que esto no se hubiera hecho antes.
IC: ¿Puede hablar un poco sobre la influencia de Marx en su pensamiento y cómo empezó a leerlo?
TP: ¿Marx?
IC: Sí.
TP: Nunca conseguí leerlo. Quiero decir, no sé si tú lo has intentado. ¿Lo has leído?
IC: Algunos de sus ensayos, pero no sus obras sobre economía.
TP: El Manifiesto Comunista, de 1848, es una obra breve y contundente. El Capital, en mi opinión, es muy difícil de leer y no me influyó mucho.
IC: Porque tu libro, obviamente por el título, parecía que le hacías un guiño de alguna manera.
TP: No, en absoluto, ¡en absoluto! La gran diferencia es que mi libro trata sobre la historia del capital. En los libros de Marx no hay datos.
IC: ¿Has leído alguna crítica de tu libro que te haya parecido especialmente inteligente?
TP: ¿Cuál es tu opinión? ¿Cuál te pareció la mejor?
IC: Alguien argumentó que a las personas que se encuentran en la parte más baja de la escala les va mejor en términos absolutos de lo que tú sostienes en tu libro. Y que, por lo tanto, deberíamos pensar de otra manera sobre lo que significa la desigualdad debido a ese hecho.
TP: ¿En Estados Unidos?
IC: Sí.
TP: Bueno, es cierto que si se tiene en cuenta el aumento de las transferencias, a la mitad inferior le ha ido mejor que si solo se tiene en cuenta la renta primaria. Pero creo que esto confirma que hay algo que no funciona: lo ideal sería un sistema económico en el que la mitad inferior también obtuviera un crecimiento de los ingresos sin transferencias, a través de un mejor acceso a las competencias y a empleos bien remunerados.
IC: Otra crítica es que no hace suficiente hincapié en el papel de las finanzas.
TP: Ah, sí. Creo que debería haber hecho más hincapié en las finanzas, aunque hablé bastante sobre la desregulación financiera. Quizás debería haberlo hecho más. Paul Krugman tiene razón en esto. Una cosa tiene que ver con el aumento de las remuneraciones máximas en el sector financiero. Y otro efecto tiene que ver con el hecho de que la desregulación financiera parece haber aumentado la desigualdad en el acceso a buenas tasas de rendimiento. Esto tiene un papel bastante importante en el libro.
IC: Una cosa que ha sido muy criticada es la idea del impuesto global sobre el patrimonio. Una de las razones que da para decir que algo así podría suceder es que en la década de 1990 enviamos un millón de soldados a Kuwait para luchar contra Sadam, y lo hicimos en cuestión de meses. Si hicimos eso, dice usted, seguramente podemos hacer algo con los paraísos fiscales. Entiendo su punto de vista, pero ¿no se podría argumentar que la razón por la que fuimos capaces de reunir la voluntad necesaria para ir a la guerra con Irak fue que la guerra afectaba a intereses económicos? ¿Y que esa es la misma razón por la que no podemos hacer nada con respecto a los paraísos fiscales?
TP: Pero entonces, ¿por qué hicimos algo con respecto a los bancos suizos?
IC: No digo que todo cambio sea imposible, pero es difícil.
TP: Pero fíjese en las sanciones a los bancos suizos. Hace cinco años, la gente decía que eso nunca podría suceder y sucedió. Así que es difícil, pero se puede avanzar. No es un enfoque de todo o nada. Se puede avanzar mucho a nivel nacional, especialmente en países grandes como Estados Unidos, que tiene una cuarta parte del PIB mundial. Por lo tanto, no tenemos que pedir permiso a otros países para avanzar hacia un impuesto progresivo sobre el patrimonio. Estados Unidos podría transformar su sistema de impuestos sobre la propiedad en un impuesto progresivo sobre el patrimonio neto sin pedir permiso al resto del mundo.
IC: ¿Qué opina de la profesión económica en Francia en comparación con la de Estados Unidos en la actualidad? ¿Cuáles son las diferencias que ve?
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