19 de julio para recordar el triunfo de la revolucion sandinista
por Enrique Villanueva Molina (Chile)
11 meses atrás 6 min lectura
19 de julio de 2024
Han pasado 45 años desde el triunfo revolucionario y Nicaragua construye su futuro, hoy en una realidad distinta a la vivida cuatro décadas antes, desde donde surgen críticas a la gestión del FSLN y su dirigencia, opiniones o apreciaciones que no opacan, ni pueden hacerlo, la importancia y el impacto del triunfo de la revolución sandinista, la que merece nuestro respeto y por lo tanto ser recordada. Aunque la historia suele olvidar, llegar al 19 de julio de 1979 no fue un camino fácil, por el contrario, fue el fruto de una enorme entrega de miles de nicaragüenses, hombres y mujeres, quienes con un despliegue de valor y humanidad permitieron que el triunfo revolucionario del sandinismo lograra sus objetivos y que se constituyera, en su momento, en un ejemplo para todo un continente.
Recordar este hito revolucionario por lo tanto, en medio del agitado contexto político actual, con sus entrelazamientos entre lo local, lo regional y lo internacional en la política, economía y sociedad, con el fuerte renacer de la ultraderecha y las nocivas banderas del anticomunismo, todo eso nos pone frente al desafío personal y social de enfrentar un contexto político adverso, que desvirtúa o pretende hacer olvidar la historia, el pensamiento y también el rol de los liderazgos revolucionarios. Lo que enfrentamos es un contexto político que distorsiona o simplemente elimina el pensamiento de la izquierda y en particular sus logros a través de la historia, los que a pesar de todo ello sobreviven porque sus ideas en el mundo actual son vigentes y se relacionan con los problemas y las soluciones que reclaman las mayorías por una mejor calidad de vida.
Contrario a esta vulgarización que se hace de la historia de la izquierda, de nuestra izquierda, la respuesta es recordar de manera permanente a los miles de hombres y mujeres que con pasión, talento y sacrificio ayudaron a la libertad de los pueblos que en el continente, en la década de los 60 y 70, vivían bajo la bota cruel de dictaduras y en la más espantosa de las miserias. Ejemplos de estos procesos es el triunfo de la Revolución Sandinista el 19 de Julio de 1979 y antes lo fue la revolución cubana, cuyo recuerdo más allá de las distintas apreciaciones políticas actuales, son hitos históricos que merecen y necesitan ser recordados.
El triunfo Sandinista, hace ya 45 años atrás, tuvo un importante impacto en la izquierda latinoamericana, en esos años fuertemente reprimida y perseguida, porque fue una victoria que se logró en momentos en que el continente estaba mayoritariamente gobernado por dictadores, fieles guardianes de los intereses de los gobiernos norteamericanos de la época. En 1979 el pueblo de Sandino despertó el cariño y la admiración de millones de personas en distintas partes del mundo y también en Chile, porque nos señaló a todos y todas, que en esos años nos organizábamos para luchar en contra de la dictadura civil militar de Pinochet qué si era posible organizarse, luchar y vencer a un enemigo por poderoso que este fuera, en condiciones siempre adversas.
La victoria Sandinista no fue un triunfo improvisado ni de última hora, los nicaragüenses derrocaron a una dinastía de dictadores que desde 1936 había gobernado el país con políticas terroristas de estado y de exterminio, que cobraron la vida de 50.000 nicaragüenses. Durante décadas el FSLN, hombres y mujeres combatientes, se enfrentaron a un enemigo común con valentía e inteligencia, reponiéndose continuamente de reveses y organizándose permanentemente para derrocar finalmente a una dictadura creada y apoyada por Estados Unidos.
Tampoco se puede olvidar que el triunfo sandinista fue también una derrota para el imperialismo norteamericano, quienes y durante todo el siglo XX intentaron someter al pueblo de Sandino, desatando un enfrentamiento permanente, que no se detuvo con el derrocamiento de Somoza en 1979. Muy por el contrario, continuó después a través de las reiteradas invasiones militares de tropas mercenarias preparadas y financiadas por Estados Unidos para evitar que la revolución sandinista se consolidara. Bien vale recordar que el expresidente Reagan salió de su cargo por el escándalo que desato en Estados Unidos el descubrimiento de una operación de tráfico ilegal de drogas y armas destinada a financiar, más allá de lo que autorizaba el Congreso de Estados Unidos, a la “contra” nicaragüense.
A pesar de ello la revolución sandinista desde sus inicios dejo huellas, con logros concretos que la fragilidad de la memoria olvida, porque y a pesar del permanente cerco militar y político al que fue sometido, el Frente Sandinista de Liberación Nacional reconstruyó un país devastado por la guerra de liberación en contra de la dictadura somocista. Una guerra que había dejado el país en ruinas, con una infraestructura destrozada, entre otros, con una deuda externa de 1.600 millones de dólares (año 1979), con escasez de alimentos y combustible, con un pueblo con una alta tasa de analfabetismo, pobreza extrema y una salud pública inexistente.
Los esfuerzos desplegados durante la guerra de liberación nacional y los logros que se alcanzaron para reconstruir el país no se olvidan, permanecen en el corazón y en el recuerdo de los y las nicaragüenses, también entre quienes llegaron y llegamos allí a entregar el aporte internacionalista, siendo testigos de cómo hombres y mujeres consecuentes habían plantado con su ejemplo las semillas de esperanza en el corazón de su pueblo. Una gran parte de ellos y ellas murieron asesinados, antes del día del triunfo revolucionario, dejando escrito con sangre, que cuando el pueblo se organiza, se convence de que la lucha es justa y cuando ve en sus dirigentes, hombres y mujeres, que están comprometidas y comprometidos con ellos, con su futuro y felicidad, si es posible alcanzar los nobles y comunes objetivos buscados.
Finalmente y remitiéndome a Chile, que la crítica interesada no ensombrezca la historia, menos aún, si esta proviene de actores políticos que no son ejemplos de nadie, que hacen de la política un acto de elites, completamente alejado de las soluciones a los problemas de los chilenos y chilenas. Particularmente la izquierda que en los últimos años, décadas, focaliza sus discursos y sus acciones en reivindicaciones mínimas y que no se atreve a superar lo que las alianzas con la derecha, eternos articuladores de la herencia pinochetista, proponen e imponen, repitiendo caminos que nos han llevado repetidamente al fracaso.
Quienes respetamos y queremos al pueblo de Sandino y de Fonseca, a sus hombres y mujeres, solo nos resta seguir acompañando una decisión que compartimos en los campos de batalla y en la reconstrucción nacional, que la revolución lograda, es tal, cuando es capaz de hacer realidad los derechos de su pueblo, entregándole la libertad, eliminando la explotación y aumentando su felicidad.
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