Tiempos cruciales
por Cristian Joel Sánchez (Chile)
2 años atrás 5 min lectura
04 de mayo de 2023
A pocos días de la elección de los Concejeros Constitucionales, como pocas veces en este país, y sobre todo en el seno de la izquierda, existe una confusión que involucra no sólo a posiciones políticas, porque de ideales ni hablar, sino que se convierte casi en un problema matemático. Veamos primero cuáles son las posiciones que se barajan. Están los que, luego de estudiar concienzuda y estadísticamente qué peso tiene en el recuento final el voto así llamado de protesta, optan por el voto en blanco, a despecho de los que creen que al final el mayor significado y la mayor posibilidad de gravitar la tiene el voto nulo. Luego están los tradicionalistas de los comicios electorales que aseguran que votar por la lista D, la de la izquierda tratando de obtener el mayor número de concejeros, permitirá marcar presencia, aunque sea simbólica, en el gran horno constitucionalista donde la derecha ya tiene el menú cocinado desde hace tiempo. Finalmente, y son los menos, están los que, entre desilusionados y perezosos, simplemente no irán a votar, aún a riesgo de la multa que les puede caer, pero que como es sabido, pocas veces se pone en práctica.
Yo no. Ninguna de estas alternativas, o mejor dicho todas, me dan lo mismo. Je m’en fous, como dicen los franceses. Pero no se apresure a calificarme de indolente frente a estos momentos que, aunque muchos no alcancen a percibir, son tremendamente cruciales en la historia de nuestro país. Se trata ni más ni menos de una constitución que maquilla a la de Pinochet, que está a punto de aprobarse y que tendrá una duración de decena de años, a menos que… Estos puntos suspensivos son los que encierran mi posición. He remarcado a los que me quieran escuchar en mi entorno, que la madre de las batallas se dará en el plebiscito de salida. Es ahí donde se va a jugar el destino de nuestra vapuleada sociedad chilena. Usted que me sigue en mis desvaríos y es un ente pensante, juzgará lo que voy a decir, ya sea para enviar cariñosos saludos a mi santa madre, o para comprender la trascendental importancia que le otorgo al destino del engendro que se seguirá cocinando este domingo.
Parto diciendo que estoy seguro que todos los que se plantean la disyuntiva del qué hacer en la votación del 7 de este mes y que describí al comenzar este artículo, estarán de acuerdo que Rechazar en el plebiscito de salida será la consigna de las consignas. Pero no es tan fácil. Lo primero, y que le producirá como mínimo una intensa urticaria, es que si se rechaza el mamotreto que prepara la derecha, continuará rigiendo la constitución de Pinochet. La segunda dermatitis que le brotará en la piel, es que los republicanos, nombre eufemístico del neofascismo kastiano, se preparan también para… ¡rechazar en diciembre! Los fachos tienen claro la finalidad de su movida: qué felicidad mayor sería contar con la constitución legada por la dictadura ante el eventual gobierno que esperan ganar para Kast el 2025. Pero qué hay de nosotros. Siempre me cargaron los puristas de la ideología que andaban a leninazos para enmendar cualquier intento de la militancia de pensar libremente, así como los pechoños y canutos que te agarran a bibliazos si te atreves a apartarte de los “caminos del Señor”. Pero ahora permítanme un leninazo: agudizar las contradicciones en la sociedad es lo que impulsa al avance de éstas. Prueba al canto, el estallido social de 2019, en que los abusos y la sobre explotación provocaron un levantamiento histórico, que impulsó a entender que una nueva constitución era vital para el país, independiente que la lucha por obtenerla se encuentra aún en pleno apogeo. Pienso que la brutal realidad con la que despertaremos al día siguiente del 25 de diciembre, tanto si se aprueba o si se rechaza la constitución cocinada por la derecha, tendrá que impulsar otra vez al pueblo a las calles, y a los dirigentes a entender que pactar con la derecha, como ocurrió en la famosa cocina del 15 de noviembre de 2019 que desinfló el impulso que llevaba la protesta, no será jamás el camino que lleve a una solución real al duro presente que vive nuestra sociedad.
Está claro, en mi opinión, para lo que debemos prepararnos en los meses futuros. También creo que es fácil entender las expectativas de los neonazis para fin de año. Pero qué ocurre con la derecha, la de la Udi, Renovación Nacional y Evópolis, y a la que la ultraderecha republicana, astutamente, no quiere acercarse. Para ellos, aprobar en diciembre es fundamental porque así tendrán una constitución “legalizada” que les permitirá moverse con cierta tranquilidad los próximos años. Saben, y tienen muy claro, que un eventual rechazo que resucite la constitución pinochetista, convulsionará la sociedad hacia una inestabilidad peligrosa cuya principal perjudicada será la laboriosa entelequia neoliberal que fueron montando desde Pinochet a nuestros días. Para finalizar, qué le puedo agregar, querido lector. Sólo que en lo que a mí se refiere, hasta este minuto no sé qué haré este domingo, si dibujaré en el voto un elaborado retrato de quien usted sabe, como harán otros tantos “artistas del mismo diseño”, o simplemente doblaré el voto sin mirarlo deslizándolo inmaculado a la urna. Ya lo dije y lo repito: no tiene ninguna importancia. Estoy demasiado ocupado afilando mis uñas para diciembre.
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