El malestar del Chile neoliberal
por LoboSuelto
5 años atrás 13 min lectura
Entrevista con Pierina Ferretti (Nodo XXI) por Caroline Kim (Fundación Rosa Luxemburgo)
¿Qué hace que miles de personas están saliendo a las calles? ¿Cómo llegó a estallar así?
Lo que está pasando en Chile ahora es claramente una expresión de un malestar social que se venía acumulando desde mucho tiempo en capas sociales muy amplias. De ahí la masividad enorme que tiene esta movilización que se ha extendido por todo el país. Muchísimas ciudades y pueblos que nunca se habían movilizado, en este momento están movilizándose. Esto refleja que había en la sociedad un malestar social, hastío, agobio acumulado muy alto y extendido.
Esto puede parecer raro en un país como Chile, que había construido una imagen hacia el exterior e interior de un país estable, donde la economía funciona, de un país que ha reducido de manera sistemática la pobreza, de un país con un alto acceso al consumo de bienes. Pero lo que hace esta explosión más explicable es que los niveles de precarización del trabajo y la vida son muy altos y también los niveles de inseguridad que grandes franjas de la población sentimos en el país. Por ejemplo, el miedo a enfermarnos y no poder pagar el tratamiento médico, miedo a la vejez porque las pensiones son miserables, la extrema flexibilidad y precariedad laboral, la dificultad de tener un trabajo estable, el elevado costo de la vida y la inexistencia de derechos sociales. Un ejemplo: la educación pública se paga muy cara, un arancel de la universidad el estado de Chile puede costar fácilmente cerca de 550 USD al mes. El promedio de sueldos en Chile es alrededor de 710 USD , el 50 por ciento gana menos del promedio, alrededor de 410 USD. Las pensiones tienen un promedio de 290 USD. Con estos sueldos y pensiones es imposible vivir. El hastío con estas condiciones de vida es lo que estalla en este momento.
¿Contra qué o quién(es) se dirige el estallido?
Hay una creciente deslegitimación de las instituciones del estado, de los partidos políticos, del congreso, de los empresarios, la iglesia católica, y ahora con esta movilización hasta de la televisión. Hay una sensación de que todas estas instituciones están capturadas por una élite que solo gobierna y legisla para su propio beneficio, perjudicando a la mayoría de la población. Han estallado muchísimos casos de corrupción, del ejército, de la policía, al interior del estado, ha habido casos en que el estado ha perdonado millonarias deudas e impuestos a grandes empresas, al mismo tiempo que persigue a deudores pequeños, a la gente común. Hay una conciencia cada vez mayor que estos sectores de la élite están permanente abusando y saqueando a la población.
Este estallido es tan masivo y representa a tantos sectores que es imposible clasificarlo en la lógica de izquierda y derecha, es una movilización que hace estallar todo este tipo categorías para entender la conflictividad social. Una pancarta que vi decía: “No somos ni de derecha ni de izquierda, somos los de abajo y venimos por los de arriba”. Vemos que con esta movilización se está construyendo un “nosotros” (los que somos abusados) y un ellos (los que nos abusan).
¿Por qué es justo ahora que estallan las movilizaciones?
Aunque siempre un estallido de esa magnitud es sorpresivo, no es inesperado completamente, no es verdad lo que dice la prensa de que esta es “una crisis que nadie vio venir”. Muchos estábamos conscientes de que este país era una olla de presión y que en algún momento iba a estallar. La subida del precio del boleto del subte fue una gota que rebalsa el vaso en el mar de descontento, de angustia y agobio que sienten muchas personas en Chile. Fue una acumulación de descontento. También se da en un contexto que estamos con un gobierno de derecha que ganó las elecciones con un discurso de reactivación de economía, de generación de más empleo, de mejora de las condiciones de vida, de acceso al consumo. El slogan del gobierno de Piñera era: “Se vienen tiempos mejores.” Y esa promesa no se ha cumplido, al contrario, el estancamiento del crecimiento es un hecho. Además, el presidente representa esa clase empresarial y simboliza esa élite que lucra del resto de la población. Está muy presente el que Piñera desfalcó un banco en los ochenta. Sin embargo el estallido no es específicamente contra Piñera, sino contra un modelo que ha sido administrado y profundizado en los casi 30 años de democracia tanto por la Concertación como por la derecha. Acá no se salva nadie de la impugnación.
De ahí viene la consigna “No son 30 pesos, son 30 años.” Referiéndose al disparador de las movilizaciones, la subida del boleto del subte, pero también a las causas más estructurales, el decontento acumulado como decís….
De las muchas consignas que hay, esta es una de las más poderosas. Las consignas callejeras sintetizan muy bien lo que está ocurriendo. El neoliberalismo del Chile no viene del ciclo neoliberal de los años 90, el más fuerte de neoliberalización en el resto de América Latina, sino de un ciclo que comienza con la dictadura. Desde los fines de los años 70 este modelo viene implementándose. Después de 40 años, los efectos sociales empiezan sentirse y a radicalizarse. Esto es la base material del estallido que estamos protagonizando. Es el malestar del Chile neoliberal.
Chile es un país que se consideraba “paraíso neoliberal” y con una clase trabajadora dispuesta a soportar condiciones muy duras de flexibilidad laboral, de ausencias de derechos, de explotación, finalmente. En Chile no hay derechos sociales universales garantizados por el estado como salud, educación, pensiones, vivienda – estos servicios sociales son prestados por empresas privadas, que a su vez reciben enormes recursos del estado. Es mito que el neoliberalismo achica el estado. El gasto público ha crecido de una manera sostenida pero estos recursos van en un porcentaje muy importante a pagar empresas privadas que lucran con la prestación de servicios sociales.
¿Quiénes son los que ahora salen a las calles?
Es un movimiento realmente masivo y popular que representa al pueblo chileno en su heterogeneidad. No son grupos sociales homogéneos, sino al contrario. Son los sectores más precarizados, trabajadores no calificados, con sueldos muy bajos, pero también están los jóvenes profesionales que tienen un título universitario, que probablemente son los primeros en la familia que han ido a la universidad, pero que eso no les está asegurando la vida, un salario que les alcance para vivir y que tienen que manejar Uber volviendo de sus trabajos. Hay profesionales de una clase media precarizada y a la vez con elevados niveles de consumo pero que vive permanentemente agobiada por la precariedad y que por lo tanto recurre permanentemente al endeudamiento. Tenemos un 70 por ciento de la población endeudada. Hay un mundo extendido y heterogéneo que compone a esta movilización y que está atravesado por la condición de la precariedad y la inseguridad.
También se están levantando cacerolazos en los barrios de la clase alta o media alta. Impresionante verlos en la calle caceroleando. Probablemente la imagen que tenemos en mente de gente de clase alta caceroleando fue cuando lo hicieron contra Salvador Allende más de 40 años atrás. Sin embargo la gente que hoy vive en esos barrios no son los dueños de Chile, ni el 1% más rico. Esa gente ya no vive ahí, se fue más lejos. La gente que cacerolea en estos barrios de clase media alta, recoge consignas que tienen que ver con el poder de tener una vida digna y contra los abusos. También sienten los abusos o tienen problemas para llegar a fin de mes.
¿Quién organiza las movilizaciones?
Aunque esto es tan masivo, sigue siendo una movilización espontánea de la población. Es importante recalcarlo porque habla mucho del sujeto que está en la calle. Por supuesto que estamos toda la militancia y las organizaciones políticas existentes en Chile: sindicatos, partidos políticos, organizaciones sociales y a medida que corren los días las organizaciones están tomando iniciativa en términos de convocatorias a marchas, asambleas, etc. Por cierto también que estamos todos los que estuvimos en las grandes luchas estudiantiles del 2006 y el 2011 y de más atrás. Todo ese acumulado está hoy en las calles. Pero nosotros, la sociedad organizada, no lo empezamos ni lo conducimos y es imposible conducirlo. Es una sociedad que se autoconvocó espontáneamente. Acá nadie puede conducir ni decir cuando esto se acaba, ni bajo qué condiciones nos vamos a la casa.
En los primeros días uno iba a las plazas y no veía ninguna bandera de ningún partido u organización. No había ni oradores, ni escenario, pura autoconvocatoria espontánea. Gente iba o sola o con un amigo o con la familia. Habla mucho de las características de la sociedad de Chile en actual. En esta movilización no estamos solo los que estamos siempre en todas las movilizaciones. Rompe todos los límites y por lo tanto no responde a la lógica de las organizaciones ni a su discurso ni a su conducción. Esto es el nivel de convocatoria más masiva que hemos tenido en la historia reciente de este país, convocado por nadie y convocado por todas y todos a la vez. Es muy impresionante. La gente que está ahí es gente que probablemente nunca en su vida ha militado. Junto a todos ellos y ellas, estamos los militantes y activistas. Y esto es impresionante, que este se haya producido así de manera tan espontánea que desborda cualquier tipo de organización.
¿Puedes describir lo que está pasando en las calles en estos días?
En Santiago, desde que comenzaron las movilizaciones, se ha ido creando una dinámica de ir a una de las principales plazas de Santiago, Plaza Italia. Durante todo el día se reúne gente en la plaza hasta que empieza la hora del toque de queda. Es una mezcla de fiesta, protesta y represión. Gente con cacerolas, gente bailando, gente haciendo coreografías, gente gritando, gente aplaudiendo, gente en los alrededores tomando cerveza, fumando un porro. En general son chicxs muy muy jóvenes y se respira un ambiente de fiesta y alegría, de fiesta popular. En las tardes llega gente que se nota que viene de su trabajo y pasa a dar una vuelta a la plaza. El paisaje de todos modos es muy dinámico y ha ido cambiando desde los primeros días hasta hoy. En los primeros días la gente llegaba a la plaza sin mucho material, a lo más unas cacerolas y unas pancartas y en general la gente llegaba sola o en grupos muy chicos. Con el paso de los días aparecieron más pancartas, más bailes, gente tocando música en vivo, shows callejeros de stand-up, empezaron a llegar las barras de los clubes de futbol más grandes, hay gente vendiendo cerveza, comida, banderas. Además la gente empieza a llegar más preparada para paliar los efectos de las lacrimógenas, con mascarillas y otros materiales. El ambiente es de fiesta, mucha alegría. Mucho humor e ironía en las pancartas, una creatividad enorme. Hay rabia también, cuando pasa un helicóptero de la policía o los militares sobrevolando la plaza todo se interrumpe y suena fuerte “Que se vayan los milicos” coreado por todos. Pero lo que más predomina es la alegría y la fiesta callejera. Paralelamente a todo esto, la policía está reprimiendo, intentando dispersar. Cuando la represión se intensifica, la gente se repliega y luego vuelve y sigue la fiesta. Se queda, no se mueve.
En las noches lo que ocurre en los barrios es que la gente sale a cacerolear afuera de sus casas y en puntos de reunión. Hay un desacatado generalizado al toque de queda. Es la primera vez que teníamos toque de queda desde la dictadura, las generaciones mayores que vivieron la dictadura, con miedo, pensando que la gente se iba a guardar. Pero al contrario, cuando llegaba la hora del toque de queda la gente seguía en masa a las calles cacerolando. Pero también vemos escenas de terror. Los militares en la calle no son un juego, sino un peligro para la vida. Ha habido tortura, asesinatos, violencia sexual contra mujeres detenidas. La represión tiene también un carácter de clase. En los barrios populares es muy cruda. Pero la gente sigue saliendo y sigue desobedeciendo el toque de queda, sobre todo los más jóvenes. Es una generación que no tiene miedo, que desafía el autoritarismo. Que no se va a su casa a pesar de esa brutalidad y de las imágenes de horror que circulan. La gente no se ha ido a su casa y sigue manifestándose, sigue en las calles.
Chile es uno de los países con el movimiento feminista más potente en los últimos años. ¿Vos crees que haya influenciado al estallido de ahora? ¿Cuál es la lectura feminista de las movilizaciones?
Por un lado está la sensibilidad que el feminismo ha ido creado en la sociedad y que tiene que ver con el cuestionamiento de formas y condiciones de vida que hasta hace poco estaban naturalizadas y se vivían en silencio. Una de las cosas que vemos muy claramente es que el agobio, el hastío, el hartazgo, se sufrían privadamente, de la puerta de la casa hacía adentro, en soledad, solamente apoyándose en las redes familiares y personales. Este estallido ha sacado ese sufrimiento que se vivía adentro de las casas para afuera a las calles, a las plazas. Muchas veces la gente se ha echado la culpa a si misma de no ser capaz, como si sus problemas fueran provocados por insuficiencias individuales o incapacidades personales, y eso produce mucho sufrimiento social y personal. Esa angustia sale al espacio público. Va haciéndose conciente el que son condiciones estructurales, causas sociales del sistema las que han producido esto. Es un elemento central que va en la línea con la lectura feminista que se ha ido construyendo sobre la violencia y el endeudamiento: salir del confinamiento privado a ponerlo en colectivo, abrirlo colectivamente y por lo tanto buscar colectivamente soluciones a las situaciones que producen inseguridad. El estallido tiene esa misma dirección que va de lo privado hacia lo público.
Acá hay gente que se pregunta qué tiene esta movilización de feminista, porque las principales consignas no son las “típicas” del feminismo, como el aborto, por ejemplo. Y ahí nosotras decimos, que de feminista tiene todo, en el sentido de que lo que se pone en el centro es la reproducción de la vida, y este movimiento a lo que apunta es a sacar la reproducción de la vida del circuito de capital. Que no lucren y hagan negocios con nuestras vidas. El feminismo hace ya muchos años viene poniendo el foco en el lugar de la reproducción social como pieza clave del sostenimiento del capitalismo. Este movimiento es una lucha por arrebatarle nuestras vidas del mercado y por recuperar soberanía sobre nuestras vidas, sobre nuestros cuerpos, sobre nuestro tiempo, sobre nuestros territorios. La dimensión feminista de todo esto radica allí.
Muchas gracias por la entrevista.
*Fuente: LoboSuelto
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