La extrema derecha actual es hija del extractivismo/cuarta guerra mundial, mientras el fascismo fue parido por el capitalismo monopolista en competencia por los mercados mundiales, por el colonialismo e imperialismo en su deriva racista, como señaló Hannah Arendt en Los orígenes del totalitarismo.
Comprendo que en los debates apasionados contra esa derecha machista y racista que crece exponencialmente, hablemos de “fascistas” o “fachos” y utilicemos adjetivos similares. Muchos lo hacemos como forma de fustigarlos. Sin embargo, el análisis sereno que expide el pensamiento crítico debería ir más al fondo de la cuestión.
Una porción importante de tales analistas desgajan el crecimiento de esta ultraderecha de la realidad económica, social y cultural que vivimos, y atribuyen este proceso a la influencia de los medios, al papel del imperialismo y a otras cuestiones generales que no consiguen explicar el fenómeno y lo atribuyen o bien a causas exógenas o a fenómenos como las redes sociales que no explican nada. La Revolución Francesa no fue consecuencia de la expansión de la imprenta, ni la rusa fue hija de la electricidad o del cine, aunque estos desarrollos tecnológicos tuvieron su influencia.
Por otro lado, el capitalismo no fue siempre igual. No siempre pretendió eliminar a camadas enteras de la sociedad, como aspira a hacerlo en estos tiempos. Hubo periodos en los cuales las clases dominantes buscaron integrar a las “clases peligrosas”, y a esa política la denominamos estados del bienestar. Ahora se trata de explicar porqué han pasado de la integración a la segregación, para fantasear luego con el exterminio.
Para comprender el nazismo y el fascismo, Karl Polanyi se remontó a la Inglaterra de los siglos XVIII y XIX, analizando en detalle el cercamiento de los terrenos comunales (enclosures) en favor de los terratenientes. Ese proceso fue clave para promover la modernización, “liberando” a los campesinos de la tierra de la que fueron expulsados, sin más opción que ofrecer sus brazos a la naciente industria.
Pero la proletarización del campesinado fue un proceso traumático, que desarticuló la sociedad inglesa, como destaca Polanyi en La gran transformación, publicado en 1944. Con datos económicos, sociológicos y antropológicos, el autor concluye que el liberalismo económico y su “mercado autorregulado”, destruyeron los cimientos materiales y espirituales de las sociedades.
En sus propias palabras, la economía de mercado procedió a “la demolición de las estructuras sociales para obtener mano de obra”, y de las ruinas de la vida comunitaria nació la tentación fascista.
Las ultraderechas actuales tienen otra genealogía, aunque es evidente que hay puntos en común. Quiero destacar algunos aspectos que muestran las diferencias con el fascismo de los años 30 del siglo pasado y señalan también la necesidad de hurgar en nuestras sociedades para entender la deriva en curso.
Uno, el extractivismo expulsa a la mitad de la población (según regiones más o menos) de una vida digna, incluyendo salud, educación, vivienda, agua y seguridades mínimas. Esa población a la intemperie, debe ser controlada con nuevos modos: masificación de cámaras de seguridad, militarización, feminicidios, bandas de narcotraficantes, milicias parapoliciales, entre las más conocidas formas legales e ilegales.
Dos, el tipo de Estado que corresponde a este sistema de acumulación por despojo/cuarta guerra mundial, es el Estado policial, con sus correspondientes campos de concentración para los de abajo. Quien crea que exagero, que observe los entornos de la gran minería, de las megaobras de infraestructura y de los monocultivos, donde esto ya funciona. ¿Qué son las barriadas de las periferias urbanas, sin agua pero con abundancia de hombres armados, sino campos de concentración?
Tres, este sistema desborda violencia estructural, machista y racista, por todos sus poros. Sugiero dos lecturas. El reportaje de Katrin Beenhold en The New York Times sobre los varones de extrema derecha en Alemania del este (goo.gl/Y98L51), donde la violencia machista tiene un claro motivo sistémico; y “El laboratorio social de China en Xinjiang”, en II Manifesto (goo.gl/bH9JTk), donde el poder ejerce “un control capilar” y diabólico sobre la población.
Los varones, desde Alemania hasta Brasil, no se vuelven feminicidas por su genética, sino porque perdieron muchas cosas, como consecuencia de un modo de acumulación que no reconoce fronteras. Entre lo que perdieron, está el “mandato de masculinidad”, que analiza Rita Segato.
Cuatro, este sistema extractivo de guerra no puede ser desmontado paso a paso, ni desde adentro, porque sus instituciones no funcionan para la sociedad sino contra ella. No son las instituciones que conocimos durante el periodo del desarrollismo y el estado del bienestar que protegían a los ciudadanos. Las de ahora lo parasitan, en particular a quienes viven en la zona del no-ser: pobres y descartables, mujeres y jóvenes.
*Fuente: SurySur
Artículos Relacionados
Estudio: «Las consecuencias económicas del boicot a Venezuela»
por Unidad Debates Económicos (CELAG)
3 años atrás 37 min lectura
Estado policial, matonismo y terror en el Sáhara Occidental ocupado por Marruecos
por Luis Portillo Pasqual del Riquelme (España)
3 años atrás 16 min lectura
El día que Merkel y Macron reconocieron que Europa es un protectorado norteamericano
por Luis Gonzalo Segura (España)
4 años atrás 6 min lectura
¿Irán o Gaza? La disputa por las prioridades rompe al gobierno de Israel
por Nazanín Armanian (España)
4 años atrás 6 min lectura
¿Cómo y dónde podría romper una crisis casi apocalíptica?
por Mario Briones R. (Chile)
1 año atrás 10 min lectura
Fiscalización y voluntad política
por Hernán Narbona Véliz (Chile)
17 años atrás 4 min lectura
Petro habla sobre la carestía de las papas y el robo de Guaidó
por Gustavo Petro (Colombia)
2 horas atrás
Honor a todas las víctimas de la represión en Ecuador
por RJ Records (Ecuador)
2 horas atrás
https://piensachile.com/wp-content/uploads/2022/06/Ecuador-contra-la-represion-junio-2022.mp4
¡Que poco sabemos de la historia de Chile (III)
por Felipe Portales (Chile)
3 horas atrás
Se ha sabido que la Constitución de 1925 buscó sustituir el desprestigiado régimen parlamentario oligárquico, incorporando a los emergentes sectores medios al aparato del Estado y buscando implantar un modelo de industrialización basado en la sustitución de importaciones. Pero lo que se ha mantenido eficazmente oculto -¡hasta el día de hoy!- es que junto con ello se reprimió fuertemente a los sectores proletarios mineros y urbanos que intentaron también adquirir protagonismo en nuestra sociedad.
En el Sáhara Occidental: «El muro de la vergüenza marroquí»
por Eduardo Galeano (Uruguay)
1 semana atrás
Y nada, nada de nada, se habla del Muro de Marruecos, que desde hace 20 años perpetúa la ocupación marroquí del Sáhara occidental. Este muro, minado de punta a punta y de punta a punta vigilado por miles de soldados, mide 60 veces más que el Muro de Berlín.