La crisis brasilera y la dimensión de sombra
por Leonardo Boff (Brasil)
7 años atrás 4 min lectura
Avanzo ya la hipótesis de que el escenario actual no es una tragedia, por más perversas que sigan siendo las consecuencias para las mayorías pobres y para el futuro del país al establecer un techo de gastos (PEC 55), que es más que la congelación de gastos; significa la imposibilidad de crear un Estado Social y, con esto, tira a la basura el bien común que incluye a todos.
La tragedia, como lo muestran las tragedias griegas, termina siempre mal. Creo que no es el caso de Brasil. Estimo que estamos en el centro de una inconmensurable crisis de los fundamentos de nuestra sociedad. La crisis acrisola, purifica y permite un salto cualitativo rumbo a un estadio más alto de nuestro devenir histórico. Saldremos de la crisis mejores y con nuestra identidad más integrada.
Cada persona y también los pueblos revelan en su historia, entre otras, dos dimensiones: la de sombra y la de luz. Otros hablan de demens (demente) y sapiens (sapiente) o de la fuerza de lo positivo y la fuerza de lo negativo, del orden del día y del orden de la noche, o de thanatos (muerte) y de eros (vida), o de lo reprimido y lo concientizado. Todas estas dimensiones vienen siempre juntas y coexisten en cada uno.
La crisis actual ha hecho aparecer las sombras y lo reprimido durante siglos en nuestra sociedad. Como observaba Jung «reconocer la sombra es indispensable para cualquier tipo de autorrealización y por eso, en general, se enfrenta a una resistencia considerable» (Aion &14). La sombra es un arquetipo (imagen orientadora del inconsciente colectivo) de nuestras manchas y llagas y hechos repugnantes que procuramos ocultar porque nos dan vergüenza y despiertan culpa. Es el lado «sombrío de la fuerza vital» que alcanza a personas y a naciones enteras, observa el psicólogo de Zúrich (&19).
De allí, las manchas y llagas que constituyen nuestras acciones reprimidas y vergonzosas, como el genocidio indígena en todo tiempo de nuestra historia hasta hoy; la colonización que hizo de Brasil no una nación sino una gran empresa internacionalizada de exportación que, a decir verdad, continúa hasta los días actuales. Nunca pudimos crear un proyecto propio y autónomo porque siempre aceptamos ser dependientes o fuimos refrenados. Cuando empezó a formarse como en los últimos gobiernos progresistas, fue pronto atacado, calumniado y prohibido por otro golpe de las clases adineradas, descendientes de la Casa Grande, golpe siempre ocultado y reprimido como los de 1964 y 2016.
La esclavitud es nuestra mayor sombra pues durante siglos tratamos a millones de seres humanos traídos a la fuerza de África como “piezas”, compradas y vendidas. Una vez libertos, nunca recibieron compensación alguna, ni tierra, ni instrumentos de trabajo, ni casa; están en las favelas de nuestras ciudades. Negros y mestizos constituyen la mayoría de nuestro pueblo. Como bien lo mostró Jessé Souza, el desprecio y el odio lanzados contra el esclavo han sido transferidos a sus descendientes de hoy.
El pueblo en general, según Darcy Ribeiro y José Honório Rodrigues, es el que nos ha dado lo mejor de nuestra cultura, la lengua y las artes, pero como bien subrayaba Capistrano de Abreu fue «capado y recapado, sangrado y resangrado», considerado inútil e ignorante y por eso colocado en la marginalidad de donde nunca debería salir.
Paulo Prado en su Retrato de Brasil: ensayo sobre la tristeza brasileña (1928), de forma exagerada pero en parte verdadera, anota esta situación oscura de nuestra historia y concluye: «Vivimos tristes en una tierra radiante» (en Intérpretes de Brasil, vol.2 p.85). Esto me recuerda la frase de Celso Furtado que llevó a la tumba sin respuesta: «¿Por qué hay tantos pobres en un país tan rico?» Hoy sabemos por qué: porque fuimos dominados siempre por elites que jamás tuvieron un proyecto de Brasil para todos, solo para sí y su riqueza. ¿Cómo es posible que 6 multimillonarios tengan más riqueza que 100 millones de brasileños?
La crisis actual ha hecho irrumpir nuestra sombra. Descubrimos que somos racistas, prejuiciosos, de una injusticia social que clama al cielo y que todavía no hemos podido refundar otro Brasil sobre otras bases, principios y valores. De ahí la difusión de la rabia y de la violencia. No vienen de las mayorías pobres. Vienen difundidas por las elites dominantes, apoyadas por medios de comunicación que conforman el imaginario de los brasileros con sus novelas y con desinformación. Para Jung «la totalidad que queremos no es una perfección, pero sí un ser completo» (Ab-reação, análise dos sonhos e transferência & 452) que integra y no reprime la sombra en una dimensión mayor de luz. Es lo que deseamos como salida de la crisis actual: no reprimir la sombra sino incluirla, concienciada, en nuestro devenir superando los antagonismos y las exclusiones, para vivir juntos en un mismo Brasil que Darcy Ribeiro solía decir que era «la más bella y risueña provincia de la Tierra».
26-05-2018
– El autor, Leonardo Boff, es teológo.
*Fuente: AlaiNet
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