La virtud en tiempos del Mercado
por Olga Larrazabal S. (Chile)
7 años atrás 4 min lectura
24 de Abril 2018
Leo con asombro y un poco de horror el artículo de Ivan Weissman en El Mostrador citando al economista Guillermo Paraje quién dice textual:
“La urgencia de subir impuestos a los alimentos altos en azúcar, sodio y grasas; Se podría recaudar en torno a los US $300 millones por año, y se ahorraría solamente en atenciones de salud, alrededor de US 80 millones.”
Me cachis en la mar, como diría un español, ¿De cuándo acá los economistas neo liberales tan preocupados por la salud de las masas? Parece una tomadura de pelo de mucho cuidado.
Hagamos un discernimiento, como dicen los jesuitas, cuando les mandan una trola de este calado.
El primer punto, es que el economista emisor de esta grandiosa idea, trata de matar dos pájaros de un tiro. La supuesta salud de la población además de recaudar una linda suma por privar a la masa de sus pequeños placeres.
¿Cómo se atreve ese personaje, en un escritorio, de privar a la masa de lo que le va quedando de placer en este mundo que es comer cosas que su cerebro goza? ¿Con que ropa?
Hemos pasado años, si, muchos años denunciando el daños de los cultivos transgénicos usuarios de pesticidas derivados de la guerra de Viet Nam, que circulan en el torrente sanguíneo de nuestros hijos e hijas, en la leche materna y que daña la pared de las células en forma irreversible ¿Yyyyyyyy? Nadie se ha dado por enterado. Porque darle la guerra a la Monsanto, ahora propiedad de la Bayer es peligroso.
Quizás estos daños en la pared de las células son los responsables de los problemas metabólicos de la población, problemas neurológicos, conductuales… Ya que en otro tiempo robábamos las latas de leche condensada de la despensa y mi generación de mujeres no son obesas, y comieron tortas y helados, y también pastel de choclo con azúcar. ¿ No será otra la causa de los problemas metabólicos de la población?
¿Y como el Estado, al que no le es permitido hacer educación sexual en los colegios para prevenir el Sida, se va a meter a restringir la oferta de dulces, no a través de información, educación y control de insumos dañinos, sino usando los precios como arma de manipulación para recaudar más impuestos?
¿Entonces los ricos podrán seguir comiendo Tortas de Milhojas, y Suspiros Limeños a granel, y los pobres tendrán que hacer dieta forzada? Así, fuera de la imposibilidad de salir de su condición económica y social de nacimiento, el estado los obliga a ayunar de los alimentos más gratificantes, como el chocolate y los azúcares.
He visto arrogantes y desubicados, pero estos se hicieron en el piano. Además que no descubrieron nada nuevo que los viejos autócratas europeos no hubieran practicado en sus reinos.
Pasaron los tiempos de Luis XIV y de los Emperadores del Imperio Austrohúngaro y de los Zares, quienes sabían mejor que el pueblo lo que querían las personas, y regulaban el largo de las faldas de las mujeres de distintas clases sociales, el material de los techos de las casas rurales, el lenguaje que debían hablar los pueblos, la religión de los súbditos, el uso de aceite o manteca para cocinar, o que número de judíos podía entrar a la universidad. Y por supuesto todas estas normas se podían esquivar pagándole al gobernante de turno y las clases adineradas no estaban tocadas por estas restricciones.
El Despotismo Ilustrado ya no corre, y sabemos que provoca la ira de las personas, y cuenta entre sus bajas los cuellos de varios gobernantes.
Y ni que decir Stalin, cuando trasladaba poblaciones completas dentro del Imperio Ruso, seguramente para que tomaran aires distintos.
La preocupación por la salud de la población tiene que ser honesta, bien fundamentada científicamente, pero no puede ser sospechosamente coercitiva teniendo como consecuencia que la riqueza sea la que permita saltarse el objetivo de la ley. Además en materias tan de primera necesidad como es la alimentación.
Si se prohíbe un alimento por ser venenoso, tiene que ser para todos por igual, y la prohibición no puede esquivarse con dinero.
Así como cierto grado de educación debe ser obligatorio para todos, y no solamente para los que pueden pagar.
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