Qué te pasa Sebastián, quién eres, extraña verte así, como un títere tirando manos a una idea y otra, ideas en las que nunca has creído y que hoy las levantas de la forma más descarada para salvar tu apuesta por retomar el poder. Se te ve errático Sebastián, y a varios de tus más fervientes adherentes les debe dar vergüenza.
Comparar al Chile de Guillier con la Venezuela de Maduro es una estupidez que ni en el comando de Piñera se la creen. De seguro que la pensaron hasta último minuto para tirarla: “Presidente ¿No será mucho?” tiene que haber dicho un asesor, pero están tan desesperados que la tiraron igual. A Piñera se le ve desencajado, incoherente, fuera de sí, poco creíble, y eso habla de lo golpeados que están en la derecha, del temor terrible a perder con Guillier y quedar no sólo derrotados políticamente, por la historia que no cuajó con el diagnóstico desgraciado de Piñera respecto de Chile, lo que los aterra es también quedar en ridículo, el ridículo de haberte presentado como un ganador seguro frente a un rival débil, menor, poco preparado, y tener que guardarte la contrarreformas y el cotillón en un lugar oscuro y lejano. ¿Qué te pasa, Sebastián? Qué te pasa a ti, que nos tenías tan acostumbrados a la seguridad de tus palabras –burlándote incluso de tus rivales-, a la línea firme de tu discurso, un discurso paternal y severo, uno que nos dijo que todo lo que ha hecho Bachelet es una tragedia, uno que nos dijo que toda nuestra mejor vida pasa por pleno empleo y crecimiento y casi nada más que aquello, uno que nos dijo que la idea de derechos sociales era una idea descabellada que nos envió al más profundo retroceso, y que si sigue creciendo como idea nos va a llevar a Chilezuela.
Qué te pasa Sebastián, quién eres, extraña verte así, como un títere tirando manos a una idea y otra, ideas en las que nunca has creído y que hoy las levantas de la forma más descarada para salvar tu apuesta por retomar el poder. Se te ve errático Sebastián, y a varios de tus más fervientes adherentes les debe dar vergüenza. ¿Cómo –deben decir- este gallo que me convenció que la gratuidad no corresponde porque la gente se compromete menos, ahora dice que la va aumentar porque se lo exigió Ossandón, el ex candidato que lo humilló en la primaria y al que ahora le ruega apoyos para remontar? ¿Cómo va a defender ahora esa gente el argumento estrella de la meritocracia neoliberal, el que dice que “a mí nadie me ha regalado nada”? Piñera está tan tocado, anímicamente, políticamente, que ha sido capaz en estas primeras semanas de campaña de traicionarse a sí mismo con tal de ir a buscar votos donde no los tiene, porque nadie que crea en la gratuidad desde la primera vuelta le va a creer más a Piñera para la segunda vuelta. Está desesperado.
Y ante la desesperación, ante la constatación de que no queda más donde echar mano, lo único que le queda a la derecha es chacrear la elección, molestar al resto, ensuciar el partido para que la gente se vaya del estadio, no vote y termine ganando por abstención. Ganar por posverdad. Por eso vemos tanto meme imbécil publicitado en Facebook, por eso ex ministros de Piñera y hasta un diario compran un tuit falso de Maduro apoyando a Guillier. Porque la idea es instalar la mentira, atemorizar a la población bajo la premisa de que la gente es tonta. La idea es dejar la duda en alguien que ve una imagen –falsa, por supuesto- de niños besándose con la frase “esta homosexualidad va a proponer Guillier en los colegios”. Por eso un meme de Beatriz Sánchez apoyando a Piñera que hasta del Frente Amplio tuvieron que salir a desmentir. Beatriz Sánchez, la misma a quien Piñera trató de “peor de lo mismo” cuando no sospechaba que llegaría al 20%. Lo que no sabe la derecha es que con eso tampoco les alcanza, y muchas veces, en lugar de menoscabar a su contrincante, lo victimizan, beneficiándolo además cuando polarizan ideológicamente la campaña, justo en tiempos en que la principal tarea del candidato de Fuerza de la Mayoría es conquistar al electorado de izquierda, el que de seguro teme mucho más a Piñera de la mano con Kast que al socialismo. Y como saben que ya no alcanza, hasta se han atrevido de deslizar incluso la idea del fraude electoral, como en los más rancios sistemas democráticos.
Pero se te entiende Sebastián, estás desesperado como nunca pensaste que ibas a estar. Chile cerró la puerta en la cara a tu campaña basada en odio y negación. Chile quiere cambios y tú no sabes cómo actuar ante ese Chile de sorpresas. Te das vuelta la chaqueta en educación y no te alcanza. Por otro lado, también necesitas al 8% de Kast y aceptas sus propuestas en seguridad- donde está militarizar La Araucanía y construir un muro en el norte-, y al final el votante que necesitas queda como tú, desconcertado, no sabiendo a qué candidato tiene al frente, si al que lo convocó en primera vuelta o uno totalmente diferente. Así tienes hoy al país, Sebastián, perplejo, mientras sigues recorriendo calles donde a tus saludos recibes preguntas como “¿va a seguir robando?”. País perplejo, mientras te subes a micros en Valparaíso de las que te tienes que bajar porque la gente te dice de la forma más educada que no te creen y que por ti es seguro que no votarán. Y así seguirás, cada día tirando a cualquier lado, sin dirección clara, nervioso, arriesgando lo que antes no arriesgabas, exponiéndote como jamás lo hiciste, al límite la ley haciendo puerta a puerta fuera de plazo, consciente de que cada hora que pasa avisa que la catástrofe que anunciaste meses para el país -si es que ganaban tus rivales- podría terminar siendo una catástrofe protagonizada por ti, en la derrota, en el retiro, desesperado en los tiempos peores. Ya no eres el mismo, Sebastián, y hoy hasta tu dignidad se ve amenazada en la titánica tarea de salvar a cómo dé lugar la sed de más y más poder. Qué te pasa, Sebastián. ¿Será que no sabrás perder?
*Fuente: El Desconcierto
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