Ernesto Che Guevara, el santo que jamás será canonizado
por Fausto Giudice (Italia)
8 años atrás 5 min lectura
«La única vez en mi vida en que vi a mi padre llorar, fue el 10 de octubre de 1967: la radio acababa de anunciar la muerte del Che », me contó un día un hombre de teatro del Kurdistán de Irán, que conocí en un café parisino. El montañés kurdo no fue el único que lloró. Pero no todos lloraron. Para los maoístas que éramos, la muerte del Che significaba la derrota – quizá definitiva – de la teoría del foco (foco de guerrilla rural creado por un pequeño grupo de combatientes), popularizada entonces en Europa por Régis Debray.
Partidarios de la « guerra popular prolongada» el modelo chino puesto en práctica por los vietnamitas bajo la dirección del brillante general Giap, arquitecto de la victoria de Dien Bien Phu-, considerábamos que toda repetición de la experiencia cubana estaba condenada al fracaso. Los hombres del Granma se habían beneficiado del efecto de sorpresa, de la corrupción que gangrenaba el régimen de Batista y suscitaba un hartazgo generalizado, y de la neutralidad del Imperio yanqui. Su victoria había suscitado contramedidas de todos los aparatos de contrainsurgencia establecidos en las Américas bajo la dirección de la CIA, la DIA* y la Escuela de las Américas, todavía instalada en Panamá.
El grupo de guerrilleros llevados por el argentino asmático a Bolivia iba a descubrirlo rápidamente siete años más tarde, como ya lo habían experimentado en el Congo dos años antes. El Imperio estaba decidido a no dejarse tomar por sorpresa. Y en Moscú, se había decretado el final de la guerra fría, inaugurando la era de la coexistencia pacífica con el enemigo atávico. Las consecuencias para los combatientes de la « zona de las tormentas» (Asia, África, América Latina) fueron devastadoras: todos los partidos comunistas alineados con el Kremlin eligieron la «vía pacífica al socialismo», renunciando a la lucha armada y excluyendo totalmente a los que, generalmente en sus organizaciones de juveniles, que la propagaban, tachándolos de «militarismo, izquierdismo, putschismo (golpismo), maoísmo, hitlero-troskismo, anarquismo» y otros epítetos infamantes.
En 1965, los generales indonesios hicieron un golpe de Estado contra el presidente Sukarno y se libraron a un verdadero genocidio, deportando y masacrando a un millón de comunistas y supuestos como tales. El PKI, el partido indonesio, se había alineado con Moscú, gravando a los comunistas chinos y sus simpatizantes de aventureros, y había renunciado a la lucha armada, eligiendo apoyar «el aspecto positivo» del régimen Sukarno, representando a la «burguesía nacional». Rehicieron así la experiencia de los comunistas chinos, que en dos ocasiones, en 1923 y 1936, por orden del Pequeño Padre de los Pueblos, el genial camarada Stalin, había constituido «frentes unidos» con el Kuomintang, representando también la burguesía nacional. Los dos frentes unidos habían resultado ser fracasos sangrientos.
En los cuatro rincones del Tercer mundo, y también del Primer Mundo, los jóvenes revolucionarios en la búsqueda de la «justa vía» se habían entusiasmado por las tomas de posición chinas contra el hermano mayor soviético. Contra el Imperio y sus vasallos locales, la lucha armada era la única vía. Pero no cualquier lucha armada.
Un día de enero de 1966 en La Habana, durante la Conferencia de Solidaridad con los Pueblos de Asia, África y América Latina, un uruguayo se dirigió al delegado vietnamita que dejaba la tribuna al terminar su ponencia bajo aplausos frenéticos. «Camarada, admiramos su heroica lucha pero, por desgracia, nosotros no tenemos montañas», dijo el uruguayo. La respuesta del vietnamita fue: «Camarada, la montaña más alta, es el pueblo». Este fue un resumen genial de todo lo que implicaba la doctrina de la «guerra popular prolongada». Si los chinos y los vietnamitas habían ganado sus guerras de liberación, era porque habían estado como un «pez en el agua» entre el pueblo, porque habían organizado zonas liberadas y autogestionadas para proporcionar la base alimentaria a la resistencia y porque habían cercado las ciudades, controladas militar, política, económica y, sobre todo, ideológicamente por el enemigo, a partir de las campañas, basándose en las masas «fundamentales», campesinas y las minorías étnicas, los indígenas, resumidamente los «salvajes».
Esto, Che Guevara, blanco y urbano, no lo había comprendido. Lo pagó con su vida. Otros militantes blancos y urbanos que vinieron después de él lo comprendieron y lo pusieron en práctica, sobre todo los zapatistas mexicanos, cuyo primer núcleo estaba constituido por sobrevivientes de grupúsculos de guerrilla urbana, pero también Álvaro García Linera, actualmente vicepresidente de Bolivia, que aprovechó los cinco años pasados en prisión, de 1992 a 1997, por su participación en el Ejército guerrillero Túpac Katari, para reflexionar sobre la experiencia colectiva de los movimientos populares bolivianos, mayoritariamente indígenas, y sacar conclusiones “gramscianas” (apuntando a la hegemonía cultural antes de considerar cualquier toma de poder).
Pero el fracaso militar del Che fue su victoria cultural. Se convirtió en el Mártir Supremo de la Revolución, y no solamente en América Latina. Los pueblos de tradición católica lo convirtieron en un santo, los de cultura musulmán en un shahid (=testigo, mártir). La dimensión humana, demasiado humana, humanista, de su combate, sigue siendo una fuente de inspiración en todas partes. Su última fotografía, la de un Cristo laico rodeado de asesinos y judas, marcó duraderamente la memoria humana. Y este santo seguirá siendo laico. Aun si João Pedro Stedile, el líder del Movimiento de los Sin Tierra de Brasil, propusiera a su amigo al Papa argentino, ¡canonizar a Ernesto Che Guevara – ya le propuso al Vaticano canonizar… a Antonio Gramsci! -, es poco probable que la Curia romana corra el riesgo de seguirlo. No exageremos, por favor.
*DIA: Agencia de Inteligencia de la Defensa (del inglés: Defense Intelligence Agency, DIA) [NdlaT]
Gracias a: Tlaxcala
Fuente: https://bastayekfi.wordpress.com/2017/10/08/ernesto-che-guevara-le-saint-qui-ne-sera-jamais-canonise/
Fecha de publicación del artículo original: 08/10/2017
URL de esta página en Tlaxcala: http://www.tlaxcala-int.org/article.asp?reference=21732
Artículos Relacionados
Febrero muerde el trabajo en Chile, pero también recompone la esperanza
por Andrés Figueroa Cornejo (Chile)
16 años atrás 7 min lectura
La Universidad en un proceso de reconstrucción de su destino
por Pablo Monje-Reyes (Chile)
15 años atrás 6 min lectura
Tres heridas que Chile no ha cicatrizado en un siglo
por Rodrigo Alarcón López (Chile)
15 años atrás 6 min lectura
«Bestia»
por Hugo Covarrubias y Martín Erazo (Chile)
3 años atrás 1 min lectura
Necrofilia y poder político
por Manuel Acuña Asenjo (Chile)
1 día atrás
19 de julio de 2025
El carácter necrofílico no es solamente una elaboración teórica. Tiene una expresión concreta en actores que se repiten, día a día, en la escena política mundial. Sujetos por los que hemos votado o defendido sin siquiera conocerlos. Porque, por regla general, el proceso electoral es así: ciego, como ya lo hemos visto. Los elegidos dirigen el destino de la humanidad.
Bolivia: Abogado califica al gobierno de Luis Arce de «consorcio presidencial de la corrupción y la protección a la delincuencia»
por Bolivia Info Ninawa
3 días atrás
18 de julio de 2025
El abogado Nelson Cox, califica el nuevo proceso anunciado por el fiscal general Roger Mariaca como otro proceso armado, amañado contra el ex presidente Evo Morales. El abogado sostiene que el ministerio publico no puede criminalizar la libre expresión.
¿Dónde está Julia Chuñil? Hoy es su cumpleaños 73 y no la abandonaremos
por Osvaldo Torres (Chile)
4 días atrás
16 de julio de 2025
Este acto de violación de los derechos humanos, después de más 50 años de nuestro trauma histórico, demuestra una vez mas que la herida abierta, jamás ha sido cerrada por la justicia. Con la desaparición de Julia Chuñil se ha cometido un acto que da continuidad a la impunidad.
Bolivia: Encuestas muestran que votos nulos, blancos e indecisos suman 32%. Sin Evo en la papeleta no puede haber elecciones
por Medios Internacionales
4 días atrás
16 de julio de 2025 Pese al avance de las campañas y la proximidad de la votación, no parece haber definición en el electorado. Los dos primeros aspirantes están prácticamente…