El mundo árabe gira hacia Rusia
por Angel Ferrero (Moscú, Rusia)
8 años atrás 17 min lectura
Una reciente encuesta revela cómo una mayoría de jóvenes árabes considera a Rusia como su aliado, superando a los EEUU de Donald Trump. La diplomacia rusa vuelve a estar presente en el Norte de África y Oriente Medio, lo que ha alimentado nuevamente en Occidente los temores a una expansión de la influencia de Moscú en la región.
Moscú se beneficia de su discreta acción diplomática en la llamada región MENA
Además de las recientes intervenciones militares, que siguen lastrando la reputación de EEUU ─y muy particularmente la larga ocupación iraquí (2003-2011)─, Moscú se beneficia de su discreta acción diplomática en la llamada región MENA (Oriente Medio y Norte de África, por sus siglas en inglés). La Federación Rusa ─donde un 6% de la población profesa el islam como religión, según una encuesta de la consultora Sreda de 2012─ mantiene buenas relaciones con todos los países de la zona, lo que la convierte a ojos de muchos en un potencial candidato a arbitrar en sus disputas regionales. Sin embargo, este hecho también ha alimentado los temores en Occidente a una expansión de la influencia rusa en la región e incluso la construcción de nuevas bases militares rusas en el extranjero.
Siria
Siria es sin duda el caso más conocido debido al apoyo ruso al gobierno sirio desde el estallido del conflicto en 2011. De todos los Estados de mayoría árabe, Siria fue probablemente el más cercano a la Unión Soviética y, tras la desintegración de ésta, a su sucesor, la Federación Rusa. Damasco cedió a la URSS en 1971 una instalación naval en Tartus ─popularmente conocida como “base” y oficialmente llamada “punto de apoyo material-técnico”─ que permite desde entonces a la Flota del Mar Negro disponer de un puerto en el Mediterráneo en el que reparar y repostar sus embarcaciones antes de regresar a la base de Sebastopol, en la península Crimea. Rusia y Siria iniciaron en el año 2006 conversaciones para su ampliación, las obras comenzaron tres años después y hoy permiten el acceso a buques de gran tamaño a la base.
La base de Tartus fue seguramente uno de los motivos de peso que llevaron a Moscú a implicarse en el conflicto sirio con la participación de los bombarderos de la Fuerza Aeroespacial, además de helicópteros, drones de vigilancia y asesores militares sobre el terreno. Su presencia permitió al Ejército Árabe Sirio recuperar el control de las ciudades de Palmira en marzo de 2016 y nuevamente en marzo de 2017 ─tras perderla temporalmente a manos de Estado Islámico─ y de Alepo en diciembre de 2016.
De todos los Estados de mayoría árabe, Siria fue probablemente el más cercano a la Unión Soviética
Para alojar a los aviones de la Fuerza Aeroespacial, ingenieros rusos construyeron un aeródromo en Khemeimin, en la provincia de Latakia, aprovechando instalaciones del aeropuerto internacional Basel al Asad. El pasado mes de enero el gobierno sirio firmó un tratado por el que cede esta base a Rusia por un período de 49 años, ampliable a otros 25. La base aérea de Latakia también aloja el Centro para la reconciliación, una iniciativa rusa establecida en febrero de 2016 para monitorear la tregua alcanzada bajo los auspicios de Moscú y Washington y de la que están excluidos Estado Islámico y Tahrir al-Sham, la fusión de varios grupos yihadistas, entre ellos el Movimiento Nour al-Din al-Zenki y el Frente al-Nusra (oficialmente la filial de Al-Qaeda en Siria hasta julio de 2016). El centro también coordina la rendición de armas por parte de los grupos opositores que se han acogido a la amnistía del presidente sirio de febrero de 2016 y la entrega de ayuda humanitaria a la población civil.
Además, Rusia es junto con Turquía e Irán uno de los tres países garantes del proceso de negociaciones en Astaná, que ha reunido en la capital de Kazajistán en torno a una misma mesa al gobierno y a grupos de la oposición armada con el fin de encontrar una solución acordada al conflicto y en el que EEUU participa significativamente sólo en calidad de observador.
A pesar de su cercanía con el gobierno de Bashar al Asad, Moscú no ha descuidado sus relaciones con los kurdos sirios. En febrero de 2016 el Partido de la Unión Democrática (PYD), cuyas Unidades de Protección Popular (YPG) constituyen uno de los grupos más efectivos en la lucha contra Estado Islámico en Siria, inauguró una oficina en la capital rusa. Y en la propuesta que juristas rusos entregaron en febrero a las autoridades sirias para la redacción de una nueva Constitución, la palabra “árabe” desaparecía del nombre oficial del país ─que pasaría a ser República de Siria─, se reconocía la autonomía cultural del pueblo kurdo y se recogía el reconocimiento de su idioma, aunque se mantenía el artículo sobre la integridad territorial del Estado sirio.
A pesar de su cercanía con el gobierno de Bashar al Asad, Moscú no ha descuidado sus relaciones con los kurdos sirios
Aunque el PYD no excluye la posibilidad de celebrar un referendo de independencia con el fin de crear un Estado propio, el co-presidente del partido, Salih Muslim, defendió en una entrevista con la agencia ARA News la idea de trabajar en la creación de una Siria democrática y federal que incluya y represente a todos los grupos étnicos que viven en el país.
El 20 de marzo un portavoz de las YPG declaró a la agencia Reuters que las fuerzas kurdas sirias habían alcanzado un acuerdo con Rusia y que soldados y vehículos blindados rusos habían llegado al municipio de Kafr Jina, en la provincia de Afrin. La noticia fue rápidamente desmentida por el Ministerio de Defensa ruso, que dijo no tener ninguna intención de crear nuevas bases en Siria. Los contactos con los kurdos sirios obligan a Moscú a hacer malabarismos diplomáticos, pues mientras Turquía ha expresado públicamente su descontento, los kurdos, a su vez, no confían plenamente en el Kremlin debido a sus contactos fluidos con Ankara, Damasco y Teherán.
Libia
Tras participar en la ofensiva en Alepo, el portaaviones Admiral Kuznetsov emprendió el viaje de retorno al puerto de Severomorsk. El 11 de enero hizo una escala poco publicitada frente a la costa libia, en aguas internacionales. El general libio Khalifa Haftar, quien al frente del Ejército Nacional Libio controla la parte oriental del país, se trasladó hasta el buque para mantener una conversación por videoconferencia con el ministro de Defensa ruso, Serguéi Shoigú. Aunque la cobertura oficial despachó escuetamente el encuentro bajo el genérico título de “lucha antiterrorista”, la conversación entre Haftar y Shoigú llevó a los comentaristas a especular nuevamente con la posibilidad de la apertura de una nueva base militar rusa en el Mediterráneo o el apoyo aéreo de la Fuerza Aeroespacial a las tropas de Haftar siguiendo el modelo sirio.
Se rumorea que Moscú también ha enviado instructores y asesores militares a Libia oriental
A la muerte de Muamar Gadafi en 2011 no le siguió una rápida transición, sino una larga disputa interna entre facciones por el poder. Actualmente el Gobierno de Acuerdo Nacional, con sede en Trípoli y al frente del cual está el primer ministro Fayez al-Sarraj, controla la parte occidental del país, mientras Haftar se niega a reconocer su autoridad y gobierna la parte oriental, donde se encuentran la mayoría de oleoductos y reservas de crudo. En el ínterin, varias organizaciones terroristas ─notablemente Estado Islámico, que hizo pública su presencia con la difusión de la ejecución grabada en vídeo de 20 egipcios coptos─, aprovecharon el vacío de poder para echar raíces en Libia.
La situación de inestabilidad en el país preocupa seriamente a la Unión Europea. La inmigración al continente es una de las cuestiones clave: el caos ha permitido a los traficantes de personas utilizar Libia como una de sus bases (entre la isla de Lampedusa y la costa libia hay poco más de 460 kilómetros de distancia). Además, Libia suministra petróleo a través del gasoducto Greenstream, un proyecto conjunto de la italiana Eni y la libia NOC con una capacidad de 11 millones de metros cúbicos anuales. Manifestantes de la minoría amazigh lograron interrumpir temporalmente el suministro el suministro de gas en 2013 y 2017 para reclamar al Estado libio que garantice sus derechos.
En su pulso con el Gobierno de Acuerdo Nacional, respaldado por Alemania e Italia, Haftar cuenta con apoyos dentro y fuera del país. El general libio visitó Moscú en 2016 en dos ocasiones, la última en noviembre pasado, cuando se reunió con Shoigú y el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguéi Lavrov. El 26 de diciembre el viceministro de Exteriores, Guennadi Gatílov, reclamaba públicamente un puesto para Haftar en el nuevo gobierno libio. “En el desbarajuste actual Haftar se encuentra en mejor posición que cualquier otro”, escribe Thomas Pany en el digital Telepolis. “A la población libia se le han agotado los nervios […] Todo esto juega en beneficio de Haftar, que con sus tropas ha logrado éxitos militares contra los yihadistas e islamistas”, continúa. Haftar “se ha labrado una popularidad y es apoyado por Egipto, Francia, los Emiratos Árabes ─desde allí el antiguo jefe de Blackwater, Erik Prince, ha enviado pilotos para Haftar─ y ahora, aparentemente, también de manera mucho más clara por Rusia”. Se rumorea que Moscú también ha enviado instructores y asesores militares a Libia oriental. Esta situación ha hecho que Italia accediese en enero a enviar por primera vez ayuda humanitaria a las zonas controladas por Haftar.
El giro hacia Rusia del general libio Khalifa Haftar, le ha valido el apodo de “el zorro del desierto de Putin”
Khalifa Haftar (Ajdabiya, 1943) recibió instrucción militar en la URSS y en 1969 participó en el alzamiento de militares nasseristas que depusieron al rey Idris. Participó en la guerra del Yom Kippur de 1973 y en el largo conflicto que enfrentó a Libia con el Chad (1978-1987), en el que fue hecho prisionero. Repudiado por el líder libio ─uno de los motivos podría haber sido que la experiencia militar de Haftar lo convertía en un rival del propio Gadafi─, Haftar cayó en desgracia. Fue expulsado consecutivamente a Zaire ─donde en 1988 se unió al Frente Nacional para la Salvación de Libia, bajo patronazgo estadounidense─, Kenia y EEUU. En 1996 intentó llevar a cabo un golpe de Estado contra Gadafi y, tras el fracaso de éste, regresó al país en 2011 desde EEUU. Desde el año 2014 Haftar ha desplegado una estrategia para ampliar sus alianzas políticas y militares en el este del país. Su giro hacia Rusia le ha valido el apodo de “el zorro del desierto de Putin” por parte del semanario alemán Der Spiegel.
Otra dimensión de la presencia rusa en Libia menos comentada es la económica: en febrero NOC firmó con la petrolera rusa Rosneft un acuerdo de exploración y producción. “Necesitamos la asistencia e inversión de las grandes compañías petrolíferas internacionales para alcanzar nuestros objetivos de producción y estabilizar nuestra economía”, dijo en un comunicado el presidente de NOC, Mustafá Sanalla. “Trabajando con NOC, Rosneft y Rusia pueden jugar un papel importante y constructivo en Libia”, aseguró Sanalla.
Egipto
Barack Obama empezó su mandato, como ha explicado Nazanín Armanian, “respaldando a los Hermanos Musulmanes” y “apostó por el ‘islamismo de corbata’ frente a la nefasta alianza de Bush con el islamismo de turbante de los jeques wahabíes de Arabia Saudí”. Sin embargo, el golpe de Estado de 2013, en el que el estamento militar descontento con el nuevo gobierno islamista derrocó al presidente Mohamed Morsi, invalidó esta alianza y abrió las puertas a Rusia a cooperar con El Cairo.
El golpe de Estado de 2013 invalidó la alianza de EEUU con Egipto y abrió las puertas a Rusia a cooperar con El Cairo
En noviembre de 2013, durante un encuentro entre los ministros de Defensa y Asuntos Exteriores de ambos países en la capital egipcia, el ministro egipcio de Exteriores, Nabil Fahmy, manifestó el deseo de su país de regresar a los niveles de cooperación militar existentes con la URSS durante las dos primeras décadas desde la revolución de 1953. Detrás de esta declaración había también una cuestión práctica: tras el golpe de Estado la Casa Blanca decidió suspender la venta de armas a Egipto por un período de dos años, obligando al nuevo gobierno a diversificar su cartera de defensa. En febrero de 2014 el nuevo presidente egipcio, Abdel Fatah al Sisi, viajó hasta a Rusia para reunirse con Vladímir Putin. Se trataba del primer viaje de Sisi al extranjero tras el derrocamiento de Morsi, y, como tal, iba destinado a romper las resistencias al reconocimiento internacional de su gobierno.
El Kremlin respaldó públicamente al presidente egipcio y expresó su interés en profundizar los vínculos bilaterales, no sólo ─como era notorio─ los militares, sino también los comerciales: Egipto sigue siendo un destino favorecido por muchos turistas rusos a pesar de los atentados terroristas y sus productos han reemplazado a los europeos en los estantes de algunos supermercados tras el veto agroalimentario ruso de 2014 en respuesta a las sanciones occidentales. Hasta un 43% de las exportaciones egipcias a Rusia entran dentro de esta categoría, según cifras del portal rusexporter.ru. Rusia, a su vez, exporta a Egipto sobre todo combustible y grano.
El Kremlin ha expresado su interés en respaldar los vínculos militares y comerciales con el Gobierno de Al Sisi
Además de la adquisición de armamento, en octubre de 2016 las tropas aerotransportadas de Rusia llegaron a realizar unas maniobras conjuntas con el ejército egipcio en El Alamein. Ese mismo mes el diario Izvestia informaba que Moscú y El Cairo estaban negociando la cesión a Rusia de la base naval de Sidi Barrani ─que la URSS utilizó hasta 1972 y desde la que monitoreaba a los buques estadounidenses en el Mediterráneo─, unas informaciones desmentidas poco después por un portavoz del presidente egipcio. La base de Sidi Barrani, que se encuentra a 95 kilómetros de la frontera con Libia, volvió a ser noticia el pasado mes de marzo, cuando los medios de comunicación informaron de la presencia en Egipto de drones y fuerzas especiales rusas (más tarde se habló de contratistas privados). Según los medios anglosajones, que citaban a funcionarios estadounidenses bajo condición de anonimato, Rusia habría desplegado también tropas en la base egipcia de Marsa Matrouh en el mes de febrero. El objetivo de este confuso episodio, según EEUU, habría sido respaldar la ofensiva de Haftar en Libia para controlar Sidra y Ras Lanuf, donde se encuentran un importante puerto y refinería petrolífera respectivamente. En su testimonio al comité de relaciones exteriores del Senado estadounidense, el general Thomas D. Waldhauser, responsable de AFRICOM, afirmó que “Rusia está tratando de ejercer influencia en la decisión de quién y qué entidad estará al cargo del gobierno en Libia”. Cuando el senador republicano Lindsey Graham inquirió si Rusia estaba intentando replicar la estrategia en Siria, Waldhauser respondió: “Sí, ésa sería una buena manera de presentarlo”.
Israel
Aunque Israel no es un país árabe, juega evidentemente un papel clave en la correlación de fuerzas en la región. Las relaciones diplomáticas de la Unión Soviética con Israel fueron la mayor parte del tiempo tensas debido al apoyo soviético al socialismo árabe y los obstáculos burocráticos a los que los judíos rusos se enfrentaban para llevar a cabo la aliyah (inmigración a Israel). Irónicamente, quizá haya sido esta misma emigración la que haya facilitado el restablecimiento de relaciones.
“Hoy hay alrededor de 1,3 millones de israelíes rusófonos, y la inmigración desde los países de la antigua URSS vuelve a estar al alza”
“Hoy hay alrededor de 1,3 millones de ciudadanos israelíes rusófonos, y la inmigración desde los países de la antigua URSS vuelve a estar al alza”, recordaba el año pasado The Times of Israel. No sólo el ruso es el tercer idioma más hablado en Israel ─con medios de comunicación propios, como el diario Vesti o el canal de televisión Israel Plus─, sino que “en un país de ocho millones de habitantes, la comunidad rusohablante constituye un electorado influyente”. Así, el partido conservador Yisrael Beiteinu se ha convertido en uno de los representantes de los intereses de la población rusófona en el país. Su presidente y ministro de Defensa, Avigdor Lieberman, nació en Chisinau, capital de la entonces república soviética de Moldavia; la titular del Ministerio de Absorción e Inmigración de Israel, Sofa Landver, en Leningrado; y el ministro de Medio Ambiente, Ze’ev Elkin, en Járkov. La marginación percibida o real hacia los judíos procedentes de la antigua URSS ─según un sondeo de la Oficina de Estadística de Israel un 67% afirmó tener la sensación de que sus compatriotas los veían como “rusos” y no como “israelíes”─ hace que este grupo de población presente una mayor cohesión ─un 72%, según ese mismo sondeo, declaró que su círculo de amigos se compone predominantemente de otros rusoparlantes─ y se perfile en consecuencia como un potencial lobby en el país.
“A pesar de Siria, las relaciones entre Rusia e Israel son las más cálidas de su historia”, titulaba el pasado 25 de marzo The Jerusalem Post. Como en el caso de Egipto, Moscú se benefició del giro de la política exterior de Benyamin Netanyahu durante la administración Obama y su búsqueda de nuevos socios. A pesar de que Rusia tiene vínculos con los enemigos tradicionales del Estado judío ─como Siria o Irán, e incluso la Autoridad Nacional Palestina (ANP)─, los israelíes valoran el pragmatismo de la diplomacia rusa y han encontrado en Moscú un contrapeso a sus relaciones con Washington y Bruselas, y Rusia, a su vez, puede apoyarse en Tel Aviv en su política occidental. Algunos analistas apuntan incluso a que el Kremlin habría tolerado convenientemente los bombardeos israelíes en Siria para no perjudicar este equilibrio. Otros señalan que las relaciones con Siria o Irán, lejos de enturbiar las relaciones con Tel Aviv, podrían facilitar el papel de Rusia como mediador en el conflicto palestino-israelí frente a EEUU, cuya evidente alianza con Israel lo convierte en un árbitro cuestionable. Rusia es miembro del llamado cuarteto junto con la ONU, EEUU y la Unión Europea para la resolución del conflicto.
Las relaciones con Siria o Irán, podrían facilitar el papel de Rusia como mediador en el conflicto palestino-israelí frente a EEUU
Pero Israel también coopera con Rusia en otros ámbitos. Tras el veto agroalimentario, Israel ha visto aumentar sus exportaciones agrícolas a Rusia, y, aunque los alimentos son el producto estrella de las exportaciones israelíes (37%), también destacan los equipos electrónicos (8%) y productos farmacéuticos (6%). En 2015, el comercio bilateral ascendió a 2.700 millones de dólares estadounidenses, un incremento del 4% con respecto al año anterior. Israel importa más productos de Rusia ─2.100 millones de dólares─ de lo que exporta, según cifras recogidas por el portal económico rusexporter.ru. Como en el caso egipcio, la mayoría de exportaciones rusas a Israel las constituyen el combustible y los cereales.
Israel incluso colabora con Moscú en el siempre delicado plano militar, con la venta, desde 2009, de drones de fabricación israelí ─la última fue en septiembre de 2015, por un valor de 300 millones de dólares─ y mantiene un canal de comunicación directo, privado y encriptado, entre el presidente ruso y el primer ministro israelí desde el año 2014. “Rusia se siente muy próxima al gobierno israelí”, comentó el politólogo Aleksandr Tentzer al medio israelí Ynet. “Los rusos quieren hablar con Israel sin que nadie les espíe, en particular EEUU”, añadió.
*Fuente: Público.es
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