El buen político debería saber como son los elefantes
por Javier Cortines (España)
9 años atrás 4 min lectura
Una vez me dijo una jovencita, nacida en una cuna de oro, que jamás se había fijado en un mendigo “hasta que huyó de su casa”. Esa persona, de nombre C… vivía en un barrio adinerado de Madrid y un día, en el que tuvo una violenta discusión con sus padres, se marchó de su “torre de marfil” y empezó a deambular por barrios, cada vez más bajos, donde descubrió el submundo de los intocables[1], los drogadictos, los nadies.
Allí fue mordida por el caballo y una noche de Navidad, cuando se encontraba en un lóbrego habitáculo de la Plaza de Chueca [2] intentando clavarse una jeringuilla, un hombre –al que llamaré Jean Valjean[3] -, la sujetó de la muñeca, la levantó y, tras darle cobijo, la enseñó todo lo que no había aprendido en las escuelas y universidades privadas, donde adquirió una vasta cultura y se convirtió en una virtuosa pianista.
A C… le pasó algo parecido –en conclusiones, no en experiencias-, a lo que le ocurrió al príncipe Gautama Sidharta[4] (conocido como Buda), a quien su padre, el rey de los Sakyas[5], le tenía prohibido salir del palacio de Kapilavastu[6] para que no viese lo desagradable que era el mundo y no conociese el sufrimiento de los seres humanos.
El joven desobedeció y saltó los muros de palacio. En la calle vio como vivían los parias, y se encontró con realidades que ignoraba: la exclusión, la enfermedad, la vejez, el abandono, la muerte, etc. Así pasó del “yo” al “otro”, de “la mismidad” a “la otredad”, y dedicó el resto de su vida a buscar un camino para liberar del dolor a sus semejantes.
Hay muchas personas que creen que el mundo es una prolongación de su barrio, su casa, su programa favorito de televisión, etc., y pueden vivir toda la vida ignorando que hay gente que tiembla de frío en las noches de invierno porque les han cortado la luz o “vecinos” del otro lado de la ciudad que todos los días buscan comida en la basura.
La parábola india del elefante es muy ilustrativa: Seis personas con los ojos vendados[7] tocan a un proboscidio y hablan. Una palpa la trompa y dice: es una serpiente; otra, la pata, y dice: es una columna; otra, un colmillo, y dice: es una lanza; otra, la barriga, y dice: es un muro; otra, la cola, y dice: es una soga; otra, la oreja, y dice: es un abanico.
Luego los Hunos y los Otros – que tienen prohibido desvendarse hasta que se lo diga el rey de Calderón de la Barca-, se sientan a discutir, -a veces con bates de béisbol-, acerca de la realidad que han palpado, y ninguno se pone de acuerdo. Se enfadan, se insultan, se pelean, incluso intentan matar “al zoquete que no se entera de nada”.
En la película “Ghandi” de Richard Attenborougt, el “hombrecito” habla a una encendida multitud de la desobediencia civil pacífica como medio para acabar con el yugo colonial británico. Cuando termina su mitin se le acercan unos chavales y le dicen que quieren unirse a su causa. De acuerdo -les dice Mahatma[8]-, pero antes debéis conocer las aldeas de India pues, sin esa experiencia, jamás comprenderéis cómo vive la mayoría del país y cuáles son sus necesidades.
Los políticos españoles deberían conocer también “las barriadas” de España, algunas están en el subsuelo y no parecen de este mundo. Palabras como pasaporte, bandera o nacionalidad allí no significan nada. Otras “barriadas” están en zonas muy altas y no se ven porque están cubiertas de niebla. Allí hace mucho frío. Allí la Navidad congela los dedos y los parte en trocitos de hielo.
¿Por qué no introducimos la asignatura de “las barriadas” en las escuelas? Así se complementaría la “educación para la ciudadanía”. Bueno, ha llegado el momento de pedir a las seis personas que tenían los ojos tapados que se quiten las vendas. Quizás se produzca un milagro y, de repente, vean lo que no podían ver.
Terminemos con este fragmento de la “Vida es sueño” de Calderón de la Barca:
Sueña el rey que es rey, y vive
con este engaño mandando,
disponiendo y gobernando; (..)
Y vuelve a cantar Quiquirirí el Noble Gallo Beneventano para recordarnos esta sabia sentencia del maestro uruguayo Eduardo Galeano: Si votar sirviera para cambiar las cosas, estaría prohibido.
Notas:
[1] En India “datlitss” o “parias”, no pertenecían a ninguna casta y su trabajo era -y es- limpiar las letrinas. No confundir con “los intocables” del capitalismo.
[2] Hablo del Barrio de Chueca, a principios de la década de los ochenta.
[3] Jean Valjean, el protagonista de “Los Miserables” de Víctor Hugo.
[4] Buda (que significa Iluminado), no fundó ninguna religión, ni prometió a nadie el paraíso. Otra cosa es la sacralización de sus enseñanzas por parte de sus discípulos y/o seguidores. Se puede decir que Buda, Lao Tsé, Confucio etc., crearon “corrientes de pensamiento” que marcaron el devenir de las sociedades del Extremo Oriente.
[5] Reino que se encontraba en el actual Nepal.
[6] Capital del Reino de los Sakyas.
[7] La parábola dice “ciegos”.
[8] Palabra que significa Alma Grande.
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Todo muy exacto además de mísitico y lírico.
Pero el que manda es el que tiene el dinero. Ese es el que hace la historia que luego se obliga a reconocer como «la Historia».
¿Habrá alguna forma de romper la cadena en algún eslabón y hacer que una vez suelta, se meta entre los engranajes y produzca un descalabro en el sistema?
Claro que la hay: que los que son «mandados» se den cuenta de eso, y que sepan que el que manda lo hace solo por el poder temporal, no por un designio superior ni por su propia superioridad. Sin esta realizadacion, la relación poder-mandadados nunca podra cambiar. De ahi en adelante, como cambia es otro cuento: de manera más o menos suave, como en India, o violentamente, como en casi todo el resto del mundo…