Divagando acerca de una realidad difícil de cambiar
por Federico Enrique Aguilar Álvarez (Chile)
10 años atrás 8 min lectura
Chile, 12 de julio del año 2014
Ya estoy bastante ducho en escribir “al viento“ las opiniones, críticas, vivencias, dolores y humillaciones, que vive el ciudadano común y corriente en un país cuyos gobiernos han transformado a sus conciudadanos en vulgares clientes, vasallos, esclavos, postergados y sumisos, “bueyes“, casi sin ningún valor para ellos, la muy bien llamada “realeza chilena“.
¿Quiénes forman la “realeza chilena? Todos aquellos que inflaron tanto sus papeles en el Congreso nacional que ya no saben mirar para abajo, a los que votaron por ellos y a todos los habitantes del país, menos a los ricos y poderosos, a los cuales consideran parte de la “corte».
Tal vez a alguien le parecerán bastante duros estos conceptos, pero, ¿se ha detenido a pensar si realmente estos son un invento, o es la más pura realidad? Reflexionen , reflexionen.
Para qué hablar del triste papel que tiene un pensionado o jubilado, en este país de gente “exitosa“, en que todas sus autoridades tienen la jocosa idea de que ellos jamás llegarán a viejos, o que nunca morirán.
Soy un profesor jubilado hace tres años, y que aún perdiendo dos tercios del sueldo que ganaba, no me dieron el bono post laboral por leyes y decretos hechos a la medida del gobierno, para ahorrar miserables 50 lucas, mientras que los poderosos le roban millones, evadiendo impuestos por aquí y por allá a ojos vista de Impuestos Internos y tesorerías.
Pruebas al canto: ganaba $850.000 al acogerme a retiro por cumplir la edad legal de 65 años. Una aseguradora se hizo cargo de los $ 65.000.000 que junté durante 46 años en una ladrona AFP, y mediante un trabajo honrado, incomprendido y esforzado, cosa que no todos pueden decir porque si hay algo que se perdió para siempre en este “fundo” llamado Chile, es la honradez.
El caso es que después de una serie de cálculos brujos, la aseguradora llegó a la “brillante“ conclusión de que me correspondía una pensión de $ 285.000 y más encima tuve que pagar para que me la aseguraran por 15 años, trámite que no sé de donde crestas salió, pero como nuestra ignorancia en tales asuntos de papeleos es abrumadora me dejé esquilmar facilito.
O sea, perdí $ 565.000 de una plumada y el sistema, mediante la mención de una ley y un decreto para mí desconocidos, decidió a través de un tesorero provincial que a mí no me correspondía el bono post laboral. ¡Ah, y pese a que la superintendencia de pensiones, en un posterior recálculo, había llegado a la conclusión de que había habido un error en mi caso, y que sí merecía el bono! ¿Puede alguien entender este desorden?
Apelé, y mi principal argumento fue ¿qué consideraban ellos daño previsional para merecer el bono post laboral? Puesto que para mí, si me estaban dando como pensión un 33% de mi sueldo antiguo, eso no era daño, era un robo.
¿Adivinen quién ganó? Bien, ¡el sistema! Me enviaron un oficio que no entendí para nada, donde ellos en forma muy grandilocuente me comunicaban que habían ahorrado cincuenta mil pesos a favor del gobierno, y que yo muy bien me podía ir “a la que te dije“. O sea que ellos estaban muy ocupados para atender “a pedigüeños“, y con lo que decidieron después de un arduo trabajo, entraban en la categoría de empleados públicos eficientes.
Suma y sigue
Estimados: yo soy uno de los profesores que queda vivo e impago de la deuda histórica, que los gobiernos democráticos post dictadura nos han negado por años y años.
Y esto de quedar vivo aún, señores del sistema, no lo pueden decir los más de 8.000 profesores que murieron esperando un acto de más que merecida justicia en este país perverso y cruel, con autoridades que los domingos se golpean el pecho en las iglesias, con manos manchadas de sangre.
Pronto esta suma de muertos aumentará mucho más, en esta especie de holocausto chileno, donde a sus profesores los mandan a morir en la pobreza sin ni siquiera el respeto que se ganó en vida, trabajando con legiones de niños y jóvenes que hoy egresan de profesiones mucho más “pitucas“ que las de su profe, y donde ganarán 30 veces más que lo que éste gana como pensión mensual.
¿Y saben qué es lo más chistoso de todo? Que la deuda histórica comenzó a contar de un aumento salarial que nos otorgó la junta de gobierno en plena dictadura, la cual viendo las condiciones económicas adversas de los docentes, dictó una ley en que se dictaminaba que los profesores tendrían un aumento gradual de remuneraciones, en el plazo de tres años hasta llegar a un 90% de aumento. ¿Se dan cuenta de lo fabuloso de esa bendita ley?
Nuestra alegría fue inmensa, pero, el eterno pero, llegó la democracia por la cual también luchamos y la educación se municipalizó, y la ley nuestra que nos había por fin hecho justicia, se la metieron no sé por donde, y sin dictar ninguna otra que anulara la de Pinochet y compañía se acabó el “sueño del pibe“, hasta hoy, 2014, donde se vuelve a nombrar la famosa deuda para terminar en ¡nada de nada!, que será lo que seguramente sucederá.
Es una pena vivir en un país donde lo “pequeño“ tenga tan poca importancia para sus autoridades. La situación de un jubilado y su pensión de hambre no es tema para ellos. Pagarle un sueldo mínimo de hambre a los trabajadores tampoco lo es; la salud estremecedoramente mala que le dan a los pobres, es algo que no tiene nombre pero que sin embargo se arrastra por “los siglos de los siglos“, y que tampoco tiene algún valor para los que se mandan la parte diciendo que son autoridades.
Hemos perdido algo muy valioso, que es la solidaridad para con el que carece de casi todo. Hemos perdido la decencia de darles dignidad a los viejos profesores que, cada día, cada semana, cada mes y cada año, hacen el milagro de lograr hacer más culto a este país, y que son enviados a la pobreza más indignante por el solo hecho de no poder juntar los 100 millones, mínimo, en la AFP, y que se necesitan para obtener una pensión decente. Se nos extravió la empatía de respetar al que sufre alguna enfermedad, ofreciéndole calidad en los hospitales, postas y consultorios, como si nosotros jamás fuésemos a envejecer, enfermar y morir.
Muchísimos de los que lean esto, compartirán la opinión de que lo que está aquí escrito es un cuadro deprimente, fatalista o comunista, porque parece que el que dice la verdad pertenece a esa ideología política.
¿Y saben por qué sucede eso?
Porque la gente no quiere ver más que su propia realidad: tengo trabajo, tengo casa propia y tengo un auto, entonces, ¿de qué habla este gallo?
Bien, este gallo quiere ver más allá de la puerta de su casa. Este gallo está sufriendo las inclemencias de vivir de una miserable pensión. Este gallo ya vive enfermedades propias de la edad, teniendo que comprar medicamentos sumamente caros o recibir una atención de muy mala calidad en los hospitales, donde también carecen de todo, incluidos los médicos.
Gracias a que yo y mi esposa, también profesora jubilada, fuimos bendecidos con tres hijos, a los cuales les dimos educación y llegaron a ser exitosos profesionales, y gracias a que tuvimos la excelente decisión de “aperarnos“ para cuando llegaran las “vacas flacas“, hoy día no carecemos de bienes materiales, pero sí carecemos de una pensión que nos permita tener una excelente vejez, como la que vemos en otros países más humanos que el nuestro.
Estimados, los profesores fuimos robados, estafados, pisoteados, por gobiernos que no dan explicaciones ni aceptan preguntas. Ellos actúan con la mayor de las prepotencias, sin importarles el reguero de muertos y heridos que van dejando a su paso.
Yo ya me hastié de vivir en un país que parece gozar no atendiendo las justas y humanas necesidades de su gente. Me cansé de ver tanta deshumanización por todas partes. Me harté de rogar, de exigir un justo trato para los pobres viejos jubilados, que parecen perros apaleados cuando van a cobrar sus risibles pensiones.
Las palabras “falta de recursos“ es como un latigazo que los políticos les dan a sus votantes pobres o pobres votantes, pues con esa frase ellos justifican todo, pero jamás podrán justificar su falta de piedad y de humanismo cuando ven el triste espectáculo de un pueblo que agoniza lentamente.
Un país que tiene a su gente blandiendo tarjetas de crédito como banderas, es un país que se equivocó de ruta y es cómplice del abismo en que se caerá.
¡Y no es chiste!
Por respeto diré… atentamente,
Federico Enrique Aguilar Álvarez
Rut: 5.413.133-k
Profesor jubilado hace tres años
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