Los pobres y el conflicto en Venezuela
por Miguel Mattos (Barquisimeto, Venezuela)
12 años atrás 5 min lectura
20 21:49:47 de marzo de 2014
Un dato nada despreciable en el momentos de hacer un análisis coyuntural sobre la actual realidad nacional, es la pregunta sobre ¿dónde están los pobres? Pregunta bastante contundente para empezar, para desarrollar coherentemente y para sacar consecuencias finales del análisis, si es que el análisis se hace desde un posicionamiento cristiano.
Lo primero que habría que hacer es comparar el comportamiento de los sectores marginales del país, el 27 de febrero de 1989 (El “Caracazo”) y el comportamiento de estos mismos sectores a 30 días de continuo accionar de la protesta anti-gobierno. En aquella ocasión bastaron dos horas de protesta en las cercanías de Caracas para que toda una nación se desestabilizara violentamente.
Esta vez la situación ha sido diametralmente diversa. Yo vivo en el Sector La Carucieña de Barquisimeto que agrupa una docena de barrios densamente populares. Puedo afirmar “sobre el mismo cadáver de mi madre” (como dice el pueblo). Puedo decir que aquí no se ha quemado una sola hoja de papel, no se ha alterado un centímetro de tráfico vehicular. Es más, puedo afirmar que los niveles de indignación que está expresando espontáneamente el pueblo contra los violentos, está llegando a niveles preocupantes. No me extrañaría que comenzara en poco tiempo una exigencia creciente sobre el gobierno para que “ponga en su lugar a los riquitos”, como expresa el pueblo.
Esta protesta es un fenómeno clase media real, seudoclase media y clase alta, y además sólo urbana. Si la pregunta es, dónde están los pobres, creo que la respuesta es obvia.
Pero no es esa la única perspectiva desde la que se debe hacer cualquier análisis de la actual situación venezolana. Venezuela no es aquella “sencilla república bananera de los años 50”. Venezuela es la propietaria de unos 300.000 millones de barriles de petróleo como reserva comprobada y 2 billones de metros cúbicos de reservas de gas, sin contar las otras reservas de recursos naturales. ¿ Pueden los Estados Unidos y la UEA cohibirse de sus burdas apetencias imperialistas? Este dato obliga a hacer análisis que no nos ubiquen exclusivamente en diagnósticos exclusivamente endógenos y cortoplacistas. No se trata de mantener un discurso simplista según el cual todas nuestras desgracias son exclusivamente atribuibles al Departamento de Estado de USA, como en los años 80 se hacía cuando todos los males se atribuían al binomio CAP-Fedecámaras, pero tampoco son justos análisis etéreos que fueran igualmente aplicables a Venezuela y al Chad, por decir algo.
Pero no ha sido sólo el Gobierno el único que ha acudido al recurso “exógeno”. Han sido los mismos personeros del Gobierno norteamericano los que han descubierto la vertiente imperialista e injerencista de este conflicto. O es que se puede ignorar, por ejemplo, la llamada telefónica del Sr. Subsecretario de Estado para asuntos suramericanos a nuestro embajador Chardeston Matos según la cual “si no se retractan los procesos judiciales contra el Sr. Leopoldo López, el Senado norteamericano podría estudiar represalias contra Venezuela”. Me pregunto si al hacer análisis de la actual situación venezolana , se pueden ignorar tan olímpicamente las continuas impertinencias del Sr. John Kerry para referirse a Venezuela como un país en explosión social. Podríamos citar infinitas interferencias de hoy mismo de los personeros norteamericanos. Ignorarlas es casi convertirse en cómplice de las mismas.
Pero en este análisis de coyuntura un dato nada inocuo es el referente al carácter inéditamente violento de la protesta anti-gobierno. Esa violencia huele más a paramilitarismo antioqueño que al perfil promedio del contestatario venezolano. No hace falta un olfato demasiado sutil como para no saber marcar las diferencias. También aquí se impone superar ciertas ingenuidades. En este mismo apartado habría que reseñar el evidente financiamiento millonario de la protesta. Sin este financiamiento ya hace tiempo que se hubiera agotado ante la apatía de los sectores no contestatarios. Ya sabíamos con antelación que había un mínimum de 1.200 millones de bolívares para financiar la protesta. Luego nos llegamos a informar de detalles como aquello de que cada guarimbero cobra unos 5.000 bs. semanales. Se puede tomar toda la distancia que uno quiera con respecto a estas informaciones, pero el desarrollo de los acontecimientos nos obliga a tomárnoslas un poco más en serio si se intenta mantener cierta profundidad .
Otro aspecto nada despreciable de nuestra coyuntura es la ingenuidad de responsabilidar a “los estudiantes” de este guarimbismo. Esta ingenuidad, por ponerle un nombre menos fuerte, rodea a los pronunciamientos de la Conferencia Episcopal Venezolana. El nombre del sector estudiantil está siendo utilizado como peón ante la acefalía de la oposición venezolana.
Esta oposición dramáticamente dividida y anarquizada no tiene capacidad ni para discernir entre condenar o apoyar más allá de lo formal, el desarrollo del guarimbismo. Ante este vacío se trata de vender la imagen del pacífico estudiante que sale a protestar y que es “infiltrado” por una minoría algunas veces incluso “oficialista”, que quema los buses , quema toneladas de basura , dispara desde edificios, embosca policías, deja morir en un vehículo a un enfermo grave, tranca las calles, instala alarmas en la guarimba o fabrica las guayas para degollar a los motorizados. Señores, este tipo de actuación es todo menos espontáneo. Es una estrategia minuciosamente monitoreada apátridamente desde sectores muy lejanos al “pacífico manitas blancas”. No llamar la atención sobre estas aristas de la situación venezolana es peligrosamente culpable.
¿El desenlace? Observando el comportamiento del pueblo que me rodea en mi residencia y en mis relaciones públicas, me atrevo a hacer memoria sobre la forma tan sabia y estoica como respondió el pueblo al cruel ensañamiento de la burguesía contra Venezuela durante el sabotaje petrolero. No me imagino un desenlace tipo Ucrania. Más le temo a una respuesta violenta de parte de los sectores populares a la agresión de las minorías violentas que mantienen la guarimba.
Miguel Mattos, SJ – Centro Social
SJRM, Servicio Jesuita a Refugiados y Migrantes
*Fuente: Reflexión y Liberación
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Una analogía, al fin, pero me permite hacerme entender.