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Monte Verde, Chile: Tras la huella de los primeros americanos

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Publicado el Lunes, 04 Enero 2010
Es temprano y un viento que sopla desde el norte comienza a anunciar la venida de la lluvia. En torno a mi se han comenzado a arremolinar impulsivamente las hojas secas acumuladas en los rincones, por un momento parece que el tiempo se hubiera detenido en estas tierras, despilfarrando sus verdes infinitos por todo el campo.
Frente a mi, un celoso arroyo espera impaciente las gotas de agua que lo renovarán una y otra vez, engrosando su cauce y revistiendo de vida todo el lugar.
Me hallo de pie en uno de los sitios arqueológicos más importantes de la historia de nuestro continente, intentando quizás vana o ambiciosamente recrear la forma de vida de decenas de hombres y mujeres que al igual que yo, hace 12.500 años pisaron estas tierras y establecieron aquí el asentamiento humano más antiguo que conociera hasta ahora América: Monte Verde.

Para entender cómo vivían, qué comían, cuáles eran sus costumbres y en qué basaban su existencia, es que hoy me encuentro aquí y aunque podría parecer irrisorio reconstruir con exactitud una historia que ocurrió hace más de 12 mil años y que de la cual no existen más que milenarios vestigios desenterrados de este mismo suelo, dejaré de lado consideraciones y alcances arqueológicos, fechas y teorías científicas, para solamente intentar revivir, recrear y reinventar un sistema de vida primigenio y un entorno natural primitivo, casi salvaje, y que echó sus raíces hace tanto tiempo increíblemente aquí, en el sur de Chile.

Un viaje a la prehistoria

Para desentrañar la forma de vida de los primeros habitantes de nuestro continente, ante todo se debe considerar que Monte Verde (X Región de Los Lagos, Chile) es uno de los nuevos sitios de Sudamérica que han llevado a la comunidad científica internacional a replantearse la fecha del poblamiento americano. Monte Verde revoluciona el conocimiento arqueológico que se tenía hasta la década de los años setenta en nuestro país ya que los análisis de los vestigios allí hallados entregaron fechados que no coincidían con el contexto que hasta entonces sustentaban las principales teorías relacionadas con el poblamiento y la ocupación de América.

El Dr. Mario Pino Quivira, geólogo, profesor titular de la Universidad Austral de Chile y Vicepresidente de la Fundación Monte Verde, define así este hallazgo: “Monte Verde es el sitio que originó la investigación que derrumbó el paradigma de Clovis, es un sitio excepcional por el estado de la conservación de materiales orgánicos, y hasta hoy es el sitio arqueológico más antiguo de las Américas’’. Esto significa que los habitantes que migraron a América correspondían a subculturas altamente diversificadas y que no hubo un solo episodio de migración.
De los pobladores de Monte Verde podemos decir que representan una cultura de recolectores cazadores, diferente de la tradicional Clovis, que había sido considerada hasta ahora como la primera cultura americana. En tanto, es preciso establecer que la época histórica con la cual convivió el asentamiento humano de Monte Verde pertenece a la última glaciación conocida como Würm en Europa y como Wisconsin en América. Ésta fue la última que conoció la tierra y con ella se considera terminado el Pleistoceno y las llamadas “glaciaciones antropológicas’’ por los científicos, debido a que fueron usadas por el hombre para su paso a América.
Se considera que comenzó hace 80.000 años y terminó hace 10.000, alcanzando su máximo hace 18.000 años. En este periodo, la especie humana no alcanzó a extinguirse, pero se redujeron intensamente las poblaciones disminuyendo la dispersión genética original.

Durante aquél período glaciar el clima terrestre se volvió muy frío. Entonces los glaciares avanzaron más allá de los casquetes polares, hasta cerca de los trópicos. En esa zona los continentes se cubrieron de hielos, se congelaron los lagos, lagunas y ríos. Los mares de poca profundidad desaparecieron, porque sus aguas se convirtieron en glaciares. Fue justamente en esos tiempos que los estrechos y archipiélagos continentales e insulares quedaron sin cobertura líquida; por lo tanto, y temporalmente, muchas zonas cercanas quedaron unidas. Se unió, por ejemplo, Australia-Tasmania con Nueva Guinea, Filipinas e Indonesia. Lo mismo ocurrió entre Japón y Corea. Entre Asia y América, al reducirse el nivel de sus aguas, el estrecho de Bering se convirtió en “puente de Bering’’ o Beringia.
Se trata de una etapa de grandes cambios en el clima global que en el caso de nuestra región desafiaron la capacidad misma de sobrevivencia de todas las especies animales. Muchas de ellas no lograron sobrevivir, mientras otras lograron asegurar su continuidad, entre ellas el hombre.

Para desentrañar la forma de vida de los primeros habitantes de nuestro continente, se debe considerar que Monte Verde es uno de los nuevos sitios de Sudamérica que han llevado a la comunidad científica internacional a replantearse la fecha del poblamiento americano.

Marcelo Santander, Bachiller en Historia (UCV) y Técnico en Museología y Museografia (INC Perú, COLCULTURA, Colombia), explica que los arqueólogos, con el fin de “ordenar” el desarrollo del mundo precolombino americano en base a los sistemas de producción alcanzados por las diversas culturas americanas, y también como una forma de diferenciarlas del esquema de desarrollo planteado para las culturas del Viejo Mundo, han ideado una estructura de desarrollo cultural basada en periodos, siendo el Paleoindio el primero y el más antiguo de todos.

El hombre de Monte Verde coincidió con el Paleolítico, etapa de la prehistoria caracterizada por el uso de útiles de piedra tallada; aunque, también se usaban otras materias primas orgánicas para diversos utensilios como hueso, asta, madera, cuero, fibras vegetales, etc.:“Los indígenas australes, no evolucionaron más allá de un estadio de caza y recolección de productos que la naturaleza les entregaba y puede considerarse que se quedaron y mantuvieron en una forma de subsistencia y de organización propia del Periodo Arcaico, hasta que entraron en contacto directo y permanente con el hombre blanco, recién a fines del siglo XIX’’, señala Santander.

De todas maneras, el poblamiento humano tuvo lugar mil quinientos años después de la última glaciación del Pleistoceno, cuando nuestra región se hallaba sometida a grandes cambios naturales, especialmente en las áreas que habían sido directa o indirectamente afectadas por la glaciación.
Es probable que en ese tiempo aún existieran en el lago Llanquihue y en el Seno del Reloncaví abundantes témpanos como los que se ven actualmente en Laguna San Rafael y que gran parte del territorio firme hubiese estado cubierto de barro. Algunos científicos hablan incluso de una “Edad del barro’’, concepto con el que intentan reconstruir el paisaje del momento en que los hielos de la glaciación se estaban derritiendo, en un periodo que abarcó siglos y tal vez milenios.

Monteverdianos

Monte Verde se encuentra sobre una terraza antigua del río Maullín, la que en este punto fue erosionada linealmente por un pequeño curso de agua pleistocénico (antiguo arroyo Chinchihuapi) y luego cubierta parcialmente por el estrato portador de los materiales culturales.

Al usar los diversos objetos encontrados para recrear la vida que existió en Monte Verde, el arqueólogo estadounidense a cargo de la investigación de dicho hallazgo, Tom Dillehay, de la Universidad de Kentucky (EE.UU.), concluye que un grupo de no más de veinte a treinta personas ocupó la zona en esa época. Vivieron en refugios cubiertos fabricados con madera y pieles. Recolectaron bayas en primavera, castañas en otoño y también comieron papas, callampas y pastos de las vegas circundantes. Cazaron pequeños venados y ancestros de la llama y a veces viajaban 30 millas hasta el Océano Pacífico a buscar mariscos.
“Poseemos una idea muy clara de cuánto tiempo duró este asentamiento y no fue más de un año. Básicamente fueron cazadores y recolectores que vivieron muy lejos del hogar de sus presuntos ancestros, en el noreste de Asia’’, explica el científico.

Al usar los diversos objetos encontrados para recrear la vida que existió en Monte Verde, el arqueólogo estadounidense a cargo de la investigación de dicho hallazgo, Tom Dillehay, concluye que un grupo de no más de veinte a treinta personas ocupó la zona en esa época.

Por su parte, Marcelo Santander agrega que en ese período el hombre vivía esencialmente de la caza de grandes animales actualmente extintos como el mastodonte, la paleollama, el caballo americano, cérvidos, glyptodontes, tigres dientes de sable y otros que hasta los 10.000 años atrás poblaban el continente americano. Una de las causas que atribuyen algunos especialistas a la desaparición de tales animales, es justamente la excesiva depredación de que pudieron ser objeto por parte del hombre americano: “La evidencia de este tipo de fauna es muy numerosa y se manifiesta claramente en los restos materiales la contemporaneidad que tuvo el hombre con estos animales extintos’’, precisa y agrega, “el hombre de este periodo se organizó socialmente a un nivel de bandas, es decir, grupos de no más de 20 a 30 individuos ligados por lazos de consanguinidad, que se desplazaban en busca de los animales para lograr su sobrevivencia’’. Por esta fecha también se reconoce que está finalizando el cambio climático producido como consecuencia de la glaciación Wurm, que también pudo haber afectado la vida de esta megafauna americana.

Aunque no existen fósiles que avalen su existencia, se estima que aparte del hombre debió haber vivido algún poderoso depredador. El geólogo Mario Pino, supone que podría haber sido el mítico milodón, que a falta de ejemplos podríamos compararlo con un enorme puma, pero con dientes de sable: “En tiempos del poblamiento de Monte Verde seguramente aún sobrevivían armadillos y perezosos gigantes, entre otras especies de paleofauna. También vivieron sapos y escarabajos bastante actuales. Restos fósiles de estos últimos, han facilitado el estudio del paleoclima’’, cuenta.

El Paleoambiente

Existe pleno consenso en que las características del ecosistema que acogió al hombre temprano de Monte Verde hace 12.500 años no fueron tan diferentes de las que hoy ofrecería una área boscosa no intervenida del sur chileno. De hecho, riachuelos y bosques de ese tipo aún quedan por estas latitudes en puntos cercanos a la Cordillera de Los Andes o más al sur, hacia Palena. Mario Pino cree que la pluviosidad pudo haber sido levemente mayor que ahora, pero las condiciones climatológicas eran prácticamente las mismas. Su compañero de investigación Dillehay, señala que «posiblemente el clima era un poco menos árido, quizás unos dos o tres grados menos, era más húmedo, esencialmente boscoso y muy frondoso».

Asimismo, el geólogo Jorge Muñoz explica que la última glaciación del Pleistoceno, -conocida como Llanquihue en nuestra región-, en los poco más de 50 mil años que duró hubo periodos de avance y retroceso de los hielos al menos en tres oportunidades, habiendo ocurrido el punto máximo de avance allá por el año 35 mil AP. La capa de hielo que se formó en ese momento llegó a alcanzar un grosor de hasta 400 metros en el área que actualmente ocupa el lago Llanquihue. Sin embargo, esta glaciación no cubrió todo el valle central y, longitudinalmente, sólo sobrepasó algunos kilómetros más al oeste la línea que marca la actual Ruta 5. El profesional explica que los hielos que se extendieron en nuestra provincia desde la Cordillera de Los Andes siguieron dos grandes vías, una desde el área del lago Llanquihue y otra desde el Estuario de Reloncaví. Este último lóbulo alcanzó hasta lo que hoy es la Ruta 5 a Pargua.

Según el doctor Pino, la masa helada en forma de pinza nunca cubrió el sector de Monte Verde, por lo cual el territorio siempre estuvo plenamente disponible para la vida animal y humana. Estas condiciones hicieron del sitio un lugar atractivo para el hombre; Monte Verde era una pequeña depresión ribereña del estero Chinchihuapi, parte a su vez del sistema fluvial del río Maullín que estaba integrado a un vasto ecosistema cubierto de selvas de bosque siempre verde, pantanos y algunos claros de bosques. Pino explica además, que el lugar donde fue emplazada la primitiva aldea de Monte Verde, construida a base a huesos de mastodonte, madera y pieles; era un perfecto refugio y zona de desplazamiento entre la foresta. El riachuelo que la bordeaba, además, proporcionaba el material lítico para la “fabricación’’ de herramientas que usaron los monteverdinos. La depresión también los ayudó a protegerse de los fuertes vientos que castigaban habitualmente el territorio.

Así se componía el paleoambiente, un bosque subantártico de Chile centro-sur que contenía los recursos necesarios y suficientes para que una población humana pleistocénica desarrollara asentamientos planeados semipermanentes a permanentes, con una economía dirigida en forma principal hacia la recolección de plantas y reforzada por la caza de grandes animales.
Tom Dillehay destaca que hay algo indudable de los primeros habitantes americanos, único hallazgo con estas características: “ellos poseían un conocimiento sofisticado del medioambiente, lo conocían a cabalidad: lograron ambientarse con el clima, crearon herramientas líticas con características y formas que no es posible hallar en otras culturas y consiguieron mezclar hierbas y plantas de modo curativo’’.

La flora

Gracias a los vestigios que la naturaleza conserva desde épocas muy remotas, es posible reconstruir la vida del pasado y establecer que la flora de hace 12 mil años atrás era similar a la que hoy sobrevive en el sur. Una variada gama de plantas, que incluye artefactos de madera, fueron preservados por la turba. Los materiales florísticos conservados incluyen hojas y ramas de árboles, semillas de frutos, flores y vainas además de polen. Los análisis preliminares de Dillehay sugieren que el paleoambiente en el momento del evento cultural estaba constituido por un bosque húmedo subantártico de condiciones climáticas frías con alta precipitación. Los restos de plantas más abundantes recuperados en Monte Verde corresponden a ramas de luma (Amomyrtus luma) y grandes cantidades de frutos de maqui (Aristotelia chilensis), ñime-ñime (Rubus radicans) y calafate o michay (Berberis buxifolia), así como otros arbustos.
Los estudios botánicos de los materiales recuperados de los fogones y de los pisos ocupacionales revelan una gama de productos alimenticios colectados durante todo el año desde múltiples zonas ecológicas locales y distantes. Por ejemplo, las plantas locales dominantes son el ñirre (Nothofagus antartica), coihue (Nothofagus dombeyi) y la quila (Chusquea quila), mientras que otras (Selliera radicans y Anagallis alternifolia) provienen de la costa y el junquillo (Juncus procerus) típico de lagunas cercanas, están también presentes.
En Monte Verde habitó una cultura que no sólo se dedicaba a cazar, como la mayoría de sus pares en ese tiempo, sino que conocía también el uso de hierbas medicinales. Allí se hallaron más de 25 plantas medicinales y comestibles; 3 tipos de papas silvestres; y 2 especies de algas.

Artefactos de hueso

Huesos de mastodonte de la especie cuvieronius sensu constituyen la totalidad de las muestras de materiales de hueso halladas en Monte Verde. Unos 120 elementos óseos se colectaron superficialmente (lavados fuera del estrato cultural por el arroyo Chinchihuapi) y 98 especímenes excavados. En base al análisis de los molares de ambas colecciones, el paleontólogo argentino Dr. Casamiquela estima que al menos seis animales están representados por los restos óseos, incluyendo dos individuos jóvenes, un subadulto, un adulto y dos animales viejos. Ocho caparazones quebrados de un molusco de agua dulce (Diplodon sp.) fueron recuperados del interior de un fémur de mastodonte. El fracturamiento de las conchas y su posición dentro del sitio sugieren que estos moluscos fueron parte de la dieta de los primeros hombres americanos.

El análisis cultural del material óseo aún no ha sido terminado. Sin embargo, durante la temporada de excavaciones de 1979 se encontró un ilium con un fragmento de madera apoyado verticalmente sobre él. El hueso fue empujado dentro del techo del estrato y usado como base soportante de la madera. Esta se encontraba unida al hueso con betumen, material localmente disponible. Ambas caras del ilium presentan numerosas marcas culturales. Los esqueletos de los animales se presentan completamente desarticulados y muchos de los huesos están fracturados y quemados. No es posible explicar estas fracturas por golpes debidos a la velocidad de la corriente del antiguo arroyo Chinchihuapi, ni por gelifracción. De una manera tentativa se sugiere que la desarticulación y fracturación de los huesos es el resultado de la acción humana y no de procesos naturales.

El fin de una cultura

Los cambios climáticos que sufrió el continente en aquella época produjeron efectos importantes en la distribución de la flora y especialmente fauna de la tierra. Ello, ya sabemos, sería la consecuencia del paso de grandes manadas de animales y del hombre a América, al formarse el señalado puente terrestre entre América y Asia en la zona de Bering: “Así se podría explicar por ejemplo también la presencia de los onas en Tierra del Fuego. Se sabe que no desarrollaron elementos para la navegación y, sin embargo, habitaban una isla ¿cómo llegaron ahí?, ¿los transportaron sus vecinos que sí eran excelentes navegantes, los yámanas o yáganes?’’, se pregunta Marcelo Santander, y continúa: “O bien, ¿esto fue consecuencia de una temprana ocupación de la isla de Tierra del Fuego hace 8.000 años cuando pudo estar todavía unida al continente como lo evidencia la geografía del Estrecho de Magallanes? Las referencias apuntan hacia esta hipótesis’’.

No existen teorías claras que expliquen la desaparición de los primeros hombres americanos. Algunos científicos apelan a la extinción de recursos, otros a la huida de ciertos grupos y su posterior mestizaje con otras culturas. Lo cierto es que probablemente los cazadores recolectores de Monte Verde en un año explotaron todos los recursos naturales que hallaron en un radio de más o menos 1 o 2 km.: las plantas silvestres; la leña; y los animales.

Tom Dillehay lo retrata así: “Llega un momento en que tienen que decidir si se quedan o se van y probablemente se fueron a otro lugar, porque no creo que la cultura Monte Verde desapareció, sino que se desarrolló en las culturas siguientes, como las del Pleistocénico tardío, del período Holocénico tardío, 8 a 9 mil años después. Se pueden ver las vinculaciones culturales en otros sitios arqueológicos en todo el sur de Chile’’.

Sabemos que hemos tenido una geografía distinta a la que hoy conocemos, con flora y fauna también diferente que se manifiesta en evidencias claras como en la geología, vestigios fósiles, en los restos arqueológicos encontrados y en otros indicios que dan claro testimonio de que nuestro planeta ha pasado y seguirá pasando seguramente por cambios climáticos que afectan su aspecto y a las especies que en ellas habitamos.

– La autor, Carolina Aicardi, es Periodista de la Universidad Arcis, especializada en investigación y redacción de reportajes y entrevistas. Ha sido colaboradora en diarios y revistas de circulación nacional y regional, entre ellas: La Cav, Visión Acuícola y Enfoque.

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