La ira popular se adueña del corazón de Hamburgo
por Juan Carlos Barrena (Berlín, Alemania)
11 años atrás 4 min lectura
12.01.14 – 00:59
En pie de guerra y con una escobilla de inodoro como símbolo de rebeldía. Así se encuentran los habitantes de los barrios en el corazón de Hamburgo. Hasta la bandera pirata del peleón distrito hamburgués de Sankt Pauli ha cambiado las tibias que escoltan su calavera por sendas escobillas de wc para sumarse a la rebelión contra la autoridad.
Desde que la televisión pública alemana mostrara en el informativo de máxima audiencia la detención por la Policía de un manifestante encapuchado armado con una escobilla de inodoro, este instrumento de limpieza se ha convertido en el sello de identidad de las protestas casi diarias que sacuden la ciudad portuaria desde de diciembre. Sus ventas se han disparado, cada vez más ciudadanos pasean con un cepillo introducido en el bolsillo trasero de su pantalón y las redes sociales publican originales llamamientos para pertrecharse con un ‘arma’ tan inusual y celebrar un ‘brushmob’ masivo.
La ira popular ha pasado de los radicales de izquierda a la gran mayoría de la población desde que hace una semana las autoridades de la ciudad-estado de Hamburgo declararan «zona de peligro» con la limitación de los derechos civiles en tres grandes barrios en el centro de la metrópoli, en un área habitada por unas 80.000 personas.
Todo comenzó el pasado 21 de diciembre con una gran manifestación convocada por los llamados grupos autónomos de izquierda para protestar contra el cierre del centro okupa radical Rote Flora (Flora roja) y exigir la integración de los refugiados de Lampedusa que acogen varias iglesias, así como la conservación de un complejo de edificios, las llamadas ‘Esso Häuser’ en Sankt Pauli, degeneró en graves disturbios.
Los 3.000 agentes antidisturbios concentrados en el barrio del Schanzenviertel se vieron acosados por mas de 4.000 manifestantes violentos del llamado ‘bloque negro’ de izquierdas, muchos llegados desde otras ciudades de Alemania e incluso desde el extranjero. Algunos portaban sacos con adoquines, dijo entonces un portavoz de la policía, que registró 170 heridos entre sus hombres, algunos de gravedad.
Una semana después, en la noche del 28 al 29 de diciembre, un grupo de encapuchados atacó a varios policías que abandonaban la Comisaría de David, junto a la popular calle de la Reeperbahn, con botellas, adoquines y otros objetos. Un agente sufrió una fractura de mandíbula, otra compañera los efectos de una agresión con gas pimienta y un tercero fue pateado. Esos ataques despertaron incluso la solidaridad hacia los agentes por parte de la gran mayoría de la ciudadanía de Hamburgo, que cambió radicalmente de postura cuando las autoridades de la ciudad decretaron el 4 de enero la instauración de las polémicas «zonas de peligro» y tras conocerse que la policía había exagerado el alcance del ataque a la comisaría.
Como en el Lejano Oeste
El alcalde-gobernador de Hamburgo, Olaf Scholz, y su senador de Interior, Michael Neumann, justificaron la medida para demostrar que la ciudad no está dispuesta a tolerar la actuación de «delincuentes violentos». Los dos políticos socialdemócratas, bautizados ya por sus ciudadanos como los ‘sheriffs rojos’, decidieron aplicar la nueva legislación policial para situaciones extremas dictada en 2005 por un anterior gobierno conservador.
Ésta permite a la policía definir las zonas de peligro y a los agentes «retener temporalmente, interrogar, identificar y retirar objetos peligrosos» a cualquier persona sin que exista sospecha alguna. Los críticos consideran que esos controles policiales indiscriminados suponen un atentado contra distintos derechos fundamentales como la libertad de asamblea o el derecho a la autodeterminación de las personas.
El responsable de Interior Neumann es el prototipo del político de mano dura. Un antiguo militar profesional que no se atiene a compromisos y que exige públicamente «el respeto de la ley y el orden» como si fuera un ‘Marshall’ del Lejano Oeste. La constitución de las zonas de peligro, según explicó un portavoz policial ha conducido al control de mas de 800 personas, de las que 172 fueron expulsadas de la ciudad, 65 detenidas provisionalmente y 5 encarceladas.
En todo caso, los hamburgueses, aunque indignados, se han tomado la situación a guasa. En redes sociales como twitter y facebook se informa inmediatamente de los lugares en los que surgen nuevas manifestaciones y protestas. Se dan consejos sobre como vestirse adecuadamente: ropa oscura, jersey de cuello alto negro, gorros, bufandas y chales para enmascararse. Si se tiene ganas de chufla no hay como portar bolsitas con harina u orégano para provocar controles antidroga y una web concede más puntos al que más veces sea controlado por los agentes.
Las concentraciones se organizan casi siempre de manera espontánea y en muy poco tiempo. No así la de ayer, en la que cientos de personas protestaron pacíficamente por «ser considerados sistemáticamente sospechosos», según el llamamiento. Los participantes portaban masivamente escobillas de váter, muchas adornados con luces y guirnaldas o ingeniosamente montadas como decoración en gorros y sombreros. E hicieron un ruido demencial armados con cacerolas y ollas, silbatos, tambores o cascabeles. Eso sí, las concentraciones pacíficas se están viendo también acompañadas, generalmente a su término, por enfrentamientos entre manifestantes violentos y agentes del orden, que mantienen un fuerte dispositivo en la ciudad.
*Fuente: El Correo
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