Diciembre 2013
Mucho nos extrañamos de la abstención electoral, pero se nos olvida que precisamente la gran crítica que hacemos a la sociedad moderna es su extremo individualismo.
Entonces no es raro que grandes cantidades de jóvenes no se interesen en la política, pues no la encuentran cercana a sus intereses individuales. Les da lo mismo quien gobierne.
La izquierda chilena, en Noviembre de 2013, presentó todos los candidatos posibles a presidente, de todas las vertientes: del sector más pobre, de organizaciones sociales, de grupos ecologistas, intelectuales, etc. Todos sacaron bajos porcentajes.
Esto es compatible con los nuevos aspectos sociales y económicos que se observan en todas partes del mundo, incluyendo nuestros países latinoamericanos y otros tan diferentes como China, en que el sistema capitalista comienza a formar grandes masas de clases emergentes, consumidoras y endeudadas que repletan las calles con sus autos, lo mismo que los malls, las carreteras y los balnearios. Son masas de gente despolitizada que solo se interesan por el consumo barato y las discoteques. La enajenación humana sigue en ascenso hasta llegar a límites insospechados. Todo se cosifica, nada es permanente, incluso las relaciones de pareja, todo es desechable o descartable, todo es consumible. El mundo y la vida es una vitrina gigante, en la cual nos vendemos en cuerpo y alma. El sistema capitalista invade como tsunami todas las costas y el interior de los países, como una vez lo previó Carlos Marx, derribando costumbres, tradiciones, sistemas políticos y religiosos. Construyendo, en cambio, grandes edificios de bancos, de sucursales de empresas transnacionales y de malls. Dominando la mente de los consumidores, cada vez menos ciudadanos, con los medios informativos en manos de grandes empresas que viven de las finanzas y el alto comercio.
Por otra parte, todavía existen grupos de protesta que se manifiestan a través de las redes sociales y que a veces se reúnen en las calles haciendo manifestaciones más o menos importantes, opacadas por la infiltración de delincuentes y fuertemente reprimidas por las fuerzas policiales.
Además, hay múltiples pequeños grupos políticos de izquierda de intelectuales, cuyo esfuerzo sería mucho mejor aprovechado si se hubieran integrado a los partidos grandes de izquierda, tratando allí de constituir polos de desarrollo de nuevas ideas. El caciquismo de ser cabezas de ratón en vez de colas de león, ha limitado la presencia política de muchos intelectuales y dirigentes sociales en América Latina, todo esto con gran beneplácito de los intereses obscuros del Pentágono y de las grandes corporaciones. Hasta ahora no ha tenido éxito la coordinación de todos estos grupos de izquierda alternativos.
Para agravar las cosas, la izquierda se nos presenta en un muy bajo nivel: nos impulsa a identificarnos con el populismo bonapartista, que criticaba Carlos Marx, que ahora ha sido representado por los gobiernos de Chávez y de Maduro en Venezuela. Sus discursos llenos de alucinaciones y elementos semi mágicos, no convencen ni pasan la barrera de lo racional. No solo hay allí un tropicalismo delirante sino que, además, una cifra de inflación de 50%, que perjudica especialmente a los sectores más pobres, a esto se agrega la escasez de productos básicos a causa de las políticas del gobierno, así como la corrupción y la mala administración.
Según cifras de la CEPAL, la pobreza en Venezuela ha disminuido mucho menos que en Chile desde 1999 hasta ahora, así mismo ocurre con la mortalidad materna, la educación primaria, los vacunados anti sarampión, los niños en escuelas públicas, etc. Todo esto a pesar del aumento enorme del precio internacional del petróleo, principal ingreso de Venezuela.
Cuba dejó hace mucho tiempo de ser un ejemplo a seguir, por su pobreza y por su totalitarismo, en las manos eternas de los hermanos Castro, como si no existieran otras personas capacitadas.
Para qué hablar del régimen agresivo y militarista extremo de Corea del Norte.
Es necesario reconstituir una nueva imagen de la izquierda, social y democrática, fundada en la participación a todos los niveles económicos, sociales y políticos, transparente, anti oligárquica y anti autoritaria, fundada en una ética colectiva, en la creación de una mentalidad comunitaria. Todo esto, a través de un gran movimiento participativo, que evite el sectarismo, el dogmatismo, el caciquismo, las prácticas estalinistas, los prejuicios y la exclusión.
¿Encontrará la izquierda latinoamericana su autor en Michelle Bachelet, que promueva el desarrollo y unidad de los movimientos sociales?
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