Aristolochia: ¿inocente o culpable?
por José Navarrete (Chile)
11 años atrás 5 min lectura
La mayoría de la población chilena poco a poco volvía a retomar sus labores, luego de los excesos hasta ahora inherentes a las fiestas patrias cuando una noticia -entre muchas- anunciaba: “Científicos descubren que humilde agüita de hierbas produce cáncer”. Entonces, ante la envergadura de titulares como ese o, más aún, cuando la realidad es recuperarse del estrés al cual fue gentilmente sometido el organismo al festejar las fiestas patrias bebiendo alguna infusión de hierbas, lo más natural es sorprenderse y al mismo tiempo espantarse dado el alcance de la primicia. Sin embargo, para entender la noticia es necesario saber algunos aspectos que, por arte de magia, no son considerados en ninguno de los artículos que llaman a cuidarnos de una planta cuyo consumo podría ser perjudicial para la salud.
Hasta ahora, lo que se sabía de esta planta, hoy conocida por ser potencialmente cancerígena, es que se trata ciertamente de una planta ornamental que en medicina popular las raíces se utilizan como antihemorrágico y para ayudar a expulsar los restos de placenta después del parto.
Asimismo, corresponde a una hierba rastrera, perenne, de tallos estriados amarillos o rojizos de 40 y hasta 100 cm de largo. Sus hojas son simples, alternas, onduladas, reniformes de 3 a 10 cm de diámetro. Presenta lámina de color verde con manchas blanquecinas, nervios, márgenes y pecíolos pubescentes; flores malolientes, hermafroditas, tubulares, solitarias de 3 a 5 cm de largo, de color púrpura y que en su interior están cubiertas de pelos blancos que le facilitan la captura de pequeños insectos.
Además, tampoco se ha hablado que presenta un enorme valor biológico, puesto que la “Oreja de Zorro” o “Hierba de la Virgen María” -otros nombres con los que se le conoce-, es un vegetal endémico de Chile que crece desde Copiapó a Santiago y, como toda planta, al realizar fotosíntesis, nos entrega oxígeno utilizando concomitantemente el dióxido de carbono, un compuesto gaseoso que integra la familia de los gases de efecto invernadero, relevante -entre otros aspectos- desde el punto de vista ecológico por su relación con el calentamiento global. Por consiguiente, es bueno recordar aspectos esenciales de un vegetal que por necedad mediática o sencillamente por desconocimiento científico -fruto de una educación científica deficitaria- son olvidados.
Ahora bien, la fama de este organismo tiene su génesis en el trabajo de dos grupos de investigación en la que han participado científicos de Estados Unidos, Singapur, China y Taiwán que han llevado a cabo sendos estudios que revelan que el ácido aristolóquico, un componente hallado en estas plantas, usadas históricamente en la medicina tradicional china, produce daños en el ADN y cáncer.
Paralelamente, Alejandro Urzúa –académico de la Universidad de Santiago de Chile- es parte de los científicos chilenos que han realizado investigaciones sobre esta planta. Comenta Urzúa que su equipo de investigación estaba interesado en la interacción entre la Aristolochia y un insecto, pero cuando estudiaron la raíz encontraron una gran cantidad de compuestos tóxicos. En las hojas y el tallo de la planta los compuestos hallados en la raíz estaban presentes en pequeñísimas concentraciones, por lo tanto, habían pasado desapercibidos. No obstante, los compuestos tóxicos que llamaron la atención del equipo de Urzúa corresponden a ácidos aristolóquicos que, como se detalló anteriormente, son eminentemente cancerígenos.
Por otro lado, según explica a SINC Teh Bin Teah, investigador del Centro Nacional del Cáncer en Singapur y participante de uno de los estudios, con anterioridad se había asociado el ácido aristolóquico con una mutación en el gen p53, relacionado con tumores en el tracto urinario superior. Comenta que lo que han descubierto ahora, al hacer la secuencia completa de genoma/exoma, es que este compuesto ocasiona múltiples mutaciones de muchos genes –cientos e incluso miles–, mucho más que cualquier otra sustancia cancerígena, incluyendo tabaco o luz ultravioleta. Esto lo convierte en el mayor agente genotóxico descubierto hasta la fecha. Además, añade que han utilizado por primera vez la firma molecular o ‘huella dactilar’ de este cancerígeno para detectar su implicación en cáncer de hígado, algo que nunca había sido asociado hasta ahora con este compuesto.
Las primeras noticias de la toxicidad del ácido aristolóquico aparecieron en la década de los noventa del siglo pasado cuando fue asociado con daño renal en mujeres a las que se les suministró un suplemento herbal en una clínica de adelgazamiento en Bélgica. Estudios más recientes en Taiwán, donde el uso de remedios medicinales que contienen Aristolochia está muy extendido, apuntaron al aumento de los cánceres del tracto urinario superior y enfermedades renales en el país por el uso de esta sustancia.
A la luz de la información presentada, podemos concluir que es importantísimo difundir a la ciudadanía los peligros en la utilización terapéutica de plantas debido a su inminente toxicidad, sin embargo, es también esencial recordar nuevamente que no es conveniente ahondar en categorizaciones como las que se han levantado mediáticamente sobre este vegetal, porque incurren en el peligro de generar una impresión negativa de las plantas medicinales en la población, cuando el aspecto noticioso debería igualmente considerar la importancia de la educación científica y la generación de contenidos que inviten al pueblo a informarse y a estudiar las propiedades de las plantas usadas con fines curativos, conocer su posología y peligros asociados al abuso de su consumo. Dicho de otro modo, en lugar de denigrar farmacológicamente a una planta por contener compuestos peligrosos para la salud, lo sustancial sería hablar de la importancia de la educación científica para el país. Pues, al tener los conocimientos científicos básicos sobre nuestro entorno natural, la población frente a noticias como la presentada, podrá tomar las precauciones correspondientes sin dañar la biodiversidad porque nuestra vida depende justamente de ella.
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Todo lo que entra por nuestra boquita o por la piel, produce impacto en nuestro organismo, y hay elementos que el cuerpo es capaz de detoxificar y otros que no. Y la capacidad de detoxificación depende en parte de los millones de bacterias y hongos que habitan nuestro cuerpo, a los cuales les hemos dado cabida ya que nos ayudan a través de su metabolismo.
No conocía la aristolochia, por su nombre, pero no está entre las plantas de consumo habitual de modo que el peligro es relativo. Más peligroso es el maiz transgénico que importamos de USA y que envenena nuestros animales de granja, los que son nuestro alimento cotidiano, que está presente en las leches en polvo como espesante, los colados, las formulas para lactantes, los helados, en los pasteles y tortas, en la pasta de dientes o como excipiente en medicamentos.O la soja transgénica con la que se fabrican los aceites vegetales de consumo masivo, la leche de soja, la carne de soja.
Y ni hablar de la cantidad de pesticidas que vienen incluidos en la fruta y las verduras. De todas maneras evitaré tomarme un tecito de aristolochia, por muy bonita que sea la hoja.