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El espejismo de la unidad

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A menos de nueve meses de las elecciones de noviembre próximo, el escenario político muestra a doce candidatos quienes, en un plano general, insinúan notables coincidencias respecto de nebulosos cambios que se dicen necesarios, pero pocas precisiones respecto de programas específicos y proyectos concretos.

Por la derecha más tradicional, aparecen Golborne y Allamand disputándose quien representa mejor “al sector”.  Uno levantando una imagen de candidato “simpático, accesible, sencillo, y fotogénico” (the neighbor “next door”), en tanto que el otro apela a su largo recorrido (parte de él en “el desierto”) y conocida experiencia.  Ambos, con matices, defendiendo “la obra” del gobierno de Piñera.

En la Concertación, predomina sin contrapeso la figura de Michele Bachelet, aunque acompañada en esta etapa de otros “presidenciables” como Velasco,  Gómez, y Orrego.  Seguramente el escenario decantará a poco andar y el resultado, salvo la ocurrencia de algo realmente extraordinario, es fácilmente previsible.

Más allá de los nombrados, aparecen Parisi y Jocelyn-Holt, aunque necesitarán reunir las firmas necesarias para ser incorporados a la papeleta, condición que hoy día se ve problemática, por decir lo menos.

En una situación parecida se encuentra Roxana Miranda, dirigente de pobladores y de deudores habitacionales, en representación del Partido de la Igualdad, que se encuentra también en proceso de reunir firmas para legalizarse y que se autodefine como anticapitalista, proponiendo una nueva constitución para Chile a través de una “Constituyente Social”.

En un escenario más sólido y apoyado en el PRO, ya legalizado, se postula Marco Enríquez-Ominami.  Hasta el momento ME-O ha resistido las presiones, mensajes, y ultimátums de la Concertación para que se integre al proceso de primarias y no se transforme en una amenaza a “la Candidata”.  El PRO aspira a crear una nueva constitución a través de un proceso “participativo”.

Sin embargo, esto no agota la lista, ya que se han lanzado también las candidaturas anti-establishment de Marcel Claude, en representación de movimientos ciudadanos y ambientalistas, impulsando el proyecto de una Asamblea Constituyente; y, finalmente, la de Gustavo Ruz, apoyado por el Movimiento por una Asamblea Constituyente y con ese específico propósito.

En total, doce candidatos cubriendo casi completamente el arco político del país.  El único que no llevará candidato presidencial, obviamente que por razones tácticas, es el Partido Comunista.  Todos llaman a la “unidad”.  Algunos para “defender lo hecho”; otros para “promover cambios responsables”, otros para “terminar con la desigualdad”, otros para “seguir avanzando”, otros para “transformar el país”, otros para “crear una nueva institucionalidad”, y los mensajes no se agotan…

El alto número de candidatos y sus diversos mensajes probablemente tendrán el efecto de atraer a los votantes.  Sin embargo, también ese alto número de y la probable dispersión del voto en múltiples opciones tiene otro efecto quizás no buscado: ayuda a construir la imagen de que la candidata que encabeza las encuestas por amplio margen es imbatible…  Es un resultado que, en último termino, ayuda a promover y a propiciar la estabilidad del sistema político.

Mientras más candidatos haya y mientras más disímiles sean sus propuestas, más electores se sentirán inclinados a concurrir a votar por “su candidato”, aunque este tenga nulas posibilidades de ser electo.  En otras palabras, la multiplicidad de “ofertas” en este esquema, ayuda a que la abstención probablemente sea más baja que en las últimas municipales.

Es probable que esta galería de doce postulantes en algún tiempo más decante en unos tres o cuatro.  Y que los que no sigan en carrera “endorsen” a otros que tengan mejores posibilidades.  Sin embargo, y si el endorso es efectivo, esto contribuirá a que, como se dijo anteriormente, la abstención no alcance al nivel del 60 % lo que ocurrió en las municipales.

Y precisamente fue ese porcentaje de abstención en las elecciones municipales lo que le propinó el mayor golpe al sistema político desde el termino de la dictadura.  Ese ha sido el mensaje mas duro y más claro hacia “la clase política” en estas dos últimas décadas.

Tras la inesperada  abstención hubieron variadas reacciones; los miembros más estúpidos del establishment insinuaron hacer obligatoria la concurrencia a las urnas; los más hábiles intuyeron que una medida como esa sólo apresuraría el derrumbe del sistema, por lo que indicaron que era preferible que “los candidatos comenzaran a seducir a los votantes”.  Jamás se imaginaron los que así pensaban que los candidatos declaradamente anti-sistema se transformarían en los mayores apoyos en ese propósito; en los hechos, en verdaderos salvavidas de un sistema político ilegítimo, antidemocrático, y elitista.

Pasadas las elecciones, con un nuevo presidente o presidenta electo con una abstención considerablemente menor a las de las elecciones municipales, se justificará y se masificará el discurso de legitimación del sistema.

En ese escenario, no se habrá avanzado un centímetro en un verdadero proceso de unidad de las fuerzas políticas y sociales anti-sistema y, por el contrario, se habrá consolidado en una situación que, después de las municipales, se vio en un momento claramente amenazada.  En suma, la próxima elección no pondrá en peligro ni la estabilidad ni la permanencia del sistema.  Por el contrario, gracias a las múltiples candidaturas anti-sistema, éste se verá finalmente fortalecido y proyectado.

Un sistema que, algo único en el mundo, será próximamente supervisado por un general de ejército (una institución, como todos saben,  particularmente democrática en su historia). Un general con un oscuro pasado que lo vincula a crímenes de derechos humanos. Esta insólita situación al parecer tampoco incomoda a los candidatos.

Quizás los verdaderos llamados a la unidad deberían ser hechos desde la perspectiva de la abstención, la no participación masiva, y del rechazo consciente al sistema.  Ese podría ser el primer elemento de unidad real para poder construir en el próximo futuro una propuesta política viable y con una base sólida en un sistema debilitado e ilegitimado por el creciente rechazo ciudadano.

Quizás es mucho pedir, obviamente es mucho esperar…

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