La batalla de Stalingrado marcó un viraje crucial en la Segunda Guerra Mundial
por Iliá Krámnik (Rusia)
13 años atrás 5 min lectura
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El 2 de febrero de 1943, en la zona de Stalingrado las últimas unidades de las fuerzas nazis dejaron de oponer resistencia al ejército soviético.
La campaña bélica emprendida por Hitler en verano de 1942, que preveía una imparable ofensiva hacia el Volga y al Cáucaso acabó en un completo fracaso.
La evidencia del cambio en la correlación de fuerzas
La Wehrmacht no consiguió ninguno de los objetivos planeados, Stalingrado no fue tomada ni se cortó para la URSS el acceso a las regiones petrolíferas del sur, ni el petróleo del Cáucaso pasó a llenar los depósitos de Alemania. Las pérdidas, mientras tanto, eran considerables: entre verano de 1942 e invierno de 1943 pereció en el sector sur del frente un total de un millón de efectivos alemanes, siendo destruido un enorme número de unidades de equipo. Sufrió una estridente derrota uno de los ejércitos más potentes, el sexto, y los daños de las tropas acorazadas también fueron importantes.
La derrota de Stalingrado afectó a los aliados de Alemania, tras perder en invierno de 1942 a 1943 la mayor parte de sus unidades aptas para el combate. Rumanía, Hungría e Italia, cesaron casi por completo su participación en la guerra entre la URSS y Alemania.
No fue el primer fracaso estratégico de los alemanes, las batallas por Moscú también les supusieron un gran esfuerzo. Tampoco fue el más importante, porque la derrota de verano de 1944 sería igual de considerable. No obstante, precisamente Stalingrado se convertiría en un símbolo, en el punto de inflexión que marcaría la inevitabilidad de la derrota de la Alemania nazi.
La prueba de ello fue la postura de los aliados alemanes que se plantearon abandonar aquella guerra y la intensificación de los movimientos antifascistas por toda Europa, la decisión definitiva de algunos países neutrales que hasta aquellos momentos no tenían una postura clara y la situación en la propia Alemania. A partir de Stalingrado toda la planificación del Reich no iba dirigida a alcanzar la victoria definitiva, sino a alargar la guerra a la espera de discordias entre los aliados que permitieran a Berlín firmar un acuerdo de paz con condiciones más o menos aceptables.
Además, empezó a descomponerse la dirección del Reich, que acabaría en un atentado contra la vida de Hitler y en la búsqueda de una salida que “a escondidas de los correligionarios” iniciarían casi todos los líderes de la Alemania nazi.
¿Cómo se recupera la suerte?
-Llevamos dos semanas de tranquilidad en los frentes…
-Se están recuperando de Stalingrado, camarada Stalin.
-¡Y nosotros, de cómo casi nos destruyen en las afueras de Járkov, camarada Vasilevski!
No se sabe si este diálogo entre José Stalin y el Mariscal Vasilevski, fragmento de la película ‘Liberación’, ocurrió en realidad, pero describe perfectamente la situación.
A pesar de su derrota en la lucha por Stalingrado, Alemania siguió siendo un rival potente y peligroso, capaz de asestar golpes muy fuertes. Así fue la tercera batalla por Járkov, que tuvo lugar entre febrero y marzo de 1943, cuando los alemanes consiguieron recuperar la ciudad liberada por el ejército soviético y mover la línea del frente hacia el este, formándose un saliente donde más tarde se produciría la batalla de Kursk.
En la primavera de 1943, los alemanes empezaron a preparar una operación cuyo resultado final debía de ser ‘Stalingrado al revés’, es decir, el cerco y la derrota de un gran grupo de fuerzas soviéticas y una posterior ofensiva. Uno de los mejores estrategas alemanes, Erich von Manstein, que había destacado en la batalla de Járkov insistía en un inicio inmediato. El inicio de esta ofensiva fue pospuesta en varias ocasiones y fue el efecto de la batalla de Stalingrado.
No sólo era cuestión de prepararse más a fondo, sino de la pérdida de seguridad por los altos mandos nazis. Y aquellos dirigentes alemanes que sabían mirar por encima de las ocupaciones cotidianas, se daban cuenta de que el poderío soviético crecía a un ritmo más alto, de modo que la ofensiva que se posponía aumentaba la diferencia entre los potenciales de los dos países.
No había seguridad de que fuese el momento de empezar la ofensiva, porque los éxitos iniciales de los años 1941 y 1942, cuando los alemanes habían alcanzado la victoria gracias a una calculada concentración de fuerzas en lugares necesarios fueron anulados por la derrota de Stalingrado. De modo que el mando alemán empezó a apostar por un mayor número de unidades técnicas, tanques y aviones. A nivel táctico esta medida todavía podría haber surtido efecto: los tanques modernizados representaban un potente arma, pero a nivel operacional no era suficiente, mientras que las pérdidas resultaron ser mucho más grandes de lo esperado. A nivel estratégico las cualidades de los tigers no tenían importancia en la guerra de los potenciales que el Tercer Reich estaba irremediablemente perdiendo.
Habrá quienes aseguren que la guerra en cuestión estaba perdida desde verano de 1941, cuando se formó la coalición anti hitleriana, porque el potencial unido de la URSS, EEUU y el Reino Unido superaba el de los países del Eje: Alemania, Italia, Japón y los satélites.
Pero la fortuna de los militares es muy inconstante y, gozando de la entrada de un mayor potencial militar, Berlín podía contar con ganar antes de que la URSS movilizara sus fuerzas. Después de ello, Reino Unido, de acuerdo con los cálculos del Reich, tendría que pedir la paz y EEUU no entraría en guerra al no tener aliados en el continente.
La derrota sufrida por los alemanes en las afueras de Moscú demostró que sus cálculos no se habían cumplido, pero tampoco quitó a Hitler la capacidad de actuar de forma activa. El fracaso de su operación en Stalingrado acarreó unas pérdidas considerablemente más grandes y fue una verdadera condena. Para que ésta se hiciera firme se necesitaron seis meses de encarnizada lucha por la ciudad, cuyo nombre entraría en la Historia de las grandes batallas.
*Fuente: RebanadasdeRealidad
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