19/07/2012
Por alguna razón que cuesta entender, Ray Bradbury, el genial autor de la novela “Farhenheit 451”, se vio calificado de escritor de ciencia ficción. Su libro fue publicado en 1953, cuatro años después de “1984”, la célebre obra de George Orwell, que clasificaron en el mismo género. Por alguna razón la ciencia ficción pasaba, y pasa, por ser un género menor, destinado a un público que tal vez vive en las nubes, de polvo estelar por cierto, gente que no tiene los pies en la tierra. Ambos autores abordan en los mencionados libros un tema que no tiene nada de virtual, y aún menos de ficcional: la dictadura.
¿Qué llevó pues a encasillar “Farhenheit 451” y “1984” en una variedad que años más tarde el cine comercial reduciría a combates con monstruos extraterrestres y a la lucha contra invasiones de hombrecitos verdes?
Ficción, según el diccionario, es la presentación como verdadero o real de algo que no lo es. Habida cuenta del mundo que conocemos hoy, ¿Cómo podrían “Farhenheit 451” y/o “1984” ser una ficción?
La novela de ciencia ficción es definida como un género narrativo estructurado por hipótesis sobre lo que podría ser el futuro, o lo que hubiese podido ser el presente o aún el pasado, partiendo de nuestros conocimientos actuales. Hipótesis. ¿Cómo se llama el género literario que describe la realidad tal y como es?
Tanto “Farhenheit 451” como “1984” describen sistemas políticos en los que está prohibido pensar. A guisa de sustituto de la vedada reflexión el sistema ofrece verdades oficiales, y le entrega a cada cual la versión que conviene retener como la única interpretación posible del mundo que le rodea. Si observamos nuestra propia realidad y la confrontamos al contenido de ambos libros, ¿Dónde está la ficción?
Ray Bradbury le hace decir al capitán Beatty, jefe de los bomberos cuya tarea consiste en incinerar libros: “Si Ud. no quiere que un hombre sea desdichado con la política, no le de dolores de cabeza proponiéndole dos puntos de vista sobre alguna cuestión: propóngale uno solo”. Si nos referimos al Chile de Hoy, ¿Dónde está la ficción? Si consideramos el planeta como un todo y abordamos el dogma económico dominante, ¿Dónde está la ficción? Cada día que pasa los medios se encargan de homogeneizar la información que reciben miles de millones de lectores y televidentes, con el propósito evidente de uniformizar su visión, su opinión y su interpretación de lo que ocurre.
Las telepantallas de “1984” y los auriculares y muros-pantalla de “Farhenheit 451”, -simples instrumentos de descerebración-, vehiculan un mensaje aseptizado lleno de cifras anunciadoras de triunfos tan falsos como fútiles, de noticias ancilares y de diálogos de una lamentable banalidad. La guerra nunca está lejos, amenaza invisible pero ominosamente presente, destinada a calmar desasosiegos e impaciencias y a justificar la represión cuando esta se hace inevitable.
Como dice el mismo capitán Beatty, “El cine y la radio, las revistas, los libros, se nivelaron por abajo, normalizados en una vasta sopa”. Si leemos El Mercurio, si escuchamos radio Agricultura, si miramos TVN… ¿Dónde está la ficción?
Para llegar a este resultado es indispensable eliminar hasta la posibilidad de ver, escuchar o leer una voz disidente. Es preciso cerrarle el paso a cualquier veleidad crítica, a todo intento de pensar por sí mismo.
Los sondeos de opinión nos dicen lo que pensamos, antes de decirnos lo que tenemos que pensar. Si los sacerdotes son los voceros de dios en la tierra, un político parasitario siempre comienza su discurso explicando “Lo que los chilenos quieren…”. Utilizando una novlengua que son los únicos en entender, admitiendo que sea comprensible. En esa novlengua un vagabundo se transforma en “una persona en situación de calle”, un conjunto de chabolas o callampas en un “campamento”, una masa de hogares endeudada hasta para los consumos más elementales en una improbable “clase media”, y la tortura se traviste en “apremios ilegítimos”.
Evitar a cualquier precio la expresión del pensamiento, evitar la difusión del pensamiento, evitar el pensamiento: estos han sido los objetivos centrales en la edificación de un entorno mediático funcional al esquema de dominación bautizado “democracia tutelada”. Con la anuencia y el concurso entusiasta de quienes tenían el deber y la obligación de restituirle al pueblo soberano sus derechos inalienables, y entre ellos el de la libertad de expresión.
Para satisfacer tales designios facilitaron la concentración de las frecuencias FM en manos de un puñado de poderes financieros y multinacionales de la desinformación, disfrazando la infamia como el resultado de las duras leyes del mercado. Del mismo modo, la publicidad del Estado y de las empresas que aun controla el sector público, alimentan exclusivamente el duopolio Mercurio-Copesa.
El falaz debate relativo a la televisión digital terrestre, la TDT, oculta la voluntad de despojar a la ciudadanía de la simple posibilidad de desarrollar y sostener la incipiente y frágil televisión comunitaria.
Big Brother vela. El Mechanical Hound busca, localiza y destruye. Un Parlamento a las órdenes obedece. ¿Ciencia ficción?
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