La voluntad de acero (Segunda Parte y final)
por Fidel Castro Ruz (Cuba)
13 años atrás 7 min lectura
18 Octubre 2011
Cuando en 1976 tuvieron lugar los más graves actos de terrorismo contra Cuba y de modo especial la destrucción en pleno vuelo de la nave aérea cubana que despegó de Barbados con 73 personas a bordo -entre ellos pilotos, aeromozas y personal auxiliar que prestaban sus nobles servicios en esa línea, el equipo juvenil completo que había obtenido todas las medallas de oro que se disputaban en el Campeonato Centroamericano y del Caribe de esgrima, los pasajeros cubanos y de otros países que viajaban confiados en aquel avión-, los hechos provocaron tal indignación, que en la Plaza de la Revolución se reunió para despedir el duelo, la más extraordinaria y apretada concentración que he visto jamás y de la cual ha quedado constancia gráfica. Las escenas de dolor fueron y son todavía imborrables. Tal vez ningún dirigente de Estados Unidos, y muchos en el mundo no tuvieron posibilidad de verlas. Sería ilustrativo que tales escenas fuesen divulgadas por los medios masivos para comprender bien las motivaciones de nuestros heroicos combatientes antiterroristas.
Bush padre era ya un importante oficial de los servicios de inteligencia de Estados Unidos, cuando estos recibieron la misión de organizar la contrarrevolución en Cuba. La CIA creó en la Florida su más grande base de operaciones en el hemisferio occidental. Ella se responsabilizó con todas las acciones subversivas realizadas en Cuba, incluidos los intentos de asesinato contra los líderes de la Revolución y se responsabilizó con los planes y cálculos que de haber tenido éxito habrían significado un enorme número de bajas por ambas partes dada la decisión de nuestro pueblo, demostrada en Girón, de luchar hasta la última gota de sangre. Bush nunca entendió que la victoria de Cuba salvó muchas vidas, tanto cubanas como norteamericanas.
El crimen monstruoso de Barbados se produjo cuando ya él era jefe de la CIA, casi con tanta autoridad como el Presidente Ford.
En junio de ese año convocó en Bonao, República Dominicana, una reunión para crear la Coordinación de Organizaciones Revolucionarias Unidas, con la supervisión personal de Vernon Walters, entonces Director adjunto de la CIA. Obsérvese bien: “Organizaciones Revolucionarias Unidas”.
Orlando Bosch y Posada Carriles, agentes activos de esa institución fueron designados como líderes de esa organización. Se inicia así una nueva etapa de actos terroristas contra Cuba. El 6 de octubre de 1976, Orlando Bosch y Posada Carriles, personalmente dirigen el sabotaje para hacer estallar en pleno vuelo el avión de cubana.
Las autoridades arrestaron a los implicados y los remitieron a Venezuela.
El escándalo fue tan grande que el gobierno de ese país entonces aliado de Estados Unidos y cómplice de sus crímenes dentro y fuera de Venezuela no tuvo otra alternativa que ponerlos a disposición de los tribunales venezolanos.
La Revolución Sandinista triunfó en julio de 1979. La sangrienta guerra sucia promovida por Estados Unidos estalló en ese país. Reagan era ya Presidente de Estados Unidos.
Cuando Gerald Ford sustituyó a Nixon, era tal el escándalo provocado por los intentos de asesinatos a líderes extranjeros que prohibió la participación de funcionarios norteamericanos en tales acciones. El Congreso negó los fondos para la guerra sucia en Nicaragua. Hacía falta Posada Carriles. La CIA, a través de la llamada Fundación Nacional Cubano Americana, sobornó con abundantes sumas a los carceleros pertinentes y el terrorista salió de la prisión como un visitante más. Trasladado con urgencia a Ilopango, El Salvador, no solo dirigió los suministros de armas que provocaron miles de muertes y mutilaciones a los patriotas nicaragüenses, sino que también, con la cooperación de la CIA, adquirió drogas en Centro América, las introdujo en Estados Unidos y compró armas norteamericanas para los contrarrevolucionarios nicaragüenses.
En aras del espacio omito numerosos datos de la brutal historia.
No es posible comprender por qué el ilustre Premio Nobel que preside el Gobierno de Estados Unidos, se complace en reiterar la estúpida idea de que Cuba es un país terrorista, mantiene en cárceles aisladas y en condiciones inhumanas a los cuatro antiterroristas cubanos, sanción que hoy no se aplica a ningún ciudadano de otro país adversario de Estados Unidos, menos aún si ninguna fuerza militar norteamericana admite haber sido puesta en riesgo alguno por ellos, y prohíbe a René regresar a su patria y al seno de su familia.
El mismo domingo 9 de octubre en que René transmitió su valiente mensaje al pueblo de Cuba, grabó y filmó otro fraternal “Mensaje a Fidel y Raúl”. Por consejo de Ricardo Alarcón, Presidente de la Asamblea Nacional, no se publicó ninguno de los mensajes hasta que el Oficial de Probatoria de la Corte Federal de la Florida, le comunicara formalmente las condiciones que le imponía en los tres años de “libertad supervisada”.
Cumplido ya ese requisito me complace informar a nuestro pueblo el contenido textual de ese mensaje que tanto honra a nuestros héroes y expresa su comportamiento ejemplar y la voluntad de acero:
Querido Comandante:
Primero que todo un abrazo, mi agradecimiento, el sentimiento de aprecio no solamente por todo el apoyo que ha volcado usted sobre nosotros, por la forma en que ha movilizado a todo un pueblo y ha movilizado la solidaridad internacional a favor del caso nuestro, sino, en primer lugar, por habernos servido de inspiración, por haber sido el ejemplo que hemos seguido durante estos 13 años y por haber sido para nosotros una bandera tras la cual nunca íbamos a dejar de marchar.
Para nosotros esta misión no ha sido más que la continuación de todo lo que han hecho ustedes, de lo que la generación suya hizo por el pueblo cubano y por el resto de la humanidad.
Para mí es un placer enorme enviarle este mensaje, enviarle el abrazo temporal, que irá por esta vía, porque sé que nos daremos un abrazo finalmente; por mucho que intenten nuestros adversarios impedirlo, sé que nos vamos a dar ese abrazo. Sé que los Cinco regresaremos porque usted lo prometió y porque ha movilizado la energía, lo mejor de la humanidad, la voluntad de todo el mundo para que eso suceda.
Para nosotros es un honor servir a la causa que usted inspiró en el pueblo de Cuba, ser seguidores de usted, seguidores del camino que usted y Raúl abrieron, y nunca dejaremos de ser merecedores de esa confianza que ustedes depositaron en nosotros.
A los dos, a usted, Fidel, a Raúl que ahora nos guía en esta nueva etapa difícil, compleja pero gloriosa en que estamos enfrascados para romper la dependencia económica que nos ata todavía y que impide que logremos construir la sociedad que queremos, les envío un abrazo de parte de los Cinco, les digo que siempre tuvimos confianza en ustedes. Cuando estábamos solos en el hueco, cuando estábamos incomunicados, cuando no recibíamos noticias, cuando mis cuatro hermanos no sabían nada de su familia porque no se les podía decir, siempre tuvimos confianza en ustedes, siempre supimos que ustedes no abandonarían a sus hijos, porque siempre supimos que la Revolución nunca abandonaba a quienes la defendían. Por eso es que merece ser defendida y por eso es que siempre lo haremos.
Y aunque no estoy seguro de que merezcamos todos los honores que se nos han hecho, sí le puedo decir que el resto de vida que nos queda será dedicado a merecerlo, porque ustedes nos inspiran, porque ustedes son la bandera que nos enseñó cómo comportarnos y hasta el fin de nuestros días trataremos de ser merecedores de la confianza que ustedes depositaron en nosotros.
Para mí ahora esto es una trinchera en la que seguiré en el mismo combate a que ustedes me convocaron y voy hasta el final, hasta que se haga justicia, a seguir sus órdenes, a hacer lo que haya que hacer.
Y les digo a Fidel y a Raúl: ¡Comandantes, los dos, ordenen!
Fidel Castro Ruz
Octubre 17 de 2011
10 y 35 p.m.
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