Hoy nos enfrentamos a una brecha de desconfianza entre política y ciudadanía, la que hoy ha derivado en una crisis de legitimidad del sistema y se ha focalizado fundamentalmente en la educación, debido principalmente a que este sistema educacional no ha cumplido con su principal promesa, que no es otra que ser vehículo de movilidad social y elevación de los ingresos, consiguientemente reproduce las desigualdades sociales.
Por otra parte los estudiantes saben que terminarán sus carreras endeudados (muchos de ellos en universidades privadas orientadas al lucro y de dudosa calidad pero de intenso marketing), con escasas probabilidades de empleo (dado el alto empleo juvenil) y si lo consiguen serán con bajos ingresos, ya que parte importante de las mejores vacantes están reservadas para los egresados de las mejores universidades, de mejores carreras, de mejor nivel socioeconómico y quienes además poseen redes e influencias.
Es por esto que poner al fin del lucro en primer lugar de sus demandas no es casualidad, ya que los estudiantes saben muy bien que la gratuidad en la educación ha sido un fraude, los resultados de la CEP son categóricos al respecto: cuanto más gratuita la educación peor es su calidad. Así, si los padres pudieran pagar colegios privados, los trasladarían masivamente desde los municipalizados, es decir, esta educación es totalmente segregatoria y excluyente, ya que reproduce y mantiene el círculo de la pobreza.
Entonces, ¿por qué la defensa gubernamental es tan férrea e intransigente en mantener este modelo educacional cuestionado abrumadoramente por la sociedad chilena y también desde organismos internacionales como la OCDE?
El gobierno de Piñera insiste en mantener el modelo educacional debido a los intereses económicos y políticos que se han articulado en torno a las universidades privadas y que son parte esencial del sistema de poder concentrado de este país, como lo documentó María Olivia Monckeberg, Premio Nacional de Periodismo 2009, mediante sus investigaciones “La privatización de las universidades. Una historia de dinero, poder e influencias” y “El Negocio de las Universidades en Chile”. Es debido a esto que la elite nacional defiende con uñas y muelas el sistema educacional y el lucro, y por eso los estudiantes desconfían no sólo del gobierno actual sino también del anterior y de sus especialistas.
No podría ser de otra manera, ya que las bases mismas del sistema educacional chileno, que sufrió mínimos cambios durante los gobiernos de la Concertación, datan de los tiempos de Pinochet (1981) y en dicha formulación participaron directamente altos miembros del actual gobierno nacional, empezando por el actual presidente:
“Dado el capital humano adquirido por aquellos alumnos que logran acceder a la educación universitaria es indudable que al egresar del ciclo de educación universitaria, ellos lograrán niveles de ingresos que los asimilarán a los grupos de ingresos medios y altos. En estas circunstancias no existe razón alguna para que el Estado desvíe parte importante de los recursos públicos destinados al sector educacional para subsidiar a grupos de ingresos medios y altos.”
“En consecuencia, el financiamiento de los gastos de docencia incurridos por los centros de educación superior debieran recaer sobre los estudiantes universitarios, que son sus principales beneficiarios.”, Orientaciones de Políticas en el Sector Educacional por Sebastián Piñera E., en Revista Realidad, publicación de los años 80.
En resumen, el gobierno de Sebastián Piñera insiste en mantener el modelo de privatización fracasado mientras los estudiantes exigen la reconstrucción del sistema nacional de educación pública (gratuita y de calidad, sin letra chica) en todos los niveles. La encuesta CEP refleja que una abrumadora mayoría del país apoya esto último. De hecho, es algo que conviene a todos, le conviene al país, a excepción claro del grupo de empresarios que lucran con el actual sistema.
Como dijo en su momento Felipe Lamarca (ex Presidente de SOFOFA) va a ser difícil que las elites “suelten la teta” del sistema educacional, y vaya que los conoce, aunque esto signifique mantener las agudas desigualdades sociales de Chile, deriven en la pérdida de la gobernabilidad y de la oportunidad de acceder al desarrollo. Sólo si advierten que están arriesgando el botín mayor, podrán cambiar de actitud. Parece ser el momento.
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