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Allende: «Este es un gobierno socialista, mierda, y no entregamos a ningún compañero»

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En el año 1972, cuando arreciaba las presiones norteamericanas contra el Gobierno de la Unidad Popular en Chile y habiendo decidido ya su derrocamiento, el Presidente Allende se vio enfrentado a la entrega de un grupo de guerrillero argentino. Ante el análisis de la situación con sus colaboradores, el Presidente tomó la decisión, se puso de pié y dando un golpe de puño sobre la mesa dijo con voz clara y determinación. «Así serán las cosas, pero este es un gobierno socialista, mierda, y no entregamos a ningún compañero… esta misma noche se van para Cuba».

A continuación el relato de los hechos realizado por el compañero chileno, Roberto Ávila, ante los acontecimiento que está enfrentando el gobierno del Presidente Chávez.

En medio de un mar de conspiraciones, las que llegaron a causar la muerte del general René Schneider jefe del ejército chileno, asumió Salvador Allende la presidencia de Chile el 4 de Noviembre de 1970. Los norteamericanos se habían propuesto su derrocamiento como tarea de Estado. Una de las posibilidades para agredir a Chile era utilizar a Argentina, entonces con dictadura militar. Las cuestiones limítrofes pendientes eran muchas y todos sabemos que Argentina tiene mayores dimensiones que Chile.

El presidente Allende se reunió con el general Agustín Lanusse y llegaron a acuerdos que diluyeron esta relación bilateral como foco desestabilizador para el gobierno de Chile.

El 15 de agosto de 1972 los 114 prisioneros políticos de la base naval Almirante Zar sita en la Patagonia argentina, casi todos ellos guerrilleros, se tomaron el penal. Por descoordinaciones sólo algunos alcanzaron a llegar a Trelew donde se hicieron de un avión de pasajeros y enfilaron rumbo a Puerto Montt en territorio chileno.

Entre los fugados venían: Roberto Santucho, jefe máximo del Ejercito Revolucionario del Pueblo (ERP), Fernando Vaca Narvaja y Roberto Quieto de la Conducción Nacional de Montoneros; Marcos Osatinsky de las FAR, Víctor Fernández Palmeiro una leyenda de la guerrilla argentina, Enrique Gorriarán Merlo y otros de la misma significación política.

De Puerto Montt llegaron a Santiago, la realidad jurídica era que habían entrado ilegalmente al país, venían armados y con un avión secuestrado. Esa era la legalidad formal, lo real era su condición de luchadores por la libertad de su patria.

Depusieron las armas y pasaron a la calidad de retenido en el cuartel central de la Policía Civil chilena, una suerte de huéspedes forzados. La petición de extradición se anunció de inmediato por el gobierno argentino, al que una revolución con tantos enemigos y que luchaba en solitario como la nuestra no podía desatender sin más. Argentina nos había dado hasta un préstamo para comprar trigo.

La derecha chilena tocó de inmediato las campanas del escándalo: «Chile el santuario de los extremistas latinoamericanos», «se perjudica la relación con Argentina «, «se viola el estado de derecho».

Una gran manifestación popular en los faldeos del Cerro Santa Lucía expresó la solidaridad revolucionaria de los chilenos con sus hermanos argentinos.

El 22 de Agosto 16 de los prisioneros políticos que no pudieron huir fueron fusilados en Trelew, un vil asesinato.

El presidente Allende se reunió con los abogados de los jóvenes argentinos en el Palacio de La Moneda y pidió a su ministro de Relaciones exteriores su opinión. La relación del ministro fue desoladora: todo el derecho en contra, el nacional y el internacional.

Sólo el presidente del Consejo de Defensa del Estado Eduardo Novoa Monreal dio argumentos a favor de la no entrega. Cada nuevo consultado acumulaba argumentos legales y políticos en Pro de la extradición. Los abogados de los fugados veían venir lo peor. Sorpresivamente el presidente de la República de Chile, el jefe de la Revolución chilena, se puso de pié y dando un golpe de puño sobre la mesa dijo con voz clara y determinación. «Así serán las cosas, pero este es un gobierno socialista, mierda, y no entregamos a ningún compañero… esta misma noche se van para Cuba».

Esa noche un avión de cubana despegaba rumbo a La Habana con su libertario cargamento. Estábamos solos en el mundo, solo con la amistad leal de los herederos de Martí, hasta la URSS nos negaba ayuda, rodeados por mil peligros, pero no se conjugó jamás el verbo traicionar.

Revolucionarios venezolanos, ese era Salvador Allende, así actuaba la revolución chilena. Los errores son parte de la vida pero hay que corregirlos.

*Fuente: Argenpress

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