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José Comblin: un desafío a la intelectualidad académica

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2011-04-15
El día 27 de marzo murió a los 88 años de edad cerca de
Salvador (Bahía) el teólogo de la liberación José Comblin. Belga de nacimiento,
optó por trabajar en América Latina, pues se daba cuenta de que el cristianismo
europeo era crepuscular y veía en nuestro subcontinente espacio para la
creatividad y para un nuevo ensayo de la fe cristiana articulada con la cultura
popular. Él encarnaba el nuevo modo de hacer teología, inaugurado por la Teología de la Liberación, que es
tener un pie en la miseria y otro en la academia. O dicho de otro modo:
articular el grito del oprimido con la fe libertadora del mensaje de Jesús,
partiendo siempre de la realidad contradictoria y no de doctrinas, y buscar
colectivamente una salida liberadora a partir del pueblo.

Vivió pobre y desposeído en el nordeste brasilero. E incluso
allí, donde se supone no hay condiciones para una producción intelectual de
alto nivel, escribió decenas de libros, muchos de ellos de gran erudición.
Lógicamente aprovechaba las temporadas que pasaba en su universidad de origen,
la de Lovaina, para reciclarse. Así escribió uno de los mejores libros sobre la Ideología de la Seguridad Nacional
(Link a: Dos Ensayos
sobre la Seguridad Nacional
), dos volúmenes sobre la Teología de la Revolución, un
detallado estudio sobre el Neoliberalismo: la ideología dominante en el cambio
de siglo. Y decenas de libros teológicos, exegéticos y de espiritualidad, entre
los cuales destaco: Tiempo de Acción, Cristianos rumbo al siglo XXI y Vocación
para la Libertad. Fue
asesor de Dom Helder Câmara en su lucha por los pobres y de don Leonidas
Proaño, obispo de los indios en Riobamba (Ecuador).

Debido a sus ideas, fue expulsado de Brasil por los
militares en 1972. Fue a trabajar a Chile de donde también lo expulsaron los
militares en 1980. De regreso a Brasil, se dedicó a dar cuerpo a su profunda
convicción: que el nuevo cristianismo en Brasil deberá nacer de la fe del
pueblo. Creó varias iniciativas de evangelización popular conocidas bajo el
nombre de Teología de la
Azada. Se inspiró en el Padre Ibiapina y en el Padre Cícero, los
grandes misioneros del Nordeste, que más que administrar sacramentos y
fortalecer la institución eclesiástica ejercían la pastoral del consejo y de la
consolación de los oprimidos, cosas ambas que son las que éstos más buscan.

Es uno de los mejores representantes del nuevo tipo de
intelectual que caracteriza a los teólogos da liberación y a los agentes de
pastoral que están en esta caminada: realizar el intercambio de saberes, es
decir, tomar en serio el saber popular, «hecho de experiencias», empapado de
sangre y sudor, pero rico en sabiduría, y articularlo con el saber académico,
crítico y comprometido con las transformaciones sociales. Este intercambio
enriquece a unos y a otros. El intelectual pasa al pueblo un saber que lo ayuda
a avanzar y el pueblo obliga al intelectual a pensar los problemas candentes y
a enraizarse en el proceso histórico. La inteligencia académica tiene una deuda
social enorme con los pobres y marginados. Las universidades son en gran parte
macroaparatos de reproducción de la sociedad que se caracteriza por
desigualdades y fábricas formadoras de cuadros para el funcionamiento del
sistema imperante. Pero se les debe reconocer, no obstante sus límites, el
hecho de que fueron y son laboratorio del pensamiento contestatario y libertario.

Pero todavía no ha habido un encuentro profundo entre la
universidad y la sociedad, haciendo una alianza entre la inteligencia académica
y la miseria popular. Son mundos que caminan paralelos y no son las extensiones
universitarias las que cubrirán el foso que las separa. Tiene que darse un
verdadero intercambio de saberes y de experiencias. Ignorante es quien imagina
que el pueblo es ignorante. El pueblo sabe mucho y descubrió mil formas de
vivir y sobrevivir en una sociedad que le es adversa.

Si hay algún mérito en los teólogos de la liberación (que
existen aquí y en todo el mundo, Roma no consiguió exterminarlos) es haber
realizado esa unión. Por eso no se puede pensar en un teólogo de la liberación
si no es metido en los dos mundos, para desde esa unión intentar gestar una
sociedad más igualitaria que, dicho en dialecto cristiano, tenga más bienes del
Reino que son justicia, dignidad, derecho, solidaridad, compasión y amor.

El Padre José Comblin nos dejó el ejemplo y el desafío.

*Fuente: Servicios
Koinonia

NdR piensaChile: Le invitamos a leer un par de los últimos artículos escritos por José Comblín antes de partir:

La Iglesia
católica optó por los ricos


El camino: el
seguimiento de Jesús


¿Qué nos está
pasando en la Iglesia?

 

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