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Despertar del sueño de la cruel inhumanidad (3)

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Introducción al libro" El Principio Misericordia"   3ªParte Extraído del libro "El principio
misericordia"   UCA Editores 1999

3.  Los ojos nuevos para ver la verdad de los
seres humanos

En El Salvador hemos aprendido también a preguntarnos  qué es lo realmente humano de los seres
humanos.  Dicho polémicamente¸ hemos
aprendido a sospechar y desenmascarar la comprensión occidental de lo que es un
ser humano.  Hay muchas y buenas
antropologías, filosóficas y teológicas, expositivas y críticas;  pero histórica y operativamente dan la
sensación de que "humano" es "lo nuestro", al menos tal como nosotros nos
pensamos idealmente.  Las cosas no se
dicen con esa crudeza, pero se presuponen en los discursos políticos,
ciertamente, y aún hasta en mucho discurso filosófico y teológico.  El ideal que operativamente se sigue
proponiendo a todos es el "hombre moderno", 
"el hombre occidental", aunque no falten ahora lamentos ante sus claras
limitaciones y críticas incluso ante sus evidentes fracasos.

Si me permiten un paréntesis, la guerra de Irak ha
demostrado, entre otras cosas, que el mundo occidental lo ha descubierto todo y
lo ha inventado todo menos la justicia, la fraternidad y la paz.  El cúmulo de conocimientos científicos y
tecnológicos, sus muchas y respetables tradiciones políticas, democráticas,  judeo-cristianas, el poderío acumulado de sus
gobiernos, ejércitos, empresas, universidades, iglesias, no han sido capaces de
encontrar una solución justa y humana al conflicto, sino que sólo han sido
capaces de hacer la guerra, de destruir, de mentir y de pretender justificar lo
injustificable.  Y el primer estreno del
norte unido en Irak-con una Europa ya sin el el Este-ha sido una debacle.

Pero, a pesar de esto, se sigue presuponiendo que ya sabemos
lo que es un ser humano: "nosotros".  Y
por ese "nosotros" tienen que pasar los otros para llegar a ser seres
humanos.  Y lo mismo se supone en
ambientes religiosos:  el hombre
primitivamente religiosos tiene que superar su religiosidad o su cristianismo
supersticioso para poder llegar a ser hombre religioso en el mundo de hoy.

Todo esto es lo que para mí ha cambiado desde El Salvador, y
lo más importante que ha cambiado es el modo mismo de abordar la pregunta por lo
que significa ser un "ser humano" y la sospecha de que en verdad la hemos
abordado muy "dogmáticamente" y muy poco críticamente.

Me asombra la ingenuidad triunfalista-y aparentemente sin
ninguna mala conciencia-con que se tiende a adecuar "ser humano" y "ser humano
occidental", siendo así que con mucha frecuencia éste ni ha humanizado a otros
ni se está humanizando a sí mismo.  Se ha
alabado la dimensión individualista del ser humano occidental, sin reparar en
que eso le ha llevado a la insensibilidad hacia lo comunitario y, peor aún, a
ser egoísta y antisolidario.  Se ha
alabado su capacidad para hacer, luchar y triunfar-y no vamos a negar que ha
hecho cosas muy buenas–, sin reparar en que eso le ha llevado a considerarse
un nuevo Prometeo sin necesidad de recibir inesperada e inmerecidamente de
otros, es decir "sin gracia" tema, por cierto, que no saben cómo abordar muchas
filosofías y teologías del Primer Mundo. 
El ser humano occidental ha producido en muy buena medida un mundo
infrahumano para otros en el Tercer Mundo, y un mundo deshumanizante en el
Primer Mundo.  Y sin embargo no parece
decidido a cambiar.

Me sorprende también la falta de historización de la
comprensión del ser humano, como si existiese una esencia humana que se
repitiese, con algunas diferencias, por todo el planeta.  Indudablemente, no se puede negar algo de
verdad en esto.  Pero no deja de ser un
escarnio seguir repitiendo  a los miles
de millones de pobres y de víctimas que son seres humanos "como todos"; o
seguir exhortándolos a tener paciencia, porque algún día llegarán a ser seres
humanos como todos, con democracia y televisores.

Ante eso, desde dos puntos de vista al menos, hay que
historizar la realidad de los seres humanos. 
Al nivel de la vida, el mero hecho de sobrevivir, hay que caer en la
cuenta de que existe una diferencia fundamental en la humanidad.  Esta se da entre los que dan la vida por
supuesto y los que  lo que no dan por
supuesto es precisamente la vida. 
Ser  un ser humano se
historiza  hoy, muy fundamentalmente,
según se  pueda comer  o no se pueda comer.

Al nivel de la dignidad humana, podría decirse que las cosas
van mejor, pues el mundo moderno, la constitución de los Estados Unidos, La Carta de los Derechos
Humanos de las Naciones Unidas etc. han proclamado la igualdad de dignidad y de
derechos de todos los seres humanos. Pero la realidad no es así.  Buenos son los avances en pensar y escribir
de esta forma sobre los seres humanos, y algo ayuda a la realidad.  Pero, como decía Ignacio Ellacuría, para
tener dignidad, respeto y derechos, es mucho más decisivo haber nacido en
Estados Unidos o en Alemania que haber nacido en El Salvador o en Pakistán.  Es decir, es mucho más decisivo haber nacido
ciudadano de tal o cual país que haber nacido un ser humano.

Y me sorprende, por último, la falta de dialéctica con que
se piensa lo humano.  Con toda inocencia
se habla de un destino común de la humanidad, y de las relaciones entre los
pueblos, y se ignora el hecho fundamental y antagónico de la división entre los
que tienen y los que no tienen, cuya brecha va en aumento, como lo dijeron los
obispos en Puebla y lo dice Juan Pablo II. 
En lenguaje más crudo:  aumenta la
división y el antagonismo entre los depredadores y los depradados, entre los
verdugos y sus víctimas.

Hemos descubierto, pues, en El Salvador que no sabíamos muy
bien lo que significa ser humano, cosa que antes dábamos por supuesto.  Ahora, al menos, tengo la sospecha de que el
misterio del ser humano no se agota en lo que antes sabía; más aún, que en el
ideal de lo humano de antes existe mucho de inhumano.  Y, sobre todo, que lo verdaderamente humano,
la reserva de humanidad, se me ha ido apareciendo allá donde menos la esperaba,
en el rostro de los pobres y de las víctimas.

No quiero que estas reflexiones se tomen simplistamente, pues
el misterio de lo humano se da de alguna forma en todas partes y las desborda a
todas ellas.  Pero he llegado a la
convicción de que para conocer nuestra esencia humana es necesario y es mejor
hacerlo desde y para  los pobres, que
desde y para los poderosos;  en lenguaje
del evangelio:  qué la verdad del ser
humano se manifiesta en las bienaventuranzas de Jesús  y en la parábola del Buen Samaritano.

Y así, desde los pobres hemos redescubierto la necesidad de
una nueva civilización:  civilización de
la pobreza o, al menos, de la austeridad y no de la imposible abundancia para
todos;  civilización del trabajo y no del
capital, como decía Ignacio Ellacuría.  Y
esta civilización más humana se traduce en dar primacía a la comunidad sobre el
individuo, a los valores trascendentes sobre el romo pragmatismo, a la
celebración sobre la mera diversión, a la esperanza sobre el optimismo
calculado, a la fe sobre el positivismo….

Publicado originalmente en Inglés:  "Awakening from the sleep of inhumanity" en
(James M. Wall-David Heim) How My Mind Has Changed, Grand Rapids 1991, pp158-173

Continúa

Link a los capitulos
anteriores:

Despertar del sueño de
la cruel inhumanidad (1)

Despertar del sueño de
la cruel inhumanidad (2)

 

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