Hace tiempo que no sabía nada de mi viejo
amigo Daniel López. Había anunciado viaje a Chile tantas veces sin cumplirlo,
que sólo quedaba en el recuerdo su singular frase, en su aún más particular
tono de huaso ladino: "Sigo presente en el destino de la patria". Debía estar
ocupado por su labor de periodista free lance en el lejano Punguistán (como
contara este humilde columnista en otra oportunidad: país con sorprendentes
parecidos al nuestro y en donde la etnia punga domina la vida social, política
y económica.Ver:Se informa de saqueos pos terremoto en
Punguistán).
Curiosamente un día cualquiera me encontré
a López en el chat de mi correo electrónico. Se me apareció con una carita
feliz que con la mano derecha hacía un saludo militar y con la izquierda
agarraba un gran fajo de billetes. Y digo curiosamente porque una persona de su
avanzada edad, por lo general, no se distingue por su pericia en la web. De
hecho, él al chat le llama "shaft"… tal vez por alguna reminiscencia gasfiteril
de su infancia.
Me contó que andaba con sentimientos encontrados.
Su ahijada de Punguistán había entrado a la universidad, pero debía recurrir a
la banca para solventar los gastos asociados. En dicha nación hasta las
universidades estatales cobran mensualidad y además muy costosas. Dado su nivel
de irritación, ni se me ocurrió recordarle las muchas veces que me habló de los
beneficios de una economía privatizada. Mas, para mi sorpresa, su rabia
radicaba en una mala aplicación de la propuesta de Milton Friedman del subsidio
a la demanda: lo habían dejado en manos de la banca privada y a altísimas tasas
de mercado.
No por nada, como casi todas las
instituciones poderosas de Punguistán, la banca estaba manejada por la etnia
dominante: los pungas. Quienes la habían convertido, apoyados en la legalidad
punga, en un "ologopolio de usureros" según López. Carita iracunda y fin de la
conversación.
Como el caballero nunca deja de sorprender,
unos días después la siguiente conversación fue a través de una webcam. O sea,
una conversación vía video. Con tantos años de residencia en Punguistán, se le
había pegado la debilidad de los pungas por los anglicismos.
Se le veía bien con su bigote, gafas
oscuras de grueso marco cuadrado y brazos cruzados. Le pregunté por su ahijada
universitaria y me contó que por algunos problemas de su compadre, él pidió un
crédito para los gastos de la colegiatura de la chiquilla. Lo hizo a pesar de
ser una "cabra media pava" y votar por la coalición de esos "upelientos
reciclados en arribistas"… La que para el pesar de la pobre jovencita, pensé,
mantuvo y potenció la mercantilización de la educación. En fin.
Aquí me perdí un poco. Por sus palabras no
sabía si me hablaba de su ahijada de allá o de la que tiene en Shile. Pero
parece que era de la extranjera, pues continuó relatando que en Punguistán esos
créditos son a tasas de mercado punga: se termina pagando el doble o más de lo
pedido.
Y ahí se me fue sulfurando, pues le habían
impuesto "estos …[irreproducible]… usureros" una cuenta corriente de dónde
se le irían descontando las cuotas. O sea, fue víctima de lo que allá se llama
eufemísticamente una "venta atada", lo cual no es otra cosa que una condición
abusiva en una relación comercial desigual. Lo que, me dice López, al ser un
mercado "ologopólico" se repite en todas las instituciones financieras. Para
peor, ¡la cuenta corriente conllevaba cargos! Y por si aún no fuera poco,
cuando estaba firmando la infinidad de papeles del empréstito se fijó en uno
que autorizaba al banco a facilitar, "para su mejor atención" señalaba el
documento, ¡¡todos sus datos personales a terceros!! Es decir, a venderlos en
una base de datos.
No sé si fue la mala conexión o los muchos
y muy violentos golpes que Daniel López daba a su teclado y pantalla mientras
me contaba sus aventuras financieras, pero la cosa es que se cortó la
comunicación vía webcam.
Para mi sorpresa a los pocos minutos, el
Sr. López se aparece en mi chat y escribiendo en mayúsculas. Lo que según las
formalidades electrónicas indicaba su indignación: "Y me ha de creer Ud. que
ese banco es el antiguo banco de fomento estatal ¿Qué queda para los otros
bancos?" No lo paraba nadie: "Porque aquí, señor, hay un ologopolio financiero.
Los siñores políticos dejaron que estos usureros …[irreproducible]… le
chupen la sangre a la ciudadanía, a las PYMES, a la gente de trabajo ¡Yo que
siempre fui partidario del capitalismo popular! ¡¿Cómo se puede desarrollar un
país regalándole la plata a unos cogoteros de corbata?!".
Me mostré extrañado, pues sabía que por dos
décadas gobernaron en Punguistán partidos de centroizquierda… como en Shile.
Fue peor. "¡¿Cuál izquierda?! Esos siñores políticos eran unos piojos
resucitados que querían poder. Además eran pungas. Si acá esos tienen todos los
cargos de poder en el Estado y en las compañías. No importa de qué partido
sean. Son pungas, se comportan como pungas y gobiernan para los pungas". Y
siguieron las mayúsculas: "¡¡Pero si acá hay más de 13 mil reclamos contra el
mercado financiero y nadie hace nada!!… No lo hicieron los ‘upelientos
arribistas’ y tampoco este especulador". "Fíjese -continuó exaltado- que el
ministro de ahora había dicho en septiembre que las condiciones abusivas se
acabarían… ¡Y en noviembre la Superintendencia autoriza las "ventas atadas"!
Y me dijo que esperara porque buscaría algo
en la red.
Pasaron unos pocos minutos y me envía una
información de lo que es algo así como el SERNAC de Punguistán. Versaba sobre
la gran cantidad de reclamos contra el mercado financiero punga: "estos datos
confirman los problemas de este mercado donde los consumidores sufren cobros
indebidos, cargos que no aceptaron, dificultades para saber qué están pagando,
cobranzas abusivas y cambios en las reglas del juego establecidas en los
contratos". Acto seguido y para mi sorpresa me apareció una carita
desconsolada.
Pasó un rato -en el cual dado el cariz de
la citada carita no me atreví a salir del chat- y me pregunta López: "¿Y sabe
cuánto ganaron en los primeros cuatro meses de este año los usureros
…[irreproducible]… del ologopolio bancario?". Tecleé un escueto "?". Sobre
la marcha me contestó: "¡¡Más de mil millones de dólares!! ¡¡En sólo cuatro
meses!!". Glup… Sólo me quedó tragar saliva. Quedé tan sorprendido que
únicamente atiné a devolverle una carita triste y puse "invisible" en mi estado
del chat.
Necesitaba tiempo para ordenar mis
pensamientos. Pobre anciano. A su edad teniendo que pasar por esas cosas y en
un país extraño… Y de pronto me sorprendí a mí mismo preguntándome si su
ahijada de allá volvería a votar por los que la entregaron a los usureros…
Porque por suerte su ahijada universitaria de acá… mmmmm… Mejor me callo,
¿no? Carita desconsolada…
-El autor, Andrés Monares, es antropólogo y
profesor universitario.
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