Cuando hablamos del origen de la filosofía y de la ciencia
en Grecia definimos este proceso como el paso del Mito al Logos. Es un tópico
que habría que cuestionar por dos motivos. El primero porque civilizaciones
como China e India ya habían elaborado un pensamiento muy complejo. El segundo
porque el pensamiento mítico que existía anteriormente en Grecia planteaba a
través de la narrativa un tipo de racionalidad con una lógica propia. Pero lo
que acabo de decir no pretende diluir la innovación que supone la aparición de
la filosofía sino reconsiderarla desde otro punto de vista. El giro que
comienza con Sócrates y Platón es el del pensar crítico, que podemos definir
como la conversión del supuesto saber en creencia. En la India y en China había un
supuesto saber incuestionable, transmitido por la vía de la autoridad. Concebir
este saber legitimado por la tradición como una creencia significa ser capaz de
cuestionarlo y de contrastarlo con argumentos.Pero Sócrates y Platón también
atacaban el relativismo de los sofistas. Porque el relativismo conduce a lo
mismo que el saber dogmático: la incapacidad de considerar que hay unas
creencias que son más válidas que las otras. El postmodernismo actual es la
nueva formulación de este relativismo, donde cualquier creencia es una ficción
que sólo se justifica a partir de sus parámetros culturales. Aunque es cierto
que cualquier saber es una construcción social hay que saber valorar un
discurso cultural desde una cierta razón común.
En el momento actual, en unas circunstancias históricas
determinadas, hay que justificar que es lo que podemos y debemos creer, tanto
desde el conocer cómo desde el hacer. Desde la perspectiva del conocer la
ciencia y la filosofía deberían volver a complementarse y superar así el
divorcio de lo que ha llamado la separación de las dos culturas. Kant
estableció a finales del siglo XVIII, bajo el espíritu ilustrado, una
diferencia entre saber, creer y opinar. La diferencia entre saber, creer y opinar
es que el primero se puede demostrar objetivamente, el segundo implica una
convicción subjetiva pero que debe tener una consistencia propia y en el
tercero no hay ni demostración ni convicción. Pero el positivismo polarizó esta
diferencia sacralizando la ciencia físico-natural, intentando entender la
sociedad bajo este modelo y reduciendo la filosofía al campo de la opinión, de
lo subjetivo. Reducían la creencia a una opinión con la que nos identificamos y
eliminaba una tercera vía entre el saber objetivo y la opinión subjetiva.
Podemos entender el saber como la adecuación entre lo que
pensamos y los hechos tal como se presentan a la experiencia humana. Las
ciencias físico-naturales tienen medios experimentales para fundamentar lo que
dicen pero no hay que perder de vista su carácter provisional y revisable. Pero
las cuestiones que nos importan como humanos tienen que ver con el sentido del
mundo y con nuestras decisiones éticas y políticas. Esto pertenece al campo de
la creencia y no al del saber. La cuestión está entonces en no reducir las
creencias a simples opiniones con las que nos identificamos subjetivamente. Hay
que situar las creencias morales y políticas en un registro inter-subjetivo.
Esto quiere decir que sin ser objetivo no lo consideramos tampoco algo
puramente subjetivo. Lo intersubjetivo es lo que pertenece a lo común, al
diálogo, a lo público. No siempre es posible el consenso pero es necesaria una
deliberación que tenga como horizonte la felicidad de todos.
La primera creencia moral y política que podemos y debemos
tener es que hay que considerar que lo mejor es lo que produce más bienestar al
máximo de personas. La segunda creencia es que el bienestar responde sólo
parcialmente a unos criterios objetivos: trabajo, vivienda, sanidad, educación.
La parte complementaria hay que dejarla al ideal ético de cada cual, que quiere
decir el camino que elige para ser feliz. La tercera creencia es que hay que
potenciar la autonomía y la libertad de los ciudadanos para que sigan su propio
camino, para que desarrollen sus capacidades.
La justicia se basa en el equilibrio entre la igualdad y el
mérito, entre lo que necesita cualquier humano por ser un ciudadano y lo que le
corresponde por su esfuerzo. Podemos creer en una concepción racional de la
justicia y en la posibilidad de alcanzarla a través del compromiso personal y
de la lucha política. Políticamente hemos de creer en la democracia, pero no
como un sistema formal, como nos ha hecho creer la ideología liberal. Hay que
defenderla cómo la consecuencia de la lucha de los excluidos por tener acceso
al gobierno de la sociedad en la que viven. Democracia quiere decir que todos
tienen derecho a decidir en lo que les concierne. También que hay que creer que
la gente no es estúpida sino que en todo caso nos vuelven estúpidos. Que no hay
élites que estén por encima de los demás y que sean los únicos que tienen
capacidad y derecho de gobernar y de decidir. Sabemos que la “La Declaración de los
Derechos Humanos” no se cumple, que no hay que entenderlo cómo papel mojado
sino cómo el producto histórico de la lucha humana por su emancipación. Es una
referencia necesaria porque es un instrumento que tenemos para la denuncia, un
ideal al que aspirar. Igualmente hay que creer que el capitalismo no es eterno
ni tampoco natural y que su lógica del beneficio, irracional e injusta, debe
ser sustituida por la del bien común. Porque sabemos cuales son sus efectos
devastadores a nivel humano y planetario.
Finalmente hemos de creer que en el campo espiritual y
religioso cualquier creencia merece ser respetada si acepta todo anterior.
Chesterton tenía parte de razón cuando dijo que al dejar de creer en Dios
podíamos empezar a creer en cualquier cosa. En ocasiones el ateismo no ha
abierto un horizonte de racionalidad sino de creencias todavía más delirantes
que las que denuncia. Dejemos las creencias religiosas como algo personal y
centrémonos en las creencias que harán de nuestro mundo algo mejor de lo que
es. Creo que la religió debe ser combativo cuando es un obstáculo para el libre
pensamiento y para ua sociedad más justa. El resto, considerarlo como una
opción personal y respetable.-
–Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor
mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo
en otras fuentes.
*Fuente: Rebelión
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