(APe).- Un proverbio alemán muy conocido dice que hay que tener
cuidado de no tirar al bebé junto con el agua de la bañera. Sin embargo,
los alemanes de la ex RDA, en los días que siguieron al 10 de noviembre
de 1989, junto con el Muro de Berlín, la Stasi, la burocracia del
Partido y los símbolos de aquel país-jardín-de-infantes que se había
edificado sobre las ruinas humeantes (y acechantes) del nazismo, echaron
también por la borda las conquistas reales que les había dejado medio
siglo de socialismo.
Por décadas, la burocracia germano comunista
ignoró (o persiguió) a críticos y disidentes como el físico Robert
Havemann, autor, entre otros libros, de Respuestas aclaratorias a la
administración central de verdades eternas (su título ya lo dice todo).
Cuando intentó recuperarlos, para refundar el socialismo en Alemania, ya
era tarde.
Otro tanto ocurrió en la ex Unión Soviética. Antiguos
burócratas del PCUS se reciclaron como empresarios o capomafias; las
empresas del Estado fueron privatizadas sin beneficio alguno para el
pueblo y la brecha social se ensanchó hasta niveles impensables en los
tiempos del socialismo.
Un intelectual germano occidental
-Günther Grass- haciendo un balance de la debacle comunista, señaló con
agudeza que el llamado campo socialista había perdido la gran
oportunidad de reformarse desde adentro en 1968, cuando Moscú mandó a
sofocar con sus tanques la Primavera de Praga. En 1985, cuando Mijail
Gorbachov lanzó su Perestroika y comenzó a hablar del Estado socialista
de derecho, ya era demasiado tarde.
La digresión viene a cuento
de las afirmaciones y desmentidas (y desmentidas de desmentidas) que se
atribuyen a Fidel Castro en relación con varios temas de la agenda
internacional, pero más que nada por la afirmación (publicada en la
revista norteamericana The Atlantic) de que "el modelo cubano no
funciona ni siquiera para nosotros".
Ciertos analistas leen
entrelíneas que el anciano líder de la Revolución comienza a abrir la
puerta a una gran reforma económica en la isla, y que ello traerá
aparejadas reformas políticas y cambios en la vida social y cultural.
Pero sería muy triste -pensamos- que Cuba, en esta nueva encrucijada de
la historia, reniegue de sus conquistas, enajene el patrimonio público y
vuelva a parecerse (en lo peor) a sus hermanos más pobres y postergados
de América.
Cuba y los ODM
En un reciente informe
titulado Progreso para la Infancia. Lograr los Objetivos de Desarrollo
del Milenio con equidad, Unicef alerta sobre el crecimiento de la tasa
de mortalidad infantil en el mundo, particularmente en el 20% que
representa a la franja más pobre de la población.
Aunque el
acceso al agua potable hoy está garantizado para el 87 por ciento de los
habitantes del planeta, carecen del insumo vital 884 millones de
personas, en su mayor parte distribuidas en áreas rurales del Africa
subsahariana y el Asia meridional. "Los niños de los quintiles más
pobres de sus sociedades -dice el Informe- tienen dos veces más
posibilidades de tener mayor riesgo de retraso en el crecimiento, en
comparación con los de los quintiles más ricos".
El pasado 5 de
septiembre, en La Habana, la doctora Angela Ferriols, junto a otros
integrantes del Instituto Nacional de Investigaciones Económicas cubano,
presentó un informe preliminar relacionado con los Objetivos del
Milenio, detallando que tres de esos Objetivos ya se han cumplido
(educación universal, igualdad de género y reducción de la mortalidad
infantil); tres se cumplirán probablemente antes de 2015 (erradicación
de la pobreza extrema y el hambre, mejora de la salud materna y avances
en el combate al VIH/Sida, el paludismo y otras enfermedades) y dos
están potencialmente cumplidos (sostenibilidad ambiental y alianzas
globales para el desarrollo).
Luego de la exposición de Ferriols,
otro funcionario, Abelardo Moreno, expresó que más allá de la inminente
reforma en la Carta de las Naciones Unidas, "existe la imperiosa
necesidad de que el mundo avance en el cumplimiento de los Objetivos del
Milenio, como premisa básica para salvar la vida de millones y millones
de seres humanos".
Ya pasaron diez años desde el lanzamiento de
los ODM y todavía un gran número de países se excusa por no poder
brindar información confiable y auditable de los progresos en su
cumplimiento. Sin embargo Cuba, un pequeño Estado socialista con varias
asignaturas pendientes en otras dimensiones de la vida pública, puede
mostrar orgullosa los resultados de su trabajo y de su esfuerzo.
El legado más importante
Decía
la ensayista y pensadora argentina Fina Warschaver (1919-1989) que
acaso la misión del socialismo, en el mundo, sea cumplir acabadamente,
profundamente, con el programa original de la Revolución Francesa,
expresado en la consigna Libertad, Igualdad, Fraternidad. La tesis
merecería un debate. Porque si una cosa no pudo cumplir el capitalismo
(y para muestra, veamos el calamitoso estado social y ambiental del
planeta, a principios del siglo XXI), es la libertad de millones de
personas que siguen sometidas a la esclavitud del hambre y el
analfabetismo, la igualdad de oportunidades y de chances de vida para
cada niño que nace y la construcción de una sociedad fraterna, donde los
hombres sean hermanos sin importar su credo ni su bandera, y se
reconozcan como tales.
En los textos fundacionales del marxismo,
con ímpetu positivista, Marx y Engels nos hablaron de un socialismo
científico, llamado a superar las limitaciones del denominado socialismo
utópico (Owen, Fourier y otros).
Un siglo y medio después, al
desmembrarse el campo socialista tras la caída del Muro de Berlín, Fidel
Castro lanzó desde Cuba la consigna "Marxismo-leninismo o muerte" (tal
vez se perdió allí -pensamos- la oportunidad de dar paso a la generación
de relevo e iniciar un proceso de reformas).
No obstante
-transcribimos aquí algo publicado hace mucho tiempo- "es en la crítica
donde el pensamiento socialista se diferencia de la religión y del
pensamiento dogmático. No tenemos Santo Sepulcro y hasta el Sagrado
Corán puede ser refutado" (Nuevo Sur, 28/8/90).
La lucha utópica
(no en el sentido de onírica o de irrealizable) por construir un mundo
de justicia y hermandad, está jalonada por el sacrificio de cientos de
miles de militantes, en tiempos de guerra y tiempos de paz. Hombres y
mujeres que no pidieron nada y entregaron todo. Ni adentro ni afuera de
la isla de Cuba, ni en las alturas o bajuras de ningún gobierno, podemos
menospreciar, olvidar o desentendernos de ese legado.
¿Socialismo utópico? ¿Por qué no?
Miércoles, 15 de Septiembre de 2010
*Fuente: Agencia Pelota de Trapo
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