Para los que vivimos fuera de Chile, la tragedia de los mapuche es algo que nos roe por dentro.
Intentamos entenderla, pensando en posibles soluciones y arreglos y terminamos en un túnel negro donde no se ve una salida.
La distancia nos ha permitido a muchos discernir un Chile más claro,
mas verdadero, donde la inflada autoapreciación nos hace reír; al
mismo tiempo, esa cultura popular, carcomida por mitos ridículos y
creencias ilógicas aparece delineada claramente. Salir del país es
saludable y vivir un par de años afuera es mucho mejor.
Vivir afuera no significa vivir 100% afuera. El chileno en el
extranjero sigue “viviendo” en Chile, mas aun hoy, a través de la
información instantánea de internet. En la mayoría de los casos, la
vivencia en el extranjero simplemente significa no sufrir el
sofocamiento que se sufre en el país, escuchando la repetición constante
de valores, ideas, y apreciaciones que simplemente no tienen valor ni
histórico ni lógico.
“País de poetas”… seguro. “Gente orgullosa de lo que son”…seguro. Quizás
el sarcasmo mas grande es darnos cuenta que en nuestro subconsciente
colectivo habita una persistente vergüenza de ser lo que somos, una
mezcla difícil de separar. Lo cierto es que desde niños se nos educa en
querer ser otra cosa, algo extranjero, exótico, foráneo.
Y esto no es reciente ni es culpa del neoliberalismo que nos ahoga.
Pensemos en esta terrible ironía de nuestra historia: nuestros dos
poetas principales, nuestros premios Nobel, apenas comienzan a definirse
como poetas lo primero que hacen es cambiarse sus nombres por nombres
extranjeros.
Así, los chilenos de afuera nos reímos cuando leemos titulares como: “
Chilenos arrasan en Nueva York,” “Deslumbran al público de Madrid”.
“Europa se admira”… de esto y lo otro. Nos reímos discretamente porque
sabemos que no existe tal éxito arrasante, ni tal admiración completa.
Los valores sociales que le hacen zancadillas a nuestra psiquis se
manifiestan en el código secreto de nuestro lenguaje: “tiene pinta de
chileno”, “es medio indio para sus cosas…”, ‘’…la niñita le salio medio
indiecita..” Nos sugiere que somos un país ocupado por valores
extranjeros, impuestos por nosotros mismos, a través de los años y las
décadas. Nuestro tronco emocional es inseguro.
Lo curioso es –para los que hemos leído cientos de artículos de
periodismo extranjero durante décadas- que los extranjeros no nos ven
como indígenas. Nos ven como personas con idiosincracias distintas,
costumbres distintas. La apariencia casi no genera comentarios.
Pero, como país, nos ven principalmente como un ente subdesarrollado,
cuya supervivencia económica esta basada en exportaciones de minerales,
productos agrícolas y otros recursos naturales.
Pero hay otro producto que distintos gobiernos han tratado de exportar por décadas y ese producto es la imagen de Chile.
Un amigo me comenta: “puchas, esta cuestión de los mapuche nos esta
dando mala imagen.” Y en los últimos días veo que en los diarios
aparecen comentarios de ‘sabios’ locales, los cuales advierten sobre
el daño que puede causar a la imagen internacional el conflicto con los
habitantes originales de nuestro sur. Imagen, imagen, imagen…
En la importante sección “Week in Review” del NY Times, el 12 de este
mes, Alexei Barrionuevo, el corresponsal para America Latina, basado en
Brasil, titulo su articulo sobre Chile, “Una Mina de Riquezas y un Hoyo
Negro Económico” (economic sinkhole).
Y comenta que los mineros son esencia un “constant remainder of how
dependent Chile remains of natural resources as the principal engine of
its economy.” Y advierte como China hará esta trampa, en la cual se
encuentran atrapados los países sudamericanos, mas difícil de escapar.
Chile, un país con una diminuta industria y un ego gigante –y aquí
retomamos el hilo del conflicto mapuche— que no quiere aceptar su
naturaleza preindustrial, prefiriendo su barniz de europeismo y pseudo
desarrollo. No entiende que su ser, su cultura, su origen, están
increíblemente unidos a lo mapuche. Que si vamos a hablar de un Chile
verdadero, autentico, lo mapuche está en su centro.
Los mapuche son atacados desde varios ángulos. Los dos principales
parecen ser el económico y el cultural. Es claro que la economía actual y
sus valores ven a los mapuche como un impedimento, un obstáculo a un
mayor desarrollo ( mas exportaciones de reservas naturales ), mientras
que su maquina cultural, impuesta por dos cadenas de periódicos y las
cadenas de televisión, quiere eliminar toda conexión cultural y
emocional con su ser original. Eso se llamaba en tiempos más salvajes,
“matar dos pájaros de un tiro”.
Parece también que creen que si se logra destruir todo lo autentico, lo
original, con sus fallas y cualidades incomprensibles –eso que hace un
país con raíces, con singularidad en vez de ser un grupo de emigrantes
sin conexión a la tierra y el pasado– un país avanzado y exportador.
El subtexto es que sin los mapuche entonces se podrá exportar más y se
podrá imponer ese espejismo que somos europeos, sin sangre indígena,
gente sin conexión con la tierra.
Piñera tiene un futuro muy difícil frente a él; hay decisiones muy
difíciles que tomar. Pero su lugar en la historia chilena se definirá en
base a lo que decida y escoja.
La decisión fácil: Simplemente dejar que el tren siga avanzando por ese
túnel negro, sin luz, apoyándose en esa cultura castrante, egoísta,
nutrida por leyes como las que hoy se usan contra niños, mujeres y
hombres .
O la decisión difícil: Aquella que le hará pasar a la historia como un
político y gobernador iluminado y orgulloso de su pasado. Esta
decisión, sin embargo, le exige avanzar sin un argumento pre-diseñado,
caminando como lo han hecho los notables líderes de la historia: solo,
armado únicamente con valores superiores.
Si se decide por este último camino, al otro lado del túnel, el paisaje
será luminoso y mucho menos difícil. Solo habrá que crear las
estrategias y valores culturales que enseñen a nuestros niños que no
somos extranjeros, que si miramos ahí no mas, nos encontraremos con que
allí están nuestras raíces.
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