Por qué Chile es el décimo país más desigual de La Tierra
por Andrés Figueroa Cornejo (Chile)
14 años atrás 12 min lectura
Los resultados de la encuesta Casen confirmaron dramáticamente las
inequidades sociales que reinan en el país; cómo la crisis económica la
pagan los pobres; la bancarrota de las políticas públicas, y la falsa
relación entre crecimiento y equidad.
"Cuando tenga un millón,
cuando seamos ricos /
Me compraré zapatos,
Te compraré un vestido /
Te llevaré al paseo,
donde pasan los gringos /
y compraré una caja
entera de cigarrillos"
David Turkeltaub
Como el mundo actual está muy lejos de ser el mejor de los posibles, la
mitad de la población planetaria (alrededor de 3 mil millones de
personas) sobrevive con menos de dos dólares diarios (1.060 pesos); y
mil 200 millones, lo hacen con menos de un dólar (530 pesos).
Hace décadas que la humanidad está en condiciones de alimentarse
adecuadamente. Sin embargo, 30 mil personas, niños y adultos, mueren de
hambre o de enfermedades curables al día. En las regiones más pobres de
La Tierra, fallecen 500 mil mujeres al año durante la gestación, y en el
mismo lapso, 9 millones de niños sucumben antes de cumplir los cinco
años.
51 de las 100 entidades económicas más poderosas del globo son
corporaciones multinacionales; las 49 restantes son Estados. Asimismo,
los intereses estratégicos de las transnacionales y los Estados están
entramados sanguíneamente. En el mismo sentido, apenas 100 individuos
concentran tanto dinero como la mitad del orbe. De acuerdo a un estudio
de la Organización de las Naciones Unidas, hoy el 1 % más rico posee el
40 % de la riqueza del mundo, en tanto el 10 % concentra el 85 %.
Conforme a una investigación realizada por el Programa de las Naciones
Unidas para el Desarrollo (PNUD) sobre 52 naciones del mundo, de las 15
más inequitativas socialmente, 10 están en Latinoamérica, y Chile es el
quinto país más desigual, luego de Brasil, Ecuador, Haití y Bolivia. El
método que se emplea está ligado al indicador que resulta del
coeficiente Gini, un número que se mueve entre 0 y 1, donde 0 es la
igualdad perfecta y 1, lo contrario. Chile ostenta un 0,55, la misma
cifra que reveló la Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional
(Casen) 2009, y eso que el PNUD empleó datos de hace 5 y 10 años atrás.
Primero aumentaron los pobres
Hace casi un mes, la estatal encuesta Casen 2009 (que no considera los
efectos del terremoto de febrero de 2010), señaló que la pobreza en
Chile habría aumentado de un 13,7 a un 15,1 %, entre 2006 y 2009. Sin
embargo, esos porcentajes se basan sobre una canasta que corresponde a
1987, es decir, a hábitos de consumo de más de 20 años atrás. Tan
grosero es el fraude de las cifras de Piñera –cuyo método también empleó
convenientemente la Concertación- que Felipe Larraín el 2007, cuando
todavía no pensaba ser ministro de Hacienda, refutó los números de la
miseria del gobierno de Bachelet. En la ocasión, frente al supuesto 13,9
% de pobreza que anunció triunfalmente la ex mandataria, Larraín hace
tres años afirmó que el porcentaje en realidad bordeaba el 30 % (más de 4
millones de personas bajo la manipulada “línea de la pobreza”). Empero,
ahora que Felipe Larraín es autoridad, cierra la boca, mientras su jefe
ocupa la misma metodología caduca que usó la Concertación.
Ahora bien, tanto si se utiliza la metodología norteamericana, como la
europea, la llamada “línea de la pobreza” se amplifica entre un 40 a un
60 %. Y de acuerdo a una investigación realizada por el economista
Marcel Claude, sobre la base de una canasta más realista que la
utilizada por la Casen, la pobreza en el país llega al 90 % de la gente.
El turno de la inequidad abismal
El lunes 27 de julio, como si fuera un dato de otro mundo, el ministro
de Planificación y Desarrollo, Felipe Kast, notificó que la misma
encuesta Casen 2009 habría arrojado un estruendoso aumento de la
inequidad social en Chile respecto de 2006. En la ocasión, el ministro
explicó que “los resultados indican un quiebre en la tendencia hacia una
menor desigualdad en la distribución de los ingresos desde el 2000”.
Como era de esperar, el gobierno de Piñera culpó a la administración
Bachelet del abismo social que existe entre la población, y Bachelet se
excusó malamente, asegurando que “Sin las decisiones que se tomaron (en
mi mandato), la pobreza hubiera sido mayor”.
Lo cierto es que mientras en el 2006 el 10% más rico tenía un ingreso 53
veces superior al 10% más pobre, esa distancia hacia el 2009 se empinó a
79 veces, es decir, un aumento sideral del 50% en la desigualdad entre
los extremos medidos. Ello, pese a que el 10% más rico incluye a muchas
personas que deben intentar arribar a fin de mes con 400 mil pesos (769
dólares), según la Casen de 2006.
Pero eso no es todo. Al interior del propio 10% más rico (décimo decil)
hay una desigualdad tan manifiesta, que es precisamente en ese tramo
donde se ofrecen las mayores diferencias de ingreso. Para el 2006,
mientras la disparidad entre los que ganaban más dentro del 90% más
precario de los chilenos (los primeros 9 deciles) y el promedio de
ingresos de esos grupos era de 1,25 veces; en el 10% más rico la
desemejanza alcanzaba la friolera de 36 veces.
En buenas cuentas, la concentración del ingreso estaba en el límite
superior del denominado 10% más rico. Es allí donde se produjo el mayor
crecimiento del ingreso el 2006.
Cifras inimaginables
Desafortunada o premeditadamente, ahora el gobierno no dio la
información sobre los ingresos mínimos y máximos para el 2009, por lo
que no resulta sencillo establecer la tendencia que muestra la
desigualdad en Chile en términos más detallados. Sin embargo, es dable
suponer que las distancias entre los máximos ingresos y los promedios de
2006 se repitieron el 2009, y considerar de forma fehaciente el aumento
del ingreso del 10% más rico entre el 2006 y el 2009 (14%), así como la
reducción del ingreso del 10 % más pobre (que se derrumbó un 24%).
Entonces se puede afirmar –incluso subestimando los datos-, el
engrosamiento de la desigualdad entre los máximos ingresos de los más
ricos y los máximos ingresos de los más pobres. Si el 2006, el que más
ganaba de los ricos enseñaba un ingreso mensual de 32 millones de pesos
(61 mil 500 dólares), el menos pobre de entre los pobres recibía un
ingreso de 33 mil pesos (63 dólares), lo que revela una diferencia de
97.600 % en ese momento.
¿Qué ocurre el 2009? Si se toma el máximo ingreso de los más ricos el
2009, se observa una cifra de 47 millones de pesos mensuales (90 mil 400
dólares) y para los más pobres, el mayor ingreso sería de 22 mil pesos
(42 dólares al mes). Esto es, la brecha entre el ingreso máximo del 10%
más rico versus el ingreso máximo del 10% más pobre se habría encumbrado
-por lo bajo- a 2 mil doscientas veces, es decir, una diferencia de
220.000%.
En tanto la diferencia entre el 10% más rico -que incluye a sectores
medios- y el 10% más pobre creció en un 50%, la desigualdad entre el
ingreso de los más ricos de entre los ricos y del 10% más pobre se
disparó nada menos que en un 124%.
Como si no fuera suficiente, las políticas sociales de los últimos años
–“orgullo” de exportación de la Concertación- no sólo han sido inútiles a
la hora de reducir la pobreza y la desigualdad, sino que, además,
redujeron la capacidad de los pobres de generar su propio ingreso, pues
mientras en el 2006 eran capaces de ganar por sí mismos 20 mil pesos hoy
ni siquiera llegan a los 15 mil pesos
Las razones de la fractura social
Para el economista y académico Claudio Lara, "Los resultados de la
encuesta Casen, además de poner en vitrina el aumento de los niveles de
pobreza y el crecimiento de la desigualdad social, dieron una verdadera
bofetada no sólo a la política social del gobierno anterior, sino sobre
todo al modelo económico que ha imperado en el país durante los últimos
35 años”, y agrega que “Estamos frente a un sistema que, por un lado,
genera a los grandes empresarios que operan en el país gigantescas
rentabilidades en plena crisis, y que, por otro lado, ofrece un ‘mercado
laboral’ con escasa capacidad de crear empleo para la mayoría de los
trabajadores. Ello se expresa en la persistencia de altos niveles de
cesantía, y cuando se llega a crear trabajo, es en gran parte ‘empleo
indecente’ (precarizado y esporádico). En rigor, a la hora de discutir
sobre distribución del ingreso, hay que comenzar por analizar la
distribución entre salarios y rentabilidades empresariales".
Patricio Guzmán S., también economista y académico, explica que la Casen
“demostró que no todos se han ajustado el cinturón durante la crisis
económica en curso, pues las familias del decil más rico vieron crecer
sus ingresos desde la encuesta anterior de manera más que importante,
mientras los más pobres empeoraron. De esta manera, una vez más tenemos
evidencias de una relación entre pobreza absoluta y desigual
distribución de la riqueza en el país. Cosa que el titular del Mideplan,
pasa por alto, aferrado al dogma neoliberal que dicta que las políticas
públicas deben focalizarse en la pobreza extrema y no en el problema de
la extrema desigualdad de la distribución de los ingresos”.
Por su parte, el especialista en economía en el ámbito del trabajo y las
estadísticas, Rafael Agacino, indica que existe una relación estrecha
entre, por un lado, la pobreza, y por otro, el mundo del trabajo y la
“fragmentación productiva” (una forma de organización /encadenamiento de
la producción de bienes y servicios que liga a las grandes empresas con
las medianas, pequeñas y micro empresas e incluso con los trabajadores a
domicilio). Asimismo, Agacino asegura que “a diferencia de países en
los cuales hay una gran masa de población rural y/o indígena, en Chile
un segmento importante de pobres no debe su condición a estar "excluido"
de la actividad económica sino por el contrario, por estarlo, pero bajo
condiciones de precariedad”.
Es más, Rafael Agacino declara que en el país, la conexión entre la
dinámica del crecimiento (o decrecimiento) y la pobreza, mediada por un
mundo del trabajo flexible y por una organización industrial que
masifica la externalización como mecanismo de ajuste, “no garantiza a
quienes salen de la pobreza – por ejemplo en un ciclo ascendente- que
esta situación sea perdurable e implique movilidad social ascendente de
largo plazo. Por ello, cada vez que el ciclo va a la baja,
inmediatamente – casi como piloto automático- se deja a sentir en los
ingresos de los trabajadores, especialmente en aquel sector
"desprotegido" o flexibilizado. Es decir, sea por los despedidos
"fáciles" (trabajos temporales o parciales) o por ajustes instantáneos a
la baja de los salarios (por la vía de la parte variable de los
salarios), o sea porque las grandes empresas dejan de comprar, retrasan
pagos o rebajan los precios a la red de pymes, micro y/o trabajadores a
domicilio, finalmente el ajuste lo paga la fuerza de trabajo con rebajas
en sus salarios o desempleo, o ambas cosas, afectando sus ingresos
autónomos (sin subvenciones). Esto explica porqué la pobreza el 2009,
frente a una fuerte caída de PIB (valor monetario total de la producción
corriente de bienes y servicios de un país durante un período de tiempo
de normalmente un año) de 1,7%, debía aumentar. Y así fue, a pesar del
esfuerzo en el gasto fiscal que desplegó el gobierno de Bachelet”.
Pero también la sociedad entre crecimiento y desigualdad queda mediada
por los mismos factores. Nuevamente un mundo del trabajo flexible y la
fragmentación productiva, bajo la manera chilena, “precaria y
depredadora, puede hacer que incluso en ciclos de crecimiento, no mejore
la distribución del ingreso. Así fue durante el largo período de los
gobiernos de la Concertación que, salvo los años 1999 y 2009, siempre
mantuvo tasas de crecimiento positivas del PIB, incluso en la década de
los noventa con una tasa media anual en torno al 7%”, añade Agacino y
completa que “Lo anterior se hace más evidente cuando se revisa la
distribución "funcional" del ingreso (el reparto del PIB entre capital y
trabajo) que viene de los datos de Cuentas Nacionales, o de una manera
mas indirecta, a través de la distribución de los "ingresos autónomos" –
es decir, excluido el gasto fiscal social que luego se suma a los
ingreso familiares- que entrega la Casen. En uno u otro caso, la
medición recoge un resultado más cercano a las relaciones de fuerza que
se dan en el mundo del trabajo, y es claro que en las condiciones
actuales, se sabe cuál es el eslabón más débil. Así, el mundo del
trabajo y la fragmentación productiva bajo las formas de la
subcontratación y encadenamientos, tienden a transformarse en mecanismos
de reproducción de la pobreza para un gran contingente de trabajadores
"desprotegidos" que entran, salen y vuelven a entrar cíclicamente al
‘mercado del trabajo’, y en general es un mecanismo reproductor o
amplificador de la desigualdad. Es claro que "la crisis no la pagaron
los patrones". Y esto no es producto de una maldición mística, sino el
resultado directo de nuestra debilidad para cambiar la correlación de
fuerzas en nuestros lugares de trabajo y para hacer valer la voz de los
trabajadores en los espacios en que se deciden las políticas económicas y
las reglas de este modelo implantado por la dictadura y legitimado por
la Concertación”.
lunes 9 de agosto de 2010
*Fuente: Argenpress
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