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«Que los viejos se vayan a sus casas. No querrán que un día los jóvenes los echen al cementerio»

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“Que los viejos se vayan a sus casas. No querrán que un día los jóvenes los echen al cementerio”. (Vicente Huidobro, “Balance Patriótico”, agosto, 1925).

Hace pocos días parecía que la elección presidencial del Bicentenario se iba a reducir a un fácil paseo entre los representantes del bipolio Concertación-Alianza – Eduardo Frei – Sebastián Piñera- una perfecta colusión – como dice Marco Enríquez-Ominami – más allá de las apariencias, no muy distinta de  aquella de las Farmacias, incluidas las pequeñas, que habían sido aniquiladas por la llamada “guerra de precios”, la que terminó, al descubrir la baja rentabilidad, en una colusión para alzarlos. Aun cuando Ud. no lo crea, en política ocurre algo similar: cuando hay elecciones los precios de oferta a los sufragantes son muy bajos y los ofertones sobran, lo que equivale a “llegar y llevar”; como dice el candidato presidencial antes citado, “se candidatea con promesas y, posteriormente, se gobierna con explicaciones”.

Don Diego Portales era muy diablo al sostener que la aristocracia chilena, que después devino en plutocracia y hoy en casta, puede ser fácilmente manejada por el famoso “peso de la noche”, es decir, una larga siesta en que todos están contentos por el reparto de empresas, sean estas privadas o estatales, o cargos burocráticos, todos ellos dependientes de una monarquía presidencial; en el caso de diputados y senadores, de los jefes de partido, que juegan con el mapa de las circunscripciones, distritos e, incluso, municipios. Don Pedro Aguirre Cerda, con razón, decía que Gustavo Ross Santamaría quería comprar el Estado, al igual que lo hacía con las acciones – cualquier parecido con la actualidad es mera coincidencia- por favor, no sean mal pensados.

Súbitamente, este tranquilo panorama de sueños autocumplidos se ve opacado por el crecimiento, para ellos inesperado, de la candidatura de Marco Enríquez-Ominami quien, de tener cero en las encuestas de opinión, en el mes pasado llegó al 5% y, actualmente, al 10%. Extrañamente, ese electorado antes tan domesticado y fácil de ser repartido entre los candidatos duopolio da muestras de haberse rebelado, dándose licencia de descontento con tan dorado cautiverio. “¿Acaso no lo hemos tratado bien?” ¿No nos hemos sacrificado, en el servicio público para que tengan buenas escuelas y hospitales y salarios y contratos a nivel de los países desarrollados?”, me decía, consternado, uno de aquellos militantes que aún quedan en los partidos tradicionales. ¿No será que estamos tratado con unos rotos mal agradecidos que, cuando se les da la mano se quieren apropiar de nuestras canonjías?

El Chile del Bicentenario estaba un poco a destiempo con los enormes cambios que están ocurriendo en el mundo, principalmente en América Latina. En Ecuador acaba de ser reelegido un inteligente y joven presidente, perfectamente identificado con su pueblo, Rafael Correa; en Bolivia, hace más de dos años que gobierna un representante de la mayoría aymará; en Venezuela hay una revolución bolivariana y los viejos partidos, COPEI y Adeco, no dan pie en bola; incluso, en Estados Unidos Obama despierta esperanzas, si lo comparamos con le derrumbe a quien los llevó el genocida George W. Bush. En Chile tenemos, hasta ahora, a la querida y cercana Michelle Bachelet, pero para el Bicentenario es casi seguro que tendremos, directamente en el poder, a uno de los viejos líderes emblemáticos del bipolio.

No creo que la historia entregue lecciones – pues nunca se repite – sin embargo, parece evidente que siempre las castas en el poder se dan cuenta muy tarde de que los jóvenes, los pobladores y el resto de la gente sencilla y auténtica, que vive, trabaja y ama, rechaza la vieja forma de hacer política. Los sueños, la esperanza – que es como la parafina para vivir – no se vende en este gran almacén que, a veces, es nuestro país. Hay un agotamiento visible, evidente, palmario, que se puede sentir y tomar con los dedos de la mano, de la partidocracia, de la plutocracia, la pitutocracia, la tecnocracia, la burocracia, la vía chilena al enriquecimiento sin escrúpulos…¿Qué tiene que ver con la vida diaria el 75% de los chilenos que gana menos de $250.000 mensuales, o de los 800.000 cesantes, una disputa entre millonarios para determinar hacia dónde van millones de dólares en acciones, aparentemente entregadas en fideicomiso ciego, (sordo, cojo, mudo…), entregadas a agencias financieras de la misma casta?

¿Quién va a creer, salvo que sea muy ingenuo, que con el acto de colocar el dinero en financieras se va a terminar en Chile la colusión entre los negocios y la política, cuando esta relación es de la esencia de todo estado plutocrático? ¿Acaso alguien puede pensar que Chile será un Estado moral, transparente, controlado por los ciudadanos, por el solo hecho de dictar leyes? Sólo Savonarola, en pleno Renacimiento, trató de implantar una teocracia de rígidas normas – y miren uds. lo que le ocurrió-.

En estos días ha reaparecido el famoso tema de las generaciones que trata brillantemente el filósofo español José Ortega y Gasset; este autor dividía las generaciones en cada quince años y aquella que debía gobernar iba de los 35 a los 50 años de edad. En el caso de las elecciones chilenas, casi todos los candidatos son mayores de 60 años; al parecer, los únicos que marcarían la excepción serían Marco Enríquez- Ominami, Pamela Jiles y, tal vez, Alejandro Navarro. Un país gobernado por gerontes puede convertirse en un desastre anquilosado, siempre mirando para atrás, como el cangrejo, en consecuencia, creo que sería bueno y saludable para Chile seguir el consejo de gran maestro español. ¿No creen ustedes que falta un poco de aire fresco?- con el mayor de los respetos para nuestros ancianos prohombres.

En búsqueda de textos que avalaran mi hipótesis con respecto a la necesidad de una revolución joven, no violenta, en base al sufragio y a propuestas creativas, responsables, encontré un escrito de nuestro gran poeta creacionista, Vicente Huidobro, que otrora fuera candidato presidencial,  con muy poco éxito electoral, pero que remeció la conciencia de los chilenos. El Chile que describe Huidobro es casi igual al del próximo Bicentenario: son las mismas llagas, la misma exclusión, la misma miserable política plutocrática, la misma carencia de oportunidades para los jóvenes, la misma brecha entre ricos y pobres, la misma excrecente educación y salud. Nuestras riquezas, al igual que hoy, estaban en manos de los extranjeros, que contrataban tinterillos para defenderlos en los pleitos.

“Un país que apenas a los cien años (actualmente doscientos) está viejo, carcomido, lleno de tumores y de supuraciones de cáncer, como un pueblo que hubiera vivido dos mil años y se hubiera desangrado en heroísmo y conquistas”

“Todos los inconvenientes de un pasado glorioso pero sin gloria. No hay derecho para legar a la decadencia sin haber tenido el apogeo”

“Un país que muere de senectud, todavía en pañales, es algo absurdo, es un contrasentido, algo así como un niño atacado de arteriosclerosis a los 11 años”

“Chile aparece como un caballo muerto, tendido a lo largo de la cordillera de Los Andes”

“Algo huele a podrido en Dinamarca, decía un autor inglés. Todo huele a podrido en Chile”

“Los políticos se cotizan como las papas”

“Vengan los cuervos, Chile es el gran panizo, a la chuña, señores, corred que quedan las migajas sobre la mesa. ¡Es algo que da náuseas!”

“El país no tiene confianza en los viejos. No queremos nada de ellos, el que no se ha vendido está esperando que los compren”.

“Todo lo grande que se ha hecho en América y, sobretodo, en Chile lo han hecho los jóvenes, así no pueden reírse de la juventud. Bolívar activo a los 26 años, Carrera a los 22, O`Higgins a los 34, Portales a los 36”.

“Que se vayan los viejos y que venga la juventud limpia y fuerte con los ojos iluminados de entusiasmo y esperanza”.

“La historia financiera de Chile se resume en la biografía de unos cuantos señores que asaltan el erario nacional”.

“El Congreso es una feria de la imbecilidad, un Congreso de onces buenas y discursos desastrosos”

Con esto termino algunas frases marcadas del “Balance Patriótico” de nuestro gran poeta  Vicente Huidobro. Pareciera que todas – o casi todas- están escritas para el Chile de hoy; esta es la gracia de los grandes genios, cuyas letras perviven en el tiempo y están como acusándonos, o mejor, llamándonos a la acción.

Como decía el gran escritor Miguel de Unamuno, en el prólogo de la vida de Don Quijote y Sancho Panza, mejor que ir a liberar la tumba de Jesucristo – como lo hacían en Las Cruzadas- sería iniciar el viaje para liberar a aquella del “gran caballero de la Mancha”, es decir, los ideales, la esperanza, frente a la miseria de un país donde todo se vende y todo se mide según el dinero que se tiene.

Liberar a Chile del secuestro perpetrado por las castas respecto de la sociedad civil es la gran y urgente tarea de los jóvenes, de las mujeres, de los pobladores, de los intelectuales y artistas no contaminados. La gran tarea de nuevo se ubica en la no violencia activa, tal cual lo propusiéramos previo al plebiscito de 1988. 
27/04/09

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