Hace algún tiempo, no mucho por desgracia dada la frecuencia de los horrores que desencadena Israel de manera cíclica, nos referíamos a la profundidad que alcanzaba el sentido genocida que se arraigó en un pueblo al que sus remotos antepasados les asignaran la calidad de nación elegida por Dios. Decíamos, atrayéndonos las iras no sólo de sionistas y filosionistas lo que resultaba lógico, sino también las de fraudulentos progresistas e izquierdistas, decíamos en esos artículos que el daño más grande que hiciera el nazismo a los judíos no fue el horroroso martirio y muerte de seis millones de sus connacionales en aquella vergüenza de la humanidad que fuera el holocausto, sino haberles traspasado la metodología del exterminio racista, el arte de matar sin discriminación, de pisar inmisericorde la vida de niños, mujeres, ancianos y hombres de naciones prácticamente indefensas. La ferocidad del neofascismo sionista destruye no sólo la existencia de estos seres, sino arrasa sus bienes y sus viviendas, siguiendo el modelo nazi aplicado, entre otros lugares, a la ciudad de Lídice a manera de venganza por la muerte de Reinhard Heydrich, el carnicero de Praga.
Decíamos también que, además de la metodología de los genocidios, es decir asesinar de manera masiva para sembrar el terror y la sensación de invulnerabilidad, el sionismo tenía como vértice común con los nazis la prédica de la raza superior, elevada por sobre el común de los mortales y que les otorgaba la justificación, biológica en el caso de los nazis que se adjudicaban superioridad genética, y divina en el caso de los judíos que se autoadjudican la calidad de pueblo elegido por Jehová. La conclusión lógica de esta aberración religiosa, es que lisa y llanamente Dios no es de todos los hombres como predicó Jesucristo —lo que, dicho sea de paso, le costó la vida a manos de su propia raza— sino que su pasaporte tiene la estrella David tanto en la portada como en las visas que cada cierto tiempo le timbra el estado de Israel para que proteja estas masacres.
A los exterminios de Qaba, de Sabrá y Chatila sólo por nombrar algunos, o el más reciente contra funcionarios de la ONU entre el 27 de diciembre y el 18 de enero bautizada por Israel como “Operación Plomo Sólido” y donde se utilizó fósforo blanco, un arma química prohibida por la propia ONU la cual, y entre paréntesis, se utilizó como excusa por EE.UU. para aplastar a Irak, se agrega ahora este ataque cobarde y artero realizado esta mañana contra una flotilla de barcos civiles que llevaba ayuda humanitaria a la franja de Gaza, bloqueada y cercada por Israel esperando matar por hambre a sus habitantes, método también utilizado por los colegas nazis del sionismo.
Las noticias llegadas hasta ahora hablan de un número indeterminado de muertos y heridos en esta misión humanitaria auspiciada por el gobierno turco y varias ONG, entre ella la ONG turca IHH. Entre sus participantes había 12 ciudadanos norteamericano por lo que se espera que el gobierno norteamericano se pronuncie ante esta nueva felonía de sus aliados en oriente medio. Uno de los agravantes más repudiables, además naturalmente del asesinato de personas indefensas, es que el ataque por parte del comando de elite israelita se produjo en aguas internacionales, lo que desde el punto de vista del derecho internacional es una agresión que debe involucrar a todo el planeta.
Respecto de esto último, ya se encuentran reunidos de urgencia “los simpáticos inoperantes”, como llamó Mafalda a la ONU para analizar los hechos. Pero como es de suponer, de esta reunión no nacerá nada, dado el poder de veto que tiene EE.UU. en el Consejo de Seguridad que ha bloqueado sistemáticamente cualquier medida que afecte a los sionistas. Es el salvoconducto empleado por Tel-Aviv para masacrar y agredir impunemente desde que se rompiera el equilibrio internacional con el derrumbe del sistema socialista de naciones.
Avala esto la presencia del sionismo a todos los niveles en gobiernos y puestos claves en el mundo, donde actúan como la quinta columna que garantiza las arbitrariedades y el genocidio lanzado contra los palestinos y extendido a otros países limítrofes en todos estos años.
Es de esperar, como hemos esperado tantas veces de manera frustrante, que esta vez de verdad Dios no esté durmiendo.
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