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«Si Kafka hubiera nacido en Chile, habría sido un escritor costumbrista»

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Las imágenes en los noticieros en la televisión el domingo en la noche, nos mostraban a Carabineros, la policía chilena, disolviendo tumultos de gente en Concepción, por medio del empleo de carros lanzaagua. No son imágenes nuevas, lo nuevo es que se trataba de personas que buscan alimentos y agua, después de 48 horas de ocurrido uno de los terremotos más feroces que haya vivido la humanidad desde que se llevan registros.

La misma televisión muestra al ministro de obras públicas informando acerca de lo bien que ha resistido la infraestructura, pero las mismas pantallas nos muestran a miles de personas que necesitan viajar y no encuentran los medios necesarios, pues no salen buses ni aviones hacia la zona afectada. Las imágenes muestran repetidamente puentes destruidos, carreteras cortadas por enormes grietas.

Los marinos chilenos,  que se supone que si hay algo de lo cual entienden es de agua y mar, inmediatamente después del terremoto informan que no hay peligro de tsunami. Media hora más tarde, el mar barre las costas de la zona afectada por el sismo. Posteriormente el ministro de defensa da las explicaciones y reconoce oficialmente el grave error diciendo: "La verdad aunque duela. Ayer, una repartición de la Armada cometió un error. Lo que se vio en la costa entre la Sexta y la Novena Región es maremoto aquí y en Burundi". ¿Sabrá el ministro que Burundi no posee salida al mar?

Siendo Chile uno de los países con mayor actividad sísmica en el mundo, y, por lo tanto, con enorme experiencia en la reacción ante estos siniestros, esta vez todo ha ido más lento que nunca. La restauración de cierta normalidad de vida supone crear condiciones para que la población tenga esos servicios cuyo funcionamiento normalmente ‘nadie ve’, todos damos por hecho que deban estar ahí: agua potable, electricidad, comunicaciones, transporte, alimentación. ¿Qué ocurre cuando la infraestructura para entregar esos servicios se ve dañada en grado máximo y su propiedad es privada y no del estado? Ocurre lo que las famosas leyes del mercado y la economía capitalista imponen: los trabajos de reparación se hacen al costo mínimo, respetando y atendiendo los intereses de la empresa. Y en Chile todos los servicios públicos son privados, hasta las carreteras. Por supuesto que los responsables de esas privatizaciones no van a querer aceptar el crimen que cometieron contra los intereses del país. Los responsables de la velar por la calidad de edificios, carreteras, aeropuertos, etc. construidos en estos últimos años, son organismos oficiales, pues se supone que ellos debieron haber inspeccionado adecuadamente la calidad y el respeto a las normas. Es de esperar que a los responsables se aplique todo el rigor de la ley, tal y como hoy se la prometen a los delincuentes.

Que lo que estamos sufriendo sirva de enseñanza a otros pueblos y gobiernos
Las empresas eléctricas privadas van reparando lo destruído al ritmo que le permiten sus planes comerciales. Pero sin energía eléctrica no hay telecomunicaciones, pues las empresas privadas de telecomunicación no respetan las recomendaciones técnicas internacionales (CCITT) que exigen dimensionar, proyectar y construir las redes de forma que están  sigan operando en condiciones de emergencia. Esto supone, por ejemplo, disponer de sistemas de generación de energía propios para puentear el tiempo que la red se queda sin suministro de energía eléctrica. Hasta hoy, 4 días después del terremoto, la telefonía, y especialmente la telefonía móvil, aún no opera normalmente. Las empresas de agua potable tampoco cuentan con servicios propios de generación de energía para situaciones de emergencia y una vez agotados los estanques, nos quedamos sin agua. No poseen planos de calidad de sus instalaciones y por ello son incapaces de abrir y cerrar válvulas de modo de concentrar el suministro de agua en puntos clave como hospitales, escuelas, etc. Los supermercados no han entregado los productos en bodegas si no es a través de la venta, a pesar de que toneladas de alimentos perecibles se comenzaban a descomponer por la falta de refrigeración. En un país que se ha modernizado en varios aspectos, mucha gente, siendo fin de mes, tenía dinero en sus cuentas (el BancoEstado abre cuenta corriente a todo ciudadano chileno: Cuenta RUT) pero no lo podía retirar pues los bancos estaban cerrados y los cajeros automáticos no funcionaban. Las estaciones bencineras no pueden vender combustible pues no tenían energía eléctrica y en un país de alto nivel sísmico como Chile nada obliga a las bencineras a instalar dispensadores que puedan ser operados manualmente en caso de emergencia. Sería largo continuar con el listado de situaciones absurdas que demuestran la fragilidad de las estructuras de la cultura (¿cultura?) que estamos construyendo. Ha quedado en evidencia que los críticos del neoliberalismo, de los opositores a la destrucción del estado teníamos razón. Frente a las crisis inevitables que se avecinan para toda la humanidad sería provechoso que la opinión internacional sacara las enseñanzas de este terrible emergencia en Chile. Escribo estas líneas escuchando la noticia de 70 muertos por inundaciones en Francia, no en la India.

“Estamos a merced de estas empresas”
"Si hay algo que ha quedado en evidencia desde la madrugada del día sábado es que el funcionamiento de sectores estratégicos de nuestro país hoy día es totalmente dependiente de empresas de carácter privado", [..] El diputado añadió que "los servicios básicos de electricidad, de agua potable, de telecomunicaciones, distribución de combustibles, no tienen ningún tipo de posibilidad de ser conocidos  (en toda su) dimensión por parte del Estado chileno, por parte del Gobierno. Estamos a merced de estas empresas". (Fuente: Radio Coperativa).

Quien dice eso, no es un líder de la izquierda o un dirigente poblacional, es el presidente de la Democracia Cristiana chilena, un partido que está lejos de toda sospecha de extremismo izquierdista, un partido miembro de la coalición de partidos que ha permanecido 20 años en gobierno, los mismos que han privatizado hasta lo que la dictadura de Pinochet no se atrevió.

Y todo esto ocurre en un país, Chile, cuyo gobierno se ufana de haber sido aceptado en el exclusivo club del OECD. En un país que en poco más de 48 horas envió ayuda a Haití hace pocas semanas, pero que no ha sido capaz de llegar a su segunda ciudad más grande, con suficiente agua, alimentos, materiales para construir un techo, siendo una de las zonas más lluviosas del planeta.

“No se preocupen, deben estar tranquilos, estamos trabajando en las soluciones”
Todos los chilenos de arriba de los 50 años, nos recordamos de la fuerte tradición de organización de nuestro pueblo. Partidos políticos, sindicatos, Juntas de Vecinos, organizaciones estudiantiles y juveniles, centros de madres, etc. Todo ese llamado ‘tejido social’ funcionaba como sistema nervioso para canalizar las iniciativas de organización, de control y protección social, de reacción frente a las emergencias, etc. Toda esa estructura social fue hecha desaparecer, a sangre y fuego, en los primeros años de la dictadura. Lo que logró recomponerse, principalmente a partir de comienzos de los ochenta, para culminar el año 89 en un fuerte movimiento social opositor a la dictadura, fue vuelto a diluir, a desarmar, a destruir, con las políticas asistencialistas, paternalistas de los gobiernos de la concertación. La frase que permanentemente se repitió durante sus cuatro gobiernos decía, más o menos así: “No se preocupen, deben estar tranquilos, estamos trabajando en las soluciones”. Con esto ellos cavaron su propia tumba. Según dicen las encuestas la Bachelet tenía más del 80% de apoyo de la población, pero su candidato no obtuvo los votos necesarios para derrotar el candidato del pinochetismo. Curioso, ¿no?

Sin esa estructura social, el 70% de la población quedó al garete, y en situaciones de emergencia como la que vivimos hoy no tiene ninguna capacidad de organización para enfrentar los desafíos que amenazan con aplastarla físicamente: la sed, el hambre, el frío, la delincuencia. La anarquía y el vandalismo no tienen freno. Y pareciera ser que eso es lo que las cúpulas políticas del país quieren. Que sean los vándalos los que se tomen las calles para así justificar el empleo de la fuerza y del armamento militar. Anoche la presidente hacía un recuento como si fuera un parte de guerra, en un enfrentamiento que Chile tiene que ganar: "estamos elevando la dotación militar a 12.000 efectivos en Concepción" decía la presidenta con voz segura. ¿Es que nos hemos vuelto bestias, animales? La televisión muestra a hombres huyendo con cajas de vino, de licor de cerveza. Son imágenes reales, pero también hay miles de madres y padres de familia, de hermanos desesperados a la búsqueda de agua, leche, pan. Esas imágenes no se muestran. Se presentan largos reportajes a familias con algo de poder adquisitivo organizándose y armándose para defenderse de los delincuentes, pero no muestra la realidad en las poblaciones humildes, en las caletas perdidas.

Afortunadamente comenzaron ya a levantarse las voces de la cordura, en la cultura propia desarrollada por nuestro movimiento popular, en largas luchas a través de la historia. Desde la Federación de Estudiantes nos llegó anoche un comunicado titulado: "Ante la catástrofe, un llamado urgente a la organización". De ese documento, citamos lo siguiente:

Han pasado más de 48 horas desde que el país entero se estremeció ante una de las peores tragedias de nuestra historia. Increíblemente aún a las zonas más afectadas, no han llegado los suministros más básicos. Ante esto los estudiantes asumimos de inmediato el deber de solidarizar y apoyar a todas las familias damnificadas. [..]
Para emprender este proceso es que hacemos un llamado amplio a todas las organizaciones sociales y territoriales a coordinarnos y en conjunto realizar esta tarea pues sabemos que somos nosotros; estudiantes, trabajadores y pobladores los llamados a solucionar nuestros problemas.

No es con la fuerza que se van a solucionar los problemas. La sed y el hambre llevan al ser humano a actuar por instinto. Es deber de un gobierno evitar que se llegue a esos extremos. ¿Cómo es posible que no haya habido distribución de agua ya al cabo de 24 horas? Nuestro ejército, ¿no está preparado para la guerra? ¿No posee entonces reservas estratégicas? ¿Por qué no se distribuyeron esas reservas? ¿No acabamos de comprar aviones de transporte de alto tonelaje? ¿No hemos dotado a nuestra Marina de naves que pueden cubrir la distancia entre Valparaíso y Concepción en pocas horas? ¿Para que todos estos gastos si no somos capaces de llevar pan, agua, leche a nuestros compatriotas que están durmiendo en la calle?

Desde Bolivia Evo Morales ha dicho que su país está dispuesto a compartir lo poco que tiene con Chile y ha preguntado qué hace falta. Se le dijo que faltaba agua. Y Bolivia, ese país condenado por nosotros a vivir sin mar, nos envía toneladas de agua potable. Todo esto ocurre mientras Horst Paulmann, dueño de la principal cadena de supermercados de Chile, informa a la televisión que ha acordado con el gobierno la mejor forma de entregar alimentos -no dijo que se tratara de donación- de primera necesidad a través de sus locales.

La Teleton ya viene…
Hoy ya se anuncia una nueva “Teleton” para recaudar  fondos para ir en ayuda de los damnificados del terremoto. El sólo anuncio de esta iniciativa resulta vomitiva. Ya sabemos lo que se nos viene: circo, circo y más circo. La publicidad –en verdad hay que decir “Propaganda”- moverá a la gente a sentirse bien donando unos cuantos pesos, en la forma de entrada a un show, a sentirse feliz, satisfecho consigo mismo y con la conciencia tranquila,  mirando cómo una familia que lo perdió todo recibe una caja de alimentos, que le permitirá mal comer un par de días. Mientras afuera ya comienza a entrar la lluvia y el frío del sur chileno.

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