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El evangelio según San Jaime

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Maurice  Duvarger, en su estudio sobre los partidos políticos, los dividía en aquellos cuya organización era de directorio, como los liberales y conservadores, y los partidos de masa, en este caso los socialdemócratas. La UDI corresponde a esta primera categoría: aun cuando tiene sectores populares en su seno, el núcleo fundacional se mantiene en el poder, haciendo imposible cualquier intento de democratización.

En los partidos pechoños, la UDI y la Democracia Cristiana, siempre hay un santo fundador, cuyo retrato preside todas sus reuniones; en el caso de la UDI, el maestro es San Jaime Guzmán Errázuriz, un célibe, casi sacerdote, ultra conservador; en el de la Democracia Cristiana, es Eduardo Frei Montalva, un líder que, de progresista, terminó en conservador. 

El santo demócrata cristiano tuvo un hijo, Eduardo Lázaro Frei, quien ha ocupado la presidencia de la república y, ahora, del senado, a igual que dios padre. Si bien uno de los cuatro evangelios comienza con “…en principio era el Verbo…”, en el caso de Frei Jr., la tercera persona de la Santísima Trinidad, no fue capaz de comunicarle esta cualidad.

Cada uno de estos santos tiene sus respectivos apóstoles: en la UDI, San Pedro es equivalente a Jovino Novoa que no es un roto pescador, ni tampoco traiciona al maestro antes que cante el gallo, por el contrario, Jovino es muy leal y carente de imaginación; Cristo de Palo Longueira es el más duro e inteligente de los seguidores de San Jaime y, como sabe el poder de la magia, suele contarle a sus compañeros que casi todas las noches se entrevista con San Jaime, 

Los apóstoles de la Democracia Cristiana fueron sus fundadores y nada se saca  con las votaciones democráticas, pues la regla de oro de todo partido político es la eterna mantención de su burocracia y el logro de los mejores pitutos en  la administración pública; un seguidor de Max Weber, Michels, sostenía que el sino de todos partidos de masa era ser dirigidos por oligarquías burocráticas
 
El apóstol Novoa se puso a leer el nuevo evangelio según San Jaime; en el Génesis relata los ancestros de los chiquillos de la UDI: nuestros abuelos eran los conservadores, cuya única misión consistía en defender a la iglesia católica de losa come-frailes radicales y, además, triunfar en las elecciones gracias al cohecho y la leva forzosa de los campesinos; había algunos rotitos obreros, que seguían al partido conservador, pues sus familias eran pechoñas, después se les llamó el sindicalismo cristiano; nuestros abuelos, seguía diciendo Jovino, odiaban el sufragio universal.

Don Héctor Rodríguez de la Sota, por ejemplo, encontraba fantástico que hubiera ricos y pobres, pero hay que ser muy hereje para creer que ambos pueden votar en forma igualitaria; Nuestro héroe era el padre Oswaldo Lira, un cura integristas que adoraba el fascismo de Franco y odiaba a nuestros primos, los falangistas, por ser compañeros de ruta de los comunistas; cuántas veces nuestros abuelitos intentaron que los cardenales excomulgaron a estos malditos herejes. 

San Jaime Guzmán estudió en el colegio de los Padres Franceses, el único adecuado para la gente “bien y pechoña”, el mismo colegio de Daniel López Pinochet, de Oswaldo Lira y de Florencio Infante, capellán de los militares; como era lógico, entró a la universidad Católica a estudiar leyes; allí fundó el movimiento gremialista, que agrupaba a jóvenes aristócratas que sentían desprecio por Maritain y por los demócrata cristianos; 

San Jaime se convirtió en el principal asesor del cristianísimo y honestísimo general, Daniel López Pinochet, a quien aconsejó que redactara una Constitución para que su tiranía apareciera democrática, ejemplo que siguen, hasta ahora, sus fieles discípulos de la UDI: San Jaime llamó a integrar la comisión para la redacción de esta Constitución a su maestro, don Jorge Alessandri Rodríguez, un solterón neurótico y reaccionario, hijo del putero, don Arturo.

Don Jorge también odiaba el sufragio popular y su experiencia en la presidencia de la república lo ha llevado a un autoritarismo despectivo de los procedimientos democrático; como san Jaime no podía eliminar del todo el voto y era un estudioso de nuestra historia, cayó en sus manos el libro de Manuel Rivas Vicuña, Historia política y parlamentaria de Chile, libro que relataba la propuesta de Alberto Edwards, un historiador ultra reaccionario, que se hacía llamar el último de los “pelucones”,  de reformar el sistema electoral dividiendo el país en múltiples pequeñas circunscripciones y en cada una se eligieran dos diputados, con lo que se aseguraba un perfecto empate; agreguémosle los senadores designados, que los siúticos de la Concertación llamaban “institucionales”, y la faramalla está hecha y como piensa que los rotos son tontos, nada más fácil hacerles creer que están votando y son los depositarios de la soberanía, llamada popular.

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