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Honduras: El miedo a una palabra de dos letras

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        (…) Nosotros creemos que la integridad moral es en este momento
              un factor político casi tan eficaz como la denuncia
              y el conocimiento preciso de los hechos.
 
                                              Raúl Scalabrini Ortiz.

Estimados amigos,
 
Hace unas horas el presidente constitucional de Honduras Manuel Zelaya, inició el camino de regreso a su país acompañado por un numeroso grupo de dirigentes sociales y cargos electos de diversas regiones hondureñas. Salió de la capital nicaraguense -Managua-  e hizo noche en la localidad nicaraguense de Estelí, donde ofreció una nueva rueda de prensa a los numerosos periodistas regionales e internacionales que integran su caravana. Al menos en ese tramo inicial le acompañaban también el canciller venezolano Nicolás Maduro y Edén Pastora, el "Comandante Cero" del sandinismo de primera hora.
 
"No temo regresar a Honduras, pero sé que estoy en peligro", dijo el presidente ante una de las preguntas. Reiteró que tanto él como sus acompañantes viajan desarmados, en plan de paz, con la intención de reunirse con su pueblo. Pidió a los soldados que bajen sus fusiles y no disparen contra el pueblo y recordó que él es el presidente electo por el voto popular y por tanto el comandante de las Fuerzas Armadas.  Admitió que su acción implica riesgos, pero afirmó que gran parte de su pueblo está en resistencia contra los golpistas, y el no puede permanecer ajeno a esos esfuerzos y sacrificios. El regreso, dijo Zelaya,  "lo voy a hacer con prudencia, sin armas, soy un hombre pacífico. Tengo todo el derecho de buscar mi casa, mi familia y cumplir el mandato que me ha dado el pueblo en las urnas" .
 
Ha pedido también a su esposa y a sus hijas que traten también de llegar a la frontera del lado hondureño. Mientras tanto y a pesar de los controles policiales y militares, miles de personas intentan llegar a pié a los principales pasos fronterizos, que son Las Manos, El Espino y Guasaule.
 
Recordó que puso toda su disposición para la gestión mediadora que decidió la OEA, pero que fracasó por la intransigencia de los golpistas. Responsabilizó a los grupos de extrema derecha en el continente y en Estados Unidos de ser el soporte del gobierno de facto en Tegucigalpa.
 
En un llamamiento a la "cúpula militar",  les pidió que den órdenes para que los soldados bajen sus fusiles y permitan su ingreso. Y añadió: "No podemos arriesgar nuestro futuro;  a los soldados les pido que no se manchen de sangre, y que en la frontera logremos un acuerdo nacional para que se restituya la paz y la democracia". Insistió Zelaya en que la constitución de la República de Honduras establece que a las autoridades las escoge el pueblo en las urnas y sólo el soberano tiene la potestad de removerlos de sus cargos.  "Estos golpistas han traicionado al pueblo, nosotros nos hemos comportado a la altura y se deben recrudecer las medidas en contra de los protagonistas del golpe por parte de la comunidad internacional".
 
Mientras tanto la huelga general se cumple en muchos sectores del país, a pesar de la presión de las grandes patronales que han amenazado a su personal para que no adhiera a las protestas. El gobierno ha respondido ampliando a doce horas diarias el toque de queda en toda la región fronteriza con Nicaragua, esto es a partir de las 6 de la tarde hasta las 6 de la mañana. Con estas medidas pretende paralizar el desplazamiento de los hondureños que se dirigen a los puestos de frontera. Cientos de ciudadanos intentan aproximarse a los cruces con Nicaragua,  muchos de ellos a pié luego que los militares les secuestraran los autobuses o camionetas en las que se desplazaban.
 
Los acontecimientos se deslizan hacia un descenlace. La situación es difícil. Hay una mayoría popular esperanzada, que vivió un breve período en el que algunas cosas importantes comenzaron a cambiar. El salario mínimo, temas sociales, el control de las petroleras, y la posibilidad de ser verdaderamente partícipes de una democracia reservada hasta ahora a unas minorías que proponen y deciden.
 
La oligarquía ha tenido miedo a la "cuarta urna".  Cuando no pudieron frenar la consulta popular por las buenas, "se acabó la democracia" y aparecieron los fusiles. Es lo mismo que intentaron los prefectos en Bolivia. Es lo mismo que hicieron los golpistas en el 2001 en Venezuela, igual que lo que pretendieron hacer los políticos y los intereses desplazados del poder en Ecuador.
 
Para ellos la democracia es una forma de control social que les permite mantener el statu quo del cual se benefician desde hace décadas.  
 
Cuando pierden el mando de esta "democracia", se quitan la careta y utilizan la violencia. La que haga falta.
 
Los sectores de extrema derecha en el continente han visto el zarpazo hondureño como un atajo para frenar a los gobiernos que avanzan en cambios y transformaciones acompañados por el apoyo el voto popular.  Y como ocurrió tantas veces en América Latina, las cúpulas de las religiones dominantes, "bendicen" a los golpistas.  Algún obispo, unos cuantos sacerdotes y casi todas las comunidades de base, se quedan junto al pueblo. Los dueños de la prensa – dentro y fuera de Honduras – reacomodan su "discurso democrático" para justificar que a veces, la necesidad exige acciones excepcionales como sacar del país a un presidente elegido por el voto popular en pijama y a punta de fusil. Y aplican su manido "Sí, eso no está bien…pero…", con el que terminan culpabilizando a la víctima.
 
Pero en estos años, muchas conciencias adormecidas han despertado. Y la mentira tiene patas muy cortitas. Porque mientras los corresponsales de los grandes medios nos cuentan o nos ocultan, hay ya muchas formas de ver la realidad con nuestros propios ojos, de escuchar las voces siempre silenciadas, y  de recibir las comunicaciones de personas que "no tragan" esta democracia "alterna", que funciona a veces si, a veces no, según convenga. Y que rechazan que la historia de los pueblos retroceda a punta de bayoneta.
 
Y muchas veces, esas imágenes, esas palabras, esos textos, desde la sencillez de la verdad y del sentimiento, derrotan a la mentira y la manipulación.
 
Así sucede con el artículo que recibimos de Helen Umaña, escritora y crítica de arte, una de las más importantes personalidades de la cultura hondureña, que en este envío de SERPAL nos cuenta de ese pánico de la oligarquía al "SI" de un pueblo que quiere avanzar.
 
Un cordial saludo.
 
Carlos
Redacción de SERPAL
Servicio de Prensa Alternativa.


HONDURAS: El miedo a una palabra de dos letras
Por Helen Umaña (*)

El 28 de junio venía de Guatemala con el único y exclusivo propósito de votar a favor de la cuarta urna. Veía, en ésta, la posibilidad concreta de un cambio hacia senderos de beneficio colectivo. Era el camino para modificar, con el consenso de todos los partidos políticos y de una amplia difusión y discusión (a través de los medios de comunicación, foros, comentarios, etc.), una Constitución cuyas lagunas son evidentes. La ciencia dice que nada es estático y que todo lo hecho por el ser humano es susceptible de perfeccionarse. Manejar que la cuarta urna lo que pretendía era la reelección de Mel ha sido la distorsión más grande en la historia política del país. La hipotética Constitución se redactaría ya cuando Mel hubiese dejado de ser presidente. Su elaboración estaría, pues, en manos de diputados elegidos por quienes se acercasen a votar. De ahí que la propuesta de la cuarta urna prendiese, con tanto entusiasmo, en la voluntad de los sectores históricamente marginados: campesinos, obreros, grupos étnicos…

Por esa razón, cuando en el bus que me traía de Guatemala me enteré del golpe de Estado, el impacto emocional fue intenso. En esencia, abortar, con alevosía, la semilla de lo que pudo ser un encaminar al país por senderos de equidad y justicia. Darle un golpe de muerte a la posibilidad de un sueño factible: la construcción de una sociedad en donde, no como varita mágica sino como proceso de ardua construcción, se empezasen a solventar las necesidades más urgentes de comida, salud, educación y vivienda para la mayoría. Mel había dado el primer paso. Impedírselo, con el golpe de Estado, fue como abrir la puerta para llevar al país a una espiral de violencia cuyas consecuencias ya se empiezan a sentir: secuestros, asesinatos políticos y persecución a los disidentes. Una realidad que ya se ha instalado en el horizonte de la patria. Al amparo de la nocturnidad y la falta de energía eléctrica, la captura del artista de la caricatura Allan MacDonald (con todo y su hija de diecisiete meses); los asesinatos de Isis Obed Murillo (en el aeropuerto de Toncontín) y de Róger Ivan Bados González y Ramón García, miembros del partido Unificación Democrática (UD) son ominosas señales del abismo hacia el cual Honduras se encamina. A menos que prevalezca la sensatez (que pasa necesariamente por el restablecimiento del Estado de derecho), no es aventurado vaticinar que se está a las puertas de una vorágine social sin precedentes: la reactivación de la tenebrosa Doctrina de la Seguridad Nacional y, como lógica respuesta, la adopción de formas de lucha que llevan consigo incalculables cuotas de dolor y sangre. Una factura que, a la postre, pagará la sociedad en su conjunto. Al respecto, la historia de la humanidad es un espejo en el cual los sectores dominantes del país —por su inveterada miopía— todavía no se han visualizado.

La pesadilla que se repite. El protagonismo de las botas. Las imágenes de los militares apuntando, en posición de combate, a humildes mujeres, a jóvenes imberbes y a personas desarmadas son devastadoras. En Toncontín…, el sonido de las balas. El huir alocado de la gente. El ulular de la ambulancia. El cuerpo frágil sostenido por manos solidarias… Un revivir la estela de sangre y terror que han dejado en Latinoamérica los ejércitos nacionales. Ratificar que el monstruo sigue vivo, agazapado, listo a dar el salto y el zarpazo cuando los grandes consorcios internacionales y sus socios nacionales así lo indiquen. Desde siempre, el brazo armado del poder económico. Y, en niveles de alta graduación, ellos mismos convertidos en poder económico que actúa en defensa de sus intereses.

El contubernio iglesias-poder político. Es indignante el espectáculo de los pastores evangélicos y de la alta jerarquía católica encabezando y bendiciendo las marchas de la oligarquía. Con falaces mensajes bíblicos, violentando las conciencias para llevarlas a la posición política que les permitirá seguir medrando a la sombra de sus iglesias, no casas de oración, sino auténticos emporios económicos. Complementado, todo, con otro bochornoso espectáculo: en un Estado constitucionalmente laico, los «honorables» diputados y sus testigos de honor (Custodio, Aguilar Paz, Leitzelar, Mauricio Villeda, Irma Acosta de Fortín…) agarrándose las manos e inclinando la cabeza, pronunciando una oración en el momento mismo en que, enarbolando una falsa carta de renuncia, ratificaban su traición y consumaban el golpe de Estado.

La guerra mediática. En los meses precedentes al golpe de Estado, la oposición a Mel Zelaya llegó a niveles jamás vistos. Quizá, en ninguna parte del mundo, un periodismo como el hondureño. Especialistas en sesgar y manipular la información. Todos los días mintiendo flagrantemente. Conductores de programas radiales y televisivos moviendo la noticia hacia el lugar en donde sopla el dinero. Tergiversando los hechos para confundir al receptor. Al día siguiente del golpe, desde Radio América, llamando a encauzar el país por las vías de la «normalidad»: «Preséntense en las fábricas, en los negocios…»; «Dejémosle la política a los políticos y que los niños y maestros vuelvan a la escuela, los obreros a sus fábricas…»; «Aquí no ha habido golpe de Estado…»; «Aquí todo es normal»; «Es necesario producir…». En otras palabras, producir para seguir llenando los bolsillos de la minoría… La infamia revestida de amor patrio.

La ambigüedad e indiferencia de la máxima casa de estudios. Duele el comunicado gallo-gallina de las autoridades de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, institución, en horas más lúcidas, a la vanguardia del pensamiento progresista y democrático. ¿Dónde el análisis de la crisis social y política? ¿Dónde el comunicado orientador para un pueblo carente de instituciones que salvaguarden sus intereses? ¿Cómo puede hablarse de vinculación universidad-sociedad si se evade el compromiso del análisis y del mensaje clarificador? ¿En qué momento se extravió el rumbo de la dignidad?

El manipuleo lingüístico. Desde la espuria sesión del domingo cuando se nombró presidente a Micheletti, éste insistió en que no era un golpe de Estado y lo llamó «un acto de sucesión presidencial». El lenguaje designa realidades y, en función social, no es un instrumento de uso antojadizo. Como se lo hizo ver un corresponsal español, cuando un contingente armado asalta la casa del presidente; lo secuestra y lo envía, contra su voluntad, a Costa Rica, eso sólo puede llamarse golpe de Estado. Aquí y en cualquier parte del mundo. Por más que los medios, los funcionarios y los diplomáticos desleales, mentirosos y oportunistas repitan las palabras del usurpador. El inútil querer tapar el sol con un dedo. La comunidad internacional y el pueblo, que no es el ignorante que muchos creen, lo saben.

El papel de comparsa a que se redujo la querida figura de Ramón Custodio, ¡a quien tanto debo en lo personal!, pero a quien, por respeto a mi propia conciencia, tengo que referirme al haberlo visto en el más triste papel de su carrera! ¡Que es mejor que a Mel lo hayan enviado a Costa Rica ya que, por lo menos, está vivo!, dijo. La cuestión de fondo es el acto ilegal que con él se cometió. Eso era lo que había que condenar. Nunca, con su presencia (es el Comisionado Nacional de Derechos Humanos), avalar la monstruosidad jurídica perpetrada contra un presidente legítimamente electo. Y, como broche de oro: afirmar que eran balas de goma las que usó el ejército la tarde en que, violando la Constitución, vedaron el aterrizaje de Mel en Toncontín. De goma, pero acabaron con la vida de un joven de diecinueve años. (¡Con una humilde «burrita» aguantó las largas horas de espera con un único propósito: vitorear al presidente en el cual había cifrado la esperanza de un mañana mejor! Su pequeña pero gran odisea desde su remoto pueblo y las palabras de su digno padre explicando sus móviles son signos entrañables que hablan de ilusión en un futuro más humano y más digno… , pero también de sueños rotos por la brutalidad represiva…).

En un pueblo hambriento (hace pocos días una campesina, como no había dinero para comprar maíz, para fabricar tortillas, echó mano del que ya estaba «curado» para la siembra; resultado: tres hijos en el hospital y el de cinco años, en el cementerio), en donde el abismo entre ricos y pobres cada vez se hace más profundo y que, por lo mismo, no es cuestión de borrarlo con abrazos de paz y de reconciliación de la «familia hondureña», según cantan los defensores del golpe, la cuarta urna era una opción para intentar cambios positivos. Nunca, al pueblo llano (ese que es marginal y vive en los bordos y en los barrancos de la miseria), se le había dado la oportunidad real de expresar su sentir. Y, con el «Sí», la posibilidad de mejorar un instrumento (una nueva Constitución) que guiase la vida futura de la nación. Lo reiteramos: todo es susceptible de perfeccionarse. Máxime tratándose de la Carta Magna en donde las cuestiones son trascendentales en la cotidiana construcción de la república. Pero los sectores de poder (especialmente la clase política enquistada en el Congreso y que ha esquilmado el erario a través de las grandes erogaciones que se les otorgan a los diputados, supuestamente para obras de beneficio en sus comunidades) le temieron a la avalancha de un «Sí» popular. Sospecharon —con razón— que podía representar el fin de sus incalculables dividendos. El golpe de Estado fue su manera torpe y desesperada de oponerse a la incontenible marea humana que cada vez es más consciente de sus verdaderos intereses y de la mejor forma de defenderlos. Para muestra, una consecuencia inmediata: en un santiamén se hizo añicos la base social de los partidos políticos responsables de la acción delictiva.

Estamos, pues, frente a estatuas con pies de barro. Su desmesurada reacción ante la crucial pregunta de la encuesta abortada revela su debilidad. Son poderosos y se amparan en las múltiples redes nacionales e internacionales que propicia el dinero…, pero le temen al pueblo. Saben que éste es mayoría y que, en justa lid, ellos llevan las de perder. Esa es una de las grandes lecciones que, de estos días trágicos, se debe extraer. Aunque lenta, la rueda de la historia nunca se detiene.

Desde hace treinta años, sólo he escrito sobre arte y literatura. Pero la ruptura del orden constitucional y el descaro con que actuaron Micheletti y sus socios golpistas me sacaron de la voluntaria torre de marfil. Las alucinantes imágenes de esa sesión grotesca en que se le dio un golpe de muerte a la débil democracia hondureña me han confirmado que el artista y el intelectual no pueden esconderse en una pretendida neutralidad. Tratándose del bienestar colectivo no hay apoliticidad que valga. El silencio equivale a aquiescencia y complicidad. Por lo tanto, tomo partido. En los momentos decisivos —cuando está en juego el devenir de los años futuros en Latinoamérica— a lo estético, se sobrepone la opción ética. Y ésta me dice, con claridad meridiana, de qué lado están la razón y la justicia.

Mis palabras no pretenden formular un análisis de la situación (para eso están los sociólogos y politólogos). Pero externar mis sentimientos es una necesidad vital y perentoria. Por un lado, un profundo dolor por el cúmulo de signos negativos que saturan el ambiente. Por el otro, la esperanzada convicción de que los sectores marginados, aún con tropiezos y dificultades, siempre encuentran la ruta hacia mejores derroteros. Nunca camina en reversa la rueda de la historia.
 
(*)  Helen Umaña nació en 1942 en La Encarnación, Ocotepeque, Honduras.  Dos años después su padre, perseguido político del gobierno conservador de Tiburcio Carías, debió exiliarse en Guatemala, llevando consigo a su familia.  En Guatemala Helen creció y se formó académicamente. Desde hace muchos años viaja constantemente entre San Pedro Sula, Honduras, donde trabaja, y Guatemala donde vive su familia, su esposo, sus cuatro hijos y sus once nietos.
24 de julio de 2009
 
* Fuente: Servicio de Prensa Alternativa

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