Una fatigosa etapa diplomática de negociaciones entre las fuerzas de izquierda y la concertación de partidos por la democracia, ocupa la atención del proceso electoral chileno. Sin definiciones ciertas sobre sus resultados, aunque con algunas señales, que dan a entender que los amarres tardan, pero terminan y otra vez concluyen en un nuevo pacto entre dirigentes políticos; con la gente apartada de ellos, por que esta es una cuestión de sabihondos y suicidas. Le queda al militante de base, aprender filosofía para sobrellevar el producto de estos acuerdos que lo afectaran y de los cuales quedara entrampado por largos años, hasta que una nueva izquierda se constituya con la fuerza suficiente como para pedir el mazo y repartir las cartas.
La batalla electoral es una batalla a la que toda fuerza de izquierda debe concurrir, máxime; si esta fuerza transita una etapa de construcción que lleva en sus genes la conquista del poder político para sus representados (¿?). Este es un terreno que puede llevar a la izquierda chilena a una etapa de crecimiento, si se logra hacer avanzar el programa de reformas planteados para esta etapa, que cuenta con un ritmo de avance no siempre sujeto a las necesidades de superar las injusticias creadas por el sistema capitalista, tal y cual, esta diseñado hoy. Lo otro, el fracaso, seria una derrota ejemplificadora, que obligaría a rediseñar la estrategia electoral, que parece verse como el único motor de los cambios sociales que este chile mercantilizado requiere.
Por cierto que aquí se habla de una izquierda que busca la institucionalización para promover cambios, y estos cambios, – si bien son variados- tienen ciertas prioridades de ejecutarse. Una nueva constitución nacional, tiene absoluta prioridad en el campo de lo institucional para la promoción de cambios en favor de una mejor calidad del sistema democrático, este puede ser un gran avance para los sectores populares y sus organizaciones sociales o políticas, que se mueven coartadas por esta constitución de facto, sin poder legalizar su representación por mas legitima que esta sea. El salto de los trabajadores al parlamento, ha sido rechazado recientemente por el nuevo Dracón que rige los destinos de la cámara alta –Novoa – que termina regulando siempre en favor de sus representados, la gran burguesía chilena. Es curioso ver como la derecha, muestra absoluta coherencia, entre su ideología – Fascista – y su practica democratizante; conveniente, funcional y alienante a sus intereses de clase. Además son exitosos en sus estrategias aplicadas al nuevo periodo de régimen civil, a pesar de que el pueblo no los voto como mayoría parlamentaria, hoy son mayoría en el parlamento y no es cuestión de acusar a sus rivales en el poder político, es más bien poner el acento en los efectos del mecanismo prebendario del actual sistema, que permite doblegar hasta el mas honorable de los honorables.
Satisface entonces que el eje del programa de esta izquierda, este constituido por terminar con la institucionalización pinochetista que rige el actual sistema democrático chileno. Desde aquí, se puede avanzar en la construcción de una fuerza popular que le de sustento a un programa mas ambicioso para la izquierda, que recurra en beneficio de los trabajadores; campesinos, profesionales y pequeños industriales: siempre perjudicados por el reinado de los monopolios nacionales y extranjeros, que están favorecidos por una economía de mercado, que los alienta a enriquecerse, bajo una legislación permisiva, tanto; que pueden hacer usufructo de ella en el llano o encaramarse a una senaduría para custodiar la misma. Claro que la izquierda no termina en este conglomerado electoral, compuesto si, por lo mas tradicional de la denomina izquierda chilena. En sus márgenes se configuran otras fuerzas que contienen ambiciosos programas de transformación social y proyectos emancipatorios para la clase trabajadora y sus aliados: además de los movimientos sociales, -con presencia en todo el mundo- una fuerza emergente, con más de una batalla ganada al establishment nacional e internacional: movimientos que formaron en la primera línea de fuego, en la batalla de Mar del Plata – Argentina – que hecho por tierra con los intentos del imperialismo norteamericano de instalar el ALCA en los países latino americanos.
Estamos sin duda en un nuevo periodo, caracterizado por el develamiento del rol asumido por los dirigentes políticos que se alzaron con la dirección del país en esta etapa de régimen civil; la etapa del gatopardismo, de la primera gran colusión política: de la frustración social producida por el engaño: de la esperanza acorralada por la corrupción, del cataclismo de los valores, del miedo como escenario; como paisaje, que se asume inconmovible sin posibilidades de cambio. En este concepto del cambio debe estar precisamente la fuerza de la base social que sustentara a los partidos del conglomerado de izquierda que se lanza a la campaña electoral, en principio, como un outsider, aunque las negociaciones deben garantizar un mínimo de éxito a esta empresa y si estas fracasan; la izquierda toda puede ser una sola, aunque este, seria indudablemente un hecho revolucionario que obligaría a los impostores a desaparecer.
La derecha chilena tuvo el acierto de convencer a los “progres” de la concertación, que solo el rigor de la represión, sostenida por las leyes de facto, son el único instrumento seguro para la gobernabilidad. Esto, que no es demagogia sino realismo brutal, es aceptado incluso por encumbrados dirigentes socialistas que imbuidos por esta máxima fascista, no titubean en aplicarla incluso contra sus propias huestes. Freí al gobierno, Piñera al poder o traducido, seria: la concertación al gobierno, la derecha al poder. Esta es la sopa que se cocina en la olla grande de la política chilena. Muchos piensan que el conglomerado de izquierda que se presenta a estas elecciones, lo hace en calidad de condimento de este cocimiento. La actual legislación, es el baluarte con el que la derecha condiciona la participación política del resto de los partidos y organizaciones sociales, la destrucción de este baluarte, quizás no se de por la táctica del caballo de Troya: los cambios reales que chile necesita, seguirán desarrollándose en los talleres; las fabricas, el campo, las universidades: es en las calles de las ciudades chilenas, donde se combate al paisaje del miedo con el valor de los luchadores como, Matías Catrileo y Rodrigo Cisternas.
Falta el vínculo que una esta fuerza salvaje y silvestre, con la vocación política para sostener el reclamo de las masas populares, esa vocación, que no sobra en el chile de hoy, por que unos pocos traidores, la prostituyeron.
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