Colombia: Entre Consejos Comunitarios y Minga de los Pueblos
por Jorge Rojas Valencia (Colombia)
16 años atrás 8 min lectura
El pueblo Nasa, a nombre de todos los excluidos, sigue firme en su decisión de sentarse en la mesa a dialogar sobre los cinco puntos. Sentarse a dialogar, no presentarse ante un show mediático en el que una sola persona pone, dispone, propone y hasta regaña como si fuera un papá comprensivo que pone mucho cuidado a las preocupaciones de la gente del común.
Entre Consejos Comunitarios y Minga de los Pueblos: clases de participación comunitaria en vivo y en directo
Los Nasa marcharon hasta a Cali y entraron a la Universidad del Valle en medio de aplausos y gritos de bienvenida por parte de las autoridades y población de la ciudad. Al día siguiente madrugaron a caminar hasta el centro de la ciudad y, sin tocar la plazoleta del CAM, instalaron la “mesa” frente a la mirada vigilante de Simón Bolívar. Uribe llegó a destiempo, caída la tarde, a organizar uno de sus sabatinos “consejos comunitarios”, y sin tocar ni el CAM ni el Paseo Bolívar se instaló en un puente peatonal de la Avenida Colombia.
¿Cuál es la tensión entre las partes que ninguno quiere ceder? Uribe decía que atendería en Telepacífico, a una comisión. La Minga a una sola voz exigía que se presentara, como decía alguien “para que nos sostenga las mentiras que dice por televisión”. ¿Es terquedad de ambas partes o la tensión de fondo vale la pena sostenerla para definir posturas políticas? Considero que observando el desarrollo de ambas propuestas el domingo 26 de octubre de 2008 en Cali puede uno ir entendiendo, desde el punto de vista cultural, de qué se trata todo este jaleo.
En la Minga la tarima estaba dispuesta con sillas “azules rimax” que fueron ocupadas por los invitados en calidad de garantes y autoridades indígenas del Cauca. En medio de estos dos grupos una silla vacía: la del invitado presidencial. Una bandera de Colombia se instaló entre la silla vacía y las autoridades indígenas. En la instalación cantaron tres himnos, entre ellos el de Colombia. Estuve de cuerpo y alma presente. Sentí las tensiones, las indecisiones, los acuerdos, las dudas y también los viva! a la minga de los pueblos y la guardia indígena. “Nuestra cita es con el pueblo, estamos llamando a una movilización contra este gobierno”, se escuchó en la tarima cuando era una realidad consumada el hecho de que el encuentro con el presidente a la hora propuesta no era ya posible. Los altoparlantes nos informaban que Uribe no podía presentarse en ese lugar por razones de seguridad. Silbidos. Una dirigente indígena retó a la seguridad democrática señalando que al parecer en Cali no funcionaba y menos con indios. Risas y aplausos.
Para mí, como ciudadano caleño, la cuestión de la seguridad no solo es un chiste o una arenga, es una realidad tan dramática como la corrupción en la SIJIN o la vinculación con paramilitares del general que, hasta hace unas semanas, tenía a cargo la máxima autoridad policiva de la región suroccidente. El mismo general, Gómez Méndez, que invadió nuestro campus universitario y apresó estudiantes, el mismo que estaba al mando hace unos años cuando agentes del ESMAD asesinaron a tiros a un estudiante, Jhonny Silva, en este mismo campus.
Volviendo a la descripción para catar los contrastes, cuando hubo certeza de que el presidente no acudiría a la cita, los voceros de la Minga propusieron instalar la mesa, lo cual fue aceptado por los asistentes. Se presentaron los integrantes de la comisión de garantes, entre los que estaba un delegado del juez Baltazar Garzón, del cual se escuchó una grabación de saludo. Las posturas y las diferentes formas de encarar la situación eran evidentes entre los que tomaban la palabra, era una especie de conversación pública entre los indígenas. Al final tomaron la decisión de volver a la ciudad universitaria para discutir entre ellos cual sería el camino a seguir. Salimos ordenadamente.
Cuando iba saliendo del Paseo Bolivar alguien me llamó invitándome a que sintonizara el Canal Regional Telepacífico. Cuando llegué al televisor, me encontré con la imagen del Presidente Uribe vociferando contra unos manifestantes desde un puente peatonal. No podía entender lo que pasaba, parecía que después de todo sí había ido. Hablaba a través de un megáfono que reproducía distorsionadamente su voz. Estaba parado como un vendedor ambulante o quizá un verdadero culebrero, de espaldas a una sola cámara de la Señal Institucional transmitiendo en directo. Casi que arañando detalles de contexto, pues lo planos eran muy cerrados, pude descifrar que se trataba del puente peatonal de la plazoleta del CAM, justo detrás de la tarima de la Minga.
El presidente le decía a alguien a la distancia “yo sé que usted es estudiante de la universidad, estudiante de sociología, venga hable” y en un tono un poco más provocador de camorra “vengan conviertan sus insultos en ideas”. El muchacho con la bandera multicolor seguía vociferando “Uribe, paraco, el pueblo esta berraco” y algunas otras cosas que ya la cámara y el sonido televisivo no reprodujeron. Alguien me comentó con ironía si a caso Uribe tiene un estudiante de sociología que lo persigue por todo el país. Pensé que más bien pareciera cargar un set de personajes que presenta en cada momento. Un cortero, un campesino desplazado, incluso un indígena que en esta ocasión reclamó por los vendedores ambulantes. Y por qué no? Pensé. Supongo que uno no junta seis millones de votos solo con clase media y si algo me derrumbó cualquier malentendido al respecto fue recordar la visita a la casa de una amiga que vive en un barrio popular de Cali y encontrarme con el más recalcitrante uribismo ente algunos miembros de su familia.
En el caso de Uribe, estuve con parte de mi cuerpo y alma presente: observé y escuché por televisión lo que relató. A veces la cámara se quedaba inmóvil enfocando la espalda de Uribe en un plano cerrado y en ocasiones tomaba al escaso público que quedaba o pasaba por el lugar. Pude reconocer al Secretario de la Gobernación sosteniendo el megáfono y presto a ayudar al desarrollo del “improvisado consejo comunitario”. En un momento el presidente en respuesta a una pregunta dijo en ese tono coloquial que parece hipnotizar al vulgo: “si señora aquí está el Ministro de Medio Ambiente que le puede contestar”. El ministro, en tono de arenga, subrayó que la entrega de las tierras para los indígenas no está supeditada a un programa productivo. En este punto fue reiterativo. Al indígena que reclamó por los vendedores ambulantes el presidente no supo que contestarle, titubeó, buscó una respuesta rápida de esas que él suele tener de repente y no la encontró, optó por arengar de nuevo a los manifestantes “por qué me insultan… no me insulten!”. La imagen de Rito Alejo del Río, el “pacificador” del Urabá, condecorado por Uribe, no dejaba de venirme a la mente y rozando la rabia desembocó en un leve vaivén de mi cabeza contemplando esta parodia de diálogo y esta pantomima de buenos modales. Este profundo acto violento de alguien que pide buen trato en el panorama de un país que escucha casi que ensimismado los relatos de HH afirmando que todos, incluido el entonces gobernador de Antioquia Álvaro Uribe Vélez, sabían el papel que cumplían las Convivir y la connivencia de las autoridades militares y de policía con los operativos de las AUC en esa época. Apagué el televisor pues consideré que había visto y oído suficiente como para entender el pretendido mensaje de disposición al diálogo que quería presentar ante la opinión pública nacional, pero sobre todo la internacional.
Las cartas están pues sobre la mesa. Los Nasa lanzaron el desafío y al caudillo presidente Uribe Vélez, por primera vez se le ve balbucear, salir en falso, decir una cosa por la mañana y desmentirla por la tarde -antes se demoraba mínimo una semana, que en tiempos de medios masivos suele ser toda una eternidad-, sus improvisaciones no tienen el brillo de aquellos primeros años de ascendente popularidad. Pero sobre todo está viendo amenazada la joya de la corona: sus “consejos comunitarios”, al parecer una muestra del Estado Comunitario que él y su sabio y consejero Obdulio Gaviría proponen como proyecto de nación.
La “Minga de los pueblos” y el Consejo Comunitario, dos esquemas de participación, se enfrentaron en el pleno centro de la ciudad más populosa de la región suroccidente. Al presidente la improvisación no le alcanzó para poner en duda a la opinión pública las intenciones de diálogo del pueblo Nasa. Esa parecía la intención de semejante cambio de decisión frente al encuentro, como si dijera: yo fui pero los indios no me recibieron. Viéndolo más despacio puede que sea al contrario: sus argumentos quedaron siendo pretextos pues acudió al lugar que le tenía prohibido su equipo de seguridad.
El pueblo Nasa, a nombre de todos los excluidos, sigue firme en su decisión de sentarse en la mesa a dialogar sobre los cinco puntos. Sentarse a dialogar, no presentarse ante un show mediático en el que una sola persona pone, dispone, propone y hasta regaña como si fuera un papá comprensivo que pone mucho cuidado a las preocupaciones de la gente del común. Ese es el telón de fondo de esta batalla simbólica en el terreno en el que a Uribe le va muy bien. Hasta ahora.
Reconociendo como reconozco a veces de cerca y a veces de lejos a los Nasa, en la inclaudicable disposición a defender sus derechos y los de los más pobres, recordando que son pioneros del despertar de la lucha indígena en nuestra América contemporánea y viendo cómo los territorios ancestrales del pueblo de Juan Tama se han ido recuperando, me causa curiosidad saber qué parapeto se inventará este arriero presidente los sábados después que se desenmascare el rostro autoritario de sus “Consejos Comunitarios”.
30/10/2008
– El autor es Profesor Asistente- Grupo Educación Popular
Instituto de Educación y Pedagogía- Universidad del Valle
* Fuente: Nasaacin
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