La brutal crisis que estamos viviendo no sólo está haciendo temblar toda la estructura económica de la sociedad sino también las ideas imperantes durante los últimos decenios. De pronto lo que parecía evidente se ha convertido en humo, lo que se presentaba como una verdad revelada se ha demostrado falsa. La incertidumbre no sólo afecta a las inversiones en Bolsa o al futuro del sistema sino también a las ideas que dieron cobertura ideológica a la globalización y a sus políticas neoliberales. La historia se ha acabado, decían algunos para decir que el capitalismo había vencido. La lucha de clases es cosa del pasado, decían otros para presentar un futuro de riqueza y bienestar. El mercado se autorregula y resuelve sus propios problemas. La globalización acabará beneficiando a todos y todas. "Hemos llevado al capitalismo a su perfección, hemos acabado con el riesgo" presumía hace unos años un broker de la City de Londres…
Una tras otra de las explicaciones o pseudo teorías de los últimos tiempos van cayendo y mostrando su falsedad. Así como buena parte de la bonanza económica de estos años se había basado en una especie de juego de la pirámide con capital ficticio, el dinero se revaloriza mientras haya otro que lo compre, hasta que un eslabón falla y la pirámide se desploma; pasa lo mismo con las ideas, las que había ya no sirven. El jefe de la mayoría del Senado de Estados Unidos, Harry Reid, lo reconocía al ser informado de la profundidad de la crisis: "Estamos en territorio desconocido, esto es un juego diferente… Nadie sabe qué hacer."
Cuando lo que parecía sólido se hunde hay que buscar referencias y herramientas que nos permitan analizar y comprender la realidad, y aquí es donde reaparece un señor de barba abundante, perseguido y denigrado durante decenas de años, a veces convertido en un adocenado sin peligro, sus ideas enterradas en no pocas ocasiones, pero que siempre vuelve a aparecer cuando más se le necesita. Nos referimos a Carlos Marx y el marxismo. De una u otra forma se ha convertido en una referencia en estos meses de crisis. "Marx tenía razón" titulaba un comentarista de La Vanguardia el 25 de septiembre y hasta el arzobispo de Canterbury, Rowan Williams, ha recordado que "Marx observó hace tiempo la forma en que el capitalismo desenfrenado se convirtió en un tipo de mitología que atribuye realidad, poder e inteligencia a cosas sin vida propia. Estaba en lo cierto en eso". En eso y en muchas otras cosas.
Carlos Marx dedicó mucho tiempo y esfuerzo a analizar la sociedad capitalista, no sólo a explicar lo que era visible sino a buscar en sus entrañas para lograr comprender en qué consistía, de dónde sacaba sus beneficios, cómo explotaba a los trabajadores, cómo funcionaba, por qué producía crisis periódicas, cuál sería su destino… de ese estudio y de su compromiso y relación con las luchas de los trabajadores surgió el marxismo como teoría científica para la acción de la clase trabajadora contra el capitalismo.
Durante los últimos decenios casi había desaparecido de las aulas universitarias y los ambientes científicos y hasta de buena parte de los movimientos políticos de la izquierda. Sólo pequeños grupos políticos o de investigadores seguían defendiéndolo o utilizándolo como base para comprender los procesos sociales, económicos y políticos. Y de pronto una grave crisis del sistema capitalista sólo puede encontrar una explicación material, científica, si se utiliza el marxismo para comprenderla. Marx está aquí de nuevo.
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Marx estudió el capitalismo del siglo XIX. Un capitalismo que no había alcanzado el nivel de desarrollo actual y, por lo tanto, no pudo estudiar sus posteriores desarrollos, concentración monopolista, imperialismo, crisis, guerras, etc. Pero ese capitalismo, incipiente podríamos decir, funcionaba sobre las mismas bases materiales que tiene ahora y sus características y tendencias básicas no han cambiado.
Desde el Manifiesto Comunista (1948) hasta El Capital (1867) encontramos una explicación materialista del funcionamiento de la sociedad capitalista, "…que la producción económica y la estructura social que de ella se deriva necesariamente en cada etapa histórica constituyen la base sobre la cual descansa la historia política e intelectual de esa época; que por tanto toda la historia… ha sido una historia de lucha de clases, de lucha entre clases explotadoras y explotadas, dominantes y dominadas…". Se trata de un sistema basado en la explotación de la clase trabajadora de la que extrae la plusvalía (una parte del trabajo que el capitalista no paga al obrero), de la explotación de los recursos naturales para su propio beneficio y de la extensión de su dominio a todo el mundo (en la época actual de la globalización). Todo lo que toca lo convierte en una mercancía (desde fabricar cualquier producto hasta los bienes culturales o de diversión) porque de la producción, del proceso de intercambio y de la explotación de la clase trabajadora es de donde sacan los capitalistas sus beneficios.
Pero llega un momento en que la necesidad de producir más y más, de extender su dominio en todo el globo y de seguir sacando el máximo de beneficio entra en contradicción con las necesidades de la sociedad y su capacidad de absorber todo lo producido y entonces se abre una de las crisis cíclicas íntimamente ligadas a la existencia del capitalismo. Ahora ha estallado una de ellas. En palabras que parecen proféticas, Marx escribió en El Capital: "En un sistema de producción en que toda la trama del proceso de reproducción descansa sobre el crédito, cuando éste cesa repentinamente (como ahora por la falta de confianza en la liquidez del sistema financiero)… tiene que producirse inmediatamente una crisis, una demanda violenta y en tropel de medios de pago. Por eso, a primera vista, la crisis aparece como una simple crisis de crédito y de dinero… Pero, al lado de esto, hay una masa inmensa de estas letras que sólo representan negocios de especulación, que ahora se ponen al desnudo y explotan como pompas de jabón…". Generalmente esas situaciones acaban desembocando en recesiones que representan una enorme destrucción de fuerzas productivas y de las condiciones de vida de la población.
En la contradicción entre las necesidades sociales de la población y el interés privado de los capitalistas se encuentra la clave de las crisis del sistema. Lo que durante unos años aparece como un avance de la sociedad cuando llega la crisis se convierte en retroceso y destrucción de lo creado: "Las crisis comerciales, además de destruir una gran parte de los productos elaborados, aniquilan una parte considerable de las fuerzas productivas existentes. En esas crisis se desata una epidemia social que a cualquiera de las épocas anteriores hubiera parecido absurda e inconcebible: la epidemia de la superproducción. La sociedad se ve retrotraída repentinamente a un estado de barbarie momentánea; se diría que una plaga de hambre o una gran guerra aniquiladora la han dejado esquilmado, sin recursos para subsistir; la industria, el comercio están a punto de perecer. ¿Y todo por qué? Porque la sociedad posee demasiada civilización, demasiados recursos, demasiada industria, demasiado comercio. Las fuerzas productivas de que dispone no sirven ya para fomentar el régimen burgués de la propiedad; son ya demasiado poderosas para servir a este régimen, que embaraza su desarrollo. Y tan pronto como logran vencer este obstáculo, siembran el desorden en la sociedad burguesa, amenazan dar al traste con el régimen burgués de la propiedad. Las condiciones sociales burguesas resultan ya demasiado angostas para abarcar la riqueza por ellas engendrada." (Manifiesto Comunista)
Son palabras escritas hace 160 años que siguen siendo actuales para describir los mecanismos internos de las crisis capitalistas. Lo vemos día a día. Las necesidades de los banqueros, especuladores y grandes capitalistas de seguir manteniendo su nivel de beneficios han generado una de las que ya se anuncian como grandes crisis del sistema.
Y Marx continúa: "¿Cómo se sobrepone a las crisis la burguesía? De dos maneras: destruyendo violentamente una gran masa de fuerzas productivas y conquistándose nuevos mercados, a la par que procurando explotar más concienzudamente los mercados antiguos. Es decir, que remedia unas crisis preparando otras más extensas e imponentes y mutilando los medios de que dispone para precaverlas.". Una y otra vez así ha sido. La crisis bancaria en la década de los 80 en Argentina afectó al 55,1% del Producto Interior Bruto del país. La de Indonesia a finales de los 90 al 55% y el 34% en Tailandia. (Datos de Claudio Katz, economista de izquierdas argentino) En otros momentos históricos los capitalistas han afrontado las crisis mediante guerras, para dirimir entre ellos la supremacía del mundo o para organizar un nuevo reparto de su influencia política y económica. Cada una de esas crisis representa un retroceso de decenas de años. Se produce así la paradoja de que la crisis se inicia por una sobreproducción (después de un determinado desarrollo del bienestar general) que el sistema no puede asumir y arroja a la sociedad a un retroceso a todos los niveles. Es la paradoja de seguir manteniendo el capitalismo y el beneficio privado. Es la constatación de la caducidad del sistema capitalista.
En muchos otros aspectos de lo que está aconteciendo estas semanas Marx resurge como el original intérprete de lo que está pasando. El sistema financiero está colapsado. Los banqueros y especuladores han generado una crisis profunda. Los gobiernos se ven obligados a intervenir y colocan miles de millones para salvar a los bancos. En Estados Unidos como un regalo, en otros países como Reino Unido, Bélgica o Islandia como una particular nacionalización… en ningún caso se piden responsabilidades, en ningún caso el dinero servirá para que la banca sea pública, un instrumento del Estado para evitar situaciones como ésta y para que las inversiones en la economía sean las que realmente necesita un país. De ninguna manera, los gobiernos actúan para salvar a los mismos que han generado la crisis: la clase capitalista. Tendremos que recordar lo que escribió Marx: "Hoy, el Poder público viene a ser, pura y simplemente, el Consejo de administración que rige los intereses colectivos de la clase burguesa.". Solo hace falta anotar que Zapatero consultó a Botín la aplicación del plan para inyectar liquidez a la banca española.
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Si Marx vuelve no es sólo para ayudarnos a comprender la crisis capitalista o a interpretar el mundo sino para ayudarnos a transformarlo. Porque el marxismo no es sólo una ciencia interpretativa sino también práctica. Y ahora nos hará mucha falta la acción, la movilización.
No somos marxistas porque hayamos leído sus libros o citemos sus escritos sino porque consideramos que sus análisis y las herramientas que nos proporcionó son útiles para las luchas actuales. No repetimos las cosas como si nada hubiera cambiado, ¡muchas cosas han cambiado!, pero, evidentemente, no compartimos las ideas de quienes enterraron el marxismo por anticuado o superado por el desarrollo del capitalismo; ni tampoco aceptamos que el fracaso que representó la burocracia estalinista en la antigua URSS sea un fracaso del marxismo. Estudiar, actualizar y aplicar el marxismo en este siglo XXI es una necesidad para la transformación de la sociedad.
La actualidad de Marx es la actualidad de la vieja pero siempre joven lucha de clases. Representa la convicción de que "la historia de todas las sociedades hasta nuestros días es la historia de las luchas de clases" y que todos los regímenes sociales tienen su etapa histórica en función del desarrollo de la sociedad. Y si la burguesía tuvo un papel revolucionario en lucha contra el feudalismo, hace tiempo que demostró ser una clase social que representa una rémora para el desarrollo del conjunto de la sociedad.
La particularidad de la etapa histórica que vivimos es que la clase trabajadora no ha reunido las condiciones necesarias para ser una nueva clase dirigente de toda la sociedad y así poder acabar con el interés privado de unos pocos grandes capitalistas y organizar la sociedad en interés de la mayoría de la población.
Ya sabemos lo que es la globalización. Ya hemos sufrido sus políticas neoliberales. La lucha no será fácil; sabemos que será dura pero muchos otros caminos fueron probados y acabaron en callejones sin salida. Es el momento de que Marx vuelva para que la cooperación y el socialismo sean otra vez los objetivos de la lucha liberadora de la clase trabajadora.
– El autor es Director de la Revista LA AURORA
* Fuente: Kaos en la Red
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