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Salvador Allende: «Tenemos que llegar a La Moneda antes que ellos»

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Santiago de Chile, 11 sep (PL) Julio Soto había hecho el recorrido decenas de veces, pero nunca conduciendo tan rápido como la mañana del martes 11 de septiembre de 1973, con el presidente Salvador Allende apurándolo todo el camino.

De la residencia de la calle Tomas Moro, en la comuna de Las Condes, Soto manejó a toda velocidad el Fiat 125 azul del mandatario unos 15 kilómetros hasta el palacio de La Moneda, en pleno centro, en menos de 10 minutos, por la avenida Kennedy, luego por Recoleta, cruzando el río Mapocho, bajando por Bandera hasta Moneda.

Al llegar, Allende bajó del auto y exclamó “por fin”, que Soto -también conocido como “Joaquín”- hasta hoy no sabe si interpretar como una queja por el atraso o como un elogio por la puntualidad.

Eran alrededor de las 7:00 horas y el presidente, que ya sabía que fuerzas navales se habían alzado en el vecino puerto de Valparaíso, comenzó a organizar la defensa del gobierno popular, elegido democráticamente tres años antes.

En medio del recorrido, preocupado por la insistencia en que acelerara, Soto preguntó a otro escolta qué estaba pasando, pero fue Allende quien le explicó personalmente sobre la asonada golpista y agregó: “tenemos que llegar a La Moneda antes que ellos”.

En realidad, esa mañana, cuando sonó la alarma de la seguridad personal en Tomas Moro, Soto -24 años de edad- se incorporó, tomó su arma y corrió hacia su vehiculo. Al igual que los demás miembros del Grupo de Amigos del Presidente (GAP), había dormido vestido, como esperando ese momento.

Al llegar al vehículo, “el Doctor” ya lo estaba esperando. “Vamos”, le ordenó. Apenas pudieron montar “Carlos”, jefe de la escolta, delante, y “Víctor”, un custodio nuevo, detrás, a la izquierda del Presidente. Soto aceleró sin esperar a los otros cuatro vehículos presidenciales, que a los pocos minutos le dieron alcance en una carrera cuyo fin nadie podía prever.

Después de 35 años, Soto -un chileno valiente, reacio a dar entrevistas- contó a Prensa Latina detalles de su experiencia al lado del “Compañero Presidente” en ese y otros momentos que marcaron su vida. Se emociona al describir su admiración por las cualidades humanas y por la consecuencia política de Allende. En esa época era muy joven y quizás no alcanzaba a valorar, como ahora, el grado de compromiso que tenía con su pueblo. No eran sólo consignas. La consecuencia de lo que decía y lo que hacía. Lo demostró a lo largo de su mandato y hasta el último día. Yo creo que fue uno de los hombres más grandes de Chile, dijo sopesando cada palabra.

Soto recuerda con orgullo las giras en que acompañó a Allende a países de los cinco continentes y, especialmente, sus visitas a las Naciones unidas, a Cuba y a México.

El ex GAP apuntó que, mucho antes del 11 de septiembre, Allende había insistido en la necesidad de que, como Presidente Constitucional, debía permanecer en La Moneda, especialmente tras el intento golpista conocido como el “tanquetazo”, (29 de junio de 1973), cuando también Soto traslado de urgencia al Presidente hasta La Moneda.

Vivíamos con mucha tensión en esos días. Prácticamente, dormíamos vestidos, preparados para salir en cualquier momento. Pero el destino siempre sería La Moneda. Nunca escuché hablar que en una emergencia saliéramos hacia otro lado que no fuera La Moneda, subrayó.

Mientras Allende, varios GAP y otros colaboradores tomaban posiciones en el palacio presidencial, Soto recibió instrucciones de llevar los vehículos al estacionamiento frente a la sede gubernamental y de prepararlos para cualquier eventualidad.

Así lo hizo y esperó nuevas orientaciones, pero -al pasar los minutos- volvió a cruzar la calle Morandé para informarse de la situación en La Moneda. Se le explicó que no sólo la Armada sino también el Ejército, la Fuerza Aérea y Carabineros habían constituido una Junta Militar y que el Presidente estaba decidido a resistir desde el palacio.

Junto a otros cinco o seis choferes del GAP, Soto debía ocupar el vecino edificio del Ministerio de Obras Públicas e impedir, como francotiradores, el avance de los golpistas. El chofer de Allende relató a Prensa Latina que, tras su ingreso, rompieron los seguros de las puertas para impedir que las tropas entraran y, también, que los empleados (unos 80) salieran a la calle, arriesgando sus vidas.

Luego de que sus hombres se apostaran en las ventanas de varios pisos del ministerio, Soto localizó los teléfonos internos y mantuvo permanente comunicación con La Moneda. Precisó que contaban con una ametralladora .30, un lanzacohetes RPG-7 y ocho fusiles automáticos AK-47.

Desde esas posiciones, vieron cómo 10 compañeros de refuerzo, que venían en una camioneta desde la residencia conocida como “El Cañaveral”, fueron detenidos en la esquina de Moneda con Morandé por Carabineros que acababan de plegarse al golpe.

El Ministerio de Obras Públicas fue atacado con violencia desde la Plaza Constitución, por el norte, y desde el Ministerio de Defensa, en la Alameda Libertador Bernardo O´Higgins, por el sur. Estallaban las ventanas, dijo Soto, pero no se produjeron bajas.

Según Soto, en determinado momento, cuando las llamaradas y los gases lacrimógenos hacían irrespirable el interior de La Moneda, algunos analizaron la posibilidad de buscar una eventual salida, atravesando el Ministerio de Obras Públicas. Pero, eso quedó descartado de inmediato. “El Presidente -subrayó- quería quedarse allí hasta las últimas consecuencias”.

Pasado el mediodía, cuando cesaron los disparos y varios GAP y otros colaboradores de Allende fueron sacados en condición de prisioneros del palacio por la puerta de Morandé, las tropas golpistas también cercaron el Ministerio de Obras Públicas, pero Soto y sus hombres logran salir, mezclándose entre los empleados, y pasar a la clandestinidad.

Pero, 18 días más tarde, mientras ayudaba a un dirigente sindical a asilarse en la embajada de México, fue reconocido por Carabineros que habían prestado servicio de custodia en la residencia de Tomás Moro, junto a Soto y demás GAP. Fue identificado claramente como GAP y como “el chofer de Allende”.

Allí comenzó un largo y doloroso camino de dos años para Soto, quien fue encapuchado, interrogado y torturado con especial saña en la Comisaría No. 24 de Carabineros, el Estadio Nacional, la Academia de Guerra Aérea, la Dirección General de Investigaciones (Policía Civil), nuevamente en el Estadio Nacional, el Estadio de Chile y la Cárcel Pública de Santiago.

En septiembre de 1975, su pena de prisión fue cambiada por la de extrañamiento en el Reino Unido, a solicitud de la Vicaría de la Solidaridad del Arzobispado de Santiago, sin poder retornar a Chile hasta 1987.

Al describir las brutales torturas, Soto recordó un comentario que Allende hizo una vez en privado a los GAP en el sentido de que “si la derecha triunfaba alguna vez en Chile, lo haría a través del fascismo”, estimando que pasarían por lo menos 30 años para que las fuerzas democráticas se pudieran volver a reorganizar.

Y, en realidad, han pasado 35 años y todavía falta mucho por hacer, comentó Soto.

mgt/jl

* Fuente: Prensa Latina

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