El Cambalache moral de la Concertación
por Hermes H. Benítez (Edmonton, Canadá)
17 años atrás 4 min lectura
Los ingenuos, que son legión, es decir, aquellos que tratan de entender lo que ocurre a partir de los discursos y declaraciones públicas de los políticos, en vez de hacerlo a partir de sus conductas y documentos secretos desclasificados, deben estarse rascando la cabeza una vez más ante un aparentemente insólito hecho; al que nadie pareciera haberle concedido la menor importancia, ni significación: que un barco de la Armada chilena ha sido bautizado con el nombre de José Toribio Merino Castro, el tristemente celebre marino golpista, y miembro de la Junta Militar que derrocó al presidente Salvador Allende en 1973.
Tradicionalmente los barcos, ya sean mercantes o de guerra, han llevado nombres de héroes, míticos o reales, de grandes personajes históricos (casi siempre hombres), de grandes ciudades, y hasta de virtudes, como ha sido la costumbre en la Real Marina Británica ya por varios siglos. A nadie se le ha ocurrido, por ejemplo, darle el nombre de Al Capone, o de Charles Manson, a algún carguero, pesquero o buque tanque norteamericano, ni el de Adolfo Hitler, o Heinrich Himmler, a algún destructor o corbeta de la Marina Alemana. Pero en Chile alguien decidió romper aquella vieja y respetable tradición y darle a un barco de la marina de guerra el nombre de un golpista y un traidor a la patria, cuya gran contribución a la cultura nacional es haber divido el mundo entre humanos y humanoides, junto con vomitar una gran cantidad de estupideces que en sus tiempos de miembro de la junta militar exhibía regularmente ante nuestros compatriotas, sin el menor sentido del ridículo, como una destilación de la sabiduría humana y política más profunda.
Inevitablemente este inédito hecho me hizo pensar en la letra del tango Cambalache, de Enrique Santos Discépolo, que en su parte central dice así:
Hoy resulta que es lo mismo
ser derecho que traidor,
ignorante, sabio, chorro, generoso o estafador…
¡Todo es igual!
¡Nada es mejor!
Lo mismo un burro que un gran profesor.
No hay aplazaos ni escalafón,
Los inmorales nos han igualao.
Si uno vive en la impostura
Y otro roba en su ambición
Da lo mismo que sea cura, colchonero,
Rey de bastos, caradura o polizón.
¡Que falta de respeto,
que atropello a la razón!
Cualquiera es un señor,
Cualquiera es un ladrón…
Mezclao con Stavisky
Va don Bosco y la Mignon
Don Chicho y Napoleón
Carnera y San Martín
Igual que en la vidriera irrespetuosa
De los cambalaches se ha mezcao la vida
Y herida por un sable sin remaches
Ves llorar la Biblia contra un calefón(1)
En realidad el hecho que comentamos bien podría ser calificado como un verdadero trastrocamiento de todos los valores, como se expresa de modo tan visual en la letra del referido tango, porque en vez de exaltar los valores del patriotismo, el heroísmo, y la fidelidad a las virtudes republicanas, al darle a aquel barco de la Armada el nombre de un golpista se está metiendo en un mismo saco la virtud y el vicio, el honor y la traición, el respeto a la constitución y el golpismo. Este es un precio que, por lo que se ve, la Concertación está dispuesta a pagar, frente a su proyecto de largo plazo, motivado sin duda por lo que entiende como “razones de Estado”, de meter a los cabecillas del golpe y de la dictadura, por la ventana de la historia de Chile, ante la imposibilidad de que puedan ingresar a ella por su puerta ancha.
¿De qué otra manera puede explicarse que Pinochet,(traidor, asesino y ladrón) terciando banda presidencial, haya aparecido ya en la galería de los presidentes del sitio oficial del Bicentenario?, como lo comentamos recientemente. Ahora resulta que se le ha puesto el nombre del golpista Merino a un buque madre de submarinos, mañana, quizás, se le dará el nombre de otro “salvador de la Patria”, a un aeropuerto, o a lo mejor a un regimiento. Como es manifiesto, embarcarse en esto es equivalente a deslizarse sobre un verdadero plano inclinado moral, que conduce a expresiones cada vez más aberrantes y sin límite ni término aparente.
Y ¿qué ha ocurrido con los miles de víctimas de las brutalidades y crímenes cometidos durante años por la marina golpista, en la Isla Quiriquina, en la Esmeralda, en Isla Dawson, en contra de indefensos partidarios y personeros de la Unidad Popular? Hasta donde sabemos nadie, pero absolutamente nadie, ha sacado la voz para protestar por este acto de relegitimación de la figura del almirante golpista, ni siquiera el ministro Sergio Bitar, cuyo libro testimonial titulado ISLA 16, acerca de sus terribles experiencia como prisionero de la Armada en Isla Dawson, servirá de base a una película de nuestro gran director Miguel Littin, en proceso de filmación en este preciso momento.
Ver también: Los buques de la Armada de Chile tradicionalmente ostentan el nombre de héroes de la patria
Nota:
1. Véase: Juan Gonzalo Rocha, GARDEL CLASICO, Santiago, Librería y Editorial PAX-CHILE, sin fecha
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