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Bernardo Leighton y Francisco Vidal: distintas maneras de enfrentar la prepotencia de la derecha

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El “hermano” Bernardo tomó presa a la directiva del Partido Nacional, en 1965; Francisco Vidal reculó, a raíz de la intervención de Joaquín Lavín, para querellarse contra el diputado Darío Paya. Esta es la distancia entre el Chile republicano y el transaccional actual. Bernardo Leighton era el dirigente más admirado de la Democracia Cristiana y, desde muy joven, fue el predilecto de mi abuelo, Rafael Luis Gumucio Vergara, patriarca de la Falange Nacional; también se convirtió en el íntimo amigo de mi padre y, sin temor de ser acusado de petulante, siempre fue como mi tío. Los líderes, como el “hermano" Bernardo, no usaban la política para convertirse en millonarios, ni en lobbistas, ninguno pensó, jamás, en convertirse en director de empresas. Leighton y la señora Anita Fresno vivieron siempre en una casa “Ley Pereira” – viviendas para empleados públicos -, en la calle Blanca Nieves, cerca de Pirineos; jamás se les hubiera ocurrido tener helicópteros, ser dueños o gerentes de empresas, miembros de directorios de AFPs. o enriquecerse con las pocas empresas estatales que restan, recibiendo bonos y sueldos millonarios , como ocurre en CODELCO y Ferrocarriles del Estado, y otros. Es que para el tío Bernardo había que separar, radicalmente, la política de los negocios: la política no era para ser administrada por tecnócratas y burócratas, sino la forma más perfecta de la caridad y de la solidaridad con el prójimo, correspondía a una amistad cívica y no al brutal egoísmo, personalismo y mezquindad de que hace gala la Democracia Cristiana en la actualidad.

La derecha siempre ha sido incapaz de ganar elecciones limpias y transparentes y honestas: o Cohecharon – como lo demuestra la historia – o recurrieron a un militarote ladrón, inmoral y asesino, como Augusto Pinochet, para que los salvara cuando se vieron en peligro. Nunca debemos olvidar de que la mayoría de los demócrata cristianos fueron partidarios del golpe de Estado de 1973, ya sea por acción u omisión; que después algunos se hayan retractado, ya es harina de otro costal. El “hermano” Bernardo, desde el 11 de septiembre hasta su muerte, condenó siempre la dictadura, siguiendo el imperativo ético y democrático hasta el final. Charles Péguy decía “la revolución será moral o no será”, frase olvidada por los demócratas cristianos, en la actualidad. ¡Qué falta nos hace Bernardo Leighton!

Leighton fue el primer ministro del Interior de Eduardo Frei Montalva, pero nunca se entendió bien con el presidente: Frei privilegiaba la eficacia, un tanto tecnocrática y don Bernardo representaba el profetismo cristiano, con modales sencillos, gran dignidad, pero muy distinta la imagen que uno se hace de los barbudos profetas de la Biblia; jamás se escucharía de boca den Bernardo una frase dura o hiriente, o un juicio proveniente del resentimiento. En los tiempos del Chile pobre y republicano no había tanta secretaria que impidiera a cualquier ciudadano a hacer uso del derecho constitucional de petición; al vicepresidente Bernardo Leighton se le podía encontrar, sin guardias, en cualquiera de las 18 cuadras del centro de Santiago. Recuerdo que un día, siendo yo joven, me tomó del brazo  y me conversó por horas sobre el carácter negativo del concepto NO, aplicado a la vía no capitalista de desarrollo; tendría razón, sería mejor llamarla en positivo una vía socialista al desarrollo. Fue don Bernardo quien empleó el término “democracia proletaria”, en el Congreso de los Peluqueros, (1946).

Pido disculpas por extenderme en este introito, pero creo necesario dirigirme a muchos jóvenes que leen los diarios electrónicos – los únicos libres en este país – para indicarles que si hoy los políticos que conducen nuestro país son, algunos de ellos, bastante mezquinos, y aprovechadores, en la república, antes del golpe de Estado, tenían ideales y una visión de servicio y quien profitaba de la política era, francamente, condenado; recuerdo el caso del diputado Radical Juan Luis Mauras, que fue ampliamente censurado por su oportunismo político.

Los oligarcas derechistas siempre han sido bastante prepotentes para tratar a sus enemigos políticos y se sienten los dueños de Chile y de su destino y, en parte, lo son: todos los poderes fácticos están a su servicio: militares, empresarios y los medios de comunicación. En el pasado, tuvieron mayorías parlamentarias y, ahora, las vuelven a tener – por la renuncia de los colorines – lo único que les faltaba era la presidencia de la república, que no han logrado en buena ley desde el gobierno de Jorge Alessandri, pero no es muy necesario, pues podían utilizar, fácilmente, a los presidentes radicales, demócrata cristianos y socialistas, (las únicas excepciones de la tendencia a entregarse a la derecha han sido las de Pedro Aguirre Cerda y Salvador Allende); hay casos grotescos, como el del valet  Gabriel González Videla, que terminó como presidente del Banco Francés y corifeo del tirano Pinochet .

La derecha juega a la famosa estrategia de los torturadores, del bueno y el malo; Bernardo Leighton, siendo ministro del Interior, no dudó, un minuto, en apresar al presidente del Partido Nacional, de esa época, Victor García Carzena aplicándole, con mucha razón, la ley de Seguridad Interior del Estado – legislación que había promulgado la propia derecha, supuestamente para defender la democracia – por haberse descubierto una conspiración contra el gobierno demócrata cristiano que, en 1965, había aniquilado políticamente a la derecha. Recuerdo la cara de estupor de Victor García Carzena y de Onofre Jarpa cuando eran conducidos al cuartel de Investigaciones. En este caso, Leighton fue considerado un pérfido y el presidente Eduardo Frei Montalva, el bueno. Por otro lado, el diario El Mercurio se acercó, con halagos, al presidente Frei dividiendo a los demócrata cristianos, nuevamente, en buenos y malos; los primeros eran los oficialistas más derechistas. Como Juan de Dios Carmona y William Thailler; los malos eran siempre los rebeldes y los terceristas. Como siempre, cada Editorial del citado Diario era un verdadero reparto de premios entre unos y otros. Igual que hoy, estos pasquines, con una audacia sin límites, se atreven a aconsejar al presidente o presidenta los personajes que deberían integrar su gabinete. Con razón, la reina Michelle advirtió que “no se va a dejar pautear por la prensa o por los opinólogos”, ¡Dios la escuche!

Con Francisco Vidal la derecha ha intentado perfeccionar el método del bueno y del malo: el bueno no es muy difícil descubrirlo: Jerry Lewis Lavín quien, en una declaración dejó como negro a su camarada Darío Paya: “la Presidenta ganó legítimamente”, afirmó, claro que la apoyaron con algunas inauguraciones en obras públicas. El supernumerario Opus Dei, Joaquín Lavín, no se sabe si es más bacheletista que aliancista o viceversa – caluga o menta -. Empiezo a sospechar que es más bacheletista que la misma Michelle y se muere de ganas de convertirse en su ministro del Interior, cuando le dice que …”traspase sus fronteras…” Puede ser que Lavín quiera estar reservándola, obnubilado día y noche, como yo me muero de ganas de hacerlo con mi nieta Beatrice; el mal es Darío Paya que, por mucho que se desdiga, ha dejado entrever, en lenguaje críptico, que Francisco Vidal malversó fondos públicos. La mayoría entiende poco la diferencia entre responsabilidad penal y política, salvo que pertenezca al gremio del bachiller Sansón Carrasco, del famoso libro Don Quijote; acusar al gobierno de ilegitimidad de origen es algo muy grave que, según Santo Tomás, permitiría el derecho a rebelión, pero los derechistas no tienen ningún respeto por los conceptos que emiten y saben muy bien que permanecerán en la impunidad.

Los mismos argumentos se emplearon contra el gobierno legítimo de Salvador Allende agregándole, a la ilegitimidad de origen, la de ejercicio. Es lógico que la gente no recuerde las acusaciones de un tal Del Valle sobre fraude electoral en las elecciones de 1973, cuando la UP logró el 43.3% y no le fue posible a la derecha y a algunos de la Democracia Cristiana acusar constitucionalmente al presidente Allende. Como los niños, cada vez que pierden, se llevan la pelota.

Con el ex presidente Salvador Allende, porque siempre fue leal al socialismo, nunca el director de El Mercurio, pudo convertirse en su orejero, razón por la cual lo calumniaron hasta que les dio puntada. No sé por qué Allende fue tan respetuoso de la libertad de Prensa y no envió a prisión a algunos de sus calumniadores, basado en la ley de Seguridad Interior del Estado; la verdad  es que cuando lo hizo contra Radio Agricultura, que dirigió el Tanquetazo, los Tribunales, completamente entregados a la derecha,  protegieron a la dirección de este medio de comunicación.

Francisco Vidal me cae bien, es mi colega como profesor de historia, me parece un gran comunicador: claro, contundente, de metáforas deportivas divertidas, casi le estaba colocando un altar, con velitas y todo, cuando al fin, después de tantos años de mediocridad, complicidad y servilismo con la derecha, al menos un personaje de la Concertación se atrevía a querellarse contra el prepotente Darío Paya; no llegaron las 12 del día lunes 7 de enero, y como la Cenicienta, se me cayó completamente mi colega Francisco Vidal; se desistió, arrugó y se achaplinó. Ahora viene  la famosa interpelación. Como a Francisco Vidal le gustan las metáforas futbolísticas, le voy a proponer, referida a la Selección chilena: si usted sigue a Nelson Acosta, ponga a todo el equipo defendiendo el arco, lo que importa es conseguir un empate, o una derrota con pocos goles; se trata de atajar y no de atacar. Se sabe que en la interpelación no va a pasar nada, pero lo van a llenar de improperios. No ve, ministro, que la derecha está en insurrección permanente, pues está convencida que llegará luego al poder total; para desgracia de Chile tendremos millonarios al estilo Berlusconi, play boy, como Sarkozy, atrasados metales como Bush, paramilitares como Álvaro Uribe. El estilo Bielza me parece mucho más adecuado: pongamos la mayoría de nuestros jugadores en la delantera, vamos directamente al ataque, no dejemos al equipo contrario pasar ninguna, así podemos ganar o perder, pero habremos salido de la mediocridad y de tanto compromiso y transacción.

El Ministro debe recordar el club México, de boxeo; se me hace que los luchadores de la Concertación y de la Alianza son como los malos boxeadores de los combates preliminares que, para no darse golpes, pasan abrazados; también hay campeones que eligen rivales paquetes para lucirse ante su público. Así ocurrió con la Concertación respecto a la Alianza: le era muy fácil ganarle a la primera, pues la UDI y RN estaban sobrecargadas de peso, arrastrando la cuantiosa y malhabida herencia del tirano. Ahora, esta ventaja terminó: el boxeador concertacionista, seguro de sus triunfos, se dedicó a la farra, dilapidó su capital moral y, a veces, apenas se puede parar de tanto pituteo. Les ocurrió algo similar a los últimos años de nuestro héroe nacional, Arturo Godoy. De nada sirve gritar “Martín, pega, Martín”, si no se mantiene la forma física, que exige esfuerzo y no las blanduras del poder. Menos Cóctel y más contacto con el pueblo – como la presidenta lo anunció en sus primeros días de gobierno. ¿Por qué no despiden a los apitutados, lobbistas y tecnócratas de Expansiva, para poder gritar, libremente, “golpea, Francisco, golpea y fuerte”                 

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