Alto de San Antonio, diciembre 1907
por Senén I. Durán Gutiérrez (Iquique, Chile)
17 años atrás 4 min lectura
Gobierna un Presidente elegido el año antes, lo acompaña un Ministro del Interior que lleva dos meses en el cargo, ambos son la expresión de una plutocracia que ha expropiado tierras a los agricultores sureños para regalársela a inmigrantes europeos; ha hecho una emisión de diez millones de pesos en papel moneda lo que en la provincia salitrera de Tarapacá se traduce en la baja del peso chileno de 18 a 7 peniques.
El comercio tarapaqueño subió en 50% los precios en artículos de primera necesidad.
Han paralizado la mitad de las minas de cobre Collahuasi la Grande, dos mil mineros con sus familias se trasladan a la pampa salitrera, esto hace bajar los salarios.
La pobreza invade los hogares de los proletarios del salitre.
Los zares del nitrato viven una era de prosperidad económica, cientos de clippers de todas las nacionalidades en el principal puerto de Tarapacá, algunos estibando otros esperando ser cargados de blancura sódica.
En la pampa salitrera se desarrolla la huelga grande de los pampinos, que se reúnen en el pueblo Alto de San Antonio para ser escuchados por el Intendente subrogante que prometió ir pero no asistió; una vez más los obreros fueron burlados por las autoridades políticas, por ello deciden bajar a Iquique.
Por el terraplén de la vía férrea se fueron cinco mil obreros del salitre acompañados de sus mujeres y niños, salieron a las cuatro de la mañana desde Alto San Antonio, rumbo a Iquique en busca de respuesta y soluciones a sus demandas de asalariados pobres, tiranizados por capitales extranjeros, especialmente ingleses.
Fueron saludados por el alba de ese luminoso día en el desierto del nitrato. Dejaron atrás huellas endurecidas por el tiempo y resaltadas a la luz oblicua de amaneceres y atardeceres (Su trazado permanece a inicios del s.XXI). Durante el día los rayos del sol acuchillaron la piel de sus rostros, cuellos y manos e intensificó la sed en sus bocas de labios partidos por la sequedad. En la tarde las ráfagas de viento del Weste con su lluvia de cascajos volvió a castigar sus epidermis cubriendo de tierra sus cabellos y sudadas ropas de colores nítidos.
Se escuchaba el caminar de miles y miles de hombres, mujeres y niños pampinos, más las arengas, conversaciones y voces de ánimo.
Airosos pasaban tras las vistosas banderas gremiales de cada oficina salitrera, agitadas por sus bizarros dirigentes, hermanos obreros que con ellos compartían el mismo quehacer y el mismo pan.
Desniveles de durmientes, costrales y pedregales retardaban su avance hacia la ciudad capital y meta de sus esperanzas, afán y remedio a sus problemas.
Era una inmensa, larga y voluminosa caravana humana curvándose entre cerros y pampas, columna que marcaba el ocre del desierto bajo un diáfano cielo azul, fue una heroica y sacrificada marcha nunca después imitada, de huelguistas chilenos, peruanos, bolivianos y argentinos, hermanados por ese sentimiento de clase asalariada y sufrida que presta sus brazos para el desarrollo de Chile. Con este acto demostraban el poder de la unión de la clase obrera. La confianza dibujaba sus rostros, la fe movía sus piernas.
Extenuados tras veinte horas de marcha, lacerados los pies, heladas las manos, anhelante el alma, se anuncia el pronto amanecer, el gran día se acerca, en la penumbra de la alborada de ese domingo 15 de diciembre de 1907, desde el Alto del León en la Cordillera de la Costa y en la opacidad del horizonte lograron ver más allá de las pampas de Alto Hospicio el tranquilo mar y además… el frío brillo de las enhiestas armas de guerra que los esperaban.
El 21 de diciembre de 1907, a las 15,45 horas, por orden del gobierno, las armas del Estado proceden a la matanza de obreros en la Escuela Santa María de Iquique.
Las tropas son el brazo armado del Estado, que en la zona productora de salitre han sido utilizadas veintisiete veces.
Son los gobiernos de turno quienes deciden utilizar estos agentes del Estado para ejecutar a sus gobernados cuando lo estiman conveniente.
Este manchón de la historia recuerda la bestialidad de las milicias que actúan con el raciocinio envenenado mediante torcidas arengas que exacerban el odio contra nacionales calificados de enemigos y traidores de la patria, tal como en diciembre de 1907 fueron considerados los pampinos que desde Alto San Antonio bajaron a Iquique y llegaron a la Escuela Santa María.
Calichal en letargo, una centuria después
e-mail del autor: amautasenen32@hotmail.com
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