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Asoma la mano peluda del mercado

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En el mundo globalizado neoliberal hay un solo dios: el mercado, que habla ex cátedra y se anticipa a la economía real; su evangelio lo constituyen los indicadores bursátiles y el mercado secundario de bonos. Como todo dios, tiene distintas caras: a veces es angelical y tierno cuando hay dinero fácil y abundante; otras veces es cruel, como Zeus, que se comió a su padre, Cronos; puede ser también como el dios Dionisio: bueno para las orgías interminables. No escribiría sobre estos temas económicos y financieros si sólo afectara a los ricos y dueños de Bancos. Desgraciadamente, como siempre, terminarán pagando los platos rotos los pobres, que están obligados a participar en el mercado especulativo, por medio de la capitalización privada, en todo el mundo, en especial en Chile, que lo tiene como sistema único. No sé si podemos darnos entera cuenta sobre qué ocurriría si se permite a las AFPs invertir en fondos extranjeros, de alto riesgo, llamados Hedge Funds, cuya ruina se pronostica a corto plazo.

Hasta el 20 de julio nadie hacía caso a los profetas que anunciaban una crisis  financiera. Los incautos estaban felices, pues en cuatro años de bonanza todos los instrumentos financieros habían pagado suculentas rentabilidades; los más audaces invertían en Fondos Bric, (Brasil, Rusia, India y China), donde la única que se ha salvado de la debacle es la poderosa dictatorial y capitalista China. Pero también eran buenos todos los mercados emergentes, que duplicaban y triplicaban el capital invertido. El Anticristo mercado, con sus modales suaves y promesas de paraísos terrenales nos engañó a todos los mortales, conduciéndonos al infierno y el rechinar de dientes.

Nada más entretenido que leer y escuchar a economistas y estrategas de los más connotados Bancos mundiales, la mayoría graduados en las mejores universidades de Estados Unidos para tratar de calibrar la profundidad y duración, en el tiempo, de la presente crisis financiera; los hay para todos los gustos: depresivos, pesimistas, eufóricos, apolíneos y dionisíacos, pero la verdad es que por primera vez se impone la humildad científica, pues no se sabe, a causa de la complejidad del mundo financiero, en qué grado afectará la crisis inmobiliaria de liquidez y de fondo de cobertura en la economía real.

En Chile hay economistas convencidos de que esta ciencia es tan exacta como las matemáticas que, por lo demás, Pitágoras y los cabalistas han demostrado que se puede jugar con los números en la ejecución de múltiples operaciones. Por casualidad escuché en el programa “Intolerancia Cero”, de Chilevisión, al gran guru de la dictadura de Pinochet, Sergio Melnick, un neoliberal recalcitrante, quien sostenía, si mis oídos no me engañan, que la economía es poco menos que una ciencia exacta, incluso, de un alto nivel predictivo, (si he escuchado o comprendido mal, le ruego me disculpe), pues yo soy ignaro en economía y matemáticas, pero esto no me impide opinar, aun cuando sea a beneficio de inventario. Otra economista, Evelyn Matthei, hizo gala de la misma prepotencia, al descalificar de ignorante al obispo Goic. Cuenta Fernando Sabater, en su libro ética y ciudadanía, que un vocero de la dictadura de Pinochet dijo que no era un homo sapiens para responder las difíciles preguntas de los periodistas –afortunadamente, no dijo que era un pitecantropus erectus.

Pienso que de la presente debacle económica se pueden salvar Jesucristo y sus doce apóstoles; Sócrates, (si bien no le trabajaba un cinco a nadie, ni siquiera lavaba su túnica), contaba con alguna herencia de su padre y las riquezas de Xentipa, su mujer; debiéramos agregar a esta lista de prohombres pobres a Diógenes de Sinope y a Zenón de Elea. Excluyo a Séneca, pues se sabe que era un prestamista bastante usurero. 

Desde el 20 de julio, las Bolsas se convertido en una montaña rusa; a este mareo los opinólogos económicos le llaman “volatilidad de los mercados”, incluso, hay un índice para comprobarla. Todos los Diarios del mundo están saturados de información sobre la corrección, crisis, debacle o colapso; los más entretenidos son los dedicados a las finanzas – Estrategia, El Financiero, FinacialTimes, Walt Street Journal y otros más especializados. Reconozco que aprendo mucho más de psicología, sociología, “astrología” y ética, que de finanzas y economía. En El Financiero, del 17 de agosto, me llamó la atención un artículo de George Magnus, del Banco UBS, titulado “Demos la bienvenida al terror de los mercados financieros” – no sé a quién le puede gustar el terror y la incertidumbre, salvo que sea masoquista -: “En momentos particulares mucha gente estúpida tiene mucho dinero estúpido…A intervalos…el dinero de esa gente, el capital ciego del país, como lo llamamos, es especialmente abundante y hambriento, busca a alguien que lo devore, y  hay una plétora,  encuentran a alguien y hay “especulaciones”, es devorado y luego hay pánico” (Citado de Walter Begehot). Digno de crónica de diatribas, ¿no les parece?.

Adam Smith, según creo, es reconocido como el padre del liberalismo económico; era ante todo, un filósofo, un moralista, un sociólogo, del Siglo de las Luces. Una de sus obras más importantes no se refiere a la fluctuación de las monedas, sino a La teoría de los sentimientos morales (1759); (como la doctora Evelyn Matthei es versada en estas lides, no lo eliminará como libro que trata de la ética). No pienso en extenderme en la teoría de Smith, sólo me limitaré a una frase que considero central: “No esperéis vuestra cena de la benevolencia del carnicero, del cervecero o del panadero sino cuidando que ponga  en sus propios intereses, no apelemos a la humanidad, sino al egoísmo, nunca le hablemos de nuestras necesidades, sino de sus beneficios…” Según Smith, los vicios privados se convierten en virtudes públicas y hacen crecer la riqueza. Pienso que los escoceses son muy peligrosos: debajo de sus faldas y al alero de las gaitas esconden peligrosos venenos: Juan Duns Escoto, teólogo franciscano de la Edad Media, fue el padre de la Reforma protestante con sus teorías antipapistas. Smith, por su parte, se considera el padre del pérfido neoliberalismo; claro que a él le preocupaba el trabajo y a los actuales, la especulación.

Si hacemos la pillería de cambiar la frase de Adam Smith con personajes como los banqueros, los gestores de Fondos de Cobertura, que reemplazarían al carnicero, al cervecero y al panadero, podríamos comprobar que los vicios privados –el egoísmo, el lucro infinito, el desprecio a los pobres, el juego especulativo sin regulación alguna – no se han convertido en virtudes públicas, muy por el contrario, tienen a los mercados mundiales en agonía. ¿Quién va  a pagar la cuenta de esta hecatombe? Seguramente loS pobres.

Para los neoliberales, el Estado es una traba; para los más extremistas de éstos, ojalá el papel del Estado se limitara a la coerción, aplicada a quienes atropellan la propiedad; claro que son pocos los que se llaman anarco-neoliberales, pues la mayoría son monetaristas y contrarios al Estado benefactor. Ahora sólo queda la intervención de los Bancos Centrales: el FED ha inyectado más de 88.000 millones de dólares; el Banco Central Europeo, 285.000 millones de dólares; el japonés, una cantidad muy inferior, pero hasta ahora, tanto dinero no han calmado los mercados; sería como una aspirina como tratamiento para un cáncer. Ahora viene una variedad de tratamientos de shock aún más fuertes: el 17 de agosto, a primera hora, el Banco Central de Estados Unidos bajó en 0.50% la tasa de préstamos, a corto plazo, a los Bancos; es cierto que ese día casi todas las Bolsas del mundo, salvo Asia, por diferencia  de horario, subieron considerablemente; sólo los comentaristas especializados leyeron el Comunicado adjunto, el cual reconocía una baja importante en los fundamentales, es decir, el crecimiento y ninguna palabra sobre la inflación.

No hay que caer en la euforia, ni tampoco en la depresión, pero está claro que el tratamiento tendrá que prolongarse en el tiempo y, seguramente, los medicamentos seguirán in crescendo: nuevas bajas en la tasa de préstamo a los Bancos y, finalmente, una baja en la tasa de instancia, válida para los préstamos que hacen los Bancos a los particulares. Es de esperar que la volatilidad siga durante meses o, al menos, hasta el 18 de septiembre, entre tanto, no queda más que la incertidumbre.

El capitalismo sabe mucho de crisis a través de la historia reciente, baste recordar el “efecto tequila”, la de los bonos, la de Enron, las rusa, la asiática y muchas otras en menor escala; ¡Qué sabio era Carlos Marx!. Es cierto que ninguna es igual entre sí: ahora la gente recuerda las medidas de Greenspan cuando salvó al mundo de una recesión bajando las tasas de interés a 1%; claro que con la crecida posterior y la especulación crediticia, nos llevó a la situación actual. Ben Bernanke, actual presidente del Fed, es acusado de académico y obsesivo por el control de la inflación; No faltó quien lo culpara por no bajar la tasa de instancia, en plena crisis de liquidez, pero al fin, cuando tardíamente se decidió a actuar para paliar la crisis de liquidez, se está convirtiendo en un salvador del capitalismo bancario.

Se me ocurre que como en el milenio, la venida de Cristo en gloria y majestad, los pecadores recordarán sus vicios de la búsqueda de rentabilidad ilimitada y a corto plazo y rechinarán los dientes a cada mala noticia que aparezca en los Diarios especializados. Es seguro que quebrarán algunos fondos de inversión, que los deudores habitacionales serán embargados, que el crédito será muy difícil, selectivo y escaso; ni un centavo para los deudores que no puedan dar garantía. Ante este panorama, es evidente que la confianza del consumidor bajará y los mercados emergentes llevarán el peso de la crisis.

No faltan los médicos que les gusta curar enfermedades por medio de la “sangría”, como se hacía en el pasado; para estos galenos, la crisis actual limpiará el mercado de toxinas especulativas. Es posible, pero ¿a qué costo?. Ojalá no muera el paciente, como en el poema de Francisco de Quevedo. Ni siquiera pensar en los ciclones y demás calamidades naturales, que elevarían el precio del petróleo. No quiero seguir con esta historia apocalíptica – y tal vez pesimista – del futuro económico próximo; mejor creámosle a nuestro ministro de Hacienda, pues es cierto que los fundamentales chilenos y, en general, de Latinoamérica, están buenos, las deudas externas son menores que en la época de la crisis asiática y China e India crece más de un 10%. Escuché ayer a un comentarista que los Bancos centrales mundiales tienen suficientes armas para sortear la crisis.

Como siempre, el dios mercado se comerá en primera instancia a los más pobres y desvalidos de la sociedad, en los distintos países, porque siempre “Dios es culpable de los males de los humanos”. ¡Qué razón tenía el profeta Job, ese rebelde que imprecaba a Jehová! 
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