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Las tres patas de un gato tuerto

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Hay un país en el mundo donde poco importa como sean las cosas, pues allí siempre son de otra manera. Hay un país cuyo nombre tiene significados atroces según sean los idiomas que se hablen.

En este país, que pronto cumplirá doscientos años de constantes desastres y monumentos a quienes los han provocado, existen gatos de tres patas, y para colmo de males, tuertos.

Hoy podría hablar del estado general de la educación o de como las clases en el poder ven a los desposeídos: invisibles, simples números o habitantes del mejor de los mundos posibles, Jauja. Prefiero dejar estos temas para cerebros más despiertos que el mío.

Me inclino por escribir sobre las tres patas del gato y la ceguera de uno de sus ojos. Tengo por sabido que en cualquier país del mundo civilizado los gatos son animales de casa y tienen cuatro patas, aunque no faltan los porfiados que tratan de buscarle cinco, pero en este país, terruño o piedra en el zapato, los gatos son animales públicos de tres patas, extraño asunto al que el país se ha acomodado de lo más bien.

La primera pata de este gato tan metafórico como real en este minuto concreto es: el anuncio de estar en proceso de constitución legal un nuevo partido de izquierda, conformado por Nueva izquierda, Fuerza Social y Zurda, se proponen ser “alternativa” a la izquierda tradicional. En buen romance, disputarle el escuálido campo a una izquierda que no termina de constituirse en fuerza. Mal comenzamos. Si reducimos la lucha a un espacio y no a una esencia transformadora, somos la misma paja molida que abunda, lo que el país necesita es terminar con el neoliberalismo, reconquistar el usufructo de sus recursos, cambiar la constitución Pinochet-Lagos, establecer un sistema electoral proporcional, cambiar de raíces el sistema educacional, establecer un sueldo mínimo que de dignidad a los trabajadores.

Al respecto me dicen que dijo un dirigente del supuesto campo en disputa. “Yo me pregunto por qué no son alternativos a otras fuerzas y por qué quieren dividir entre fuerzas tradicionales y no tradicionales. El objetivo de un partido, que se dice de izquierda, no es competir con nosotros, sino tener el más alto grado de acercamiento con sus pares para cambiar las cosas. Porque nuestra postura es alternativa al neoliberalismo y uno espera que una fuerza de izquierda tenga una política similar en ese sentido”, señaló el presidente del PC, Guillermo Teillier.

Se dice que dijo un señor que responde al nombre de Nicolás Grau: “Hemos percibido la distancia entre la política formal y lo que opinan las mayorías ciudadanas. Creemos que el agotamiento de esos sectores permite que podamos entrar a disputar espacios con ellos. Porque la solución no es que el mundo social se aleje de la política formal, sino que entre a disputar esos espacios en el Parlamento, en la agenda pública e incluso conquistando el Ejecutivo”.

En primero lugar habrá que felicitarlos por el uso del lenguaje, son tan claros como espesos y hablan para el gran público como si hablaran para si mismos. El primero no sabe o no quiere saber que en el juego de la política el campo está en permanente disputa y son nuestros actos, nuestras capacidades, nuestra forma de entregar el discurso las que potencializan que en un momento seamos una fuerza. Si aparecen otros en nuestro espacio es indicador de que algo no anda bien en nosotros. El segundo debe haber aprendido de los voceros de la derecha a torcer el sentido de sus palabras y decir algo distinto de lo que quiere significar. Si realmente hubieran “percibido” la distancia que media entre la política formal y la opinión de las grandes mayorías tendrían la clave para tomar el poder y cambiar radicalmente la realidad de Chile. Lo que pueden haber percibido es la distancia entre uno y otro punto, pero nunca lo que hay dentro, que es lo que realmente quería significar.

Confieso que al inicio de este artículo pensaba que el tuerto era la visión parcialmente nublada de un sector venido a menos, políticamente hablando, ahora entiendo que el gato tuerto es la ideología con que se mueven los asuntos públicos en el país y ésta corroe a todos los sectores. Esta nube en el ojo impide a partidos que están en el discurso contra el sistema, hacer política con un sello diametralmente distinto al sistema, política desde la gente y sus necesidades, política de esclarecimiento y organización, política contra la apolítica y a favor de la participación plena en todos los niveles de decisión.

La segunda pata del gato tuerto es la tremenda noticia de que se ha logrado formar un “mega sindicato”, el de la Confederación Nacional de Trabajadores Contratistas de la Gran Minería, que suma más de 80 mil trabajadores, así lo cataloga el poder, con lo cual nos está diciendo que no ven con buenos ojos esta herramienta que a todas luces no ha de estar al servicio de los caprichos de quienes mueven los hilos del gobierno ni de sus tutores imperiales.

Un sindicato pequeño es un pequeño poder, un sindicato grande es un poder mucho más grande que si mismo, contará con mayores recursos y con una enorme capacidad de influencia. No es lo mismo negociar con cien trabajadores que con 80 mil unidos en una sola entidad moral. Esto es importantísimo tenerlo presente en un país cuyas cifras de sindicalización apenas llegan al 11% de la fuerza laboral estimada en 6.5 millones. Peor aún, según cifras de la OIT en 2004 negociaron colectivamente sólo 194.872 trabajadores, lo que es una cifra ridícula si consideramos que existen 19.883 sindicatos vigentes y 1.839 asociaciones de funcionarios.

Esta es una mega noticia para el movimiento sindical, salvo que no se ve por ningún lado a los gatos tuertos iluminando el camino con su ojo bueno que “atrapa” la más mínima luz: este mega sindicato puede ser un peligro mortal o un arma de largo alcance para los trabajadores; el peligro es que se acomoden en su dirección algunos iluminados que no actúan para la clase sino para si mismos y le den largas a todas las demandas; se convierte en arma si esa fuerza se usa no solamente para las demandas de los trabajadores del cobre sino para todos los trabajadores y si muestra en los hechos la necesidad y la posibilidad ganadora de actuar organizados en sindicatos.

La tercera pata de este gato tuerto en camino de ser más que eso, es un escozor que recorre Chile y cualquier lugar donde se encuentren los chilenos. Son un sector visionario no organizado en partido, pero que pueden ser el partido de la mayoría. Trabajan por una constituyente, es decir trabajan por hacer conciencia y movilizarnos por una asamblea constituyente, un congreso nacional cuya única misión es redactar la nueva constitución, la constitución del Bi centenario, la del estado moderno y democrático.

La Constitución de Pinochet [1980], bajo el gobierno del general Lagos fue sometida a cirugía plástica, cambios en la fachada, pero quedando como el mismo bicho. Unos toques aquí, otros allá: no hay senadores nombrados a dedo y de por vida, en el papel las FF AA no son garantes del orden institucional, etc. etc.

Al respecto podemos decir que ese engendro tiene dos trampas mortales, la primera es ideológica,  me pregunto si de una dictadura tan sangrienta como antinacional puede salir algo bueno para el país. Los pocos que se beneficiaron y se siguen beneficiando dirán que yes, aunque la realidad indica lo contrario, son los que hablan español, pero piensan en inglés. La segunda es que se mantiene la esencia  antidemocrática, la esencia del desprecio por la gente que hace Chile, los chilenos de a pie: las insostenibles desigualdades en el ejercicio de los derechos fundamentales que debe consagrar un régimen republicano: educación proporcionada por el estado, gratuita hasta los 21 años; sistema electoral proporcional que permita la representación en el congreso de todas las voluntades políticas; el sometimiento de las FF AA a la autoridad civil y otros.

Ser o no ser decía un príncipe angustiado. En este país con olor a podrido los príncipes angustiados suman millones. Ellos dicen con certeza y visión de futuro: “En el umbral del bicentenario de la República la unidad del pueblo hará posible poner fin a la vergonzosa vigencia de una Constitución esencialmente antidemocrática”.

Comenzaremos a ser cuando este tema vital para cualquier proyecto democrático este resuelto: todo indica que el dilema ya comienza a ser resuelto. “Más temprano que tarde se abrirán las anchas alamedas…” fueron palabras de Allende en su discurso final, estas comienzan a ser realidad. Ningún gobierno cambia nada si no cambia de raíz la ley fundamental y la ideología que le sirve de base. Asistimos a la metamorfosis de un gato tuerto en ágil gato de cuatro patas y dos ojos normales.
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