Mi dignidad dice no 

Me veo enfrentado a un dilema. El asunto es como plantearlo: por un lado hay cosas que no puedo ventilar públicamente y por otro lado mi dignidad de rebela. Hace muchos, pero muchos años un dirigente, respetable y respetado por mi, me acusó de que yo era como el avestruz, escondía la cabeza ante el peligro. Pobrecito no sabía que a veces es preferible ceder el paso y otras la única respuesta es un golpe al mentón.

En aquella ocasión cedí el paso, él se quedó con la impresión de que había actuado bien y promovieron a pendejos que luego se convirtieron en traidores. Yo sigo mi lento caminar y aquí estoy ahora con un golpe directo al mentón. Hace escasos momentos ocurrió algo imprevisto, algo que no estaba en el discurso, un salto, ignoro si es de calidad o de cantidad, Bueno es atar cabos sueltos y ver también los otros saltos, los menciono al pasar: se reúnen ex dirigentes socialistas y concuerdan que es necesario re-encaminar el partido, luego se pronuncian otros personeros más o menos nombrados por algo parecido. Son los arrepentidos de tanto estropicio. En otros frentes saltan las razones contra el Transantiago, en esencia nada ocurre, pues el sistema es sordo. Este defecto de ellos puede ser el camino para la victoria nuestra, es asunto de tiempo dirán los propensos a soluciones de oficina, es asunto de imaginación digo yo haciéndome eco de la gente movilizada por lo suyo. El último salto es el acuerdo logrado por los trabajadores forestales, sellado con la sangre de un trabajador.

Se avanza podría ser mi conclusión, salvo que no puedo conformarme con avances piñuflas. Tengo presente en todo momento que la meta es salvar la vida en el planeta y este objetivo máximo pasa por la transformación de la sociedad. Todo indica que hacia allá vamos. Lo triste es que no siempre los iluminados, que ocupan los cargos del cuarto de hora rodeados de micrófonos, se dan cuenta del momento que viven.

Vuelvo a mi tema, en esto que califico de salto, recibo una misiva en que de forma tangencial se me pedía mi opinión, es decir la opinión del grupo de trabajo donde participo. La nota planteaba un dilema aceptamos la falsa propuesta de la derecha con respecto al voto de los chilenos que viven en el exterior o nos pronunciamos contra. Coincidimos todos (los cuatro gatos de mi grupo) en rechazar de plano esa mierda, que me perdonen los pulcros del idioma, pero no hay otra palabra para definir la engañosa migaja que nos ofrecen los dueños del poder. Una cláusula estipula que solamente tendrán derecho a voto quienes hayan viajado a Chile a lo menos cinco años antes de la elección. Me pregunto ¿quién es dueño de LAN Chile? Ya antes había escrito en defensa de la causa del derecho.

Sucede que estos iluminados actúan desde el desprecio. Ellos los que han entregado a Chile al control de las Transnacionales; cobre, agua, electricidad, transporte, etc. salen ahora con que quienes vivimos en el exterior somos menos chilenos y por lo tanto tenemos menos derechos.

Hijos de mala leche, mi dignidad se rebela y en voz alta digo no. Qué el derecho a voto es un derecho en plena igualdad y en pleno derecho o no es nada. No son las reglas del mercado las que deben definir nuestro derecho ni perfeccionar nuestra escuálida democracia. Esta protesta mía quedaría inconclusa sino dijera, en honor a la verdad y para demostrar que no escondo la cabeza, que la nota que pedía nuestra opinión volvió a venir con el resultado. Quedamos siendo parte de la ínfima minoría. Esas eran las palabras empleadas. Esto me señala que la ideología del desprecio también corroe a quienes se supone luchan contra el sistema que la genera.

Desde esta página me pronuncio por el derecho a voto para todos los chilenos, estén donde estén. Derecho sin condiciones, hago mías las palabras de Gustavo Martín Montenegro (Australia):

Es hora de producir nuestro salto de calidad, que las ínfimas minorías se rebelen por su derecho a voto, que aunque hayan pasado muchos años seguimos siendo chilenos. Con derecho a voto en plena igualdad y sin condiciones quiero exclamar con Alegría, ¡Viva Chile Mierda!

*Enviado a PiensaChile por Adriana Goñi