García Márquez, el colombiano universal
por Gerald Martin (Inglaterra)
18 años atrás 4 min lectura
El novelista que mejor encarna esta combinación curiosa y persistente de euforia y negra desesperanza -elementos claves del llamado "realismo mágico"- es sin duda alguna Gabriel García Márquez, cuyos personajes son herederos directos del Don Quijote inventado por Cervantes, aunque desplazados al "Tercer Mundo". El éxito, con dimensiones casi fabulosas, de Cien Años de Soledad, publicado en 1967, ofreció el raro ejemplo de un libro cuya popularidad entre el gran público lector igualaba a la que conquistó entre los críticos académicos. El Inglés John Berger ha dicho que es una novela que "habla a quienes somos conscientes de la escala y la turbulencia de las luchas y de las tragedias de la historia". Fue enteramente apropiado, entonces, que el libro más reciente de García Márquez haya sido El General en su laberinto, una reconstrucción imaginada de las últimas semanas, amargas y desesperadas, de Bolivar, antes de su partida prematura desde la historia hacia el mito.
El logro de García Márquez, en el siglo de los escritores "difíciles" (Joyce, Proust, Kafka), reside en haber sido uno de los pocos narradores que haya producido obras fáciles de leer y al mismo tiempo de linaje obviamente clásico. Cien años de soledad tiene la limpidez de las grandes obras de la infancia, como Las Mil y Una Noches, Los Viajes de Gulliver, Alicia en el País de las Maravillas o El Principito. Tanto en ella como en otro libro milagroso, El amor en los tiempos del cólera-, ¿escribir una historia de amor convincente y edificante a finales del siglo XX- García Márquez entreteje la magia y la realidad, la tragedia y la comedia, la nostalgia y la ironía, en un ciclo inimitable de encantos y desencantos.
Pienso que Cien años, sobre todo, será un libro clásico "por los siglos de los siglos", como el mismo Gabo diría, aun cuando él afirma que está cansado del libro y de su reputación. Lo que yo no podía sospechar, hasta el momento de visitar Colombia al empezar mis investigaciones para preparar una biografía del escritor costeño, era cuánto debía esa novela a su país de origen y cuánto ahora debe su país de origen a la imagen que proyecta esta novela. Comprendo ahora que dicha simbiosis es un ejemplo paradigmático de la manera en que la experiencia vivida se convierte en arte, para que ésta se convierta a la vez en historia.
García Márquez, como todos los colombianos, ha vivido en tiempos sombríos. La ya famosa masacre bananera tuvo lugar cuando él era un niño pequeño de humilde cuna. El asesinato de Gaitán coincidió con sus veintiún años. Desde entonces, Colombia ha tenido que soportar casi medio siglo de tragedias: violencia, estado de sitio, guerrilla, narcotráfico y un ambiente de inseguridad casi permanente. Dijo Gabo en el discurso del Premio Nóbel que Europa debe reconocer que América Latina necesita tiempo para vivir su propio proceso de desarrollo. A un biógrafo inglés le parece evidente que Colombia está viviendo su época Shakesperiana de sangre, crimen, ambición y horror; necesitaría, quizás, tiempo para que este territorio humano inconcluso se convierta en nación. Pero también está viviendo Colombia el momento cervantino en que, pese al poder de la televisión y el cine, la cultura popular sigue brotando como las flores del campo y un escritor de genio puede todavía recogerlas y hacerlas florecer de nuevo, y ya para siempre, en la forma escrita. El que ahora visita Colombia puede presenciar el fenómeno mágico de que las palabras que Gabo escribe vuelven al pueblo de donde brotaron, repitiéndose diariamente en la boca de sus compatriotas, y en los titulares de los periódicos. Gabo ha tenido el raro privilegio, creo yo, de ser a la vez el Cervantes y el Shakespeare de su nación, y de todo un continente. Llegará el día, dentro de no muchos años, en que para exaltar a un escritor se dirá que es "el García Márquez" de su país.
Diciembre de 1991.
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