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Terrorismo informativo o la información del miedo

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(Nota de la Redacción: los destacados son nuestros)

Si bien las definiciones de terrorismo se refieren a las acciones armadas que determinados grupos o estados cometen para generar pánico en civiles o avanzar en sus objetivos, es propicio, dado el desproporcionado y manipulado uso que se la ha dado al término, que reinterpretemos su definición. Ello debido a que ciertos sectores políticos y comunicacionales alrededor del mundo, se han asumido en la práctica como quienes determinan lo que es o no terrorismo.

Perú campaña presidencial 2006: el fantasma terrorista fue agitado interesadamente por un conjunto de medios de comunicación y políticos, a los que posteriormente se sumo el candidato vencedor. De una manera muy hábil se logró asociar al candidato Humala a la violencia y a García a la estabilidad; pero irónicamente, el actual presidente es quien tiene mucha mayor relación con el terrorismo de Estado, mientras que el candidato derrotado no pudo aclarar su participación en la guerra. En esa dicotomía, se creo una sensación de miedo. Esta afirmaba que la victoria de Humala sería el principio de una sucesión de actos que llevarían a involucionar al país. La distorsión informativa imperó, el miedo se implantó.

En el caso de algunos conflictos internacionales el asunto es similar y hasta más grave. EEUU e Inglaterra han usado la categoría terrorismo para justificar la destrucción de Irak hasta la saciedad. El lema es la lucha contra el terrorismo. Han creado la sensación de que invadir y luego combatir a los resistentes de Irak significa proteger a sus sociedades de peligros inminentes. Lo cierto es que si bien EEUU e Inglaterra sufrieron los atentados del 11S y del 9J, estos estados a través de sus gobiernos comenten actos de terrorismo en Irak. Y estos actos son, en proporción, mayores e inflingen más castigo colectivo que los arriba mencionados. A pesar de eso, esta vanguardia política de occidente y sus medios de comunicación aliados, se han apoderado del señalamiento de quienes son o no terroristas.

Por su parte la Rusia de Putin ha logrado presentarse como víctima del terrorismo checheno a pesar de que las resoluciones de los secuestros en años recientes han evidenciado de lo que es capaz su gobierno. Los actos de terrorismo de Estado ruso sobre Chechenia se han sucedido en los últimos años, generando la respuesta chechena. De ello se ha valido Putin para señalar a los chechenos como responsables de la violencia en el Cáucaso. Grozni fue casi borrada del mapa en la segunda guerra ruso chechena de los noventa, y su población reducida drásticamente por una política de indiscriminada eliminación de chechenos. Sumado a ello, las represalias y crímenes políticos como el de la periodista Polikovskaya hace unas semanas, configuran a Rusia como un Estado con prácticas terroristas.

Otro caso indicativo se da en la guerra que mantienen Palestina e Israel. La comunicación e información que parte desde los gobiernos israelíes, ha sido efectiva logrando que en el imaginario colectivo sólo se considere los actos palestinos como terroristas. Y eso no es exacto. El ejército israelí, comete actos de terrorismo o terrorismo de Estado, que generan miedo en la sociedad palestina pero se ocultan en una legitima defensa. Benny Morrys, historiador de la Universidad Ben Gurion, señala cómo los actos terroristas del Irgun en los mercados de Haifa en 1938, sirvieron de modelo y fueron imitados posteriormente por palestinos. La información oficial en occidente hoy aún no puede comparar o informar sobre los actos terroristas, en este conflicto, con una objetividad que los señale en ambos bandos.

Estos ejemplos pueden servir para contextualizar lo que pretende aclarar este texto. Que el concepto terrorismo, que se ha convertido en la palabra más utilizada cuando se llega a los extremos de la confrontación política, no puede seguir siendo observado sólo a la luz de sus acusadores, sino en un panorama mayor. El ángulo que nos interesa aclarar en este caso es el del terrorismo informativo, comunicacional o mediático; que en algunos casos es independiente de los actos estatales y en otros confluye.

Por ello, afirmo que existe el terrorismo informativo. Este se puede definir como la utilización de los recursos de la comunicación para generar situaciones de miedo y hasta de terror, que grandes cadenas internacionales o medios informativos locales aplican cuando existen determinados intereses o alianzas en juego. Los medios de comunicación que han participado de estos actos de terrorismo informativo, han tomado partido y generado abiertamente un miedo social vía la distorsión de la realidad, ello, con fines estrictamente político-económicos. Así como los actos terroristas armados arrinconan a ciertas sociedades vía el miedo, los actos de terrorismo informativo sin herir o matar físicamente, hieren y quiebran las fibras más hondas de la psicología social. Los terroristas informativos usan una violencia que no consiste en explotar bombas, sino en la apropiación de un discurso que señala juzga condena, retumba. Todo ello desde una representatividad empresarial informativa y aplicando métodos que encajan en un manual fascista.

Latinoamérica es presa de este tipo de terrorismo. Los procesos electorales del año 2006 demostraron cómo cierta propuesta política fue atacada vía los recursos del terrorismo informativo. No hubo en estos procesos electorales, país en el que no se haya apelado al recurso del miedo cuando candidatos que podríamos definir como anti establishment se acercaban a la presidencia. En algunos países el miedo generado por el terrorismo informativo logró su objetivo. En el caso peruano, el sector más retrogrado de la prensa escrita representado por publicaciones como Correo, Expreso o el pasquín La Razón, llevaron de las narices a otros medios ecuánimes que cayeron en el juego y permitieron que la búsqueda de la objetividad informativa desapareciera. A Humala no se le hacían entrevistas sino interrogatorios, a García, el Frontón nunca se le recordó abiertamente. Esta apelación al miedo social de la que muchos se sienten orgullosos, sigue y seguirá siendo aplicada cada vez que es necesario; como en los conflictos entre empresas mineras y comunidades, o si es que la Menchú en Guatemala se acercara al poder. Vivimos con agentes del terrorismo informativo incrustados en la prensa nacional, en la prensa latinoamericana y en la global.

Ante ello no hay posibilidad real de que estos medios que apelan al miedo aminoren su influencia o dejen de utilizar tan confrontacionales recursos. Sin duda son útiles a cierta perspectiva del poder y su vigencia está garantizada. Su financiamiento y aparición son parte del panorama de estos años. Por eso urge la interpretación de estas acciones, la categorización de este terrorismo informativo en nuestra realidad y en la escena internacional. La apropiación por unos de la calificación y el señalamiento del terrorismo debe caducar. Es insostenible que sigan siendo los estados que aplican el terrorismo de Estado y los medios que cometen en un sentido amplio actos terroristas, los que tengan el monopolio de la utilización de la palabra y sean irresponsables sobre las consecuencias que ello trae. Del mismo modo, sólo contribuye a una regresión autoritaria que en nuestro país estos medios tengan tanta influencia contagiando de ánimo extremista a la información en general.

Los conceptos cuando alguien se los apropia terminan siendo utilizados para un fin univoco, en este caso crear un sentido común en el que el terrorismo sea la vara con que se mide y castiga al opositor político. Sustrayendo la palabra del monopolio manipulatorio que hoy existe, quizá no se contenga el terrorismo informativo que grupos o estados generan en el mundo. Pero apelando a una interpretación mayor de los hechos, habremos definido esta constante de la política actual: el terrorismo informativo, comunicacional o mediático

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