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Se distancian de Washington los militares sudamericanos

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La nueva relación de fuerzas en la región está permeando a las fuerzas armadas del continente, a tal punto que en varios países han modificado sus tradicionales hipótesis de conflicto. Los militares sudamericanos visualizan ahora que el enemigo no forma parte de sus propias sociedades, como sucedió en el largo y tenebroso período en que la Doctrina de Seguridad Nacional avaló golpes de Estado y las fuerzas armadas se especializaron en la represión.
A comienzos de octubre el jefe del Comando Sur, general Bantz Craddock, fracasó en su intento de aislar a Venezuela durante la Conferencia de Ministros de Defensa del continente americano, realizada en Managua. La mayoría de los ministros presentes tomaron distancia de la ofensiva estadunidense que considera a Venezuela como un país “desestabilizador” de la región, y no hubo acuerdo siquiera para establecer una agenda común.
Durante la segunda quincena de setiembre se realizó el “Operativo Hermandad” en el norte de Argentina, en el que participaron las fuerzas armadas de Argentina, Bolivia, Brasil, Paraguay, Uruguay y Venezuela (o sea, Mercosur más Bolivia). En otros períodos, estos mismos países realizaban este tipo de maniobras militares en base a hipótesis que establecían la necesidad de recuperar edificios o zonas tomadas por la guerrilla, o bien la intervención en países que vivían momentos de desestabilización por crisis internas. El caso de Haití es el más cercano ejemplo de este tipo de hipótesis. Sin embargo, los 1.600 efectivos que participaron durante once días en las maniobras manejaron una hipótesis de conflicto totalmente diferente: la recuperación del aeropuerto de la ciudad argentina de Posadas, que había caído bajo el control de una potencia extra-continental, que lo utiliza para recibir tropas llegadas por vía aérea para desplegarlas en la región.
Rosendo Fraga, del instituto Nueva Mayoría, en un artículo del 12 de octubre señala que “el único país que tiene capacidad militar para realizar una operación de este tipo es Estados Unidos”. Considera que las maniobras citadas implican “un cambio en las doctrinas militares de la región que cada vez más comienzan a incorporar el concepto de ‘guerra asimétrica’, para resistir la agresión de una potencia militar extracontinental que tiene una capacidad muy superior”. La primer semana de octubre los jefes de los Ejércitos de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Perú, Uruguay y Venezuela participaron en un encuentro en Buenos Aires en el que, según el mismo analista, debatieron sobre las fuerzas de paz y la protección de los recursos naturales, “una hipótesis que se utiliza para ver a los Estados Unidos como un eventual oponente, dado el supuesto interés que mostraría en el futuro por controlar las reservas de energía y petróleo”.
Los cambios son, como puede verse, profundos. Pero en absoluto sorprendentes. Forman parte de la misma lógica que llevó a una comisión oficial de militares brasileños a visitar Vietnam a comienzos de 2005, para conocer de cerca la experiencia de resistencia frente a la superpotencia. En aquel momento, el jefe del Comando Militar de la Amazonia Claudio Barbosa Figueiredo, dijo que “la estrategia de resistencia no difiere mucho de la guerra de guerrillas y es un recurso que el ejército no dudará en adoptar ante una posible confrontación con un país o grupo de países con un potencial económico y bélico mayor que Brasil”.
En este contexto, pautado la creciente autonomía del imperio que han adquirido los gobiernos progresistas de la región, no llama la atención que en Washington se hayan encendido las luces de alarma. Y es que el Comando Sur no deja de perder espacios. El último fracaso se registró también a comienzos de octubre, cuando el gobierno paraguayo comunicó a Estados Unidos que a partir de 2007 sus tropas no contarán con inmunidad diplomática, que había sido concedida en mayo de 2005 por el parlamento. El aliado más firme luego de Colombia, comenzó a poner condiciones y a tomar distancias.
Para contrarrestar sus crecientes dificultades, la estrategia de Washington parece centrarse ahora en Bolivia. Formando un verdadero coro, la prensa conservadora de la región viene agitando el fantasma de la presencia militar venezolana en Bolivia, a raíz de un acuerdo de cooperación en Defensa firmado en mayo por los gobiernos de Hugo Chávez y Evo Morales. El acuerdo prevé la construcción de dos guarniciones militares en zonas fronterizas, pero en base a declaraciones de Evo los medios agitan que se construirán hasta 24 bases, que serían financiadas por Venezuela y construidas incluso por militares de ese país. Pero las especulaciones de los medios van más lejos. Aunque el texto del acuerdo no lo menciona, el diario conservador chileno El Mercurio (en su edición del 8 de octubre) sostiene que contempla “el ingreso de tropas venezolanas a territorio boliviano para gestión de crisis y desarme y control de armas”.
La “información” así distorsionada está recorriendo la región con un objetivo preciso: fomentar el clima de inestabilidad en Bolivia en la convicción –real o imaginaria- de que la situación interna del país es “muy inestable”, según los servicios de inteligencia chilenos “consultados” por El Mercurio. Al parecer, se busca fabricar un escenario de aguda conflictividad en el país andino, azuzando los conflictos sociales, como sucedió en el enfrentamiento entre mineros sindicalizados y cooperatistas en Huanuni, con un saldo de 21 muertos, o bien impulsando el separatismo regional de los cuatro departamentos “rebeldes”, encabezados por Santa Cruz, donde reside una poderosa oligarquía capaz de poner en dificultades al gobierno de Evo.
Por ahora no son más que intentos desestabilizadores de escaso vuelo. Salvo que algún gobernante de la región –el candidato ideal es el peruano Alan García- se sume a la estrategia de fabricar crisis, fomentada por Washington en Venezuela, con la esperanza de crear equilibros más favorables al imperio.
Artículo publicado también en La Jornada, México, 20 de octubre de 2006
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