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Chile: elecciones en 48 horas, dudas y carencias

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CHILE: ELECCIONES EN 48 HORAS. DUDAS Y CARENCIAS

En 48 horas, contadas desde la aparición formal, este viernes, de Piel de Leopardo, los chilenos –pero sólo los residentes en el país, pues quienes están fuera permanecen en un limbo ciudadano– elegirán una (o un) presidente y renovarán el congreso.

Las naturales dudas acerca de quién elegir, asunto donde entran en juego cuestiones relativas a la ideología, los carismas, la pertenencia a uno u otro sector social, se convierten –a la hora de la decisión– en un "parto de los montes". La sensación es que no se eligen mandatarios del pueblo, sino que el voto, secreto y todo, no es más que un acto para premiar al mejor payaso del circo, el mejor cantante de boleros –o rancheras o tangos– del barrio o simplemente a los y las que mejor posaron para las fotografías de sus respectivos afiches.

Hace 31 años fue asesinada Gloria Ester Lagos Nilsson: mi hermana; su nombre apareció en alguna prensa entre los de aquellos izquierdistas y partidarios de Salvador Allende que se "habían matado entre sí" en algún lugar de la Argentina. Cuando fue apresada en 1974 tenía tres meses de embarazo. No murió en la Argentina, la mató uno de los perros asesinos de la dictadura, Romo Mesa.

No puedo dejar de preguntarme qué ha pasado en el transcurso del tiempo. Han nacido dos generaciones de chilenos. Crecen en un mundo que no parece buscar ni pedir explicaciones, en un país que se mira el ombligo incapaz de advertir el polvo y la miseria que lo cubre.

La pobreza intelectual de las campañas –presidencial y al congreso– fue tristísima. Hablaron, por ejemplo, de "la transición": ¿habrá concluido la transición? ¿se vive todavía un tiempo de transición? ¿terminará alguna vez la transición?

Transición es un término que mide el tiempo y los procesos entre cambios históricos profundos, que hacen al modo como se organiza la sociedad según el desarrollo de las fuerzas productivas. Hubo una transición entre el feudalismo y el capitalismo, y tardó siglos. En Chile no hay transición alguna, hubo cambios cupulares –pactados por lo demás– y una elite diferente (bueno, más o menos diferente) asumió los atributos –o símbolos– del poder, pero el país no está en camino a ninguna nueva era. La concertación de partidos en el gobierno, por lo demás resquebrajada, no implica transición alguna.

Sin contenidos, ¿qué puede estar en juego?
No nos engañemos, empero. Si bien nada está en juego, seriamente en juego en las elecciones de la república sureña, es de esperar que la ciudadanía elija por lo menos mantener el pobre remedo de democracia –que costó tantos muertos, tantas vidas destrozadas y fue tan ligeramente asumido por quienes reemplazaron a la dictadura–, las garantías de convivencia que –cierto– la Concertación respeta, y no salte ella, la ciudadanía, como animal herido y acosado al hocico de la bestia derechista con el objeto de castigar a los inútiles.

La derecha política no es más que la expresión sonriente del salvajismo desenfrenado y obsceno del capitalismo al que se le agotan los recursos lícitos para continuar pauperizando a la población –el señor Lavín arrastró su cansada sonrisa por todos los rincones del país, el señor Piñera lució la suya también en todo el país–.

Va la derecha, en Chile y en el resto de América, por una mayor "flexibilización" laboral –pagar menos para que se trabaje más y con más miedo de perder el salario–; por la destrucción de los restos del Estado, menos su aparato represivo claro está; por la privatización consiguiente hasta del aire y los espacios públicos.

El capitalismo se justifica y explica a sí mismo sólo cuando el que entierra el cuchillo en el vientre de un niño hambriento sorbe luego hasta su última gota de sangre.

Querer a Michelle, sufrir por Bachelet…
Querer a Michelle debe suponer para sus partidarios el dolor de sufrir por Bachelet; seguir a Lavín debe suponer un gran y existoso esfuerzo por desprenderse de lo que la memoria archivó sobre Lavín; mirar hacia Piñera ¿tendrá algún significado más allá de recordar cuándo comenzó a erigir su pequeño imperio? Soñar con Hirsch bien puede parecer un acto de autoflagelación. No por cada una de las personas nombradas, sino por lo que representan.

La historia, porfiada, no retrocede, pero tampoco cambia la vida de los pueblos por decreto divino. En cierto modo –con la excepción del Pacto Juntos Podemos– los otros tres grupos políticos y sus candidatos a la presidencia dijeron casi lo mismo. Una sucesión almibarada de frases hechas y no siempre bien dichas lució como la linterna que aspiran contribuya a guiar al país en los años complejos, contradictorios y difíciles que ha empezado a vivir la Humanidad. Años, incidentalmente, que marcan el comienzo de la transición, esta vez real, que enterrará al capitalismo.

Las diferencias fueron de detalle: el "ultramontanismo" –fundamentalista– del señor Lavín enfrentaba al catolicismo "liberal" del señor Piñera ante la neutralidad laica de la señora Bachelet. Tres aparentes opciones políticas que desnudaron hasta el cansancio el final de un sistema político. Todo ello envuelto en la palabra democracia.

Todo ello a sabiendas que es una mentira la democracia. En Chile jamás hubo consulta popular para darse una constitución política –y no se ve voluntad política de que se vaya a convocar a la ciudadanía para hacerlo–; jamás los jueces han respondido ante los ciudadanos por sus sentencias o su ausencia; el Estado y las corporaciones que dominan la vida económica de las personas jamás han informado sobre sus hechos al ciudadano. Participar, nos dicen, significa sufragar cada tanto, pero carece la ciudadanía de los recursos y leyes para exigir se cumpla el mandato de las autoridades elegidas, las que se transforman en exigentes reyezuelos apenas son investidos.

Mientras, el país duele. El cobre –alguna vez bien llamado "el sueldo de Chile"– corre el riesgo de convertirse en el salitre de ayer: una riqueza en manos extranjeras; los recursos renovables están en peligro de desaparecer, como los bosques nativos, la fauna marina, los cultivos propios de la tierra, reemplazados por semillas manipuladas.

Que hagan la "vista gorda" los ideólogos de la derecha, y escabullan el bulto o procuren impedir que asuntos de tan vasta importancia se discutan públicamente es comprensible; pero que a una médica (suponemos que los médicos tienen conciencia del sufrimiento ajeno, de la pobreza y sus efectos sociales: Allende fue médico) se le impida plantearlos quizá por conveniencia del "márketing" electoral es poco menos que una traición.

Y no es traición. La traición se consumó a fines de la década de 1981/90, cuando se negoció, lejos del país, primero, y luego en el país con los responsables de 1973. La traición fue ratificada cuando se dejó morir a la prensa independiente, cuando se olvidó el hecho simple de que Chile es un país multicultural y pluriétnico y algún funcionario imbécil pudo afirmar que "somos todos chilenos" por lo que no habrá políticas especiales para nadie y en ningún terreno.

La traición consumada y ratificada aprendió a brindar con Merlot y a destapar champán "brût nature".

Es el modo de producción que creó al Estado y sus aparatos represores y formadores de reprimidos lo que está en crisis. No en vano la juventud en un gran porcentaje ni siquiera se molestó en inscribirse en los registros electo
rales. ¿Para qué hacerlo?

Quisiéramos creer que el pueblo de Chile, lenta, oscuramente ha comenzado a sembrar los árboles de las "anchas alamedas" libertarias, donde habrá una placa por cada persona asesinada, una plaza con el nombre de Santa María de Iquique y piedras talladas para no olvidar ni traiciones ni masacres. Pero no: ellos, los políticos de baja estatura ya piensan en cómo envolver el caramelo de la segunda vuelta. Son capaces de cambiarlo todo para que nada cambie.

Una gran oportunidad para sumar y construir
Un medio de comunicación democrático tiene tanto el derecho como la obligación de opinar. Lo acabamos de hacer. El derecho que no tiene es el de negar la existencia de opiniones contrarias a su línea editorial.

Hemos recibido la comunicación titulada como el epígrafe. La firman 37 personas, todas ellas vinculados al hacer cultural, social, político. Puede uno no estar de acuerdo con lo que dicen, pero no hay posibilidades de convivencia si no estamos dispuestos a dar la vida para que lo digan, Voltaire dixit.

En la envejecida escena política nacional, nos presentamos como un grupo joven. Un conjunto de jóvenes profesionales, trabajadores de la cultura y ex-dirigentes estudiantiles, quienes junto a un grupo de actuales estudiantes nos hemos articulado todos bajo el alero de la Universidad de Chile.

Desde hace más de una década, hemos sido parte activa de un proceso de democratización de las organizaciones estudiantiles y de la Universidad misma, reflejado en al menos dos cambios fundamentales en las políticas de educación superior del país; primero, la reciente promulgación de los nuevos Estatutos democráticos de esta casa de estudios; y segundo, el sustancial cambio en el sistema de financiamiento de los estudios superiores que permitirá al 60% más pobre de la población chilena contar con financiamiento fiscal completo en sus estudios superiores a partir de 2006.

Somos parte de la izquierda chilena, nos mueve la justicia y la democratización política, social y económica de nuestro país. Sin embargo, nos identificamos con una construcción política amplia que vuelva a mirar hacia las grandes mayorías del país, alejándonos tanto de los dogmas y autoritarismos, como del conformismo y la administración somera de la burocracia actual.

Ante la próxima elección del 11 de diciembre, y su muy probable segunda vuelta, se nos hace imprescindible manifestar nuestra opinión pues se trata de acontecimientos relevantes en que los ciudadanos, verdaderos depositarios del poder político, expresaremos nuestras visiones de país y nuestras esperanzas por un Chile mejor.

Si bien no nos identificamos con ninguna de las actuales coaliciones, valoramos la candidatura presidencial de Tomás Hirsch por instalar algunos temas ausentes en el debate político actual, y porque pensamos que hay que romper la exclusión en todas sus formas. Sin embargo, por la misma razón, no nos identificamos en absoluto con las tentaciones automarginales ni las visiones excluyentes que se siguen viendo en la izquierda tradicional chilena, sustento importante de dicha candidatura.

Esa misma opción por los dogmas y los viejos manuales de la política, plasmada en frases como “ustedes han gobernado 32 años” que homologan la dictadura y los gobiernos concertacionistas, hacen que la construcción del Juntos Podemos Más nazca con un techo demasiado bajo para hacer frente a los grandes desafíos que la izquierda y los sectores progresistas tenemos por delante.

Nuestra única coherencia es continuar el camino de transformación social hacia los objetivos democratizadores, olvidándonos de los discursos autorreferentes que tanto mal le han hecho a la política chilena.

Sin embargo, este contexto no puede hacer olvidar que el derecho a voto universal es una conquista de los sectores progresistas, y que reside ahí una herramienta de influencia política que no puede ser abandonada. Por esto sabemos que, en ausencia de otra alternativa, los únicos votos que la noche del 11 de diciembre serán contados como votos de izquierda, tan críticos de la Concertación y sus políticas, como convencidos que es posible un país distinto, serán los votos que recibirá la candidatura de Tomas Hirsch, por lo que para él serán nuestros sufragios.

Con mayor claridad aún, cuando en la segunda vuelta del 15 de enero tengamos que elegir al futuro Presidente de Chile, sabremos, al igual que la inmensa mayoría de los chilenos, que no da lo mismo entre Bachelet y el representante de la derecha, y con plena convicción seremos uno más de los miles que desde la izquierda aporten con su voto a evitar que la derecha sume el poder ejecutivo a la hegemonía que ya ostenta en otros ámbitos de la política, en el modelo económico y en los medios de comunicación.

Los avances en la superación de la pobreza durante los últimos años y el aumento de la inversión social no sólo marcan la diferencia entre la orientación de la Alianza y la de la Concertación, sino que también abren un espacio de posibilidades de logros y crecimiento político que la izquierda, desde su propia independencia, debe saber aprovechar.

Coherentemente, en las elecciones parlamentarias nuestros votos y esfuerzos estarán con aquellos candidatos que han plasmado en sus propuestas y trayectorias los anhelos de un Chile más justo y democrático, sin establecer vetos ni inhibiciones en función del pacto que los postula. Por ello, valoramos los aportes y entregamos nuestro apoyo a candidatos del perfil de Manuel Riesco, Alejandro Navarro, Jorge Arrate y Gonzalo Rovira, así como también a Carmen Hertz., Jaime Gajardo, Sergio Aguiló, Francisco Villa y Claudina Nuñez.

Tenemos la férrea convicción que una alineación inteligente de muchos actores puede significar la salida inminente del sistema binominal, quizás la camisa de fuerza más importante que le dejara al país la dictadura militar. éste, junto a otros objetivos específicos en áreas claves de las políticas sociales, serán la llave para comenzar la articulación de todos quienes estamos cansados de esperar que las transformaciones hacia la justicia y la equidad social -anunciadas por tantos y hace tanto- se empiecen a materializar en nuestro país.

Artículo enviado a PiensaChile por
Piel de Leopardo

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